Durante el siglo XVI pocas veces se recurrió al reclutamiento forzoso de hombres (1). Pero
esas ocasiones, ejecutadas según patrones medievales, constituyeron antecedentes de lo
que ocurriría en el siglo XVII. En el quinientos, la organización política de la zona que
estudiamos se estructuró en torno a las veinticinco ciudades y villas de lo reducido del
marquesado de Villena, con un gobernador al frente, al menos hasta 1586 con la
división de la gobernación en dos corregimientos. Este distrito político era también
distrito de rentas reales, y lo continuó siendo hasta 1718, así como demarcación
territorial para el reclutamiento militar.
Militarmente la gobernación del marquesado de Villena se integraba en un conjunto más
amplio, dependiente del Reino de Murcia, y bajo el mando de un capitán general, el
Marqués de los Vélez.
Extendiéndose desde la costa murciana hasta el interior de la
Mancha, incluía el Reino de Murcia, la gobernación del Marquesado de Villena y los
partidos de Alcaraz, Villanueva de los Infantes y Montiel. Conocemos el funcionamiento militar del distrito del marquesado de Villena por los diversos estudios locales del Instituto de Estudios Albacetenses; concretamente, la leva de gente de guerra con ocasión de la guerra con Francia en 1542- 1543 (2) y la rebelión de los moriscos de1569-1571 (3). Del análisis de estas levas se aprecia la autonomía del Marquesado deVillena cuando el reclutamiento de hombres se hace para acudir a la frontera por la amenaza francesa y la dependencia del Reino de Murcia y su Adelantado Mayor, el
Marqués de los Vélez, cuando la amenaza venía de la costa. Para el caso de la rebelión de los moriscos, hay una evolución similar, primer control desde Murcia y un posterior
control regio del reclutamiento por comisarios.
Durante la leva de soldados que se produjo en 1542 (4) para acudir en auxilio de la sitiada
Perpiñán, las Juntas del Marquesado de Villena canalizaron el reclutamiento de
hombres. Celebradas por estos años en Albacete, allí acudían por mandamiento del
gobernador dos procuradores de las ciudades y villas del Marquesado para señalar el
número de gente de guerra a servir por cada uno de los componentes y, llegado el caso,
nombramiento de capitanes. Tal ocurrió en la Junta de 19 de agosto de 1542, donde a
instancias del gobernador doctor Gamonal, se mandó a los concejos que sortearan el
número de soldados señalados y aportaran las cantidades requeridas. Una vez dispuestos
los soldados, se nombraba un depositario para los gastos y un regidor par su conducción
hasta Almansa, allí eran entregados al capitán que los llevaba hasta la frontera.
De la rapidez del reclutamiento en esta época no se puede dudar; de su eficacia sabemos
que no hubo oportunidad de comprobarlo al no llegar a combatirse. Las discordias
fueron muchas, centradas en la irregular disposición de los salarios por el capitán
Gaspar de Ayala. Duración de la campaña y salarios eran cuestiones que iban unidas.
Los salarios de los soldados venían determinados de antemano para una duración de la
campaña prevista en cuatro meses. A pesar de haberse acortado la campaña y haberse
adelantado por las ciudades y villas dos mensualidades de libre disposición para el pago
la compañía, los salarios eran insuficientes en palabras del propio capitán, incluso para
su propio sustento (5).
La movilización de 1543, ante la nueva amenaza francesa, venía a reconocer estas
limitaciones. La asignación de hombres que se hizo en el mes de enero, el doble del año
anterior, no tuvo más remedio que reducirse dos meses después a los antiguos cupos.
