Los pleitos de las villas de realengo del marquesado de Villena,
en ocasiones, eran pagadas por los particulares. Fue el caso de un grupo de
propietarios de Villanueva de la Jara que poseían tierras en los términos de El
Peral. Ya conocemos desde la década de 1490, las roturaciones jareñas en El
Peral en busca de tierras y los conflictos sangrientos asociados a esta lucha
por la tierra entre los dos pueblos vecinos desde una década antes.
Ahora, el 15 de marzo de 1534, los que iniciaron el pleito en defensa
de sus intereses y tierras eran siete principales de Villanueva de la Jara:
Ginés de Ruipérez, Llorente López de Tébar, Martín López de Tébar, Ginés de
Móndejar, Damián de Peinado, Alonso de Escobar y Alonso Pérez. Para el juicio,
y en el portal de la audiencia de su pueblo, dieron poder al escribano
Sebastián Clemente. Ese mismo día otros tantos vecinos de la Jara firmaron otra
carta de poder al mismo escribano y en el mismo sentido. Eran Sebastián
Navarro, Pedro Pardo, Francisco de Córdoba, Ángel de Honrubia, Juan Saiz de
Pozoseco, Aparicio Royo, Clemente Pardo, María Navarra, viuda de Garci Gómez,
Catalina Parda, mujer de Fernán Simarro, y Ana Parda. Por el desarrollo del
expediente sabemos que no todos disponían de tierras en El Peral, caso de Juan
Saiz de Pozoseco, pero todos mantenían una solidaridad mancomunada.
Aquellos que conocemos un poco la historia de Villanueva de la
Jara sabemos que detrás de esta larga enumeración de apellidos se esconden las
principales familias del Villanueva de la Jara: familias de gran tradición
pasada y proyección futura. Frente a estas familias, el concejo de El Peral se
presentaba como un pueblo pobre, con escaso término, cuya tierra era propiedad
en gran parte de los jareños y que hacía de la grana de sus escasos montes una
fuente suplementaria de ingresos. La Hacienda peraleña no tenía propios, siete
ducados se decía que era su fruto en 1538, y cualquier gasto suplementario
debía ser sufragado por repartimientos entre sus vecinos.
El Peral por no tener no tenía término cerrado a diferencia de
otras villas de realengo. Cuando el 26 de marzo de 1481 el licenciado Francisco
González de Molina llega a la recién eximida villa de El Peral, es recibido por
su alcalde Alfonso Lázaro y el regidor Pedro de Calatayud, junto a dos vecinos,
Diego de Mondéjar y Alfonso Navarro, actúan en representación de los peraleños
frente al concejo de Alarcón, representado por los hermanos Antón y Juan
Sánchez Granero. El licenciado Molina estableció doce mojones para El Peral,
pero llegado al último y tener que definir los límites con Villanueva de la
Jara, trazó una línea imaginaria hasta Iniesta que dividía los antiguos
términos comunes por mitades. Lo mismo se hizo con los límites de Motilla y El
Peral, que fue limitada por una línea imaginaria equidistante media legua de
ambas poblaciones. Aunque la peculiaridad de El Peral es que renunció a cerrar
sus términos frente a la villa de Alarcón, manteniendo los antiguos usos
comunes de su suelo. La decisión motivada por la buena relación de El Peral con
la villa de Alarcón o simplemente por la necesidad de un espacio para una villa
que carecía de él, era un talón de Aquiles para El Peral, pues reconocer los
viejos usos comunes a Alarcón era reconocerlo a sus aldeas de Villanueva de la
Jara y Motilla, cuyos labradores, especialmente en el primer caso, se lanzaron
a roturar los baldíos de El Peral.
Los límites no existían entre El Peral y Villanueva no existían y
las propiedades de sus vecinos se indiferenciaban en sus términos. Pero el
potencial demográfico de Villanueva de la Jara era muy superior al de El Peral,
que veía sus términos colonizados por las heredades de los jareños, los cuales
se negaban a pagar los pechos que, por sus tierras, reales o concejiles, debía
satisfacer en El Peral. A la altura de 1530, El Peral apenas superaba los
setenta vecinos, Villanueva de la Jara los trescientos treinta, cifra engañosa,
pues Villanueva era un conjunto indiferenciado e integrado con sus aldeas
(Casasimarro, Gil García, Quintanar, Madrigueras y Tarazona), que completaban
una población añadida de otros cuatrocientos cincuenta vecinos. Es decir,
frente a las trescientas almas de El Peral, la tierra de la Jara reunía tres
mil habitantes. No se amilanaban los peraleños, que por boca de su procurador Alonso
de Córdoba denunciaban la intromisión de los jareños, “que por ser estraños e
forasteros oviesen de ser de mejor de condiçión que los propios e naturales
veçinos”. El Peral, un pueblo sin propios, veía como los jareños pechaban en su
pueblo, detrayendo a los peraleños de una importante fuente de ingresos vía
impositiva o negándose a pagar en los repartimientos para las obras concejiles.
La negativa de los jareños a pagar impuestos en El Peral fue respondida por la
justicia de esta villa poniendo en almoneda y pública subasta las tierras de
los jareños deudores. Las diferencias llegaron a su máxima tensión el año 1534;
las disputas serían dirimidas en primera instancia por el alcalde mayor del
marquesado de Villena, Ruiz de Almarcha, que trasladó su audiencia a la cercana
villa de Motilla del Palancar, aunque dado el carácter itinerante de las
autoridades del Marquesado, los procuradores de la villa debían seguirlos allá
donde iban. No era extraño que las comunicaciones se hicieran en los lugares
más insospechados; así, el procurador de El Peral se dirigió al gobernador Luis
de Castro en la dehesa de carrascas de su pueblo a comienzos de 1535 cuando iba
camino de Motilla.
