El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

Tuesday, October 7, 2025

EL conflicto de la primera instancia en Villanueva de la Jara

Don Diego de Mendoza y Mudarra, corregidor de las diecisiete villas, y su alcalde mayor, Fernando de Vera, provocaron fuertes enfrentamientos con las villas al intentar saltarse los privilegios de primera instancia que las villas disponían. Conocemos el caso de Villarrobledo, pero contemporáneo fue el caso de Villanueva de la Jara, cuyas elecciones de septiembre de 1607 dieron lugar a un grave conflicto con los oficiales del concejo jareño encerrados en la cárcel. El mandato del corregidor Diego López de Mendoza y Mudarra fue largo, comenzando en 1603 hasta 1609(?), y estuvo repleto de enfrentamientos con las villas. Le tocó vivir en unos años que fueron de los más duros por las crisis de carestía de esos años, que derivaron en profundas crisis políticas, y lidiar con unas élites locales a las que tuvo que destituir de sus cargos concejiles en varias ocasiones. Entre los cesados se citan Miguel González, Juan de las Cuevas Zapata, Pedro Montoya 

En el caso de Villanueva de la Jara se trataba de apartar a familias tradicionales (Ruipérez, Utiel, González, Valera, Saiz de Pozoseco o Bravo) con la incorporación de nuevos oficiales con intereses en la Jara pero residencia fuera de ella, como Juan de Alarcón. Una vez más, el motivo de intervención de la justicia de San Clemente fue motivada por la irregular administración del pósito. El doctor Fernando de Vera, alcalde mayor, ordenó la prisión como electores del mayordomo del pósito de Agustín de Utiel y Martín López de Valera. El citado mayordomo era  Pedro de Monteagudo. El alcalde mayor se presentaba como garante del bien común: quietud de aquella república y el aprovechamiento de los pobres e pósito. Los problemas eran de abastecimiento por la profunda crisis de carestías iniciada en 1604 y que afectaba, en especial, al lugar de Casasimarro, donde los problemas de alimentación de la población se habían agravado.

Villanueva de la Jara había acudido previamente a la Chancillería de Granada, pidiendo se mandase un escribano receptor para hacer cumplir la real provisión que recordaba la primera instancia de la que gozaba la villa. La real provisión fue presentada al alcalde mayor, pero éste, en vez de besarla y ponerla sobre su cabeza en gesto de acatamiento, se la metió en el pecho. La elección de oficios se haría ante el alcalde mayor y un escribano de San Clemente que le acompañaba, Miguel Sevillano, contraviniendo los privilegios locales que daban al escribano del ayuntamiento el derecho a levantar acta, así como al escribano real mandado desde Granada para testimoniar el cumplimiento de lo mandado por el alto tribunal granadino.

Había un conflicto de jurisdicciones. El corregidor de San Clemente Diego López Mendoza y Mudarra, junto a su alcalde mayor el doctor Fernando de Vera, intentaban imponer una política de control de abastos en los pueblos, inspeccionando los pósitos de las villas. En esta labor entraban en colisión con las oligarquías locales que controlaban tanto las regidurías perpetuas como los cargos añales de alcaldes. Si el corregidor y su alcalde mayor actuaban por mandado del Consejo Real, las villas acudían a la Chancillería de Granada en defensa de sus jurisdicciones propias. En el fondo, la corona trataba de imponer una política centralizadora, sería lo que se llama un estado absoluto, o, al menos intentarlo. Pero estas políticas centralizadoras no sólo fracasaron por la oposición de la periferia, sino también, en el interior de Castilla, por una fuerte oposición de las élites locales. Los conflictos más importantes, en esta época, fueron los del corregidor de San Clemente con ciertos regidores y familias de Villarrobledo y Villanueva de la Jara, pero sabemos de múltiples enfrentamientos en el resto de los pueblos. El centro de las disputas eran los pósitos y el comercio de granos. El corregidor Mendoza y Mudarra se refería a sus opositores como "los que comen de los pósitos", denunciando las irregularidades continuas en la compra de granos y el desfalco de sus caudales. Debemos tener en cuenta que la compra de trigo por las villas para alimentar su población alcanzaba la cifra de treinta y seis reales la fanega, cuando la tasa de granos estaba en doce reales. Sólo ciento cincuenta años después, proceso inflacionario por medio, se alcanzarían esas cifras, en los momentos de motines.

La visión que tenía el doctor Vera de Villanueva de la Jara era muy diferente a la que tenían sus familias tradicionales. Los que no respetaban las ordenanzas propias eran los jareños, pues un grupo reducidos de familias monopolizaban los cargos añales, saltándose la norma por la que se debían dejar tres años huecos para alcaldes y dos para regidores electos, es decir, una misma persona no podía ocupar los cargos de forma repetitiva en esos periodos. Además se exigía llevar dos años de vecindad y con casa y mujer en la villa. Los dardos iban contra varios regidores, y, en concreto, contra el doctor Bravo que monopolizaba el cargo de alcalde ordinario. Este monopolio de los oficios se traducía en la gestión irregular del pósito, que se remontaba a diecisiete años atrás, es decir, desde 1590: De diez y ocho mil que tiene de caudal el dicho pósito tomados a censo e hallado solo trescientos reales en dinero y ducientas fanegas de trigo e todo lo demás repartido en alcances de mayordomos y en poder de regidores y alcaldes y otras personas perdidas y quebradas.

El concejo jareño se defendió, querellándose contra el corregidor Mendoza Mudarra y los dos escribanos que habían entendido en su comisión (Miguel Sevillano y Cristóbal de Aguado, entre los encausados también aparece el escribano Francisco Rodríguez), pero las opiniones eran muy dispares en Villanueva de la Jara. Cuando en 1608 toma posesión como mayordomo del pósito Francisco Cardos, heredará del antiguo mayordomo un alcance de setenta mil reales en su contra. Lo peor era la situación de la villa, donde se reconoce que el año 1607 se había pasado hambre. Fue para evitar una hambruna anunciada que la justicia del corregimiento había tomado medidas extraordinarias de confiscaciones que habían entrado en colisión con las minorías rectoras locales. Estas medidas fueron acompañadas de otras más duras contra los regidores. Se había mandado ejecutor por el consejo de Hacienda que había puesto en la cárcel a los regidores jareños, pero las complicidades jugaban más. Con la complicidad de Juan Sánchez Ruipérez, alcalde ordinario ese año, los regidores se habían escapado de la cárcel y retraído a la iglesia, donde se les había puesto guardas de nuevo por el ejecutor, pero una vez ausente los regidores estaban libres y paseando por las calles del pueblo. El ejecutor de nuevo los había apresado, pero los nuevos alcaldes elegidos en septiembre, el doctor Bravo de Hervías y Pedro de Cuevas Zapata los habían vuelto a soltar. La muerte del ejecutor Domingo López, que era como se llamaba, había supuesto el envío de nuevo ejecutor, pero esta vez los oficiales jareños lo sobornaron, pagándole siete mil reales con dinero sacado del pósito. Es entonces cuando se comete al corregidor Mendoza y Mudarra la intervención del pósito de Villanueva de la Jara por comisión de 29 de marzo de 1608. Si ya la intromisión del alcalde mayor de San Clemente en la elección de 29 de septiembre de 1607 había generado un conflicto, ahora la intervención del corregidor supone una declaración de guerra total, pues acusará a los regidores jareños de un desfalco de 18000 ducados. El concejo de Villanueva de la Jara acudirá a la Chancillería de Granada que ordenará el 13 de abril de 1608 vaya a la villa a hacer información sobre los hechos.