Las prevenciones y desconfianza de la monarquía ante el reclutamiento de soldados y
supuesta malversación de fondos por la autonomía en su disposición por los capitanes
del Marquesado se expresaban con claridad. Se reconocía que se enrolaba a gente sin
experiencia y que las pagas se hacían sin tiempo, “adelantando en los capitanes
excesivo salario”. Para evitar malversaciones de dinero, la corona nombraría capitanes propios para la conducción, fijaría los salarios de capitán y soldadesca y determinaría
las formas de pago, eliminando de este modo la autonomía de que gozaban las juntas
del Marquesado (6). El propio gobernador, sin consulta previa, fijaría el reparto del salario
del capitán, sobre la base de un tercio de su propio salario anual, 184.317 maravedíes,
señalando la parte repartida a cada población (23 villas y ciudades, excluidas Utiel y
Campillo) (7). Conociendo que la aportación de Albacete fue de 40 hombres, calculamos
que la aportación del resto de ciudades y villas debería estar entre los cinco hombres
para las villas más pequeñas y en torno a los cuarenta para las villas más populosas o de
más significación en el pasado. La compañía reclutada debió rondar los cuatrocientos
soldados.
Ciudades y villas y sus lugares y contribución (mrs.). 1543:
El Pedernoso 733
Yecla 1.414
Las Mesas 733
Villena 4.520
Las Pedroñeras 1.122
Almansa 3.212
El Alberca 733
Sax 780
El Cañavate 1.310
Ves 743
Barchín 1.222
La Roda 2.058
La Motilla 2.044
Villarrobledo 3.333
El Peral 1.125
San Clemente 5.716
Iniesta 6.506
Albacete 6.272
Chinchilla 6.440
Villanueva de la Jara 4.666
Tobarra 1.407
Vara del Rey 750
Hellín 4.200
TOTAL 61.039
Fig. 1 Repartimiento de sueldo de capitán en 1543
Un repartimiento desigual de acuerdo a baremos medievales, que privilegiaba a villas
como Albacete, Villarrobledo o San Clemente en detrimento de otras como Iniesta o
Chinchilla. Más desigual si tenemos en cuenta que las villas solían excusar parte de sus
obligaciones, cargándolas a sus aldeas (8).
La preparación bélica de la Gobernación del Marquesado para esta época era penosa.
Tal como vemos en el caso de Albacete, los diferentes alardes ordenados por el
Marqués de los Vélez ante la amenaza berberisca de Barbarroja, en julio del año 1543,
apenas movilizaban a una ínfima parte de la población pechera en edad de alistamiento;
las villas se desentendían de su vieja obligación de auxilium a la costa. Obligando a la
Corona a sustituir la obligación militar por dinero, vendiendo regidurías perpetuas,
acabando así con la elección de estos oficios (9), o premiando a unas villas a costa de otras
en los pleitos que mantenían desde antaño, como único modo para conseguir su dinero y
su aportación militar (10). En este contexto, se entienden los intentos de reorganización
militar de las villas del Marquesado y la dotación de nuevo armamento. Por el caso de
Albacete sabemos del envío del comisionado don Alonso Faura, alcalde de Vélez
Rubio, por el Marqués de los Vélez, que con alardes más compulsivos de la población
pechera sacó a relucir cual era el verdadero potencial demográfico de las villas del
Marquesado, pero también las deficiencias de su armamento (11).
Muestra de la autonomía militar de las villas respecto al gobernador es la actitud de San
Clemente que, con motivo de los alardes y prevención de gente de guerra de 1551,
solicita a la corona licencia para la compra de armamento, nombra capitanes para el
reclutamiento de sus propias compañías y deposita el armamento en las casas
consistoriales para su control (12). Mientras, las Juntas de Marquesado perdían su poder de
gestión de reclutamiento y nombramiento de capitanes.
