Los jóvenes pertenecientes a las familias que integraban las élites de la Manchuela conquense se formaban en la Universidad de Alcalá. Allí tenían acogida en el colegio de los Manchegos fundado por el doctor Sebastián Tribaldos. tal era el caso de Julián Chavarrieta Ojeda, matriculado en cánones, un trece de diciembre de 1628 y que ahora en 1630 estudiaba su segundo curso. Un abnegado estudiante, a decir de dos de sus compañeros
María Zarzuela se nos presenta como la inocencia más pura en una declaración que nos hace justamente dudar de su pretendida ingenuidad. El acceso a las habitaciones de la moza, saltando las tapias del corral a altas horas de la noche no era sino un suceso más, intencionadamente traído a colación en estos casos de estupro, a saber, el de quebrantamiento de la morada con agravante de nocturnidad como elemento acusatorio añadido. Para los escépticos, una joven pretendida, abría las puertas de su casa como se abría ella misma al fogoso Chavarrieta, negando con su testimonio la misma querella interpuesta por su procurador que presentaba a Julián saltando los bardales y tapias de la casa de María por las noches
El caso es que poco importaba la complicidad de la joven, de la cual, como menor, se podía dudar de la responsabilidad de sus actos (no tanto de la permisividad del padre). A pesar de que los constantes encuentros sexuales no habían acabado en embarazo, Juan Zarzuela padre no parecía dispuesto a dejar pasar la oportunidad de emparentar vía matrimonial con los Chavarrieta y Ojeda (Julián era hijo de Juan Chavarrieta y María Ojeda), que pasaban por ser dos de las familias principales del pueblo. Tal como manifestaba el procurador de la familia la deshonra de la doncella afectaba a todo el linaje y solo se remediaba, una vez que María perdió su virginidad, con el matrimonio de los jóvenes, pues que el portillo de su deshonor no se puede soldar ni reparar.
A decir de los testigos, María Zarzuela era moza honrada, principal, de leales costumbres, hermosa y de buen talle, confundiendo intencionadamente sus virtudes morales con sus gracias naturales. Sus primeros escarceos amorosos con Juan Chavarrieta tuvieron lugar por julio de 1629 en la casa que en la calle San Roque tenía la viuda Ana Martínez. La complicidad de las conversaciones y meriendas pronto derivaron en encuentros íntimos en un aposento de la casa de la viuda. María se ausentaba con la excusa de ir tras una gallina que se había escapado en dirección a un aposento y Juan Chavarrieta iba tras ella, reunidos en el aposento, comenzaba, en palabras de la hija de la viuda, menor de nueve años, la danza de ruidos, que una vez terminada, concluía con María saliendo colorada de la habitación. La maledicencia de la acusación era evidente y quizás injusta, incluidas las resonancias sexuales de la gallina objeto de la persecución. Los encuentros amorosos se repetirían en otros lugares y fechas como se sucedieron los testigos presentes dispuestos a denunciarlos ante el alcalde ordinario Francisco de Ortega, que determinaría un veintiuno de abril de 1630 encarcelar a Juan Chavarrieta con grillos y cadena. En la toma de decisión de la prisión debió pesar que por esas mismas fechas la justicia de Motilla recibió mandamiento inhibitorio del rector de la Universidad de Alcalá reclamando la causa. El alcalde motillano remitió el preso a la cárcel escolástica de la universidad de Alcalá de Henares, donde el rector Pedro de Quiroga y Moya le tomó confesión el seis de mayo.
Julián de Chavarrieta era hijo de Juan Pérez de Chavarrieta y María Ortiz Ojeda, en el momento de su prisión contaba con veintiún años. La edad, menor de veinticinco y mayor de catorce, le obligó a nombrar curador que lo representara en el juicio ante el rector alcalaíno. Igual proceder correspondió a María Zarzuela, que contaba con quince años. Juan negó todo; María se reafirmó en lo que había declarado ante el alcalde ordinario de Motilla, insinuando además que por el mes de octubre de 1629 Juan había ofrecido unas uvas a su hermana Catalina. ¿Quién decía la verdad? Al menos sabemos quién mentía y esa era María Zarzuela que en su testimonio alegó no firmar por no saber, pero que en el momento de solicitar curador sí lo hizo unos días antes.
