El
último gobierno concejil, en 1542, antes del establecimiento de los regidores perpetuos
estaba formado por Pedro Rodríguez de Olivares y Alonso Oropesa como alcaldes
ordinarios, Francisco de Perona, Amador López de Ávalos, Pedro López de
Garcilópez y Antonio de la Fuente, regidores, y Miguel Vázquez de Haro,
alguacil, junto a los diputados Francisco García y Alonso López de Garcilópez.
La
división de la sociedad sanclementina se reflejaba en los repartimientos de
alcabalas: se nombraban seis repartidores por los pecheros (a su vez divididos
en tres estados: mayor, mediano y menor) y dos repartidores para los hidalgos.
Pero en 1542, el repartimiento lo hacían seis pecheros, obviando los dos
recaudadores hidalgos.
El
establecimiento de los regidores perpetuos en 1543 en San Clemente supuso la
venta de ocho regidurías, cinco de las cuales fueron compradas por hidalgos y
tres de ellas por pecheros. Entre los pecheros, las dos más señaladas fueron
las que compraron Sancho López de los Herreros y Cristóbal de Tébar. Pronto los
Herreros que acumularon más regidurías se pusieron de acuerdo con los hidalgos
para dominar los oficios elegibles, cambiando la tradicional elección por
suertes en elección por mayoría de votos. En su intento chocaron con Cristóbal
de Tébar que, representado en la Chancillería de Granada por el licenciado
Perona, defendió la permanencia de un colegio de cuatro hidalgos y doce
pecheros para la elección de alcaldes y alguacil. La disputa saltó en la elección
de oficios de 1544 y fue llevada a la Chancillería de Granada a comienzos de
1545. La disputa era vieja y duraba ya más de medio siglo: era la disputa por
el poder entre los Herreros y los Origüela, que ahora habían vuelto a la
primera escena, blanqueando el apellido con el de Tébar como harán después con
el de Avilés.
Los
primeros encontronazos de los pecheros fueron con Francisco Pacheco, señor de
Minaya, que pretendía ampliar los términos de su villa, y contra su primo
Alonso Pacheco. Parece que, en la elección de 1543, pusieron un Garcilópez como
alcalde, hombre de paja al servicio de sus intereses.
Las
alianzas iban y venían; los Herreros se habían aliado con Francisco de Pacheco,
señor de Minaya, y eran acusados, no sin razón de intentar cercenar los
términos de San Clemente en beneficio de Minaya. También contaban con la
alianza de Alonso Pacheco Guzmán, uno de los principales hacendados de San
Clemente, pero esta alianza se rompió en seguida por la irrupción como regidor
perpetuo de Hernando del Castillo e Inestrosa, el nieto del alcaide de Alarcón,
que era cuñado y que pronto unieron a su alianza familiar otra de carácter
político para hacerse con el poder en San Clemente. Herreros y Tébar atisbaron
enseguida el peligro, que afectaba a la misma independencia jurisdiccional de
San Clemente. Por esa razón, las enemistades entre Herreros y Tébar se
olvidaron, y junto a los Pacheco de Minaya y los Valenzuela intentaron formar
un grupo hermético que evitara la entrada de los Castillo en el gobierno
municipal. No obstante, Hernando del Castillo y Alonso Pacheco supieron jugar
sus cartas, ofreciéndose como garantía de estabilidad del poder concejil a los
gobernadores y sabiéndose ganar a los pecheros o nobles discutidos que habían
sido apartados del poder, caso de los Perona o Rosillo, o aquellos miembros de
la baja nobleza apartados del poder, los de la Fuente, víctimas de los cambios:
primero con la ejecutoria de 1538 que permitió a los hidalgos entrar en el
poder o el establecimiento de las regidurías perpetuas en 1543.
Durante
unos meses del año 1543 hubo una convivencia del viejo esquema municipal, dos
alcaldes, cuatro regidores y un alguacil mayor (y la permanencia de unos
diputados del común desfigurados) con los nuevos ocho regidores creados. No
obstante, parece que el gobierno cayó en cuatro de esos regidores perpetuos,
por ausencia del resto, y la permanencia de Francisco del Castillo Inestrosa,
regidor añal, que garantizaba la presencia de la familia ante un Hernando del
Castillo e Inestrosa que era una de los beneficiaros de la compra de regidurías
perpetuas.