Es en este contexto en el que se plantea el 12 de mayo de 1562 el establecimiento de
una milicia general del Reino. No tanto por la necesidad de sustituir unos soldados
bisoños por otros más profesionales, tal como se reconoce, sino por la necesidad de
regular un reclutamiento que había quedado en manos de los municipios. Se mandarán
unos memoriales a los corregidores del reino para que informen y den relación
particular de la conveniencia del establecimiento de una milicia general. En su virtud, se
manda a los corregidores nueva provisión de 5 de julio de 1565 para conformar la nueva
milicia. Estaría formada por milicianos naturales de cada ciudad o villa entre los 20 y 60
años, pero con mandos ajenos al control municipal (se excluye expresamente el oficio
de alférez de las villas y ciudades controlado en propiedad por las élites locales). Si en
un principio la idea es el nombramiento por la Corona de los capitanes, asignando una
conduta de doscientos hombres, se cede a la imposibilidad de ejecución de este proyecto
y se pide a los corregidores asuman el oficio de capitán, auxiliados por un alférez, el
cual será nombrado por el Rey entre cuatro candidatos propuestos por el propio
corregidor. También se le da autonomía para nombrar al resto de oficiales, cabos de
escuadra y sargentos. Las obligaciones de los municipios quedan reducidas a llevar un
libro de los milicianos, copia del que ha de llevar el corregidor, y asumir los gastos de
mantenimiento de la milicia con sus propios, pero excluyéndoles del control del
armamento que se entiende queda en manos de los milicianos y del mantenimiento de
las armas, al cuidado de un armero pagado a cargo de los propios. Para garantizar el
establecimiento de la milicia se mandan comisarios a cada una de las provincias del
Reino con poder para atender y asistir lo que fuera a su cargo (13). No tenemos constancia
de la implantación de la milicia en el Marquesado. Unos meses antes, ante la amenaza
de Berbería, el señalamiento y leva de hombres seguía el patrón tradicional:
comunicación de la corona a las ciudades y villas para que tuvieran prevenida la gente
de guerra allí donde el adelantado de Murcia les ordenare (14).
Tal proyecto era demasiado revolucionario para ser aceptado por unas ciudades a las
que se excluía expresamente. Su oposición les llevó a pedir su revocación en las Cortes
de 1566 (15). Además el proyecto era irrealizable por la debilidad institucional que
mostraban los gobernadores y corregidores. Si pensamos en el gobernador del
Marquesado, se veía sobrepasado por lo extenso de su territorio y la delgadez de su
administración, reducida a dos alcaldes mayores y seis alguaciles. El intento de dotarse
con un escribano de provincia en 1549 (16), fue abortado por las villas, que consiguieron
ejecutoria en contra de esta figura en 1555, y aunque se volvió a intentar de nuevo diez
años después con la figura del escribano de comisiones (17), este oficio fue pronto objeto
de enajenación. Quedaba claro que la autoridad del gobernador estaba muy disminuida
por el poder creciente de las villas.
La sublevación de los moriscos sería una vuelta a las formas tradicionales de
reclutamiento, pero esta vez el peligro era tan grande que, constatada la debilidad del
poder territorial de gobernador, se tuvieron que poner en marcha nuevas formas de leva
dirigidas esta vez por la corona, mediante el envío de jueces de comisión.
La rebelión de los moriscos fue un anuncio de las guerras interiores que le tocaría vivir
a España setenta años después con las rebeliones catalana y portuguesa. El esfuerzo
humano exigido en apenas un período de dos años a unos pueblos boyantes fue sentido
por éstos como insoportable y tuvo que ser impuesto por la Corona manu militari a
través de comisarios reales.
En un principio la movilización de la gente de guerra del Marquesado siguió pautas
medievales y se inició por requisitoria del Marqués de los Vélez de 2 de enero de 1569,
invitando a las villas a aportar la gente de guerra que se les señalare en la Junta del
Marquesado (18). Ésta se celebró el 3 de marzo de 1569, presidida por el gobernador,
licenciado Maldonado de Salazar, ofreciéndose mil infantes, distribuidos en razón de la
vecindad de cada villa y por un tiempo de campaña máximo de dos meses, a contar
desde el día que se levantare la gente. Noventa de los mil hombres y tres de los cuatro
capitanes fueron aportados por Albacete y su aldea La Gineta. Albacete adquirió el
protagonismo de la expedición y al menos momentáneamente un mayor entusiasmo.
San Clemente se comprometió menos con una aportación de cincuenta y cinco infantes,
claramente desproporcionada con su potencial demográfico (19). Llegados a Granada la
realidad demostró que se habían mandado soldados inexpertos, los soldados rehuían el
combate y para finales de septiembre los soldados se habían vuelto a sus pueblos (20).
