El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

lunes, 15 de julio de 2024

Los González Argandoña de Iniesta

 De los González de Argandoña, tenemos noticias desde 1608, ya presentes en Fuentealbilla Mahora y Villamalea, por las dificultades por ver reconocida su hidalguía; problemas que se repetían en Iniesta. Aunque la llegada de este linaje se remonta a la penúltima década del siglo XVI. Los González de Argandoña venían del lugar de Cerio en Álava. El padre Pedro se había instalado en San Juan de Villamalea, su hijo Juan en Fuentealbilla, otro hijo, Pedro en Mahora, otro más de nombre Bartolomé en Iniesta y por último Diego en Villamalea. Estos cuatro hermanos eran hijos del matrimonio del referido Pedro González de Argandoña y María Urquizu y nietos de San Juan González de Argandoña y Mari Díaz de Ipa y Guevara. La genealogía familiar se remontaba a un bisabuelo llamado Juan González de Argandoña y a un tercer abuelo llamado Pedro González de Cerio.

Pedro González de Argandoña había llegado a la Mancha tras salir de su casa por un disgusto familiar. Su venida a la Mancha era narrada así por un vecino: el qual se avía ido de edad de veynte y tres años a Castilla a un lugar de la Mancha que se llamaba Villamalea y allí avía casado con hija de un vizcayno... y que se avía ido con otros vicaynos de aquella provincia

Entre esos otros vizcaínos, una cuadrilla de unos ocho canteros, que habían llegado a la Mancha se citaba a Martín de Iberguen, Asensio Díaz y Pedro de Sornoza (que ambos trabajaban en la iglesia del dicho lugar -de Villamalea- como maestros de cantería). De Asensio Diáz y su hermano Juan Diaz de Gamboa se dirá expresamente que eran canteros e hicieron la torre y capilla de la iglesia parroquial de dicho lugar (de Villamalea). El tal Gamboa había muerto fulminado por un rayo, mientras labraba la torre de la iglesia de un lugar comarcano

Los Argandoña se movían entre las aldeas de Jorquera e Iniesta, ejerciendo el oficio de canteros. Pedro González de Argandoña era conocido en estos pueblos como el vizcaíno por su lenguaje tosco y vascongado cerrado, que a veces no se le entendía y pronunciaba mal la lengua castellana. En la llegada de los González de Argandoña a Iniesta debió ser clave la presencia de un cantero vasco fallecido en la década de 1610 con setenta y seis años llamado Asensio de Arona . Por Alonso Ponce de León, familiar del Santo Oficio de Iniesta, sabemos que la cuadrilla de canteros en la que llegó Pedro González de Argandoña a Villamalea era numerosa y que algunos de ellos fijaron su residencia en Iniesta. Otro testigo, un iniestense nieto de Martín de Iberguen nos dirá: y que todos juntos auían ido a parar a la villa de Hiniesta donde auían alquilado una casa que en aquel tiempo llamaban la del León y que desde entonces la llamaban la de los vizcaynos que era junto a la yglesia de la dicha villa como se va a la plaça della la qual era de diferentes oficios y que allí auían quedado algunos y que otros auían ido a Villamalea.

Otro testigo nos dirá: oyó decir y nombrar a unos vizcaynos, quatro o cinco muy antiguos que vinieron en la dicha villa en la casa que llamauan del Léon junto a la yglesia vieja y que desde entonces auían llamado a la dicha casa de los vizcaynos

La línea de Iniesta con Bartolomé, casado con Quiteria Portillo, seguirá con sus hijos Sebastián González de Argandoña y Portillo, escribano del concejo de Iniesta, y el capitán Pedro González de Argandoña y Guevara. Una tercera generación aparecen como prestamistas del concejo de Iniesta