Las diferencias entre El Peral y Villanueva venían de antaño; en
nuestro libro de “El año mil quinientos de la Mancha conquense” hemos narrado la
guerra de 1484 entre ambos pueblos. Su comportamiento en la guerra del
Marquesado fue asimismo divergente; teóricamente, ambas eran realistas, pero si
Villanueva era un reflejo de la lucha de bandos, entre sebosos y almagrados,
que vivía la vecina Iniesta, El Peral fue improvisado campo militar de Juan
Pacheco, el hermano del segundo marqués de Villena, para sus acciones de
venganza. Hasta allí, acudía la familia judeoconversa de los León para denunciar
a sus vecinos; denuncias que, como en el caso de Benito de la Osa, acabaron en
linchamiento. El Peral fue lugar de refugio de los perdedores de la guerra
después de 1480, pues la Jara que se había declarado en sus ordenanzas de 1480
como “enemiga de hidalgos y conversos” era villa poco segura: ya sabemos del
repicar de las campanas de su iglesia de la Asunción para quemar la casa de
Juan León, antes que pasar por la ignominia de aceptar a este converso como
vecino.
Ya nos
hemos referido a la "guerra" que se desencadenó entre las villas de
El Peral y Villanueva de la Jara en 1484. Los enfrentamientos acabaron con la
muerte violenta del alcalde peraleño. Aparte del homicidio, la afrenta era
política, pues el muerto, Juan López Berdejo, llevaba en ese momento vara de
justicia para reafirmar la pertenencia a El Peral de los términos disputados.
Sobre la gravedad de los hechos, contamos con un testimonio de cincuenta años
después por parte de Alonso García escribano, vecino de la Jara y testigo
presencial de los hechos en su adolescencia:
"y
que sobre çiertas diferençias que ovo entre las dicha villa de Vllanueva de la
Jara y la villa del Peral ovo çierto alboroto de que se juntaron gente de una
villa contra la otra en que murieron algunos vezinos de la villa del Peral y de
la dicha villa de Villanueva quedaron algunos vezinos heridos e a punto de
muerte e por amortiguar las pasiones de entre las dichas villas se dio
conçierto entre ellas de que la dicha villa de Villanueva de la Xara abrió su
término para que los vezinos de la villa del Peral pudiesen gozar dél ansy como
los vezinos de la dicha Villanueva y que para gozar del dicho término quedó la
dicha villa del Peral tributaria a la dicha villa de Villanueva de le dar en
cada un año de tributo quinientos maravedíes y que con este conçierto y asiento
quedaron los de la villa del Peral para poder gozar de los términos de la dicha
villa de Villanueva ansy como los vezinos della".
Un
testimonio más de los hechos es el de Juan Pardo, nacido en 1457, preso durante
la guerra en la fortaleza de Alarcón y que recibió, según confesión propia, de
los peraleños más de sesenta palos y espadazos en los hechos referidos de 1484.
Más que sojuzgamiento de una villa por otra, hemos de pensar en concierto o
solución de compromiso, pues El Peral consiguió de los jareños la libertad para
recoger grana en sus términos, una vez se desvedara. Hubo algún testigo que
definió el acuerdo entre ambos pueblos como confederación. EL acuerdo se plasmó
por escrito y se oficializó en un acto al que acudieron los oficiales de los
concejos de los dos pueblos en el mojón que los separaba, el llamado de la
Pililla. Por parte del concejo de El Peral estuvieron presentes Alonso de
Córdoba el viejo, Diego de Mondéjar, Juan de Sancho e Alonso Lázaro.
El
concierto fue acompañado de una flexibilidad en la aplicación de las ordenanzas
de cada una de las villas en el cambio de siglo. Los peraleños daban licencia a
los jareños para disfrutas de sus pastos, mientras que estos facilitaban el
acceso al pinar de La Losa. No era extraño ver a comienzos de siglo a Martín
Remón o a Rodrigo Vera cortar sus pinos para la construcción de sus casas
nuevas.
Las reticencias, y no poco odio, continuaba en la década de 1530.
Los peraleños, en cuanto dispusieron de sentencia favorable para que los
jareños con bienes en El Peral contribuyeran por ellos, comenzaron a
denominarlos como “los reos”. Es más, amparándose en la pragmática que obligaba
a contribuir por los bienes en el lugar donde se poseían y no donde vivían sus
propietarios, los peraleños empezaron a considerar a los jareños como unos
renegados que antaño habían abandonado su pueblo para irse a vivir a otro. Sin
duda, recordaban los orígenes de Villanueva de la Jara, puebla del último
cuarto del siglo XV, surgida junto a otras poblaciones de escasa fortuna futura
como Valdemembra o Vaciaborrachos, y en cuyo primer poblamiento no debieron ser
ajenos los peraleños, como demuestran en el tiempo la persistencia de unos
apellidos comunes. Ahora en 1530, los peraleños se marchaban de su pueblo hacia
Villanueva de la Jara, donde gozaban de un régimen fiscal más favorable, tal
era el caso de Francisco de Córdoba, que apenas si pagaba en su nueva vecindad
una centena, mucho menos de lo exigido en su pueblo de origen, donde por su
patrimonio debería pagar diez centenas; su ejemplo fue seguido por otros como
Juan Alonso o Alonso Navarro. En Villanueva se decía que se pagaban impuestos
livianamente. El Peral temía que su pueblo se despoblara.