Para dilucidar la verdad se celebró un careo el ocho de mayo entre los dos jóvenes. Julián de Chavarrieta se mantuvo frío e imperturbable; María, insinuante y acusadora: ¿acaso había olvidado Julián que cuando la visitaba dejaba sus zapatos en un parral, su declaración amorosa en el pozo de arriba, sus temores en el campo debajo de una higuera, el bolsico que le había regalado como prenda de futuros esponsales, sus correrías detrás de la gallina? En suma, como añadiría su curador, una doncella honesta, virgen y en cabellos, engañada por un truhán que solo pretendía gozar de ella bajo falsa palabra de casamiento, dejando a la quinceañera deshonrada y burlada. Tal afrenta, a petición de los acusadores, se debía pagar con la cárcel, eludible si la familia de Chavarrieta indemnizaba a los Zarzuela con cuatro mil ducados, pues el estuprador debía pagar su culpa con el matrimonio y con estas sustanciosas arras. Para hacernos una idea de la cantidad, los cuatro mil ducados equivalían a 44.000 reales, el sueldo diario de aquella época difícilmente llegaba a los dos o tres reales. Ingente cantidad la pedida por los Zarzuela, más si tenemos en cuenta que otras hijas casadas de la familia habían aportado como dotes en sus matrimonios cincuenta ducados y ropa de cama.
La defensa de Chavarrieta pasó de la negación de los hechos a la reivindicación de clase. La acusación contra Julián, hijodalgo notorio, venía de gente humilde y baja condición. Era conocido por todos que los abuelos de los Zarzuela habían desempeñado bajos oficios, el materno como alpargatero en La Motilla y el paterno como cardador en Valverde, incluido el servicio doméstico del padre en casa del licenciado Vilches, tío de Julián. En palabras del curador de Julián Chavarrieta, caso contingente el de la gallina, que no tenía por qué concluir en matrimonio de dos jóvenes de tan diferentes y distantes calidades. Además, ¿qué podía pretender una familia, que mandaba a María a la taberna del pueblo a cumplimentar recados y que aceptaba como prenda matrimonial un bolsico en vez de una sortija?
El procurador de Julián de Chavarrieta acabaría consiguiendo la libertad de su defendido un diecinueve de junio, aunque limitada a la ciudad de Alcalá de Henares y sus arrabales. El caso parecía ganado, por eso se hizo nueva petición para que Julián, supuestamente enfermo, pudiera trasladarse a Motilla y curarse con los aires de su tierra. Sin embargo, para evitarlo y a la desesperada, la familia Zarzuela solicitó que se encargase comisión a presbítero, acompañada de dos matronas, para demostrar que la joven había sido desflorada y corrompida por varón. La petición convertiría el proceso, muy legalista hasta ahora, en un lodazal, donde afloraron las acusaciones y actuaciones más espurias. Los Chavarrieta comenzaron por dudar de la honestidad de María, una joven que andaba a todas horas por la calle, servía a un cura y, presente en su proceso en Alcalá, había alternado sin mucho rubor con los estudiantes
(continuará)
Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES, 193, Exp. 24. Pleito de Maria de Zarzuela, natural de Motilla del Palancar (Cuenca) contra Julián de Chabarrieta Ojeda, estudiante de la Universidad de Alcalá, por incumplimiento de promesa de matrimonio. 1630
le a uisto cursar en ella la facultad de cánones ques la que professa oyendo sus liçiones con cuidado de los catedráticos de liçiones desta unibersidad en la qual saue que a rresidido con su apossento cama missa y librosNo tenían la misma opinión sus vecinos motillanos, donde pasaba por un crápula y donde el alcalde ordinario Francisco Ortega lo tenía encerrado en la cárcel de la villa por sus visitas amorosas a la joven María Zarzuela. Y es que para la justicia motillana los fueros universitarios a los que pretendía acogerse el joven Julián valían muy poco cuando estaba en juego la honra. En otras palabras, los temas de honor se dilucidaban en el pueblo. En la cárcel de Motilla, sita detrás de la red de distribución de pan, durante el mes de abril de 1630, se encontraba Julián, con grillos, encadenado y con un candado, esperando responder por mancillar la honra de la joven motillana María y de su familia.