Ejecutoria de 30 de diciembre de 1662

ACHGR, HIDALGUÍAS, SIGN. ANT. 301-120-24

domingo, 14 de julio de 2024

Iniesta en 1684

 En 1684, el concejo de Iniesta andaba en pleitos con el convento de monjas de San Benito de Cuenca, así como otros acreedores: Bartolomé González Argandoña y Oviedo (hijo de Bartolomé González Argandoña), y Carlos Sedeño. Iniesta en 1684 era una villa en decadencia, como tantas otras hipotecada para pagar los préstamos solicitados. Los pueblos quieren ver  las nuevas organizaciones políticas como muestra de su mayor importancia. Pero, Iniesta, al igual que otras villas, aunque ya tenía un alcalde mayor, seguía dependiendo del corregimiento de San Clemente, a cuyo corregidor y alcalde mayor pagaba su parte de salario, si bien ahora se sumaba la carga del nuevo alcalde mayor. Y es que la mayor parte del presupuesto municipal de Iniesta se iba en pagar salarios: a cargo del concejo y sus propios se pagaba al médico, al menos la casa y la leña, pues cobraba por sus servicios, al igual que el boticario. Iniesta tenía como oficios diferenciados el de maestro escuela y el de maestro de gramática, e incluso ya pagaba a un cartero, la persona que corre la estafeta, aunque como los tiempos venían flacos se le había bajado el sueldo de 300 reales a 220 reales. 

Pero Iniesta no estaba para muchas alegrías, celebraba con mil reales las fiestas del Corpus y la de San Marcos, día grande del pueblo, que se celebraba en la ermita situada a dos leguas del pueblo, la de la Consolación hemos de suponer, aunque la fiesta no coincide con las fechas actuales y nos parece ajena a romerías. Lo poco que quedaba se gastaba para aderezar y reparar los tres puentes que daban entrada a la villa y eso otro más monumental de Vadocañas, y, sobre todo, para acequiar tres veredas existentes correspondientes a las cañadas de la villa, que había que limpiar dos veces al año. 

Incapaz de hacer frente a los pagos, Iniesta había comenzado a reducir gastos. Al pueblo habían dejado de ir los teatinos, a los que se solía pagar 800 reales por sus predicaciones, y el alcaide de la cárcel, un oficio bien pagado había visto reducir su salario de 2200 reales a 800 reales. El cuidado de los niños expósitos corría a cargo del propio concejo de Iniesta. Se reconocía que cada año había seis o siete expósitos, aunque en 1684 su número era de doce. Por cada niño expósito se pagaban dos ducados al ama que los criaba, pero además había que pagar la ropa para vestirlos. Hasta se veía como una calamidad las sierras próximas al pueblo, pues los lobos bajaban de ellas para comerse el ganado y el matarlos era un gasto más para un concejo empobrecido. El tiempo no acompañaba, el invierno a caballo entre los años 1683 y 1684 había sido de lluvias abundantes y con el agua venían las reparaciones necesarias, que se calculaban en 500 ducados para los edificios y 1200 ducados para los caminos y puentes. Lo que eran arroyos secos que bajaban del norte, se habían convertido en ríos desbordados por las crecidas, llevándose a los pequeños puentes por delante, y haciendo los caminos intransitables, de tal forma que el trajinar o mercadeo del que vivía la villa corría el riesgo de desaparecer.



AYUNTAMIENTO DE 13 DE AGOSTO DE 1684

Luis González Guadalajara y Francisco Zapata y Espinosa (noble), alcaldes ordinarios

Juan Bautista Alfonso y Espinosa, alférez mayor

Don Sebastián de Espinosa, don Martín de Cubas Villanueva, Estaban Saiz, don Pedro Castañeda, regidores


Y de la festiuidad del señor San Marcos gasta trezientos reales por ser patrona esta villa de la hermita de nuestra señora de Consolazión donde está el dicho Santo distante desta dicha villa más de dos leguas y media