Previamente, el Marqués de los Vélez había mostrado su desazón. (21)
El verano pasó con alardes continuos ante el temor berberisco en la costa de Valencia,
pero sin reclutar un soldado. Sólo a partir de septiembre se da un giro a la guerra al
enviarse alcaldes de Corte y Chancillería a las provincias y con la participación en
campaña de tropas profesionales al mando de don Juan de Austria y el duque de Sessa:
“Salieron alcaldes de Corte y Chancillería a proveer en las comarcas todas las
cosas necesarias y los cabildos nombraron comisarios de sus ayuntamientos, y se
les dejó dinero para ellos y para los bagajes…Nombráronse nuevos capitanes con
condutas para hacer gente. Apercibiose a las ciudades que rehiciesen las compañías
con que servían, y a las que no se habían enviado que las enviasen. Fue grande el
regocijo de la gente de guerra cuando se publicó la salida de don Juan de Austria
en campaña” (22)
Desde ese mes de septiembre la organización militar del Marquesado queda en manos
del licenciado Juan Molina de Mosquera, del Consejo y alcalde de la Chancillería de
Granada, juez por especial comisión para las cosas tocantes a la guerra. Aunque
rebajando sus pretensiones iniciales, 10.000 hombres y 6.000 ducados, la Corona
impone a las villas sus condiciones en la Junta del Marquesado celebrada a mediados
del mes de octubre de 1569, logrando imponer un servicio de 3.000 hombres y 8.000
ducados (23). Las villas mayores como Albacete y San Clemente aportarían 240 hombres
cada una. Los deseos del licenciado Molina de aportar dos tercios de esos 3.000
hombres inmediatamente, evitando el reclutamiento de gente inexperta como pastores,
jornaleros o pobres no se vieron cumplidos; fracasó también en su requerimiento a la leva de los hijosdalgos y su participación en los sorteos, volviendo a intentarlo en abril
de 1570, aprovechando una jornada real a Córdoba (24).
El reclutamiento se hizo en varias remesas. En la primera, en noviembre de 1569 se
levantaron 1500 hombres; en marzo de 1570, 500 hombres más (25); de estos quinientos,
cuarenta y uno son repartidos a San Clemente (26). La sangría de hombres continuó; desde
el mes de abril se mandan alguaciles de corte en busca de lo prófugos huidos del campo
de batalla y dos meses después y hasta final de año se exigen nuevos hombres en
reposición de los huidos hasta agotar la reserva de 1000 hombres restantes
disponibles (27). Las quejas de las villas como San Clemente alertando del cese de
negocios y la huida de los hombres a tierras de señorío fueron infructuosas (28). Junto con
el coste humano, las villas deben hacer frente al coste económico. San Clemente contrae
préstamos por valor de 1400 ducados para la compra de armas, 800 ducados para pago
de bagajes o 2000 ducados para la compra de trigo (en abril de 1570, el licenciado
Molina ha ordenado se saquen 10.000 fanegas de trigo del Marquesado con destino a
Granada) (29). Las relaciones topográficas de cinco años después insisten, para el caso de
San Clemente y Quintanar del Rey, en presentar la guerra de Granada (30) como causa de
la disminución demográfica. Sin embargo, la vaguedad de las cifras y algún dato
inmediatamente posterior y seguramente más fiable nos hacen dudar de estos datos (31).
NOTAS
1 En el verano de 1635, alrededor de cien pueblos mandaron informes con el objeto de saber cuántos
hombres se podían reclutar en Castilla. Se reconocían ocho levas obligatorias para el período 1542-1615. MACKAY, R.: Los límites de la autoridad real. Resistencia y desobediencia en la Castilla del siglo XVII. Salamanca., Junta de Castilla y León, 2007, pp. 89-90.