La posesión de tierras fuera del término municipal propio era algo
común. Los motillanos salvaban las limitaciones en extensión en su término
redondo con la posesión de tierras en el suelo de Alarcón. Martín Moreno, que
ejercía el oficio de cortador de carnes en El Peral, conocía varios casos:
Pascual Cardenete, Juan Sánchez de Barchín, Salvador Monedero, Juan Salvador,
Blasco García, Benito García de Bernal García, Juan López de Sanclemente o
Fernando López. Algunos motillanos, como Juan López de Sanclemente y los
herederos de Miguel Sánchez de Talayuelas, tenían heredades en Villanueva de la
Jara. Sabemos que los peraleños llegaron al conflicto con los propietarios
motillanos en su término, que se negaron a pagar pechos al concejo de El Peral
en fecha indeterminada hacia 1510-1515. El conflicto se subsanaría con un
concierto entre ambas villas que hemos de suponer acuerdo monetario, tal vez
con los propietarios, pues Juan de los Paños, propietario de tierras en El
Peral a comienzos de siglo, abogaba por pagar pechos a ese concejo para evitar
conflictos.
De la presencia de propietarios forasteros de tierras en El Peral
da fe el repartimiento que se hizo en enero de 1534 para pagar el salario del
gobernador. El pago se hacía por centenas en relación con el valor de los
bienes raíces poseídos. Cada centena eran siete maravedíes:
·
Herederos de don Andrés Clemente, vecino de La
Roda. 4 centenas
·
Miguel Sánchez, vecino de las Torres, Reino de
valencia. 3 centenas
·
García de Tresjuncos, vecino de Alarcón. 2
centenas
·
Herederos de Juana Navarra, vecina de Iniesta.
1 centena
·
Juan de Almonescer, vecino de Cuenca. 2
centenas
·
La Muda, vecina de Cañavate. Media centena
·
Melchor García, vecino de Iniesta. 1 centena
·
Sebastián Navarro, vecino de San Clemente. 3
centenas
·
Belver, vecino de Baeza. 6 centenas
Luego venía la relación de propietarios de Villanueva de la Jara
·
Juan Tejedor. 5 centenas
·
Juliana Jiménez. 1 centena
·
Diego Lázaro. 2.5 centenas
·
Alonso de Belena. 3 centenas
·
Francisco de Córdoba. 7 centenas
·
Ginés de Mondéjar. 10 centenas
·
Ginés de Ruipérez. 10 centenas
·
Alonso Pérez. 3 centenas
·
Antón de Cuenca. 2 centenas
·
La viuda de García Gómez. 1 centena
·
Herederos de Clemente Pardo. 3 centenas
·
Pedro Pardo. 3 centenas
·
Sebastián de Castillejo. 2 centenas
·
Llorente López de Tébar. 3 centenas
·
El hijo de Jorge García. 1.5 centenas
·
Juan de Monteagudo. 4 centenas
·
Juan del Atalaya. Media centena
·
Herederos de Juan de Álvar Gómez. Media
centena
·
Cristóbal del Pozoseco. 2 centenas
·
Miguel de Honrubia. Media centena
·
La viuda de Alonso de Mondéjar. Media centena
·
Alonso Sánchez. Media centena.
·
Los herederos de Juan Sánchez del Pozoseco.
Una centena
·
La viuda de Sebastián de Caballón. Media
centena
·
Los herederos de Pedro López. Dos centenas y
media
·
Martín López pastor. 2 centenas
·
Juan Catalán. Una centena
·
Jorge Remón. Media centena
·
Juan de Belena. 2 centenas
·
Pedro Jiménez (¿). 3 centenas
Treinta jareños poseían bienes en El Peral, amén de otros nueve
forasteros. Entre los foráneos, algunos como Francisco de Córdoba, Sebastián
Castillejo o Juan de Beleña tenían su naturaleza en el Peral. Las propiedades
de los vecinos de Villanueva de la Jara en El Peral eran importantes, en
algunos casos, por su naturaleza misma o de la generación de sus padres en este
pueblo: Francisco de Córdoba tenía dos pares de casas, tierras y dos o tres
suertes de viñas por extensión de doscientas almudadas, Ginés de Mondéjar tenía
otro par de casas y cebadales y trigales en cuatrocientas almudadas, herencia
de sus antepasados, Sebastián Navarro cien almudes de cereal y Juan de Beleña
tenía alrededor de mil vides en El Peral, heredadas de sus padre Álvaro de
Beleña, que le cedió también tierras en la Jara . No todos pagaron,
respondiendo el concejo de El Peral con la ejecución de sus bienes y la primera
haza de una almudada que se puso en almoneda pública fue la de Ginés de
Mondéjar, situada al sur del pueblo en la Vega y lindante con hazas de dos
peraleños: la huerta de Benito Cabañero y el haza de los herederos de Pedro
García. El gesto de embargar el haza de cebadal tenía su valor simbólico, pues
estaba en término de El Peral, tal como señalaba un mojón que Ginés Mondéjar
había derribado. Y es que las herencias hacían que las fronteras no podían con
las tierras legadas por los padres. Los peraleños tenían tierras en Villanueva
también: así, los herederos de Andrés Clemente o de Diego de la Jara.