PAGOS DE LA VILLA DE INIESTA EN 1684

  • Salario anual del corregidor de San Clemente: 1236 reales
  • Alcalde mayor de San Clemente; 618 reales
  • Alcalde mayor de Iniesta: 4400 reales
  • Alférez mayor y regidores: 306 reales cada uno
  • Escribano del ayuntamiento: 210 reales
  • Mayordomo de propios: 300 reales
  • Contador de la villa: 220 reales
  • Médico: 300 reales para pago del alquiler de la casa y leña
  • Boticario: 300 reales
  • Maestro de gramática: 300 reales. En los años 1682 y 1683 no hubo maestro de gramática, las lecciones se dieron en el convento de San Francisco por un religioso que recibe esos 300 reales.
  • Al que rige el reloj:  300 reales
  • Maestro de escuela: 300 reales
  • Persona que corre la estafeta: 300 reales
  • Al religioso que predica en la villa: 110 reales
  • Para papel y libros a dos porteros: ocho ducados y un par de zapatos que hacen 200 reales
  • Pregonero: 450 reales
  • 88 reales a la persona que lleva las bulas de la Cruzada
  • Alcaide de la cárcel: 880 reales
  • Fiesta del Corpus: 1000 reales
  • Música de la iglesia: 600 reales, aunque en 1684 no se paga esa cantidad por no haber maestro de capilla
  • Para la fiesta de San Marcos, que asiste la villa como patrona a dos leguas y media, donde está la ermita de la Consolación: 300 reales. En 1684 se baja a 200 reales
  • Criar niños expósitos: dos ducados al ama que los cría y se les da ropas
  • Papel sellado y a los que llevan las órdenes: 300 reales
  • A los que matan lobos, por cada uno ocho ducados si son grandes y tres si son pequeños, un ducado la raposa
  • Reparo de casas de ayuntamiento, cárcel, carnicerías, torre del reloj, hornos, calles públicas y caminos, y reparo de cuatro puentes, tres de entrada a la villa y otro de Vadocañas. Acequiar tres veredas qua hay en las cañadas y limpiarlas dos veces cada año. Muchas cantidades sin especificar cuánto (según algunos testigos 500 ducados para edificios y otros 1200 para caminos y puentes, que alguno eleva a 1600).
TESTIGOS

Diego de Perona Pajarón, labrador y procurador de Iniesta, 76 años
Salvador de Contreras, tendero de especias, 48 años
Alonso Cano, presbítero, 79 años
Don Pedro López Cantero, labrador, 73 años. Ha sido alcalde por el estado noble y durante doce años regidor
Alonso Serrano Alcaud, procurador de la villa
Diego de Guzmán Peralta, labrador, 50 años
Juan Ramón, labrador, y contador, 48 años
Pedro de Burgos, labrador, 66 años
Licenciado Andrés de Blesa, presbítero, 55 años
Agustín Descalzo, labrador, 40 años
Pedro Velasco Ramos, labrador, 80 años
Antón López Mondéjar, labrador, 54 años
José de Luján Contreras, licenciado y presbítero, 52 años

ACHGR, PLEITOS CIVILES, C 10253-2

martes, 9 de julio de 2024

LAS DEUDAS DE VILLANUEVA DE LA JARA EN 1639

 

En 1639, las arcas municipales de Villanueva de la Jara estaban exhaustas y sus bienes propios embargados. El esfuerzo militar de la monarquía de los austrias se traducía en constantes donativos y una presión fiscal constante sobre los pueblos. Villanueva de la Jara no era una excepción. Para hacer frente a los pagos, la villa había acudido a préstamos; no había ni grandes préstamos ni grandes prestamistas pero sí una suma amplia de acreedores que había arruinado a la villa. Lo llamativo eran los prestamistas, amén de algunas familias ricas de Cuenca, aparecían dos conventos, el de Santa Clara de Villanueva de la Jara y el de monjas de la orden de San Agustín de Requena, y tampoco faltaban varios labradores ricos de Quintanar del Rey.
Más allá de la naturaleza de los prestamistas, el problema era el mismo: Villanueva de la Jara llegaba a la década de 1640 con sus propios embargados, cuando lo peor de la crisis militar estaba por llegar. Al pueblo llegaban ejecutores para exigir el pago de los préstamos, obligando a la villa a una ordenación de su deuda que facilitara un gradual pago de sus deudas y su alargamiento en el tiempo. Era una bola de nieve que se agrandaba, pues los impagos iban acompañados de renegociaciones con nuevos intereses y la acumulación de pagos de los salarios de ejecutores y diligencieros que acudían a la villa.
Villanueva de la Jara como cualquier otro cabildo tenía sus gastos ordinarios para facilitar la vida en el pueblo, que ahora se veían comprometidos. A los obligados pagos a los oficios de gobierno y administración local se unían otros propios de la época, tales como pagar a los músicos que acompañaban el Santísimo Sacramento para visitar a los enfermos o el mantenimiento de fiestas de tradición antigua, como la Cruz de Mayo, en la que se hacía una procesión hasta Pozoseco y allí se daba caridad de pan, vino y queso a los pobres, todo ello pagado por el concejo jareño. Villanueva no quería renunciar al derroche de sus octavas del Corpus ni otras fiestas, y, quisiera o no, se veía obligada a gastos para la reparación de sus dos molinos y once hornos de pan.
El estado de la villa comenzaba a ser lastimoso. La torre del reloj, la que es aneja al ayuntamiento de la villa y que hacia 1500 había levantado el cantero Pedro de Oma, estaba por aquel entonces rematada por un chapitel, pero amenazaba ruina y la villa no sabía de donde sacar los seiscientos ducados para evitar que se desplomara.