La
lucha por el poder municipal en 1543 se trasladó de las regidurías al control
de los oficios añales, alcaldes y alguacil. Y esa lucha tomó forma en el dilema
de si los nuevos cargos añales debían ser votados por el concejo saliente o
sacados en suertes. La elección de cargos entrantes por los miembros de la
corporación saliente no era nueva, de hecho, San Clemente tuvo una estructura
municipal compuesta por siete oficios concejiles y siete diputados, que en este
último caso coincidían con los oficiales del año anterior. Al menos
teóricamente, pues la realidad que el número de diputados variaba según las
luchas por el poder, extendiendo su número para dar cabida a la diversidad de
intereses y, en algún momento, llegando a ser concejos abiertos. Pero los
concejos abiertos de comienzos de siglo pronto devinieron en asamblea
tumultuarias en la que las diferentes facciones movilizaban a una parte del
pueblo contra la otra. Estas disputas concejiles eran representación de la
complejidad que había alcanzado la sociedad sanclementina: el odio que
despertaban los Castillo o los Pacheco a comienzos de siglo, grandes hacendados
y dueños de los molinos, seguía vivo, pero el equilibrio de las fuerzas
pecheras estaba roto: los herederos de Miguel Sánchez de los Herreros buscaban
el control total de la política concejil, aparte de los Tébar, el resto de
familias pecheras eran incapaces de disputar ese poder. Desde luego existían
multitud de propietarios, pero San Clemente ya no era una república de
labradores, a pesar de lo extendido de la pequeña y mediana propiedad, pues se
habían multiplicado otras capas sociales desligadas de la propiedad de la
tierra. Es ahora, como si fuera una pequeña Albion adelantada a su tiempo,
cuando San Clemente comienza a ser llamada una república de tenderos. Algún
día se valorará en su justa medida esos intercambios que llegaban a las ferias
de Mondéjar, a Madrid, Sevilla o Lisboa, por donde erraban los sanclementinos. Detrás
de la expresión república de tenderos se amparaban los mercaderes de éxito o
simples buhoneros, oficios diversos a mitad de camino entre el verlag system
y la reglamentación concejil, junto a leguleyos, escribanos, alguaciles,
mayordomos o simples criados al servicio de alcaldes mayores o gobernadores,
clérigos beneficiados y toda una legión de hombres sin propiedad ni oficio
alguno que acudían a la villa con ocasión de los trabajos agrícolas, de la
vendimia o al mercado franco de los jueves. Esta es la razón por la que la
Corona siempre dudaba de los padrones concejiles de San Clemente, pues
ocultaban una población no reflejada, flotante o con residencia temporal en la
villa. Es justo ahora, cuando nace la república de tenderos, cuando empieza a
desintegrarse la república de labradores, cada vez más integrada en una
economía monetaria arrastrada por procesos inflacionarios que llevará al
endeudamiento de esta capa social. El sueño de la república de tenderos se
extendería durante más de medio siglo, sueño que contribuiría a revitalizar la
llegada de moriscos treinta años después. Pero era solo eso, un sueño.
Las
disputas comenzaron con motivo de la elección de oficios de 1543. Al
ayuntamiento presidido por el alcalde mayor, el licenciado Gamonal, acudieron
el alcalde ordinario Antonio Ruiz de Villamediana, el alguacil Gonzalo de Tébar
y el regidor Francisco del Castillo Inestrosa, todos ellos cargos añales, y
junto a ellos tres de los nuevos regidores perpetuos: Alonso Pacheco Guzmán,
Cristóbal de Tébar y Alonso García. No estaba el otro alcalde ordinario, preso
por una causa pendiente, ni la mitad de los regidores perpetuos, entre ellos,
Hernando del Castillo e Inestrosa. Si Antonio Ruiz de Villamediana impuso la
presencia de hidalgos en los cargos añales según la ejecutoria de 1538, que les
otorgaba a ocupar la cuarta parte; Alonso Pacheco Guzmán impuso un sistema de
elección directo por votos, negando el tradicional de suertes, por el buen
gobierno de la villa, se decía. Contaba con el apoyo de Cristóbal de Tébar y
Alonso García, pero la solidaridad de los Tébar estaba rota, pues Gonzalo de
Tébar tomó partido con Antonio Ruiz de Villamediana en su apoyo de la elección
por suertes, con un colegio electoral votado nominalmente de seis pecheros y
dos hidalgos.