Las acciones del corregidor fueron contra un grupo señalado de regidores y alcaldes, Andrés Sánchez de Pozoseco, Agustín de Utiel, el doctor Bravo y Ginés de Enguídanos, que viendo venir las acciones del corregidor se refugiaron en la iglesia de los franciscanos de la villa. Las actuaciones del corregidor iniciadas el 21 de abril se habían prorrogado sesenta días, pero a finales de junio pedía nueva prórroga pues apenas si se habían tomado cuentas de 6 años del pósito y cuatro de los propios, de los 17 años que se pretendía. Sus enemigos no se quedaron con los brazos cruzados y denunciaron al corregidor al la Chancillería de Granada que llamó a su presencia al corregidor, pero éste alego una enfermedad para no acudir. Entre las actuaciones del corregidor que habían causado malestar estaban el apresamiento del antiguo mayordomo del pósito, Pedro de Monteagudo, por un alcance de 36000 reales (aunque la acusación hablaba de 60000). 

Los jareños, que gozaban de mejores relaciones que el corregidor en la Chancillería de Granada habían conseguido que ésta se pronunciase el 28 de julio de 1608 nuevamente contra el corregidor y exigiese su presencia en el tribunal granadino a rendir cuentas en el plazo de ocho días y fianza de 150 ducados. El corregidor de nuevo se negaba a presentarse, pidiendo un plazo más largo y una rebaja de la fianza. Su petición era rechazada el cinco de agosto y se mandaba al escribano Juan Bautista de Cárdenas para tomar confesión al corregidor. A Diego Mendoza y Mudarra, pues diligencias parecidas estaba practicando la villa de Villarrobledo contra él.

 Por las preguntas del cuestionario del escribano Juan Bautista de Cárdenas podemos rehacer los hechos, aunque sea en la visión de los jareños:

1.- El corregidor Mendoza Mudarra mandó al alcalde mayor doctor Fernando de Vera en los días previos a San Miguel de 1607 para prender a los oficiales que no eran de su gusto para la elección de oficios y que no pudieran asistir al ayuntamiento de ese día.

2.- El concejo de Villanueva de la Jara se querella ante la Chancillería de Granada y gana provisión para que la elección de oficios se hiciese ante un receptor del alto tribunal y con presencia de todos los oficiales con derecho a voto. El alcalde mayor se niega a obedecer la provisión, se queda con el original y apresa a los oficiales que le requieren para que la cumpla.

3.- El concejo de Villanueva se vuelve a querellar ante la Chancillería e Granada que expide sobrecarta para que se cumpla la anterior y, en virtud de la cual, se procede a la elección de oficios el siete de noviembre de 1607, ante el receptor de Granada Francisco Díaz Bermúdez. Se eligen como alcaldes Pedro de la Cueva Montoya y el doctor Bravo Hervías y como alguacil mayor Juan Saiz de Pozoseco

4.- Los alcaldes encarcelan a Pedro de Monteagudo, mayordomo del pósito el año anterior, por una deuda de 50000 reales (otros elevaban el alcance a sesenta o setenta mil reales), así como a su fiador Miguel de Mondéjar. Se acusa al corregidor de parcialidad por soltarlo.

5.- El corregidor en marzo de 1608 quita las varas de justicia y despoja de sus oficios a los elegidos en noviembre de 1607, otorgando los oficios a Andrés de Alarcón, Pedro de Tébar (sin ser vecinos de Villanueva) y a Miguel Jiménez, arrendador de alcabalas. Dos días antes ha soltado de la cárcel a Pedro de Monteagudo y a Miguel de Mondéjar. Los hechos acontecen en la semana de Ramos. Los nuevos oficios se enseñorean de la plaza de Villanueva, paseándose armados e imponiendo su voluntad

6.- El corregidor procede a maltratar y meter en prisión a los cargos electos de noviembre y a cuantos regidores se le oponen, quitándoles las varas de justicia. El doctor Bravo se refugia en la iglesia de los franciscanos para evitar ser encarcelado. El corregidor hará todo lo posible por apresarlo y cuando marcha de la villa hacia Motilla dejará al alguacil Hernando Morales con el cometido de apresarlo.

7.- El corregidor hace autos con escribano forasteros a la villa, contraviniendo la primera instancia, para quitar las varas de justicia

8.- Se acusa al corregidor de maltrato a los receptores enviados desde Granada, en particular, a Pedro Bernal.

9.- Se acusa al corregidor de intromisión continúa en la elección de oficios para imponer gente de su parcialidad. Otra acusaciones se refieren a los excesivos salarios llevados y sacar dinero del arca de tres llaves, para pagarlos; así, cien ducados. Un caso es mencionado para demostrar el no respeto de la primera instancia. En un asunto de venta de un paño, el regidor Miguel Sánchez de Mondéjar es acusado por el mercader Juan Fernández de Salazar y es llevado preso a Iniesta, donde está el alcalde mayor, después de ser humillado en la plaza de Villanueva de la Jara.

Y estas fueron las contestaciones del corregidor Diego Mendoza Mudarra

1.- Desde el 15 de agosto estaba en Madrid, allí recibe, en su posada de la calle Carretas, al regidor jareño Bernardo Alcocer que le pide que escriba una carta para el alcalde mayor con el fin de la intervención en la elección de oficios, respetando la ejecutoria de la villa eligiendo personas que fuesen del servicio de Dios e de su magestad e del bien de los pobres. Posteriormente el corregidor pasa a Valladolid

2 y 3.- No se hallaba presente y no puede decir, pues estuvo ausente desde el quince de agosto hasta comienzos de enero de 1608 que fue llamado a Villarrobledo para la elección de oficios.

4.- Es cierto que soltó al mayordomo Pedro de Monteagudo a honra de las Pascuas (un indulto en Semana Santa), pero pasados los días feriados lo volvió a prender y está encarcelado hasta la fecha.

5.- Es cierto que quitó las varas de alcalde y alguacil a Pedro de Cuevas y Juan Saiz de Pozoseco por no ser vecinos de la villa y la vara de alcalde al doctor Bravo Hervías por haber ocupado cargo hacía año y medio. Los nuevos oficiales son vecinos de la villa desde hace cinco años al menos y se remite a los libros de vecindad y no tiene constancia que Miguel Jiménez sea recaudador

6.- Se remite en los malos tratos a los papeles de prisiones y dice que tenía razones pues los regidores habían usurpado los bienes de los propios y el pósito, dice que al llegar a Villanueva solo halló 23 fanegas de trigo y doscientos reales. En sus actuaciones el corregidor dice responder a las comisiones otorgadas por el Consejo Real.

7.- Se remite a los autos para ver los escribanos ante los que han pasado

8.- Niega malos tratos a los receptores de Granada

9.- Los regidores son perpetuos y por tanto poco puede intervenir. Reconoce haber suspendido de oficio a los alcaldes Juan de Cuevas Zapata y Miguel González, habrá dos años por haber sacado del pósito 400 ducados y no devolverlos.