Antonio Poblete un viejo de ochenta años recordaba que la villa había servido a la Corona con cinco donativos por valor de mil ducados cada uno. Hasta Villanueva de la Jara llegaba el nombre del responsable de las exacciones, Gilimón de la Mota, contador Mayor de Cuentas de Felipe IV y uno de sus más eficientes ministros.

Prestamistas del concejo de Villanueva de la Jara en 1637
  • Convento de Santa Clara de Villanueva de la Jara
  • Convento de agustinianas de Requena: 2500 ducados
  • Don Francisco Gómez de Sandoval de la orden de Santiago, como marido de doña Magdalena Román Y Ortega, vecino y regidor de la ciudad de Cuenca
  • Doña Ana de la Cadena, viuda y vecina de Cuenca
  • Melchor Granero de Heredia, vecino de Alarcón.
  • Juan de Oñate Parreño, vecino de Quintanar del Rey
  • Pascual Caíz, vecino de Quintanar
Concejo de 10 de enero1638
  • Pedro López de Tébar y don Martín Ferrer, alcaldes ordinarios
  • Andrés Clemente, Pedro González de Tébar, Jorge Gabaldón, Antonio López Cardos, el licenciado Juan de Pobletey Tébar, Gregorio García, Alonso Ruipérez, Juan Cano Carretero, don Andrés Pardo, Andrés de Jura Clemente, Alonso Cañavate, Martín Saiz, don Andrés de Alarcón Rosales, Juan ... Cardos, regidores

Gastos del concejo de Villanueva de la Jara en 1637

  1. Pago del salario del corregidor de San Clemente: 17500 mrs.
  2. Salario del alférez de la villa: 2400 mrs.
  3. Salario de 29 regidores perpetuos a 500 mrs. cada uno: 14500 mrs.
  4. Salario del alcaide de la cárcel: 14000 mrs.
  5. Salario de la persona que rige el reloj: 6000 mrs.
  6. Salario del portero del ayuntamiento: 4500 mrs.
  7. Salario del pregonero: 9000 mrs.
  8. Salario de la persona que toca el órgano: 6000 mrs.
  9. Salario del sacristán que toca las oraciones y a las ánimas del Purgatorio por las noches: 3000 mrs.
  10. Limosna al convento de San Francisco y a Nuestra Señora de las Nieves por los sermones de Cuaresma: 100 reales (3400 mrs.)
  11. Salario a los músicos de voces y chirimías, que asisten en la iglesia parroquial: 20000 mrs.
  12. Al que toca el bajón: 6000 mrs.
  13. A los músicos que tocan las chirimías para acompañar al Santísimo Sacramento para visitar a los enfermos: 6000 mrs.
  14. Por la procesión el día de la Cruz de Mayo a Nuestra Señora de Pozoseco ( a una legua de la villa) y la caridad de pan, vino y queso que se da a los pobres: 15000 mrs.
  15. Media anata de lo que procede de las rentas de la escribanía, correduría y almotacenía; la décima del año 37 y seis anteriores: 92301 mrs. (13180 mrs. al año)
  16. Salario del mayordomo de los propios: 8000 mrs.
  17. Por cada raposa que se mata en el término: 100 mrs. y de matar lobos y traer las camadas la yuda de costa. Suma todo: 200 reales (6800 mrs.)
  18. De la bula de Santa Cruzada que se lleva a Cuenca, cabeza del obispado: 6800 mrs.
  19. De la fiesta del Corpus Cristi y su octava: 20000 mrs.
  20. Del reparo de las dos casas de molinos harineros: 200 ducados (75000 mrs.)
  21. Del reparo de los once hornos existentes en la villa y aldeas de su jurisdicción: 600 ducados (225000 mrs.)
  22. Por reparar la torre del reloj, que se hunde el chapitel si no se repara en breve: 600 ducados (225000 mrs.)
  23. Del pago de las órdenes enviadas por su majestad y el corregidor y sus oficiales: cien ducados (37500 mrs.)
  24. Por llevar los soldados que su majestad reparte para los presidios, vestirlos y darles de comer hasta que llegan a la villa de San Clemente, donde se recogen las tropas que tocan al corregimiento: 100 ducados (37500mrs.)
  25. Del salario del escribano y contador por tomar las cuentas de propios: 100 reales (3400 mrs.)
  26. Por pagar los portes y llevar el dinero de las pensiones de los censos a la ciudad de Cuenca, villas de Alarcón y Requena, el Quintanar: 330 reales (11220 mrs)
  27. Papel sellado, reparos de puentes, caminos, cárcel y sala del ayuntamiento: 50 ducados (10200 mrs.)
ACHGR. PLEITOS CIVILES, C 9819-19