2 CÓRCOLES JIMÉNEZ, P.: “contribución de la villa de Albacete a la defensa durante la guerra de 1542-1544”, Al Basit. Revista de Estudios Albacetenses. 37, (1995), pp. 45-72.
3 SANTAMARIA CONDE, A.:”Participación De Albacete en la lucha contra la sublevación de los
morisco granadinos”, Al-Basit. Revista de Estudios Albacetenses, 6, (1979), pp. 177-198.
6 “…nos ha pareçido de nonbrar acá los capitanes que obyeren de venir con la jente, e al que enbiaredes para que trayga la de ese marquesado no le avéys de dar más salario de a razón de a sesenta mill mrs. por año, e treynta ducados par la vandera, e alférez e cabos e otros ofiçiales de la compañía paga doble, e a los alcabuçeros, a mill mrs, e a los piqueros a noveçientos mrs. e no les fagan pagar más de un mes, e que aviéndolo servido mediado otro mes, les faga otra paga…porque dándoles el sueldo junto, juéganlo e quedan perdidos”. AMSC. CORREGIMIENTO Leg. 148/72. Real Cédula de 28 de febrero de 1543
7 Repartimiento de salario de capitán por el gobernador Francisco Menéndez de Carbajal, marzo de 1543.
AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 148/72
8 Es el caso de La Gineta, respecto a Albacete. Este lugar debía hacer frente al alojamiento de soldados conducidos con destino Cartagena y que para evitar los desórdenes sorteaban en su camino villas más populosas como La Roda o Albacete (Relaciones Topográficas de Felipe II, 13 de diciembre de 1575capítulo 39). Algo similar ocurría en Las Pedroñeras “que está en el camino real que va de Toledo y Madrid a Murcia y que es plagado de soldados de tal manera que antes se despuebla que se puebla” (SALOMON, N.: La vida rural castellana en tiempos de Felipe II. Barcelona, Ariel, 1982. pp. 92)
9 Real Cédula 16 de septiembre de 1543 estableciendo ocho regidores perpetuos por 400 ducados
(AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg 1/8). Previamente habían sido puestos a la venta, el 10 de agosto, otros ocho regimientos en Albacete.
10 Villarrobledo, por Real Cédula de 8 de noviembre de 1557, se exime enteramente de la justicia de
Alcaraz y se le conceden cuatro leguas de término de dicha ciudad en recompensa al pago de 9.375.000 mrs. de socorros militares (CAVALLERÍA PORTILLO, F. de la: Historia de Villarrobledo. pp. 69 y 72).
11 CÓRCOLES JIMÉNEZ, P.: op. cit. pp. 56-61.
12 Para el año 1551, San Clemente nombra por capitán a don Juan del Castillo Puertocarrero, para
conducir la gente de guerra que le señalare el comisionado del Marqués de los Vélez, Juan Pérez de
Tudela, y solicita al Rey licencia para comprar 100 arcabuces y 500 picas. (AMSC.AYUNTAMIENTO. Leg. 10/3). Por la misma época Villarrobledo, “para defender las Fronteras y Plazas Marítimas, concurrió con poderosos socorros de dinero y con su Compañía de Milicias con su Capitán, y demás Oficiales Subalternos, además de otros, que voluntariamente se agregaron al Real Servicio”. (CAVALLERÍA Y PORTILLO, F. de la.: Ídem. p. 71).
13 AMMU. CAM. Nº 79. Real Cédula Felipe II, Escorial 05-10-1565 manda la forma en que se ha de
poner en efecto lo contenido en la Real Provisión, Escorial 05-07-1565, por la cual se dispone tanto las preeminencias, prerrogativas y otras cosas que se conceden a los que entraren en la milicia, como lo que han de hacer y a lo que han de estar obligados los soldados.
14 TORRENTE, D.: Documentos para la Historia de San Clemente. Madrid. Ayuntamiento de San
Clemente. 1975. 2 tomos. pp. 106-107. Real Cédula de 6 de abril de 1565
15 THOMPSON, I.A.A.: Guerra y Decadencia, Crítica, Barcelona, 1981, p. 157.
16 AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 2/10.
17AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 93/45-47, quedaría del pleito la creación de un escribano de
apelaciones.