Estos propietarios eran antiguos vecinos o descendientes de
vecinos de El Peral; eran vecinos ricos, o, en el argot de la época labradores
ricos, tanto por los bienes raíces poseídos como por la contribución que les
correspondía por esos bienes. Pertenecían a los grupos de los posteros,
aquellos que pagaban más de diez centenas, 70 maravedíes, y a los que estaba
reservado el gobierno concejil. Sin embargo, estos hombres había emigrado a la
vecina villa de Villanueva de la Jara, donde podían extender con facilidad sus
haciendas en una tierra virgen, que, aún en los años treinta, estaba sin
roturar. Estos apellidos formarán el patriciado de Villanueva de la Jara. El
apego a la tradición familiar y sus haciendas peraleñas dará paso a la búsqueda
de oportunidades en Villanueva de la Jara en las décadas de 1520 y 1530, o,
caso de Sebastián Navarro, en San Clemente. La realidad era que la villa de El
Peral se quedaba pequeña para su “patriciado”; bajo este concepto recogemos a
aquellos vecinos posteros que poseían una hacienda superior a doscientas
almudadas y que monopolizaban el poder político, pero ahora lo buscaban en el
centro de poder en que se estaba convirtiendo Villanueva de la Jara. El caso
más paradigmático es el de Ginés de Ruipérez, hijo de Miguel de Ruipérez, que hacía
gala de sus cuatrocientos almudes en el Peral para exhibirlos como pasaporte
del postero que pedía acceso a los oficios concejiles de Villanueva de la Jara.
Ginés de Mondéjar era más explícito y aseguraba que sus bienes los poseía fuera
de Villanueva, donde apenas si poseía cien almudes, por el contrario, sus
tierras principales se extendían por Alarcón, La Roda, San Clemente y El Peral,
hasta llegar a un total de mil almudes, incluidos los cuatrocientos almudes de
El Peral, núcleo de las propiedades familiares heredadas de su padre Juan de
Mondéjar, vecino de Villanueva. Estas tierras eran explotadas por renteros, tal
como aseguraba Juan Rubio, caballero de sierra de Alarcón. No faltaban otros
propietarios medios y pequeños, como Pedro Pardo, con cien almudes, procedente
de la herencia familiar, compartida con su hermano Clemente Pardo que tenía
otras veinticinco almudadas; otras veces, la posesión de bienes en término de
El Peral, respondía al impulso roturador de Villanueva, cuyos vecinos roturaban
las tierras del pueblo vecino: Llorente López de Tébar tenía 100 almudes; Martín
López de Tébar, 45 almudadas; Miguel de Honrubia, veinte; Aparicio Royo, quince
almudes, o caso de un principal como Juan Saiz de Pozoseco que disponía de un
pequeño heredamiento de quince almudes. Este Juan Saiz de Pozoseco, al igual
que Diego López, eran moradores en la aldea de Gil García, desde donde accedían
a sus heredades en El Peral; al menos así lo contaba Miguel Prieto, cuyo padre
Juan Martínez Prieto ya conocemos como un narrador de primera mano de las
guerras del marquesado. Ahora, el hijo emigrará a Socuéllamos con treinta y dos
años, hacia 1520, en un flujo de personas a estas tierras, nacido de la
exclusión de la tierra o falta de ella en la Mancha conquense.
La posesión de bienes era pareja en las tierras del Marquesado
conquense al pago de impuestos, que tenían un carácter progresivo en relación
con la riqueza a la vez que daban acceso a los cargos de gobierno del
municipio. Pedro de Murcia, un anciano de ochenta años en 1534, detallaba esta
relación y el concepto de postería en Villanueva de la Jara durante el primer
cuarto del siglo XVI en los repartimientos que por tributos reales o concejiles
se hacían según los bienes muebles y raíces poseídos en los términos de
Villanueva de la Jara, aunque también en el suelo común de Alarcón:
Por cuatro mil maravedís una çentena, por quarenta almudadas de
tierra una çentena y por quarenta cabeças de ganado una çentena hasta llegar al
límite de quince çentenas el postero
El impulso roturador de Villanueva de la Jara desde el fin de la
guerra del Marquesado es frenético; sucesos históricos como la guerra de
Granada en la década de 1480 o las crisis pestíferas de comienzos del siglo XVI
fueron interrupciones señaladas en un movimiento imparable de conquista de la
tierra, pero incapaces de frenar ese impulso. Son tres momentos y tres
configuraciones del espacio geográfico: los años finales del siglo XV son de
balbuceo de unas sociedades que han heredado las alquerías de sus padres y
tratan de configurar un territorio dando lugar a nuevas poblaciones: son las
aldeas jareñas del sur y de la ribera del Júcar. Son sociedades tradicionales,
donde Alarcón y sus caballeros de sierra mandan y mantienen a raya a unos
colonos de frontera, incapaces de gestar espacios propios de convivencia: Las
incipientes aldeas son alquerías dispersas, pero los hombres comprenden la
necesidad de crear símbolos que den sentido a su comunidad: nacen las iglesias
que cuarenta años después están inacabadas; se juega con la indefinición
jurídica para arrogarse la propiedad de la tierra, los llecos tributan a
Cuenca, libres de las iglesias de Alarcón, pero para aprovechar tal
indefinición y no hacerlo a nadie; el monte es de Alarcón, pero oportunidad de
libertad en la conquista de su fruto principal, la grana; los pastos también
son de Alarcón, pero cada cabeza de ganado embargada es símbolo de pérdida de
jurisdicción de la fortaleza, pues en el largo camino que lleva a los
infractores presos desde las aldeas lindantes en el sur con el Júcar hasta el
castillo de Alarcón, esos bienes prendados se van quedando por el camino en el
obligado trato que los caballeros de sierra se ven obligados a pactar con los
dueños de las alquerías para obtener cosas tan simples como pan o una cama de
descanso; hay muchos aliados de Alarcón y su alcaide en estas tierras, pero la
dependencia tributaria de los antiguos bandos desaparece en favor de la
individualidad del colono que hace de la posesión de la tierra carta de
identidad de su libertad; los hombres, se dotan, en suma, de una identidad
colectiva, las aldeas nacen como agrupación de casas en torno al cruce de
caminos, lo que antaño era “calle pública”, ahora es calle de particulares,
¿qué si no, es la “calle de los Tenderos” en Tarazona”: son las iniciativas
particulares de unos hombres de frontera los que conscientes de defender la
privacidad de sus haciendas se unen para formar colectividades.