Se
mandó a escribano para tomar fe de lo que votaban los ausentes en el concejo.
El alcalde Pedro Barriga se mostró favorable a las suertes, pero sobre todo por
un colegio electoral que volvía al viejo espíritu pechero de la villa de San
Clemente y estaría formado para la elección de alcaldes por el bachiller
Rodríguez, Alonso González de Origüela, Pedro de la Fuente, Gines de los
Llanos, Miguel López Cantero y los hidalgos Alonso Pacheco y Baltasar Granero y
para la elección de alguacil al hidalgo Hernando Peralta y a los pecheros
Cristóbal Ángel y Esteban González. Sus preferidos eran Alonso Pacheco y Alonso
González de Origüela como alcaldes y Cristóbal Ángel para alguacil. Era
costumbre el nombramiento de en el mismo ayuntamiento del alcalde de la
hermandad pechero por votación, para cuyo cargo Pedro Barriga elegía a Rodrigo
López de Valcárcel. La elección del alcalde de la hermandad hidalgo
correspondía a este estamento, aunque no creemos que estuviera asentado el
colegio electoral de cuatro miembros que se impuso después; es más Pedro
Barriga pedía que fuera elegido, en su caso Alonso Valenzuela, por los
oficiales del ayuntamiento, ya pecheros ya hidalgos. Las diferencias iban más
hacia al sistema de elección que a los elegidos, pues Hernando del Castillo,
abogando por el sistema de votos, tenía unos mismos candidatos: Alonso Pacheco
Guzmán, el bachiller Rodríguez y Estaban González.
El
alcalde mayor Gamonal impondría la elección por votos, aunque algunos de los
oficiales votaron por un colegio electoral y no por candidatos directos. Se
rompía así una tradición que se remontaba al privilegio que Juan Pacheco dio a
la villa en 1445 (nombramiento anual por suertes de los oficios concejiles
entre pecheros y posteros, idóneos y suficientes. Otra cláusula de la carta
seria motivo de discordia futura, que los elegidos no pudieran repetir en tres
años). Este fue el sentido de los votos:
- Antonio Ruiz Villamediana votó para que entraran
en suertes, como alcaldes, el licenciado Herreros, Andrés González, Luis
de Alarcón y Cristóbal de Herreros, como alguacil, Martín de Oma,
Cristóbal Ángel y Sancho López de los Herreros el mozo, Miguel Sánchez de
los Herreros el mozo.
- Alonso Pacheco votó directamente como alcaldes el
bachiller Rodríguez y Alonso Pacheco de Guzmán y alguacil Esteban
González.
- Cristóbal de Tébar votó en el mismo sentido que
Alonso Pacheco.
- Alonso García votó como los dos anteriores
- Gonzalo de Tébar como los tres anteriores
A
pesar de las quejas de Antonio Ruiz Villamediana, la elección siguió adelante
y, el grupo mayoritario decidió arrogarse el nombramiento de los dos alcaldes
de la hermandad, incluido el hidalgo, cuyo nombramiento recayó en Luis de Alarcón;
el pechero, en cabeza de Miguel Sánchez de la Pastora. El escribano del
ayuntamiento, Rodrigo Ocaña, proclamó a voces los nombres de los electos desde
la ventana de la sala del ayuntamiento.
La
unanimidad entre los Tébar y los Pacheco de 1543 se rompió en la elección de
San Miguel de 1544. Cristóbal de Tébar, apoyado por Sancho López de los
Herreros, Francisco Jiménez, que había comprado regidurías, Alonso García y el
alguacil Francisco Monteagudo, que había sustituido a Esteban González,
manifestaron su deseo de volver al antiguo sistema de suertes. En el otro grupo
estaban Alonso Pacheco, Alonso Pacheco de Guzmán, Francisco Pacheco, Hernando
del Castillo, el bachiller Rodríguez y Francisco de los Herreros. Ganó el
segundo grupo que impuso la elección por votos, decantándose por el licenciado
Herreros y Diego de Alarcón Fajardo para alcaldes y Antón Gómez para alguacil.