En esta guerra, que más que bandos hemos de ver como intromisión del corregidor y el poder central en el poder concejil de Villanueva de la Jara, el hombre a batir era el doctor Bravo Hervías, los nuevos alcaldes nombrados eran enemigos suyos y, de hecho, anduvieron con sus parciales armados por la plaza de la villa dispuestos a matar al doctor y a quien se les opusiera, al igual que eran enemigos Francisco Cardos, nuevo mayordomo del pósito, y el nuevo ejecutor Hernando de Morales. Además, el corregidor o el alcalde mayor posaban en casa de Francisco Cardos. El modo de proceder del corregidor llevaba al conflicto, pues no dejaba resquicio para el entendimiento, así mandó prender en la cárcel al escribano Gaspar Prieto por requerirle con las provisiones del tribunal granadino y por negarse a la actuación de los escribanos foráneos. Era el corregidor un funcionario ejemplar al servicio del "absolutismo" del Consejo real; sus palabras lo delatan: que si los señores del Consejo lo mandaban enorabuena, que botaua a Dios que allí se auía de batir el cobre. En estos intentos de imponer una política centralizadora frente a los poderes locales, el corregidor contaba con los escribanos como Miguel Sevillano, Cristóbal Aguado o Francisco Rodríguez, o incluso con el villarrobletano Diego Muñoz de la Calera, escribano de comisiones del marquesado de Villena, pero éste llevaba un doble juego: lo que negaba a Villanueva de la Jara, su exención jurisdiccional, lo quería, y defendía en Madrid, para Villarrobledo.

Las intromisiones del corregidor iban acompañadas de lo que consideraban los jareños vejaciones, pues al ir acompañado de un séquito, se confiscaba lo necesario para su manutención y acomodo durante sus comisiones para tomar cuentas de los pósitos, que duraban diez o doce días. Así, en cierta ocasión se confiscaron veinte camas, que fueron llevadas a la casa de Francisco Cardos, posada del corregidor. Entre San Clemente y Villanueva de la Jara existía esa rivalidad de los pueblos comarcanos. Los sanclementinos se mofaban de Villanueva de la Jara  y sus privilegios, que creemos correspondían a reales ejecutorias de la Chancillería de Granada o a privilegios de primera instancia, alegados para defender su jurisdicción frente a las intromisiones del corregidor de San Clemente: que iban a San Clemente con la doradilla y la bajuela (o bayuela). El barbero Benito López nos describía ambas ejecutorias: los escriuanos (de San Clemente) les tienen puestos nombres, a la una la bajuela y a la otra la doradilla, porque la una tiene cubierta baja y la otra tiene una cubierta colorada con unas rosillas de oro. Es probable que uno de estos privilegios fueran concedidos por la emperatriz Isabel de Portugal el año 1534, cuando Villanueva fue parte de su señorío, pues sabemos (y transcribimos en su momento) esta documento, que sería traído a colación en las disputas entre Villanueva de la Jara y su antigua aldea de Quintanar del Marquesado.

La relación entre ambas villas era de odio y se confundían las actuaciones del corregidor y alcalde mayor de San Clemente como si fueran propios de los vecinos de esta última villa. Razones había, pues un regidor de Villanueva de la Jara, Miguel Sánchez de Mondéjar, después de deshonrarlo en la plaza pública ante sus vecinos, fue obligado a andar con grilletes hasta Iniesta, donde estaba el alcalde mayor Fernando de Vera. De éste se decía que quería destruir Villanueva de la Jara, pues en diciembre de 1607 había ido hasta Mahora, donde se hallaba un alcalde entregador para que impusiera a los vecinos de Villanueva de la Jara hasta dos mil ducados de condenaciones.  Y al corregidor se le atribuían estas palabras proferidas en Motilla: voto a Cristo que he de destruir Villanueva de la Jara. Al receptor Pedro Bernal lo había llevado preso hasta Madrid, en un gesto que hemos de ver un intento de primacía del Consejo Real sobre la Chancillería de Granada

Entre los jareños destacados enemigos de la justicia sanclementina, los había que dieron la cara en el proceso contra el corregidor Mendoza Mudarra. Uno de ellos era Pedro Clemente Arostegui, un mozo soltero e hijo del regidor Andrés Clemente que narraba los hechos y a su modo de ver la parcialidad del corregidor de San Clemente, apoyando a Pedro Monteagudo y su cuñado Miguel Mondéjar frente a los alcaldes doctor Bravo, Cuevas y el alguacil Saiz de Pozoseco. Lo que señalaba, al fin y al cabo, unas diferencias de bandos en Villanueva en la que los Clemente habían tomado partido por los segundos. Eran familiar que se cerraban a la presencia de nuevos aspirantes al poder; así, Andrés de Alarcón, que se decía tenía casa y familia en Buenache o Pedro de Tébar Mondéjar (era hermano de Miguel), morador en Cañada Ancha (un enclave de Alarcón, residual de lo que fue su alfoz y en medio de la Jara y sus antiguas aldeas).

El ambiente en Villanueva de la Jara estaba muy enrarecido. Pedro de Monteagudo recién liberado andaba retraído de iglesia en iglesia y en los cambios de templo iba con una escopeta dispuesto a disparar a quien lo prendiera para meterlo en la cárcel, de donde había escapado tras pegarle con un mástil de grillos a la mujer del alcaide, refugiándose después en la iglesia mayor, junto a otros huidos, como Antón López de Castillo, recaudador de alcabalas, o Juan de Ergueta, acusado por una mujer, hasta que sus aventuras acabaron por intervención y apresamiento por el corregidor. Otros testigos hablan que por las calles andaba un condenado a muerte acusado del asesinato de cuatro o cinco personas y otro delincuente condenado a galeras. Pero la cárcel de Pedro de Monteagudo tampoco fue bien vista, pues fue llevado a San Clemente, saltándose las ejecutorias de Villanueva, como escandaloso debió resultar el apresamiento del receptor granadino Pedro Bernal, que fue llevado a la cárcel de la corte en Madrid, donde estuvo tres meses, perdiendo seiscientos ducados en su apresamiento. La villa estaba revuelta con tales amaños... y escandalizada tras haber deshecho la última elección sin saber qué camino buscar.