sábado, 6 de julio de 2024

EL FIN DE LA TIERRA DE ALARCÓN

 No nos vamos a detener en lo que fue Alarcón en el Medievo y lo poco que queda hoy de su antiguo término. EL viejo suelo de Alarcón que llegaba hasta el río Júcar, por un lado y confinaba con las tierras de Alcaraz, fue ya menguado y destrozado por don Juan Pacheco, marqués de Villena, que emancipó como villa a pequeños lugares, alguno de gran futuro como San Clemente. Pero la pérdida de la tierra de Alarcón vino con la guerra del Marquesado, con la exención de numerosas villas que ya hemos estudiado. A pesar de ello, la resistencia de capitanes de don Diego López Pacheco como Pedro Baeza o Diego Pacheco posibilitaron que el de Villena mantuviera la fortalezas, pero no solo eso.

En 1476, los Reyes Católicos prometen el oro y el moro a Villanueva de la Jara, con límites con Jorquera, Iniesta y el río Júcar. De haberse hecho realidad hubiera sido el golpe definitivo para Alarcón, pero la segunda fase de la guerra fue más indecisa de lo que pensamos, Castillo de Garcimuñoz y Belmonte resistieron, y Alarcón, en unas condiciones miserables, también. En nuestra opinión el gran ganador de la guerra fue Hernando del Castillo, el alcaide de Alarcón, a pesar de las amputaciones de su territorio, pues consiguió mantener las tierras de Alarcón hasta el río Júcar tras la capitulación de 1 de marzo de 1480. Es verdad que una cosa salió mal: el reconocimiento de que las aldeas jareñas dependieran jurisdiccionalmente de Villanueva de la Jara era un talón de Aquilés que acabaría con Alarcón.
Ya hemos hablado de los procesos de villazgo de Quintanar del Rey y Tarazona en la década de 1560, su separación de Villanueva fue acompañada de una mordida a las tierras de Alarcón, pero la desmembración definitiva de la tierra de Alarcón empezó en 1611. Ese año Madrigueras, Gil García y Villalgordo inician un pleito en la Chancillería de Granada exigiendo para sí las tierras que rodean sus pueblos, que ya cultivan, pero que jurisdiccionalmente son de Alarcón. Por entonces, Madrigueras y Gil García son pueblos ya conformados: presuntuosamente para exigir sus derechos frente a Alarcón, nos dirán que hacía cien o ciento cincuenta años ya eran pueblos tan grandes. Mentían, pero venían a reconocer que esas vagas fechas correspondían a su nacimiento como pueblos. Villalgordo era mucho más reciente, de hecho, en 1611, no disponía de ayuntamiento configurado y sus vecinos analfabetos se reunían en concejo abierto.
Ahora, los pueblos tenían una posición de fuerza, se habían acabado los tiempos en los que Andrés Castillo Quijano, era el año 1537, amojonó la dehesa de los Silos y ya de pasó incluyó para Alarcón setenta casas de Madrigueras y la propia iglesia o cuando el año 1555 levantó mojones en torno a estos pueblos para definir su territorio y dejarlos rodeados, aprovechando una ejecutoria de ese año, que por los testimonios lo que venía era a certificar los límites del año 1481, establecidos por el licenciado Molina. Lo que pudiera parecer arbitrariedad de Alarcón era sencillamente reconocimiento de los límites establecidos por el licenciado Molina en 1481 y aplicados ahora por nuevo juez ese año de 1555, según recordaba Antonio López Olivares, un labrador de Gil García, pues en casa de su padre se había alojado dicho juez. La realidad era que los pueblos habían crecido y las nuevas casas se habían levantado sobre el suelo de Alarcón, si bien los testigos, bien aleccionados, nos decían que Madrigueras, Gil García Y Villalgordo tenían la misma población que en 1481 y las casas edificadas se había construido sobre los viejos solares de las antiguas.