Pero en torno a Cristóbal de Tébar se consolidaba una oposición a los Castillo
y Pacheco que conocemos gracias a la lista de un memorial de agraviados:
Jerónimo Montoya, Baltasar Granero, Diego de Haro, Hernando Montoya, Diego de
Montoya, el licenciado Herreros, el licenciado Perona, el bachiller Avilés,
Cristóbal de los Herreros, Miguel Sánchez de los Herreros, Alonso González de
Origüela, Juan de Caballón, Andrés González, Cristóbal Ángel el viejo, Esteban
Ángel, Miguel López Cantero, Felipe Segovia, Juan López Perona, Gregorio del
Castillo, Cristóbal Aguado, el bachiller Ángel y el mismo Cristóbal de Tébar.
Ese año fueron nombrados para alcaldes de la Hermandad Hernando Montoya y
Rodrigo Albelda.
Una
vez más, según tradición, los nombres de los electos fueron proclamados por el
escribano desde una ventana del dicho consystorio que sale a la plaça
pública de la dicha villa donde estaban muchas personas.
La
lucha sería sin cuartel en los próximos años: luchas de bandos y cuchilladas
por doquier, pleitos en la Chancillería de Granada que acabaron en intentos de
progroms anticonversos contra los Castillo, pero lo que se estaba dilucidando
en la villa de San Clemente era la oposición al dominio de un patriciado
enriquecido ya fueran los pecheros como los Herreros ya los Pacheco o los
Castillo, familias embrionarias de la presente y futura nobleza regional.
Mientras los Tébar, simple rama de los Origüela vivían esas contradicciones,
afortunados y perdedores, en el seno del linaje familiar. Las décadas de 1540 y
1550, serían convulsas y de las luchas sociales nacería un nuevo patriciado que
traicionaría el espíritu igualitario del San Clemente de comienzos de siglo.
La
definición de bandos se produce en febrero de 1545, cuando Sancho López de los
Herreros el viejo, apoyado por su familiar Francisco de los Herreros, decide
tomar en común partido con Cristóbal de Tébar para cerrar el paso a los Pacheco
y a los Castillo. Se trataba de que se volviere al sistema de suertes y se
obviara la votación directa por los oficiales salientes de los oficiales
entrantes. La iniciativa era apoyada por los hijos de Antón García, Francisco y
Alonso (este último con regiduría perpetua) y el regidor Francisco Jiménez, un
hombre de fortuna que nos reaparecerá en los disturbios de 1553, y asimismo de
otros marginados de la política municipal como Pedro Garnica o Antonio Ruiz de
Villamediana.
El
divorcio definitivo en la elección de oficios se produjo en 1548, aunque la
residencia del gobernador Carbajal de 1547, presentándose como ecuánime,
contribuyó a acelerar el proceso, pues eliminaba de la política concejil a uno
de los actores más poderosos, los señores de Minaya. El 29 de septiembre de ese
año, los cargos cesantes del municipio salieron de la sala del ayuntamiento,
negándose a participar en una elección que contradecía la ejecutoria de 1538.
En la sala se quedaron solos dos regidores, Alonso Pacheco y Hernando del
Castillo, y el alcalde mayor, bachiller Orozco, que fue recusado por los
opositores. El asunto sería llevado a la Chancillería de Granada por un grupo
de vecinos de San Clemente (Rodrigo de Albelda, Antón de Ávalos, Francisco de
Albelda, Miguel Salamanca, Pedro Juárez, Pedro de Villamayor, Benito López y
Diego de Caballón), que se movía en el segundo plano de la política y eran
testaferros de otros, a decir de sus enemigos, al servicio de Cristóbal de Tébar
y Francisco Pacheco, señor de Minaya. El acusador era Cristóbal de Tébar, y
quien había amañado la elección era Hernando del Castillo Inestrosa y Toledo.