La Chancillería de Granada era vista por los pueblos como un alto tribunal que defendía sus privilegios frente a las intromisiones de la monarquía polisinodial de los austrias. La llegada del receptor granadino Gaspar Mínguez junto a su criado Gabriel de Torres a Villanueva de la Jara en la noche del 29 de abril de 1608 fue vista como un libertador de la villa frente al corregidor sanclementino Diego Mendoza Mudarra, que, en palabras repetidas una y otra vez por los jareños, la quería destruir. En la percepción de la situación de la oligarquía de los jareños, la villa, al no respetarse sus privilegios de primera instancia, estaba alborotada. Como era habitual, el corregidor intentaba conseguir el apoyo de algunos vecinos para imponer la política del Consejo Real, que no era otra que el control de los granos para alimentar a la población y evitar situaciones pasadas de riesgo de hambre o que ese hambre fuera real, como debió ocurrir en pueblos tales como Casasimarro u Honrubia en 1607. La situación no era nueva, en la década de 1580, y en especial tras la desastrosa cosecha de 1584, ya se registraron las cámaras y graneros de los particulares (catas, en la jerga de la época) para evitar el acaparamiento de trigo. Ahora, una generación después, el remedio buscado entonces, la creación de nuevos pósitos para regular el abasto de granos, evitando la irregularidad de las cosechas, se había mostrado como un fracaso. Los pósitos eran almacenes de granos para prevenir la escasez y una especie de depósito bancario con caudal suficiente para la compra de granos si llegaba la ocasión. Prestaban además grano a los labradores para la siembra, que era devuelto con un pequeño interés en el momento de recogida la cosecha para el quince de agosto. Pero la realidad era que los especuladores se presentaban en las mismas eras para comprar el trigo para luego venderlo a precios más altos. Muestra de la situación es la sucesión de quejas de los frailes franciscanos, que tenían por costumbre acudir a las eras para pedir la llamada limosna del pan y que ahora no hallaban trigo para su sustento. Estos especuladores eran llamados en la época "los que comen de los pósitos", pues reteniendo el grano en sus cámaras, provocaban el alza desmesurada de los precios. 

Al llegar Gaspar Mínguez a Villanueva de la Jara, el día, 29, se dirige en primer lugar al convento de San Francisco, donde están retraídos el doctor Bravo Hervías, Agustín Utiel, Andrés Sánchez y el alcalde mayor Juan Sánchez. El receptor pretendía recoger una información de testigos en contestación a 22 preguntas, solicitada por los retraídos y que era una acusación contra el corregidor, su alcalde mayor, los escribanos de San Clemente y el ejecutor del pósito Morales, pero además la probanza iba contra los enemigos en la propia villa de Villanueva de la Jara: Pedro de Monteagudo Francisco Cardos, Miguel Mondéjar, Pedro de Tébar, Andrés de Alarcón el viejo y su nieto Juan de Alarcón, Juan del Barrio Córdoba y Francisco de Villena. En lo inmediato se acusaba al corregidor de quitar las varas de justicia a los elegidos en noviembre de 1607, pero las acusaciones se retrotraían a los últimos cinco años, con continuos incumplimiento de la ejecutoria de primera instancia que la villa tenía. La defensa de la primera instancia de la villa la encabezó el alcalde doctor Bravo Hervías, que contó con el apoyo y testimonio de familias de peso como los Clemente y otras recientes en el panorama político jareño como los Cuevas, vecinos dispuestos a declarar contra el corregidor y su alcalde mayor. El doctor Bravo encabezaba una facción que iba más allá de los elegidos en noviembre de 1607 y que recogía el poder de grandes familias el 21 de agosto de 1606: Miguel Sánchez de Mondéjar, Pedro López de Tébar, Juan Gacía de Ruipérez, Lorenzo Borgoño, Ginés González, Francisco Granero y el mismo doctor Bravo, todos ellos regidores perpetuos de la villa.





Grupo de oficiales jareños opuestos al corregidor, según carta de poder de 14 de septiembre de 1607

Juan Sánchez de Ruipérez, Martín López de Valera, Agustín de Utiel, Gabriel Martínez, Andrés Sánchez, Ginés González, Pedro de Ruipérez y Francisco de Garay


Testigos contra el corregidor de San Clemente

Benito López, barbero, de San Clemente

Pedro Clemente Arostegui, mozo soltero

Alonso Saiz de Pozoseco, 33 años

Albaladejo, arrendador de la correduría. 40 años

Lucas Solera, ha sido alguacil y es hombre del campo

Juan de Cuevas Zapata, hidalgo, 36 años. hidalgo de ejecutoria (es hijo de Diego Cuevas Montoya, ejecutoria de 1595, ganada por su madre en Las Pedroñeras, en nombre de su hijo)

Francisco Martínez, 

Miguel Sánchez de Mondéjar, vive de su hacienda y de unas viñas, 30 años

Pedro de Cuevas Montoya, hidalgo. 40 años

Andrés Clemente, no se define como hidalgo

...Sáez del Pozoseco

Pedro Montoya, 50 años, vive de su hacienda

ACHGR, C 736-5  El doctor Bravo y consortes contra el corregidor Diego Mendoza y Mudarra. 1607-1608



Monday, October 6, 2025

Los Cuevas, entre Tarazona y Las Pedroñeras

 La defensa de la hidalguía de Diego de Cuevas Montoya correspondió a su viuda Isabel Ruiz Zapata, que defendió la condición hidalga de sus hijos Juan de Cuevas Zapata, Pedro de Cuevas, Diego de Cuevas, Francisco de Cuevas, Isabel Zapata, Juana Zapata y Antonia Montoya.

Juan de Cuevas casado con Teresa Montoya, vecinos de Almendros. Tienen por hijos a Pedro de Cuevas, que se va a vivir a Las Pedroñeras, y Francisco de Montoya, que se va a vivir a Tarazona. Francisco de Montoya casará con Catalina de Escobar; del matrimonio nacerá Diego de Cuevas Montoya, casado con la referida Isabel Ruiz Zapata. EL matrimonio vivió entre Villanueva, Villalgordo y Tarazona, donde tenían casas y hacienda. Es de presuponer que, al quedar viuda Isabel, buscara la protección de sus hijos en la familia de las Pedroñeras, si bien los Cuevas están ocupando cargos concejiles en la primera década del seiscientos en Villanueva de la Jara


Testigos en 1590

Gonzalo de Valsalobre, hidalgo de Almendros, 80 años

Bachiller Ginés González, vecino de Villanueva de la Jara, 62 años. Hijo de Bartolo González fallecido hacia 1575-1580 con 80 años; su suegro es Lorencio Borgoño, de la misma edad que su padre


ACHGR, sign. ant. 301-87-24. Ejecutoria de hidalguía de los Cuevas de Las Pedroñeras

Thursday, October 2, 2025

Redención de censo, Tarazona

 María de Espínola, viuda de García de Tresjuncos, vecina de Tarazona, y heredera de Ana Espínola, la ciega, vecino de Villanueva de la Jara, concede su poder a Benito López Juncos, vecino de Tarazona, para que pueda cobrar los débitos de un censo tomado por Juan Cardos y que ahora quiere redimir de 600 reales (año 1653)


Imagen tomada de Todocolección, con el único fin de mantener estos documentos al alcance antes que desaparezcan en manos privadas



Venta de tierras por los Buedo

 venta de tierras de un haza trigal de veinte almudes en La Muela, camino de la casa de Rabadán, en Vara de Rey, por Martín de Buedo Gomendio y su mujer doña Ana Preceda Borgoño, vecinos de Vara de Rey, a favor de Lucio Pardo de Contreras, vecino de Villanueva de la Jara. 19 de enero de 1626


Manuscrito de venta en Todocolección en el momento de la recepción de datos








Friday, September 26, 2025

López Cantero vs. Espinosa

 Entre 1627 y 1629 se desarrolla un pleito entre Pedro Castañeda Espinosa y el doctor Pedro López Cantero, ambos vecinos de Iniesta sobre la propiedad de la Calera, en términos de El Peral e Iniesta. El primero se presenta como un pobre, cuyos bienes no llegan a tres mil maravedíes y solicita justicia gratuita.