Llega el segundo momento histórico, pasada la peste de 1508.
Villanueva de la Jara es consciente, que es un pueblo que ha nacido por
oposición a los poderes medievales que encarna Alarcón, tierra enemiga de
hidalgos y conversos, dirán sus ordenanzas de 1480, pero faltan las señas de
identidad colectiva que den unidad a un espacio que se extiende por varias
leguas en una irradiación roturadora que en pocos años ha conseguido llegar y
conquistar los espacios naturales hasta el Júcar. Sus colonos ya no se
conforman, herederos del viejo espíritu de frontera, han roto los viejos
límites, no solo han fagocitado a El Peral y arrebatado a Iniesta el impulso en
las tierras de la Ensancha, sino que sus propiedades han traspasado el Júcar y
ocuparán términos de La Roda y San Clemente. Es conquista de la tierra,
acompañada y feudataria, en señal de debilidad, de la alianza familiar. Las
familias se hacen grandes y las propiedades también: el labrador jareño del
siglo XV es el poseedor de una yunta de bueyes de labor y de cuarenta
almudadas, medida de capacidad de labranza y medida fiscal, la centena, que da
derecho a la participación pública. Se desconfía tanto de los ricos, que el
límite de lo tolerable está en quince centenas, es decir seiscientas almudadas,
aunque habríamos de reducir esa cantidad a cuatrocientas o quizás la mitad pues
en el patrimonio se incluyen las casas o los bienes inmuebles y monetarios; una
casa suele valer cuarenta mil maravedíes, que al igual que esa cantidad en
numerario es equivalente a una centena fiscal. Sin embargo, surge una minoría,
los López de Tébar, Saiz de Pozoseco, Mondéjar o Ruipérez, se hacen con grandes
patrimonios que llegan y superan los mil almudes de cereal; son el símbolo del
triunfo de una sociedad y son sus principales enemigos. Es la colectividad
quien ha levantado la tosca torre, que junto al ayuntamiento preside la plaza
de Villanueva de la Jara, y es esta misma colectividad quien encarga al autor
de la obra anterior, el vizcaíno Pedro de Oma, la construcción de molinos
propios en Los Nuevos. Se disputa el poder feudal de los Castillo y los
Pacheco, pero para ver nacer un nuevo patriciado, que disputando el excedente
agrario busca en los símbolos de la representación y apariencia del cargo
municipal y la capilla familiar la manifestación de su triunfo.
Será el tercer momento histórico de Villanueva de la Jara y sus
aldeas, en la década de 1520 y 1530. Es el triunfo definitivo de los jareños o,
más bien, de un patriciado, incapaz de ofrecer nuevas oportunidades a los
desheredados que el rápido crecimiento ha dejado en el camino. Los hombres
emigran en busca de la tierra fuera de los límites del suelo de Alarcón, otros
caen en la red de dependencia de los nuevos hacendados; los más atrevidos
buscan en las aventuras italianas o indianos hacer realidad el viejo sueño del
hombre de frontera.
Esos tres momentos históricos los vivió la familia de Miguel
González, su padre Hernán Sánchez y el abuelo Juan González; todos ellos
participaron del movimiento roturador de tierras en Villanueva de la Jara, en
el suelo de Alarcón, en San Clemente y en La Roda. A decir de Antón Guillén, vecino de La Motilla, en 1538 la
roturación de tierras entre Villanueva y El Peral era completa, de modo que no
quedaba baldío alguno. Benito García del Peral corroboraba esta afirmación para
decir que los términos redondos de Motilla, El Peral y Villanueva de la Jara
estaban completamente roturados ese año y era imposible encontrar baldío
alguno. La tierra había que buscarla en el antiguo suelo de Alarcón, pero si
Motilla aún peleaba por hacerse por las dehesas de Valhermoso para la labranza
y Villanueva de la Jara tenía amplios baldíos y llecos en torno a sus aldeas,
pertenecientes a Alarcón, El Peral había consumido sus términos para la
labranza y solo tímidamente sus labradores se internaban en tierras de Iniesta.