María Zarzuela se nos presenta como la inocencia más pura en una declaración que nos hace justamente dudar de su pretendida ingenuidad. El acceso a las habitaciones de la moza, saltando las tapias del corral a altas horas de la noche no era sino un suceso más, intencionadamente traído a colación en estos casos de estupro, a saber, el de quebrantamiento de la morada con agravante de nocturnidad como elemento acusatorio añadido. Para los escépticos, una joven pretendida, abría las puertas de su casa como se abría ella misma al fogoso Chavarrieta, negando con su testimonio la misma querella interpuesta por su procurador que presentaba a Julián saltando los bardales y tapias de la casa de María por las noches
que el dicho rreferido chavarrieta trató amores con la declarante y que un día que yva el dicho rreferido chavarrieta por la calle desta declarante haçia el poço de arriba le dijo a esta declarante que si lo quería que para que lo traya callado y esta declarante le rrespondió que sí lo quería y por entonces no pasó otra cosa y a el cabo de quince días pocos más o menos le tornó a decir el dicho rreferido chavarrieta a esta declarante que se dexase la puerta del corral abierta y que el yría por los corrales y entraría y esta declarante lo hiço, ansí el susodicho acudió como a las honce de la noche y entró dentro de la casa de su padre desta declarante y éste le dijo que no abrá de llegar allá si no le daba fe y palabra y mano de que se casaría con ella, el qual dijo que sí y le dio la mano y palabra que se casaría con esta declarante y que dios le faltase si él faltase bajo que dentro de dos años no se abía de publicar para poder acabar sus estudios y bajo deste trato la obo carnalmente dos veces y obo su virginidad y con esto se tornó a salir por donde abía entrado y que después como quince días más de lo suso dicho tornó a entrar por donde abía entrado la primera vez y esta vez tuvo que hacer tres veces con esta confesante en una cama que tenía esta confesante en una cámara y a dos días volvió otra vez por la misma parte y tuvo que hacer con esta declarante otras dos veces y después desto en diferentes tiempos tornó a su casa de su padre desta declarante el dicho rreferido chavarrieta por la puerta de la calle que se la abrió esta declarante y ansimismo tuvo que hacer y la obo carnalmente otras muchas veces en la cocina de la dicha casa y questo es la verdad bajo de juramento (declaración de María Zarzuela)
El caso es que poco importaba la complicidad de la joven, de la cual, como menor, se podía dudar de la responsabilidad de sus actos (no tanto de la permisividad del padre). A pesar de que los constantes encuentros sexuales no habían acabado en embarazo, Juan Zarzuela padre no parecía dispuesto a dejar pasar la oportunidad de emparentar vía matrimonial con los Chavarrieta y Ojeda (Julián era hijo de Juan Chavarrieta y María Ojeda), que pasaban por ser dos de las familias principales del pueblo. Tal como manifestaba el procurador de la familia la deshonra de la doncella afectaba a todo el linaje y solo se remediaba, una vez que María perdió su virginidad, con el matrimonio de los jóvenes, pues que el portillo de su deshonor no se puede soldar ni reparar.
A decir de los testigos, María Zarzuela era moza honrada, principal, de leales costumbres, hermosa y de buen talle, confundiendo intencionadamente sus virtudes morales con sus gracias naturales. Sus primeros escarceos amorosos con Juan Chavarrieta tuvieron lugar por julio de 1629 en la casa que en la calle San Roque tenía la viuda Ana Martínez. La complicidad de las conversaciones y meriendas pronto derivaron en encuentros íntimos en un aposento de la casa de la viuda. María se ausentaba con la excusa de ir tras una gallina que se había escapado en dirección a un aposento y Juan Chavarrieta iba tras ella, reunidos en el aposento, comenzaba, en palabras de la hija de la viuda, menor de nueve años, la danza de ruidos, que una vez terminada, concluía con María saliendo colorada de la habitación. La maledicencia de la acusación era evidente y quizás injusta, incluidas las resonancias sexuales de la gallina objeto de la persecución. Los encuentros amorosos se repetirían en otros lugares y fechas como se sucedieron los testigos presentes dispuestos a denunciarlos ante el alcalde ordinario Francisco de Ortega, que determinaría un veintiuno de abril de 1630 encarcelar a Juan Chavarrieta con grillos y cadena. En la toma de decisión de la prisión debió pesar que por esas mismas fechas la justicia de Motilla recibió mandamiento inhibitorio del rector de la Universidad de Alcalá reclamando la causa. El alcalde motillano remitió el preso a la cárcel escolástica de la universidad de Alcalá de Henares, donde el rector Pedro de Quiroga y Moya le tomó confesión el seis de mayo.