18 SANTAMARIA CONDE, A. op. cit. pp. 178 y ss.
19 AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 34/42.
20 “Los soldados se fueron, que no bastó nada en detenerlos, y de allí en adelante se fueron otros muchos; por manera que vino a quedar aquel campo en que había doce mil hombres en menos de tres mil, la mayor parte dellos del tercio que llamaban de los pardillos y del de don Pedro de Padilla, que como gente obligada y de ordenanza vieja, tuvieron más sufrimiento”. MÁRMOL CARVAJAL, L del: Historia del Rebelión y Castigo de los Moriscos del Reino de Granada. Facsímil. Ed. Arguesol, Málaga, 2004. p. 197.
21 “Pensarán, señores, que lo que se hecho hoy ha sido por regocijo; pues quiero que sepan que fue por entender qué soldados tenemos, porque no he querido hacer muestra general, y hallo infantería muy ruin y caballos pocos y no muy buenos. Sin falta han de dar los moros esta noche en nuestro alojamiento; vean lo que les parece que hagamos; que además de ser gente de calidad que digo, ya habemos visto el sitio en que estamos. Si nos vamos de aquí perdernos hemos y si esperamos también” (MÁRMOL DE CARVAJAL, L. del: Ídem, p. 176).
22 MARMOL DE CARVAJAL, L. del: op. cit., pp. 211-212.
23 SANTAMARÍA CONDE, A.: op. cit. p. 190.
24 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos del 18 de abril de 1570.
25 “mandamos que fuesen como fueron los 1500 dellos; y los otros 1500 quedasen aprestados y a punto para que, cuando fuese neçesario, fuesen a ponerlo en execuçión con los capitanes que ese dicho marquesado tenía nombrados… avemos acordado que vayan 500 ynfantes de los dichos 1500 alistados; e mandamos pongan a punto los dichos 500 infantes e que sean los más útiles e bien armados e con ellos enbiéis dos capitanes”. (AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos del 6 de marzo de 1570).
26 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos 12 de marzo de 1570.
27 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos 13 de abril de 1570.
28 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos de 20 de marzo de 1570.
29 AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 149/8-9 y acuerdos de 28 de febrero de 1570.
30 SALOMON, N.: La vida rural castellana en tiempos de Felipe II. Barcelona. Ariel 1982. p.43. Hay
copia de la Relaciones Topográficas de San Clemente, sacadas de las originales el 8 de septiembre de
1738 en AHN, CONSEJOS. Leg. 26998-4.
31 Para 1586, tenemos unos datos para San Clemente de 1.547 vecinos, que se aproximan bastante a los 1.572 vecinos del censo de 1591. La cifra de 1586 corresponde a las averiguaciones de Rodrigo Méndez, administrador y juez para los lugares por encabezar del Marquesado de Villena, comisionado en ese distrito durante seis años, tras las protestas de las ciudades y villas por agravios en el repartimiento de las rentas reales. El recuento se hizo casa por casa y calle por calle, incluyendo clérigos, hijosdalgos y viudas.
Las razones de las ciudades y villas para protestar eran reales; baste señalar que Chinchilla y sus aldeas nos dan una población de 701 vecinos, cuando, como hemos visto, en 1543 aportaba una cantidad mayor al salario del Gobernador (ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS, en adelante AGS, Expedientes de Hacienda, Leg. 202, 19 de mayo de 1586). Las cifras no difieren de las dadas por la propia villa de San Clemente en 1563 y ese mismo año de 1586, 1.500 vecinos en ambos casos. Hablamos pues de una pérdida y recuperación de 300 vecinos partiendo de las fechas de la guerra de Granada. Señalar la aparición en el padrón citado de un importante número de nuevos vecinos moriscos, asentados en la villa tras su expulsión del Reino de Granada. (TORRENTE PÉREZ, D.: op. cit. tomo II, p. 390).
No hay comentarios:
Publicar un comentario