Esa es la razón por la que algunos de sus vecinos comenzaron a tomar vecindad
en Villanueva de la Jara y así participar en la roturación de tierras al sur de
esta villa (aun a costa de afrontar conflictos con Alarcón, algo común con el
resto). La realidad, tal como delatan las probanzas de testigos, es que en unos
pueblos que al acabar las guerras del Marquesado se movían entre cien y
doscientos vecinos, todos estaban emparentados y las propiedades familiares se
situaban en diferentes términos municipales, pero el cierre de términos primero
y la escasez de tierra después rompió esas solidaridades familiares y obligó a
los hombres a tomar vecindad allí donde tenían las propiedades o caso de no
hacerlo a sufrir las presiones de los concejos donde las tenían, que no eran
otras que la de los propios vecinos de esos pueblos dispuestos a usurpar la
propiedad ajena, disfrazada de legalidad de ejecuciones de bienes por impago de
pechos en el pueblo donde estaban ubicadas de las propiedades. Desde luego
existían grandes propietarios con tierras en diferentes pueblos, pero mantener
esas propiedades era difícil si no iba acompañado de alianzas familiares que
garantizaran ya no la propiedad sino la participación política en los concejos
que dotará a las familias de poder e influencia. Esa es la historia de los
Ruipérez, Mondéjar, Saiz de Pozoseco o López Llorente; en algunos casos, las
viejas enemistades se olvidaban y, en la mayoría de los casos, el apellido iba
detrás de la garantía de la propiedad y solo se mantenía si prevalecía la línea
varonil, quedando la mujer reducida, muerto el marido, a “la viuda de” o a “la
de”, no tanto para mantener la memoria del marido sino en recuerdo de portadora
transitoriamente de derechos de propiedad a favor de los hijos. Propiedad y
poder iban unidos; difícilmente se podían mantener las grandes haciendas si la
primera no iba ligada al segundo. Así se explica que grandes fortunas como la
de los motillanos Pascual Cardenete, poseedor de quinientos almudes de pan
llevar, o Alonso Navarro, que superaba los doscientos, se difuminaran con el
tiempo
Concejo de El Peral octubre
18 de 1537
Diego de Mondéjar y Hernando de Gabaldón, alcaldes
Alonso González y Martín Remón, regidores
Alonso de Castillejo, alguacil
Alonso de Córdoba, Juan de Navalón, Antón Monedero, Felipe García,
diputados
Concejo de Villanueva de la
Jara, 12 de abril de 1524 (debe decir 1534)
Pedro García de Villanueva y Juan Monteagudo, alcaldes
Diego López, Clemente Pardo, regidores
Martín García, alguacil
Martín Sanz del Atalaya, Pedro el Royo y Alonso Ruipérez,
diputados
Concejo de El Peral, 17 de
enero de 1542
Andrés de Alarcón y Juan Cabañero, alcaldes ordinarios
Alonso Navarro, alguacil
Diego Jiménez, Felipe Ruipérez, regidores
Diego de Mondéjar, Hernando Gabaldón, Alonso de Barchín y Alonso
González, diputados
Concejo de El Peral, 15 de
marzo de 1534 (en la sala del ayuntamiento, ya se había abandonado su iglesia y
cementerio como lugar de reunión)
Juan Velázquez Granero y Miguel Ruipérez, alcaldes ordinarios
Alonso González y Diego Jiménez, regidores
Juan Cabañero, alguacil
Diego de Mondéjar, Pedro de Córdoba, Ambrosio Contreras, diputados
Concejo de El Peral, 13 de
octubre de 1534
Mingo Navarro y Alonso de la Jara, alcaldes
Alonso de Tórtola y Ginés de Tresjuncos, regidores
Francisco de Beleña, alguacil
Juan Cabañero, diputado
Alonso García, vº de la Motilla, ponedor de las tierras que se
venden de los vecinos de la Jara
Miguel del Peral, escribano público
Concejo de El Peral de 3 de
mayo de 1536
Alonso de Córdoba y Antón Monedero, alcaldes
Felipe García, regidor
Gil Rodríguez, alguacil
Alonso de la Jara y Alonso de Tórtola, Francisco de Beleña,
diputados
Concejo de Villanueva de la
Jara de 3 de octubre de 1535
Pedro García y Pedro de Monteagudo, alcaldes
Alonso Saiz, Ginés García, Juan Saiz Carretero, regidores
Francisco de Olmeda, alguacil.
Martín López, Antón Clemeinte, Agustín de Valera, diputados
PROBANZA DEL PERAL 1534
Alonso de Córdoba el viejo, 65 años, vº de EL Peral, padre de
Alonso de Córdoba el mozo
Juan Martínez de Sancho, 50 años, vecino de El Peral
Benito Cabañero, 70 años, vecino de El Peral
Miguel del Peral, 65 años, vecino de El Peral
Mingo Navarro, 60 años, vecino de El Peral
Juan Rico, 66 años, vecino de El Peral
Diego de Mondéjar, 45 años, vecino de El Peral
Alonso García, 45 años, vecino de Villanueva de la Jara
Esteban Espínola, 34 años, vecino de Villanueva de la Jara
Miguel de Ruipérez de Juan de Ruipérez, 50 años, vecino de El
Peral
Diego García, morador en la Olmedilla, aldea de Alarcón. 47 años
García de Tresjuncos, vecino de Alarcón.
Melchor García, vecino de Iniesta, 40 años
Pedro Portero, sesenta años, vecino de Iniesta
Alonso Mateo, 45 años, vecino de Iniesta, con propiedades en El
Peral
Probanza de
Villanueva de la Jara, hecha en la Motilla a 24 de mayo d e1536.
Martín García de Villanueva, 62 años, vecino de Villanueva
Alonso García escribano, vecino de Villanueva de la Jara, más de
65 años
Pedro de Murcia, vecino de Villanueva de la Jara, 80 años
Juan del Cañavate, morador en Honrubia, aldea de Alarcón. 65 años.
Anteriormente fue vecino de Villanueva, donde fue algunos años regidor y
alcalde.
Juan de Sancho el viejo, vecino de Villanueva de la Jara, 76 años
Pascual García, vecino de Villanueva de la Jara, 70 años.
Gonzalo Sánchez, vecino de Villanueva de la Jara, 65 años
Miguel González, vecino de la villa de La Roda, 36 años
Juan de Gualda, vecino de La Roda, 45 años
Juan Pardo, vecino de Villanueva de la Jara, 77 años
Pedro de Araque, escribano de Villanueva de la Jara durante
veintisiete años, 55 años
Hernán Remón, vecino de la villa de EL Peral, 68 años
Diego Clemeinte, vecino de El Peral, 80 años
Juan Rico, vecino de EL Peral, más de 70 años
Miguel del Peral, vecino de El Peral, 60 años
PROBANZA DE 1538
Juan Rico, vecino de El Peral, 75 años
Cristóbal de Alarcón, vecino de El Peral, 60 años
Martín Moreno, cortador de carnes, vecino de EL Peral, 65 años,
hijo y nieto de Juan Moreno y Juan Moreno.
