La llegada del alcalde mayor del partido de San Clemente, junto al escribano Bartolomé Celada, no fue bien recibida en Villanueva de la Jara el nueve de agosto de 1619. El cabildo jareño se reunió en su ayuntamiento para denunciar la intromisión de la justicia del corregimiento en un tema de denunciaciones, pues iba contra los privilegios de primera instancia de la villa. Por entonces, el cabildo se reunía en el escritorio de las casas del cabido, por hallarse el ayuntamiento en ruina. No se amilanó el alcalde que ordenó la prisión de los oficiales jareños en el edificio de su ayuntamiento. El licenciado Quintano debía ser un hombre de armas tomar, pues, enfrentado a los regidores, defendió su derecho a presidir el ayuntamiento y, enojado y en cólera, había dicho ciertas palabras injuriosas al doctor Bravo Hervías y el bachiller Ortega, abogados de la villa. El motivo de disputa era el intento de Tomás Quintano de entender en las denunciaciones contra vecinos de la Jara por daños en el campo, el intento de los regidores por hacer valer sus privilegios (defensa de la jurisdicción civil y criminal y que cualquier auto del alcalde mayor debía pasar ante el escribano del ayuntamiento jareño) fue respondido por el alcalde mayor poniendo cuatro guardas y multando a cada regidor con quinientos maravedíes y prohibiendo que se reuniese el concejo sin su licencia bajo multa de 50000 maravedíes. El concejo jareño protestaría ante la Chancillería de Granada, pero la respuesta del alcalde mayor Quintano declararía en contumacia y rebeldía a los regidores, tras comparar el valor de los privilegios y ejecutoira de la villa con el precio de cuatro caracoles. El once de mayo de 1620 la situación se agravó: el concejo intento reunirse esa tarde, lo hacía en un escritorio de la plaza, pues la sala del ayuntamiento está tan arruinada respecto de ser el edificio tan antiguo y estar con tres vigas grandes apuntalada. Los escritorios se encontraban en la parte baja del actual edificio, mientras que la sala de reuniones lo era en el primer piso, que es la que presentaba un aspecto de ruina.
Exagerado o no, los regidores jareños vieron su prisión en el ayuntamiento con temor ante el temor de que el edificio se hundiera, pues su estado era completamente ruinoso. Por esa razón fueron alojados en casa de Giraldo Borgoño, habilitada como prisión improvisada. Desde allí, los regidores fueron llamados uno por uno a la posada del alcalde mayor, que residía en la calle del licenciado Jiménez, un presbítero que no debió salir muy bien en su convivencia con el alcalde mayor. El trato que debió ser muy vejatorio, provocó la reacción del alcalde ordinario e hidalgo Juan Ferrer y del regidor Bernardo Alcocer, un anciano del que se decía que el licenciado Quintano no había respetado sus canas. La defensa de los privilegios de la villa fueron planteadas por el abogado Juan de Ortega y el doctor Bravo Hervía, pagando el primero sus haceres con la prisión junto al resto del los regidores. Las actuaciones del alcalde mayor fueron sentidas como humillación por los jareños, a su decir, una villa de más de mil vecinos, con cuatro aldeas dependientes y mucha gente principal e hidalgos, esos que faltaban el siglo de antes. Y es que Villanueva de la Jara se iba aristocratizando y cada día aceptaba menos la intervención del corregidor de San Clemente o el alcalde mayor en sus asuntos. Tan criticados como el alcalde mayor eran los escribanos Bartolomé Celada y Cristóbal Aguado, acusados de entender en todos los negocios con los derechos y aranceles correspondientes a costa de los escribanos locales.
Ayuntamiento de 3 de junio de 1620
Juan Prieto y don Juan Ferrer, alcaldes ordinarios
Martín López de Valera, alférez mayor
Pedro de Ruipérez, Ginés González, Gilardo Borgoño, Francisco de Garay, doctor Bravo, Miguel de Oñate, Martín Zomeño, Juan de la Motilla y Lucio Pardo, regidores
Testigos, 3 de junio de 1620
Miguel García Olmeda, labrador, 73 años
Juan Sánchez de Ruipérez, labrador, 52 años
Licenciado Andrés Jiménez Muñoz, presbítero, 28 años.
Domingo Jiménez, vive de su hacienda, 52 años
Pedro Montoya, hidalgo que vive de su hacienda, 62 años
Licenciado Bartolomé García, presbítero y teniente de cura de la iglesia mayor, 35 años
Juan de la Roda, hortelano y teniente de alguacil mayor, 52 años
Pedro Ramírez, escribano del número, 34 años
Juan Martínez, residente en Villanueva, clérigo. 29 años
Elvira Cana, soltera, 50 años
Andrés García Valera, maestro de sastre, 64 años
Gaspar Prieto, notario y familiar del Santo Oficio, 40 años
Martín Ferrer, hidalgo que vive de su hacienda. 58 años
Andrés Hernández, alguacil. 60 años
García de Buedo, escribano del ayuntamiento e hidalgo
Licenciado Juan de Ortega, abogado de la villa
ACHGR, PLEITOS, C 9583-37
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