El pleito lo que muestra es la ruina de los Espinosa en Iniesta y la usurpación de sus propiedades por el doctor Pedro López Cantero. Este era un letrado que ocupaba el cargo de alcalde mayor en Moya el año 1627. E Pedro Castañeda de Espinosa debería haber recaído la hacienda de la familia Espinosa de Iniesta, como heredero con beneficio e inventario de los bienes de su padre Jerónimo de Espinosa y de su tío Francisco de Espinosa. Esta herencia se concentraba en dos puntos: en la Calera, en los términos de El Peral e Iniesta, con una heredad de mil almudes de tierra calma de labor, con su casa, era y pozo, que llaman de Espinosa, y una viña de ocho mil vides, cercada de olivos, en el sitio llamado la Herrada (o La Rada), camino del santuario de la Consolación y en el término de Iniesta. Esta hacienda producía una renta anual de doscientos cincuenta ducados.

La forma de apropiación de las tierras por Pedro López Cantero se remontaba a cuarenta años atrás, aprovechando la muerte a finales de la década de 1580 de Jerónimo Espinosa y su hermano Francisco. Jerónimo había sido mayordomo del marqués de Moya, pero a la hora de rendir cuentas había sido alcanzado por numerosas deudas, fruto de ello fue el embargo de tierras de la Calera por impago de deudas. Pedro López Cantero, ante la posibilidad de que los Espinosa pudieran recuperar las tierras (las deudas se satisfacían anualmente con el pago de las rentas generadas hasta su liquidación), pasados 25 años, traspasó las tierras como donación a su hijo Juan López Cantero, ordenado sacerdote, pasando a tener la condición de manos muertas, aunque de disfrute familiar. Con el tiempo, los 150 almudes comprados en subasta por el doctor Pedro se ampliaron a mil (quinientos reconocía él) en clara usurpación. En cuanto a las tierras del camino de Consolación, propiedad de Francisco de Espinosa, el proceso de endeudamiento de éste le obligó a rematar sus propiedades en favor del doctor Pedro López Cantero, que pasados 25 años las cedíó como dote matrimonial a su hijo Miguel López Cantero, que se aseguraba a futuro las tierras al casar con una mujer del clan de los Espinosa, Meliana Espinosa. No lo sabemos, pero es probable que el pleito fuera inducido por la viuda, a la muerte temprana de su marido Miguel o, lo que es más probable, que esta entrará en colisión con su familiar Pedro Castañeda Espinosa.


ACHGR, C 5303-6


El primer tercio del siglo XVII es un periodo donde los vaivenes de la coyuntura nos hacen difícil ver la realidad. En los estudios pasados de un historiador económico se analizaban producciones de granos para concluir unas cifras similares al último tercio del siglo XVI. No obstante, lo que sabemos es que hubo periodos de profundas crisis de carestías alternas con años de crecimiento. Los datos poblacionales se hacen eco de estas alteraciones, proporcionando datos de difícil interpretación solo comprensibles en el marco de movimientos migratorios comarcales en busca de oportunidades.
La segunda parte constatable de estas tres primeras décadas del Seiscientos es la consolidación de una nueva oligarquía local por la concentración de la riqueza. Poco a poco, vamos conociendo cómo la ruina de unos ricos del pasado fue la fortuna de los ricos del futuro. Sabíamos del caso de los Ortega en San Clemente y su voracidad carroñera para hacerse con las propiedades de los Buedo, ahora tenemos constancia de los López Cantero y cómo fueron inmisericordes con la hacienda de los Espinosa para usurparla

Thursday, September 25, 2025

Los Villanueva, II



Cuando Andrés de Palomares llegó a Villanueva de los Escuderos, una aldea de Cuenca, en 1530 era un pueblo de apenas una treintena de vecinos. Andrés de Palomares había llegado a Villanueva de los Escuderos, viudo, y acompañado de su hermano Pedro de Villanueva. Su hijo Hernando de Espinosa se había trasladado a Alarcón, mientras que el nieto Andrés Villanueva Vizcarra se había casado en la Parrilla, trayendo su mujer a Alarcón, hasta que quedó viudo y casó por segunda vez en La Alberca de Záncara.

El abuelo Andrés de Palomares había tenido cuatro hijos, el mencionado Hernando de Espinosa, García de Vizcarra, Andrés de Vizcarra, que habían marchado a vivir a Alarcón y el otro hermano era Pedro de Montoya, morador de la aldea de Cañada Juncosa y en Tébar. El abuelo Andrés de Palomares había casado en primer lugar en El Peral con Inés de Espinosa, quedando viudo, y volviendo a casar en Villanueva de los Escuderos con mujer apellidada Vizcarra (?) y se habían instalado en Tébar, aldea de Alarcón. Con ellos iba el hijo de la primera mujer Hernando de Espinosa, que se casó con Elvira Téllez, natural de Alarcón.

Andrés de Palomares procedía de Vara de Rey, aunque el apellido familiar hemos de considerarlo materno, pues sabemos que su padre era Hernando de Villanueva y que sus hermanos portaban el apellido Villanueva, Pedro y Álvaro, que se habían instalado en Alarcón y su aldea Tébar. Si Álvaro no tuvo descendencia, Pedro Villanueva tuvo cuatro hijos: Hernando de Palomares, casado en Tébar, Antonio de Villanueva, que vivió en Alarcón (y tuvo otros cuatro hijos: Juan y Pedro, casados en Alarcón,  otro hijo llamado Luis, casado en Alpera, aldea de Chinchilla, y uno último, Andrés de Villanueva, casado en Mohorte y luego viviendo en Vara de Rey)


Litigante: Andrés Villanueva Vizcarra

Padre: Hernando de Espinosa

Abuelo: Andrés de Palomares, llega a Villanueva de los Escuderos hacia 1530

Testigos, 

Juan de Moya, hidalgo de Villanueva de los Escuderos, lugar de la tierra de Cuenca

Hernando de Montoya, hidalgo de Villanueva de los Escuderos, 75 años 

Juan de Tébar, labrador y hombre llano de Tébar, aldea de Alarcón, 70 años


ACHGR, 301-80-16


















Sunday, September 21, 2025

Sisante, segúnTomás López (1787)

 Sisante se tiene por población moderna, fue aldea de Vara de Rey hasta el año 1635, que compró su villazgo. En 1787, se gobernaba por un corregidor y había sobrepasado en población, 900 vecinos, haciendas y bienes a su antigua villa madre de Vara de Rey. El corregimiento incluía a Sisante, Vara de Rey, Pozo Amargo, Casas Benítez y Casas de Guijarro. El ayuntamiento de Sisante se componía de diez regidores perpetuos: alférez mayor, alguacil mayor, alcalde mayor honorífico, guarda mayor de montes, dos fieles ejecutores, un procurador síndico general, un acrecentado y dos regidores llanos. La mayoría de ellos vacantes, hay, asimismo un fiscal general y dos escribanos.

Es parroquia independiente, separada de Vara de Rey en 1774, Hay un cura y tres tenientes (más otro en Pozo Amargo). La patrona del pueblo es Santa Catalina virgen y mártir. En la población también hay dos ermitas que sirven como ayuda de parroquia.