Pascual Cardenete, setenta años, vecino de Motilla, poseedor de
500 almudes en el suelo de Alarcón
Juan Sánchez de Barchín, labrador, vecino de La Motilla, 50 años.
Blasco García, setenta años, vecino y natural de La Motilla, hijo
de Pedro García el rico. Con casería, heredamientos y viñas en suelo de Alacón.
Alonso Cejalbo, setenta y seis años, vecino de La Motilla, hijo de
Juan Martínez Cejalbo.
Juan Sánchez Moreno, 56 años, vecino de La Motilla
Antón Guillén, vecino
y labrador de La Motilla, 57 años. Hijo de Guillén Catalán
Miguel Sánchez de
Valverde, labrador y vecino de La Motilla, 80 años. Hijo de Alonso Sánchez de
Valverde y padre de Alonso Valverde
Alonso Navarro,
labrador y vecino de La Motilla, 57 años. Pedro Navarro era su padre y Juan
Granero, su suegro; su hermano es Pedro Navarro el viejo. Posee cien almudes en
término de Alarcón y otros cien en término de El Peral.
Gil Martínez, labrador
y vecino de La Motilla. 68 años. Hijo de Alvar Martínez
Alonso de la Jara,
labrador y vecino de La Motilla, 73 años. Hijo de Alonso Sánchez de la Motilla
y sobrino de Juan Sánchez de Barchín
Gil Bermejo, labrador
y vecino de La Motilla, 65 años. Hijo de Juan Bermejo
Benito García de
Bernal García, labrador y vecino de La Motilla, 50 años.
Bernal García,
escribano. ¿Hermano del anterior?
Benito García del
Peral, labrador y vecino de La Motilla, 65 años
Probanza de 1542
Pedro Alvaro, vecino
de Motilla, 60 años. Hijo de Pedro Alvaro, tras diez años en Quintanar como
pastor vuelve a Motilla, donde compra tierras.
Juan Rubio, caballero
de sierra y vecino de Alarcón. 60 años. Hijo de Juan Rubio y Leonor de Zamora
Diego Clemente, vecino
de El Peral, 85 años. Hermano de Andrés. Otro Pedro Clemente en Villanueva, con
propiedades en El Peral. Diego tiene parientes en segundo y tercer grado de
consanguinidad en Villanueva de la Jara
Juan del Cañavate,
vecino de Honrubia, 75 años. Regidor y alcalde en Villanueva en la década de
1510
Miguel González,
vecino de La Roda, 81 años. Hijo de Juan Sánchez de Fernán González, vecino de Villanueva
de la Jara. Una familia principal de la Jara, dueña de ganados. Miguel abandona
con 30 años su pueblo para marchar a La Roda.
Juan de Gabaldón,
vecino de la Motilla, 61 años. Hijo de Juan de Gabaldón, natural de Motilla
(fallecido en 1539), y hermano de Hernando de Gabaldón, vecino de El Peral
Alonso Sánchez de la
Jara el viejo, 80 años. Vecino de la Motilla
Benito Martínez
Cortijo, vecino de La Motilla. 65 años, hijo de Benito Martínez Cortijo y nieto
de Pascual Sanz de las Heras
Pedro Navarro el
viejo, vecino de La Motilla, 59 años, hijo de Pedro Navarro y Pascuala Martínez.
Hermano de Alonso Navarro.
Alonso Navarro, vecino
de Motilla, más de 60 años. Hermano del anterior. Su suegro es Juan Granero, al
igual que sus padres les reconoce vecindad en Alarcón. La familia se desplaza
de Alarcón a la Motilla hacia 1505.
Mateo López, vecino de
La Motilla, 50 años. Hijo de Pedro Illano
Lope Martínez, vecino
de La Motilla, 70 años. Hijo de Lope Martínez
Benito García del
Peral, vecino de La Motilla, trabajó a soldada como pastor para el jareño Pedro
García
Pascual Cardenete,
vecino de La Motilla, 75 años (dos más o menos). Regidor, alcalde y alguacil
desde 1510.
Miguel Prieto, vecino
de Socuéllamos y natural de la Jara. 55 años, hijo de Juan Martínez Prieto y
con cuatro hermanas en la Jara. Hacia 1520 emigra a Socuéllamos
Gómez de Gualda,
vecino de La Roda, hijo de Juan de Gualda, vecino de Villanueva de la Jara.
Alonso Álvarez Rebe,
vecino de San Clemente, 97 años, ciego
Pedro Hernández,
vecino de San Clemente, 66 años.
Alonso Pacheco, vecino
de San Clemente, Hijo de Juan Pacheco, señor de Minaya
Pedro de la Fuente,
vecino de San Clemente, 60 años
Juan Bonilla, vecino
de Minaya, que es de Francisco Pacheco. 75 años
Miguel Sánchez de
Tresjuncos, vecino de Minaya
Alonso Hernández,
vecino y regidor de Minaya. 61 años. Reconoce que muchos vecinos de Minaya
tienen sus tierras en términos de San Clemente y La Roda; así Alonso Sánchez
Carretero, Pedro Sánchez Carretero, Pedro Carretero, Lorenzo Carretero y Juan
de Alarcón.
Martín Martínez el
viejo, morador del lugar de Sisante. Más de 60 años.
Diego Montoya, vecino
de Vara de Rey, más de 80 años
Mateo Sánchez, vecino
de El Picazo, 65 años
Mateo de Cañaveras,
vecino de Alarcón, 80 años
ANEXO.