El
29 de septiembre de 1548 estaban presentes en el ayuntamiento, bajo la
presidencia el alcalde mayor bachiller Orozco, los oficiales elegidos del año
anterior y los regidores perpetuos: los alcaldes ordinarios, Pascual
Valenzuela, sacado de prisión para la sesión, y Francisco de Olivares; los
regidores, Francisco Pacheco, Hernando del Castillo, Alonso Pacheco, Cristóbal
de Tébar, Sancho López de los Herreros, Francisco de los Herreros, don Rodrigo
Pacheco, Alonso de Valenzuela y el alguacil Pedro de Alarcón. Aunque el sistema
por suertes ya había sido discutido en 1544, ahora, Alonso Pacheco y Hernando
del Castillo, pidieron que los votos de los candidatos no fueran proclamados en
voz alta por los presentes, sino que cada uno emitiera sus votos apartada y
secretamente en presencia del escribano que diera fe. El alcalde mayor se sumó
a esta petición; los dos alcaldes salientes, junto a los regidores Francisco
Pacheco y Alonso Valenzuela, y el alguacil Pedro de Alarcón Fajardo propusieron
sus nombres en secreto, pero los dos Herreros y Cristóbal de Tébar se
mantuvieron al margen y en silencio. Esta vez la acusación de Alonso Pacheco y
Hernando del Castillo fue directa, acusando a ambas familias de esquilmar los
propios, provocar la ruina de la villa con sus parcialidades y ponerse de
acuerdo, eso sí, para colocar a sus deudos en el ayuntamiento
La
importancia de este concejo era ya no solo la elección de alcaldes (licenciado
Perona y Alonso Martínez Bermejo) y alguacil (Martín de Oma) favorables a
Hernando del Castillo, sino que se aprovechó la sesión para nombrar aquellos
oficios que el concejo tenía como propios: la escribanía recayó en Rodrigo de
Ocaña por 120.000 mrs., la almotacenía, en Francisco de Ávalos por 27.000 mrs.,
la correduría, en favor de Miguel de la Serna por 310 ducados, la escribanía
del ayuntamiento en Juan Rosillo, mayordomo de propios en Francisco Rodríguez
el mayordomo del alhorí en Francisco Suárez de Figueroa, alcalde de la
hermandad Ginés de la Osa y procurador de pobres de la villa, Hernán Sánchez
Coronado. Un conjunto de apellidos nuevos o marginados del poder, caso de los
Rosillo o Ávalos, que entrarán en los oficios menores de la política municipal
al servicio de las grandes familias. Es simbólica la entrega de llaves del
escribano del ayuntamiento entrante al saliente. Rodrigo de Ocaña entregó a
Juan Rosillo cuatro llaves:
Que entregue
sus llaves al dicho Juan Rrosillo y se siente en la silla donde yo el escriuano
estava y ansí fue fecho, que se sentó en la dicha silla e yo el escriuano le
entregué quatro llaves, una del arca de tres llaves, y otra del arca mayor y
dos de dos cajones
El
caso es que, al día siguiente de San Miguel de 1548, se procedió a la subasta
de rentas y propios del concejo. La subasta se hacía desde debajo de la sala del
ayuntamiento con el alcalde mayor Orozco, los oficiales elegidos y dos
regidores solamente, Hernando del Castillo y Alonso Pacheco, con presencia de
gran número de personas y, en lo que era un ayuntamiento paralelo, los cinco
regidores excluidos que acudían a la subasta desde el cercano cementerio (lugar
sagrado que les evitaría la persecución judicial). La postura de la escribanía corrió
a cargo de Juan Robredo, por cien mil mrs., próximo a Cristóbal de Tébar, pero
tuvo que ceder ante el remate a favor de Rodrigo de Ocaña por 120000 mrs. El
arrendamiento de la escribanía suponía colocar a próximos como Sebastián de
Oviedo, Rodrigo de Albelda, Francisco de Ocaña, Francisco Castillo, Lope
González o Francisco Hernández. Así, las prebendas se multiplicaban al mismo
ritmo que los oficios, aunque la lucha por nombrar estos escribanos continuaba hasta
el final en medio de disputas.
Si
la subasta de la escribanía se hacía a la vista de todos los vecinos en la
plaza pública, el arrendamiento del resto de rentas se hacía en la sala del
ayuntamiento, sentados los oficiales en sus poyos. La almotacenía se remataba
junto a la fiesta del correr de dos toros, que recayó en Amador Rabel por 1000
mrs. de prometido; la cárcel quedó para Hernando de Avilés que recibía por este
oficio mil mrs.; la caballería de sierra se remató en Ginés Romero, en once
ducados; la correduría era uno de los oficios más ambicionados, por eso Miguel
de la Serna pagó 310 ducados.