Destaca el convento de la antigua regla de Santa Clara. Se fundó en 1714, aunque desde 19 años antes existía un beaterio. Todo por dirección del padre Cristóbal Hortelano; este sacerdote con don Guillén de Moncada, marqués de Aitana, lo fundaron y dotaron dejándole aquel todos sus bienes y señalándole el marqués 800 ducados anuales, que luego serán incrementados por cantidad similar. Se refiere que en la fábrica de dicho convento se apareció una yegüecita, que, después de haber llevado todos los materiales para la obra, desapareció.

Se venera en la iglesia del convento de la regla de Santa Clara una prodigiosa imagen de Jesús Nazareno, que es sin duda una de las más insignes de España. Es obra de la célebre escultora doña Luisa Roldán, y el modo de su venida, según consta de varios instrumentos que conservan las religiosas es el siguiente: hallábase el referido padre Hortelano en Madrid sumamente deseoso de encontrar una imagen de Jesús para colocarla en su convento de Sisante, y practicando las diligencias para hallarlo le salió al encuentro una niña de ocho años, llamada Elena, quien llamándolo con su propio nombre, sin haberlo visto jamás, lo llevó a la casa de los hijos de doña Luisa Roldán, en donde vio la santa imagen. Robóle el corazón, que, al considerarse imposibilitado a pagar la cantidad de 15000 reales de vellón que le pidieron por ella, concibió tal dolor que se le saltó una costilla, durándole toda la vida el dolor. Pero el Señor consoló bien presto a su siervo, pues en menos de 24 horas juntó la limosna suficiente para completar sus deseos. Siendo digno de notarse que habiendo estado varias veces encajonada la santa imagen para Roma y otras partes por orden de las primeras personas de Madrid, siempre se desconcertó el trato y que en la misma mañana que salió para Sisante fueron en su encuentro con orden del Rey para embargarla y colocarla en el convento de San Diego de Alcalá a expensas de su majestad, lo que no hicieron habiéndola encontrado fuera de los términos de Madrid. Sabedores de todo los piadosos hijos de doña Luisa dieron de limosna a esta comunidad la bella imagen de Nuestra Señora de los Dolores, obra también de su madre, y ambas imágenes son de la estatura singular de un cuerpo humano.

Se halla también colocado en la iglesia una imagen del Santo Cristo, intitulado de la Buena Muerte, que un pastor realizó con su navaja y regaló al padre Hortelano. Tiene esta villa en el Júcar tres molinos harineros: los del Concejo, los Nuevos, el Batanejo (antes eran de la villa de San Clemente o en poder señorial) y también están los molinos de la Losa. De los 32812 almudes de tierra que componen su término, 12511 son incultas. EL resto se cultivan, pero muchas de ellas, por ser de guijarros y areniscas son de poco rendimiento para granos, por lo que se cultiva viñas, olivares, azafranales y zumacares. Si bien las tierras estaban expuestas al los hielos que arruinaban los frutos.

De los 900 vecinos, cincuenta o sesenta son hacendados, dependiendo de estos los demás que se emplean en los plantíos como azadoneros, hasta un total de 800, que suelen tener algunas tierras pero insuficientes para su manutención. Las mujeres son muy laboriosas y diestras en la hilaza de cáñamo y estambre de rueca. El pueblo estaba pidiendo por entonces una escuela o taller de hilatura.

El termino de Sisante huye del llano manchego, es accidentado. Al Norte es el monte elevado 496 varas en la conocida dehesa de la Olivilla y cerro de la Muela, donde se abren dos barrancos muy anchos y profundos que los lugareños llaman torcas. Junto a la Olivilla, con diminio de pinos, hay un encinar, propiedad de un caballero apellidado Saavedra. Al sur está la llamada Sierra, que culmina allí donde se ha levantado el santuario de Nuestra Señora de la Cabeza. Ambos montes confluyen en Vara de Rey, formando entre ellos una cañada intitulada de Vara de Rey, plantada de viñas y olivares. Al oriente de la población y siguiendo el río Júcar se extiende otra zona de monte o bosque. Dicho monte, empezando por el mediodía esta poblado de monte bajo de encina y se llama este paraje los Matorrales, luego de pinos y se intitula el Pinar (de Azaraque antiguamente), luego de encinas, llamado los Llanos, donde se encuentra otro paraje denominado la Dehesilla. Hay canteras de piedra blanca muy buena para la edificación, fácil de labrar, tersa y durable, y en una colina cerca del pueblo se encuentran jaspes bastos, de que está hecha la pila bautismal.

El escudo del pueblo tiene por armas dos calderos con una cruz en medio con esta forma, en campo azul

La producción de granos no da para alimentar a todo el pueblo. La producción de vino, sin embargo es excelente y de calidad, gran parte se exporta a Madrid y otro tanto hasta Valdepeñas, aunque aquí se dice que los arrieros lo adulteran con agua, perdiendo calidad y fama. El producto que mejor fama tiene es el azafrán, el mejor de la Mancha, aunque sin llegar a la fama del de Albacete; los holandeses lo pagan a buen precio. El aceite no desmerece al de Andalucía, con un molino para su producción. El resto, esparto que en nada se aprovecha.

La cosecha es la siguiente:

  • Vino, 50000 arrobas
  • 1000 libras de azafrán
  • 3000 libras de aceite
  • 5000 libras de zumaque

No se conoce fábrica alguna, por eso abundan los mendigos, aunque en este momento de 1787, Sisante anda detrás de conseguir una fábrica real de hilaturas. Entretanto, la producción textil anda diseminada entre los hogares familiares que dan lo suficiente para vestir a la población. Se celebra un mercado los viernes que es comarcal, donde los vecinos se surten de algunos alimentos y ropas.

La educación se imparte en un estudio de lengua latina, dotado con cien ducados de los propios del ayuntamiento. Sin embargo no hay dotación alguna para estudio de primeras letras, algo chocante para pueblo tan numeroso en vecindad y con corregidor.

Las enfermedades más comunes son tabardillos y dolores de costado, se ha padecido de tercianas pero con menos rigor que otros pueblos. Aun así, la mortalidad es alta, 804 muertes entre párvulos y adultos

Relación dada por el cura Francisco Javier Montón.



BNE, MSS. 7298 (h. 666-669)





Saturday, September 20, 2025

Las santas no reconocidas de la Tercera Orden franciscana de San Clemente

 Entender el franciscanismo femenino en San Clemente es comprender la evolución personal de cada una de las mujeres insignes que le dieron vida. Su evolución es la que discurre desde la anarquía a la regla, puede parecer una exageración, pero si olvidamos el aspecto religioso, pues no podemos dudar de la fe de cada una de estas mujeres en el tiempo que le tocó vivir, la evolución de sus vidas viene marcada por la renuncia a sí mismas.