UN TESTIMONIO EXCEPCIONAL. DE LA PRESENCIA DE JORGE MANRIQUE EN SAN
CLEMENTE Y LA LIBERACIÓN DE VILLANUEVA DE LA JARA Y EL PERAL EN LA GUERRA DEL
MARQUESADO (1476-1480)
Alonso
Álvarez de Rebe es uno de esos personajes históricos anónimos que nos hemos
encontrado una y otra vez en documentos muy diversos como testigo en probanzas
de pleitos. Es un hombre que habla mucho y que nos cuenta su amplia experiencia
como correo del marqués de Villena, unas veces, y en esta presente ocasión como
tejedor en la Villanueva de la Jara previa a la guerra del Marquesado. Hombre
polifacético y sin estabilidad personal, que complementaba sus ocupaciones
cogiendo grana, piña o bellota o empleándose como caballero de sierra al
servicio de la villa de San Clemente. Ahora, hacia 1540, después de haberse
ganado la vida como tendero en la villa de San Clemente, es un anciano ciego de
97 años, pero con una memoria viva que recuerda la estancia de Jorge Manrique
durante la guerra del Marquesado, en la villa de San Clemente (algo que ya
adelantamos en nuestro libro de “El año mil quinientos de la Mancha Conquense”)
y la liberación de Villanueva de la Jara y El Peral, o cómo actuaba de
mensajero de Jorge Manrique con el capitán real Juan Arellano. Así nos narraba
los acontecimientos Alonso Álvarez de Rebe en el periodo 1476-1480, testigo de
unas villas de realengo que habían levantado sus picotas como símbolo de
libertad frente al marqués de Villena:
E sabe
que fueron aldeas las dichas villas de Villanueva e el Peral (hace) sesenta e
tres o sesenta o quatro años porque este testigo lo vio ser e pasar asy en dos
años que rresidió en la dicha villa de Villanueva en ofiçio de texedor de paños
e porque estando en la dicha villa de Villanueva pasó muchas vezes por la villa
del Peral e vio e supo como hera en el dicho tienpo aldea de la dicha villa de
Alarcón como lo hera la dicha villa de Villanueva de la Xara e asy es público e
notorio que pasados los dichos dos años poco más o menos que este testigo
rreesydió en la dicha villa de Villanueva de la Xara se vino de la dicha villa
de Villanueva de la Xara syendo en aquella sazón aldea como dicho tiene a vivir
a esta villa de San Clemente donde al presente vive e dende en un año o un año
e medio después de venido a la dicha villa de San Clemente oyó dezir
públicamente en la dicha villa de San Clemente cómo la dicha villa de
Villanueva se avía fecho villa e lo mismo la dicha villa del Peral e la Motilla
no tiene memoria de las personas a quien lo oyó e que dende a dos años poco más
o menos después que este testigo se vino a vivir a la dicha villa de San
Clemente de la dicha Villanueva fue este testigo por mandado de don Jorge
Manrique que rresydía en aquella sazón en la dicha villa de San Clemente …
(roto) çiertas cartas a Juan de Arellano capitán estando el dicho Juan de
Arellano en la dicha villa de Villanueva de la Jara y entonçes este testigo
como la dicha villa de Villanueva estaba fecha villa porque se ynformó de ello
e vio que tenía su picota e ynsynias de villa que tenía jurisdiçión por sy e
después de aver ydo a la dicha villa de Villanueva dende medio año fue a la
dicha villa del Peral e vio que ansymismo tenía picota e ynsynias de villa como
la dicha villa de Villanueva e entonçes oyó dezir que las dichas villas del
Peral e Villanueva se avían fecho villas e asy fue público e notorio e pública
voz e fama
PEDRO DE LA FUENTE, ESCRIBANO DEL AYUNTAMIENTO DE SAN CLEMENTE:
¿PADRE DE CONSTANTINO PONCE DE LA FUENTE?
Pedro de la Fuente se presenta como un hombre de 60 años hacia
1540, que ha desempeñado el cargo de escribano del ayuntamiento de San Clemente
casi treinta años. Se presenta como una persona sin parientes en el pleito
entre El Peral y Villanueva, y sin antecesores conocidos en la villa de San
Clemente. Se presenta a sí mismo como una persona clave en su tiempo, que ha
recorrido el marquesado de Villena en sus años de escribano acompañando a
gobernadores y alcaldes mayores; conocedor de las escrituras y privilegios de
Alarcón por haber tenido acceso a ellos. Menciona como autoridad en su dicho a
una generación que conoce a su llegada a San Clemente en 1501: Antón Sánchez
Granero, Diego Páez, Diego del Castillo de Alarcón; Miguel de Ruipérez y Juan
de Mondéjar de Villanueva de la Jara; Alonso Muñoz, Pedro Sánchez de Origüela,
Juan Cantero, Miguel Sánchez de los Herreros, Alvaro Ruiz del Castillo y Juan
González de Origúela, escribano, todos ellos de San Clemente, y Miguel García y
Alonso García, escribanos de la villa de Villanueva de la Jara.
TESTIMONIO DE MARTÍN MARTÍNEZ EL VIEJO
Natural de Sisante, de mancebo, durante la guerra del Marquesado
acompañó como guía hasta Villanueva de la Jara a un capitán del rey Fernando
con sus lanzas. Posteriormente marchó en busca de oportunidades a Tarazona,
casado con una hija de Juan Tabernero el viejo, trabajo la hacienda de su
suegro, que constaba de más de mil almudes. Las propiedades estaban en suelo de
Alarcón. Martín volvería treinta años después a su lugar de Sisante, aunque
siguió poseyendo una parte de las tierras que su suegro le había cedido.
Archivo de la
Chancillería de Granada. Pleitos. 978-1
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