Julián de Chavarrieta era hijo de Juan Pérez de Chavarrieta y María Ortiz Ojeda, en el momento de su prisión contaba con veintiún años. La edad, menor de veinticinco y mayor de catorce, le obligó a nombrar curador que lo representara en el juicio ante el rector alcalaíno. Igual proceder correspondió a María Zarzuela, que contaba con quince años. Juan negó todo; María se reafirmó en lo que había declarado ante el alcalde ordinario de Motilla, insinuando además que por el mes de octubre de 1629 Juan había ofrecido unas uvas a su hermana Catalina. ¿Quién decía la verdad? Al menos sabemos quién mentía y esa era María Zarzuela que en su testimonio alegó no firmar por no saber, pero que en el momento de solicitar curador sí lo hizo unos días antes.
firma de María Zarzuela (pares.mcu) |
La defensa de Chavarrieta pasó de la negación de los hechos a la reivindicación de clase. La acusación contra Julián, hijodalgo notorio, venía de gente humilde y baja condición. Era conocido por todos que los abuelos de los Zarzuela habían desempeñado bajos oficios, el materno como alpargatero en La Motilla y el paterno como cardador en Valverde, incluido el servicio doméstico del padre en casa del licenciado Vilches, tío de Julián. En palabras del curador de Julián Chavarrieta, caso contingente el de la gallina, que no tenía por qué concluir en matrimonio de dos jóvenes de tan diferentes y distantes calidades. Además, ¿qué podía pretender una familia, que mandaba a María a la taberna del pueblo a cumplimentar recados y que aceptaba como prenda matrimonial un bolsico en vez de una sortija?
El procurador de Julián de Chavarrieta acabaría consiguiendo la libertad de su defendido un diecinueve de junio, aunque limitada a la ciudad de Alcalá de Henares y sus arrabales. El caso parecía ganado, por eso se hizo nueva petición para que Julián, supuestamente enfermo, pudiera trasladarse a Motilla y curarse con los aires de su tierra. Sin embargo, para evitarlo y a la desesperada, la familia Zarzuela solicitó que se encargase comisión a presbítero, acompañada de dos matronas, para demostrar que la joven había sido desflorada y corrompida por varón. La petición convertiría el proceso, muy legalista hasta ahora, en un lodazal, donde afloraron las acusaciones y actuaciones más espurias. Los Chavarrieta comenzaron por dudar de la honestidad de María, una joven que andaba a todas horas por la calle, servía a un cura y, presente en su proceso en Alcalá, había alternado sin mucho rubor con los estudiantes
siendo ella como es muger que anda mui de ordinario por las calles de la motilla, iendo como ba por agua a la fuente, por vino a la la taberna, a labar al labadero i a todos los demás mandados ordinarios que se ofrecen en su cassa, a todas oras ansí de día como de noche, hablando con muchas personas en las cassas i calles indistintamente i auiendo como a serbido al cura de la dicha villa i estado en su cassa mucho tiempo i hecho en ella todos los mandados ordinarios saliendo fuera muchas veces en la dicha forma, de que en el lugar llegó a aber mucha murmuración, abrá sido fácil que la dicha maría çarçuela aia sido corrompida de varón... abiendo benido a esta villa (de Alcalá) como a v. md. le consta i estado en ella en una posada de estudiantes i andado en el camino por mesones partes todas para poder suceder el corrompimiento que dice tieneLas acusaciones iban a dañar el buen nombre de la moza. Poco importaba que en Motilla no hubiera fuentes, pues su función la cumplía el pozo de Arriba a seiscientos pasos de la villa, o que no hubiera lavadero, pues las mujeres se desplazaban a lavar hasta los lugares llamados las huertas de Juan Leal y Juan de los Paños. Al fin y al cabo, como en todo pueblo, existían los lugares para el chascarrillo y los corrillos. La diferencia es que ahora se estaba forjando en el pueblo una minoría que anteponía la etiqueta y el decoro a estas formas de sociabilidad popular. Etiqueta y decoro que exigían entre sus iguales en una situación de predominio social, pero que olvidaban con sus inferiores, objeto de sus desenfrenos. Pero existían familias, aún siendo nietos de alpargateros o cardadores, que, ganada cierta posición social y respetabilidad, no aceptaban su subalternidad.
(continuará)
Archivo Histórico Nacional, UNIVERSIDADES, 193, Exp. 24. Pleito de Maria de Zarzuela, natural de Motilla del Palancar (Cuenca) contra Julián de Chabarrieta Ojeda, estudiante de la Universidad de Alcalá, por incumplimiento de promesa de matrimonio. 1630
Muchas gracias por tus documentos.
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