La
ruptura ese año fue total, socavando los bandos existentes. El hecho de que los
alcaldes y alguacil salientes se negaran a entregar las varas de justicia o el
abandono de la sala del ayuntamiento por cinco de los regidores era la señal de
salida de una crisis definitiva. A la disputa entre las viejas familias,
Herreros y Tébar (es decir, Origuelas), se unía ahora la ruptura definitiva de
los Pacheco; la rama sanclementina de esta familia defenderá en el futuro unos intereses
alejados de sus parientes, los señores de Minaya. La alianza entre Alonso Pacheco
y Hernando del Castillo, cuyas familias entroncarán matrimonialmente en la segunda
mitad del siglo con el matrimonio de Juan Pacheco Guzmán y Elvira del Castillo
y Cimbrón, es el símbolo del poder de los dos grandes terratenientes del
pueblo, dueños de tierras en Rus y Perona y de los molinos Nuevos y de la Losa,
y es el símbolo del final de una época: la de la república de los labradores de
comienzos de siglo; no es que los Herreros o Tébar representen un espíritu
igualitario, es que son incapaces tanto de mantener el viejo equilibrio de
poderes como de monopolizar el gobierno concejil. La ejecutoria de 1538, al
permitir la entrada de los hijosdalgo supuso el ariete que derribó el viejo
poder de las familias pecheras. El final de la década de 1540 y 1550 será de
una lucha sin cuartel por el control del poder concejil. Serán los Tébar,
apoyados por las diferentes ramas de Origüelas y otras alianzas circunstanciales
los que encarnen ese viejo espíritu de la república pechera y traten de impedir
el acceso al poder y su monopolio por los Castillo, pero el arma usada es la
acusación de judaísmo, de la que ni unos ni otros están libres.
ANEXO:
VOTACIONES DE 29 SEPTIEMBRE DE 1548
Pascual
Valenzuela, alcalde:
- Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro,
Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés
González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de
Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los
Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de
Alonso López de Perona, Alonso Martínez Bermejo
Francisco
de Olivares, alcalde
- Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro,
Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés
González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de
Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los
Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de
Alonso López de Perona, Alonso Martínez Bermejo
Don
Francisco Pacheco, regidor
- Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro,
Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés
González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de
Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los
Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de
Alonso López de Perona y hermano del licenciado Perona, Alonso Martínez
Bermejo
Alonso
Valenzuela, regidor
- Hernando de Montoya, Antonio Ruiz, Diego de Haro,
Juan de Oma, el bachiller Francisco Rodríguez, Esteban Ángel, Andrés
González de Tébar, Gregorio del Castillo, Sancho López el mozo, Alonso de
Oropesa, Gonzalo de Tébar, Martín López Merchante, Miguel Sánchez de los
Herreros, yerno del bachiller, Diego Ángel, Juan López de Perona, hijo de
Alonso López de Perona y hermano del licenciado Perona, Alonso Martínez
Bermejo
Pedro
de Alarcón Fajardo, alguacil
- El bachiller Francisco Rodríguez, Juan López de
Perona, Andrés González de Tébar, Alonso González de Origüela, Gregorio
del Castillo, Diego de Haro, Antonio Ruiz de Villamediana, Alonso Martínez
Bermejo, Diego Ángel, Esteban Ángel, Miguel Sánchez de los Herreros, hijo
de Bernardino de los Herreros, Juan de Oma, Hernando de Montoya, Hernando
de Bustos, Diego de Ortega, Pedro Rosillo.
Propuesta
final del alcalde mayor, a instancias de Alonso Pacheco y Hernando del Castillo
- Por el estado hidalgo: Antonio Ruiz, Juan de Oma,
Martín de Oma, Hernando de Peralta
- Por el estado pechero: Martín López Merchante,
Alonso Martínez Bermejo, Amador de Ávalos, Pedro Rosillo, licienciado
Perona, Francisco Martínez labrador, Pedro de la Fuente, Fernando
Figueroa, Sancho López el mozo, Gregorio del Castillo, Esteban Ángel, Juan
López de Perona (estos tres últimos nombres en sustitución de tres
impedidos: Pedro Juárez, Francisco Jiménez y Rodrigo Albelda)
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