La Melchora fue la primera de ellas. Mujer ruda y de carácter, difícil de someter a regla y obediencia alguna. Lo suyo era la acción desprendida hacia los demás: atender pobres y cuidar enfermos. Se le quiso meter en vereda y para aceptarla en la Tercera Orden Regular de las "isabelas" se mandó desde Infantes a sor Ana Sánchez. Fue un gran error de la orden franciscana; posiblemente, si se hubiera mandado a la hermana de sor Ana, Catalina Ruiz, las cosas hubieran ido mejor. No fue así y el franciscanismo estuvo a punto de sucumbir. Un talante distinto, aunque las mismas ansias de independencia debieron tener Ana Pacheco, hija de los señores de Minaya, y la Remona, hija de unos labradores ricos, pero ambas fueron más circunspectas que la Melchora y de su vida hicieron un ejemplo de vida cristiana, siguiendo el ejemplo de Santa Clara e Isabel de Hungría. Ana Pacheco murió en 1553; la Remona no lo sabemos. Sus vidas fueron ajenas a conventos, por esa razón eligieron como sepulturas el hogar familiar, es decir, la capilla de la iglesia de Minaya, y la pequeña iglesia de Perona. Buscaban el alejamiento del mundo y el reposo eterno y la Iglesia convirtió sus sepulturas en santuarios para la peregrinación.
Este primer franciscanismo, que se inventaba día a día con una vida de rectitud de sus protagonistas, debía someterse a convento y a regla que lo ordenase. Tres monjas protagonizarían esta nueva etapa: Lucía Valderrama, Isabel Rodríguez y Catalina Ortiz. Son las mujeres que aprendieron la vida regular junto a los frailes en el convento dúplice de Nuestra Señora de Gracia y permitieron la transición a la clausura. Una nieta de cantero, otra de condenado por la Inquisición y una más de la que poco sabemos, la última, pero que sería quien definiría la nueva vida conventual de las "isabelas".

Lucía de Valderrama la tenemos por nieta del cantero vasco Pedro de Oma, por su hija Mari Pérez de Oma. Lucía es todavía una beata, que acompaña la oración con el cilicio, una asceta que ya busca la unión mística con Dios y que dice tener revelaciones divinas, pero su vida no es la la de la beata que busca el ejemplo del Evangelio en el hogar familiar, Lucía, al igual que otras mujeres que se han visto huérfanas de la casa dejada por Martín Ruiz de Villamediana, pues sobre su solar se edifica nuevo monasterio, busca el cobijo en el convento masculino de Nuestra Señora de Gracia, que acoge a unas hermanas franciscanas de las que tenemos dudas que hayan dado el paso del beaterio a la regla. Cuando Lucía muere a los cuarenta años, en 1570, y es enterrada a la derecha del altar mayor de Nuestra Señora de Gracia, su hagiógrafo nos dirá: "porque como aún no tenían velo monacal ni prometían clausura, tenían en aquel lugar su asiento para en vida y su entierro para en muerte, donde así ellas como otras muchas descansan y reposan en el señor". La beata Lucía descansaría así, junto a sus compañeras, en la misma iglesia que muy probablemente ayudó a edificar su abuelo, el cantero Pedro de Oma.

Isabel Rodríguez es una mujer de transición. Es treinta años más vieja que Lucía Valderrama; ha nacido con el siglo, en 1500. Decimos que es de transición pues es una conversa, que ha visto a varios familiares condenados por la Inquisición y que busca la aceptación en la iglesia con el rigor de su profesión monacal y es de transición porque recorre las diferentes etapas del franciscanismo femenino en San Clemente: del beaterio a la regla de la Tercera Orden, de la Tercera Orden Regular a la clausura. Abandona el vestido por el sayal y los zapatos por las alpargatas. En ella, hay un deseo sincero por apartarse del mundo e imitar el modelo de Cristo, a veces un poco histriónicamente, dándose bofetadas y puñadas hasta sangrar, y mortificando su cuerpo con los ayunos. Pero Isabel Rodríguez es ya una organizadora, que trata de imponer a sus compañeras unas reglas y hábitos de conducta. Hemos de imaginar la vida de estas primeras monjas un tanto desarregladas, la cama podía más que el desperezarse y las ganas de vivir más que la oración. Isabel, con su ejemplo, impondrá a sus compañeras la nueva vida: "fue de mucha oración y vigilia y no solo se contentaua con esto, más aún, como era ella la que se levantaua primero en todo el convento, yua a las camas de todas y despertándolas las dezía: 'ea señoras, levántense a loar al Señor'". Cuando muere con setenta y siete años en 1577, el mundo ha cambiado completamente y el San Clemente libertino que la vio nacer también: España ha abrazado el rigor de la reforma trentina de la Iglesia y San Clemente ha visto levantarse, ya finalizado entre 1570 y 1575, las paredes verticales y continuas del monasterio de la Asunción de la Madre de Dios, destinado al encerramiento y clausura de las monjas.

Catalina Ortiz, natural de San Clemente, es la última de nuestras protagonistas. Monja durante veinte años, llevó el rigor de su profesión hasta sus últimos extremos: sayal, sin camisa y con cilicio, descalza de pies, salvo un pedazo de zapato que se ponía en uno de ellos para "yr haziendo un poco de estruendo cuando andaua, especialmente quando había gente forastera que la podían ver". Sus veinte años de profesión religiosa debieron coincidir con los veinte años que tardó la construcción del monasterio de la Asunción de San Clemente, gracias al apoyo pecuniario de Isabel de Pedrola, y que se llevaría a cabo entre los primeros años de la década de 1560 y los inicios de la década de 1570. Catalina fue la guardián del convento, pues permaneció en él durante toda su construcción, soportando rigores e inclemencias del tiempo, durmiendo en el hueco de una escalera, en una concavidad, cual "pesebre de Cristo", que únicamente abandonaría para acomodarse en "pesebre" similar en el coro bajo ya finalizado, desde donde podía contemplar y velar el Santísimo Sacramento. Por cabecera de su lecho tenía una piedra, si bien pronto cambió el estar tendida por vivir y dormir de rodillas; es decir, su vida despierta era dedicación continua al rezo y la lectura, que, por deseos de imitación de los sufrimientos de Cristo, se limitaba a la Pasión. Lo suyo era dar el ejemplo más sacrificado, mientras las monjas ya llegadas al nuevo monasterio de la Asunción hacia 1575, evitaban el rigor de los fríos inviernos sanclementinos al calor de la lumbre, Catalina se aproximaba la fuego para colocarse allí donde el humo se hacía irrespirable y si abandonaba el calor del hogar era para salir a los campos nevados y andar descalza. Al parecer, en esto intentaba superar a su vecina Guiomar del Castillo, clarisa profesa en Huete, hija del fundador de Nuestra Señora de Gracia y otra de esas santas que nunca la Iglesia reconoció. Andaba con sayal roto y remendado, su alimento era pan y agua, acompañado de alguna hoja de lechuga. A pesar de que su existencia final coincide con los malos años de la década de 1580, no hemos de pensar que su frugalidad alimentaria fuera fruto de la necesidad, pues cada una de las monjas isabelas tenía asignada su ración diaria, pero la pobre Catalina, con licencia de la abadesa, la regalaba a los pobres de su pueblo. Es cierto que en el comer, penurias también pasaban las novicias, que, en lo que era costumbre instituida, no comían en mesa sino en tierra y, en gesto de humildad, besaban los pies al resto de las monjas mayores, pero Catalina Ortiz, actuando como una novicia más, se exigía las mismas obligaciones. Sin embargo, Catalina no era monja mustia ni severa, gustaba el cante con su voz ronca, aunque fuera el "Santus, santus" que oyó Isaías y se regocijaba bailando en torno al brocal del pozo del claustro del monasterio las noches despejadas y cielo abierto en alabanza de la "eterna belleza del Creador". Su hagiógrafo, inmisericorde, hablará de "espiritual sarao... ayudando a los ángeles a medianoche a celebrar los maytines" para describir las visiones, en su frenesí, de Catalina, que veía en el Cielo a los ángeles festejando a Dios. Fiesta que ella, imitándola, traía aquí a la Tierra. Catalina gozaba del Cielo en la Tierra: "Y así a mi quenta los malos tienen infierno y medio, y los buenos Gloria y media. Media gloria en esta vida y entera en la advenidera". Catalina era mujer que hacía convivir la alegría con el dolor en su cuerpo, pues del baile pasaba a coserse el pecho con aguja e hilo. Sus excentridades causaban estupor y admiración entre las monjas, que reconocían su auctoritas por encima de esa otra de la abadesa: "en ella hablaua la vida, en la abadesa el oficio". Era tal su ascendencia sobre el resto de las hermanas que le llamaron "la columna del convento". Catalina Ortiz murió el sábado siguiente a Pentecostés de 1580, había nacido en 1518. Su cuerpo será enterrado en el monasterio de la Asunción de la Madre de Dios de San Clemente, donde había profesado y velado por su construcción desde sus inicios como edificio conventual.


BNE, B 20 FRA (RESERVADO), fols. 161-166. 

Hystoria de las personas illustres y notables en santidad, de la santa Prouincia de Carthagena, de la orden de nuestro Seraphico Padre San Francisco, que hasta ahora no estan puestas en escriptura alguna desde el año de mil y quinientos, hasta el presente de seyscientos y diez y siete [Texto impreso] / compuesta y ordenada por fray Melchior de Huelamo... de la mesma Orden... ; recopilada por mandado del Reuerrendissimo señor Don fray Francisco de Sossa Obispo de Osma... ; escriuese la vida y muerte santa del sieruo de Dios fray Martin de Carrascosa, sepultado en san Francisco de Cuenca


PD.: creemos que Catalina Ortiz tiene relación con los Ortiz de Villarrobledo 

Thursday, September 18, 2025

Sor Ana Sánchez

 De Sor Ana Sánchez, la monja que de Villanueva de los Infantes vino a San Clemente para poner orden y consolidar el nacimiento de la Tercera Orden franciscana en San Clemente, apenas si se sabe nada, más allá de la colisión de intereses, y de carácter, con la Melchora, que le obligó a dejar la villa y volver a Infantes.

Sor Ana Sánchez procedía del convento de Villanueva de los Infantes, perteneciente a la Tercera Orden, "dicho con título y vocación vulgar la Concepción". Su hermana, Catalina Ruiz había sido fundadora del convento; una mujer que antes que priora fue una mujer dedicada en cuerpo y alma al cuidado de enfermos durante cuarenta años. De su hermana el cronista franciscano Melchor Huélamo apenas si nos dice nada o muy poco: 

"Ana Sánchez fue hermana de la pasada (Catalina Ruiz), y religiosa deste mesmo convento, fue muy exemplar y santa. Murió y vivió con opinión de tal. Y después de muerta, vieron algunas religiosas, en su aposento y cama una grande claridad: indicio claro y manifiesto de la accesible gloria que su alma posee (I Tim. 6)


BNE, B 20 FRA (RESERVADO), fols. 158

CONVENTO DE SANTA CLARA DE VILLANUEVA DE LA JARA

 El convento de clarisas de Villanueva de la Jara fue fundado en 1578. Se fundó a solicitud y con la hacienda de los hermanos Pedro Monteagudo y María Sánchez. Como eran viudos, el primero tomó el hábito de San Francisco y la segunda el de Santa Clara. María junto a dos sobrinas e hijas de Pedro serían las primeras monjas profesas del nuevo convento de la Jara. De las dos hermanas destacó por su virtud Teresa de Monteagudo, "religiosa de sencillez columbina y de muy singular paciencia". Celosa en el ejercicio de la religión, cuando el resto de monjas decían prima rezada en el coro alto, ella se separaba sola en el coro bajo para decir prima con mayor solemnidad. Tenía el don de derramar abundantes lágrimas en recuerdo de la Pasión y muerte de Cristo. Nos recordaba la monja que "en las monjas aya diversidad de color en el hábito, como en las de Santa Clara pardo, en las de San Benito negro, en las de San Bernardo blanco, en las de la Concepción blanco y azul, pero, llegado el velo, en todas es negro", en señal de luto por la muerte de Cristo.

Otra hermana destacable por su virtud fue Catalina Evangelista, monja de "grande abstinencia, disciplina y cilicio". Su corta vida se desarrolló entre dolores de estómago y gota artética durante ocho años: "era como un vivo retrato de Job". Murió a los treinta años, rodeada de sus compañeras, mientras cantaban el salmo "In te Domine speravi".

Por último destacar la corta vida de Catalina de Sena. Entró en el convento con diez años, para morir a los dieciocho. "Esta religiosa niña fue llevada y vendimiada en agraz". Sentada en la cama y con la mano en una mejilla, una religiosa le dijo: "niña, creo que te mueres". A lo que respondió. "pues si me muero cántenme el credo".

El convento de monjas de Santa Clara tenía fama por su obediencia, pero esta fama se la había ganado tras una insubordinación previa de sus monjas. Al parecer, su petición fue dirigida al Sumo Pontífice, sin que sepamos si la causa fue la búsqueda de una reformación hacia mayor espiritualidad o simple deseo de libertad, pues el cronista nos dice que ha de ser Dios quien lo juzgue. La rebelión fue dirigida por dos monjas cuyo nombre no se dice, y que platicando una tarde comunicaron su decisión de abandonar la regla al resto de sus compañeras, conminándolas a hacer lo mismo y amenazándolas de ahogar a aquellas que no las siguieran. Fuera la sinceridad de la amenaza tal o no lo fuera, el caso es que las monjas padecieron el castigo divino y murieron en los siete días siguientes de la enfermedad del garrotillo, un mal que afectaba al tracto respiratorio y provocaba la muerte por ahogamiento, "tomando en ellas Dios castigo y venganza". La primera no fue consciente de su muerte, pero la segunda sí, después de que aquella ya difunta se le apareciera para comunicarle un lacónico "Dios quiere que mueras". En su agonía, recomendó obediencia a sus prelados y superiores y reconoció la inobediencia como causa de su muerte. Desde ese momento, el convento de Vilanueva de la Jara fue modelo de obediencia a sus superiores



BNE, B 20 FRA (RESERVADO), fols. 128-130

Hystoria de las personas illustres y notables en santidad, de la santa Prouincia de Carthagena, de la orden de nuestro Seraphico Padre San Francisco, que hasta ahora no estan puestas en escriptura alguna desde el año de mil y quinientos, hasta el presente de seyscientos y diez y siete [Texto impreso] / compuesta y ordenada por fray Melchior de Huelamo... de la mesma Orden... ; recopilada por mandado del Reuerrendissimo señor Don fray Francisco de Sossa Obispo de Osma... ; escriuese la vida y muerte santa del sieruo de Dios fray Martin de Carrascosa, sepultado en san Francisco de Cuenca

Autor

Huélamo, Melchor de (O.F.M.)