En 1611, Villanueva de la Jara había visto eximirse cincuenta años antes a Tarazona y Quintanar, sus antiguas aldeas, pero el villazgo era visto como una victoria sobre Alarcón, pues a las dos nuevas villas se les había dotado de un término alrededor a costa de Alarcón. De hecho la presencia de los caballeros de sierra alarconeros era nula en estas tierras sureñas y los aldeanos de Madrigueras, Gil García, Villalgordo, Casas de Marismarro y la Casa Simarro no reconocían otra jurisdicción sobre estas tierras que la de Villanueva de la Jara, cuya justicia se extendía desde la Presa Legante en el río Júcar y aguas abajo hasta la Motilleja, ya en término de Jorquera. La razón era que un año antes, en 1610, Villanueva de la Jara acababa de ganar una ejecutoria en Granada que le reconocía la pertenencia de todas las casas de estos pueblos. La sentencia era una victoria para Villanueva de la Jara que había visto como en 1555 Alarcón, y el marqués de Villena, habían dado carta de naturaleza legal con otra sentencia a la usurpación de varias casas por los de Alarcón, dividiendo de hecho las aldeas sureñas de Villanueva en dos jurisdicciones. Ahora, en 1611, las aldeas jareñas comienzan a tener personalidad e identidad como pueblos: se dotan de ayuntamientos con dos alcaldes, dos regidores y un alguacil, y hacen suyos ejidos en término de Alarcón y que son redondas de ochocientos pasos de radio en una circunferencia que tiene como centro los pueblos. Un pueblo como Madrigueras hacían del cultivo de viñas un símbolo de propiedad u jurisdicción sobre el suelo que las cepas ocupaban, una extensión que iba más allá de media legua del pueblo y que se ampliaba con cepas nuevas o reafirmaba con el descepe de las viejas para renovarlas con nuevos majuelos.

Desde el año 1600, Villanueva de la Jara iba imponiendo su ley en estos territorios sureños de Alarcón. Ese año, Villanueva de la Jara intervino para imponer su justicia frente a ciertos hombres que intentaban ocupar tierras en el heredamiento de Miguel Mondéjar. El heredamiento estaba situado en la llamada Cañada Ancha, paraje que hoy en día sigue perteneciendo a Alarcón, pero ese año de 1600, los alcaldes de Villanueva de la Jara intervinieron juzgando y condenando a los culpados, en una tierra que nadie dudaba de su pertenencia a Alarcón. ¿Qué había pasado? La concesión del villazgo a Villanueva de la Jara el 8 de julio de 1476 y la dotación de unos términos dos meses después (el 8 de septiembre de 1476) se había movido en un contexto de prisas pocos días antes de la firma de la primera concordia entre los reyes y el marqués de Villena, pero la segunda fase de la guerra había puesto las cosas en su sitio y Alarcón no había cedido en sus pretensiones territoriales o, al menos no tanto como pretendían sus enemigos. Alarcón perderá la batalla por las tierras del sur durante el siglo XVI, pero solo relativamente, pues si los villazgos de Tarazona y Quintanar supusieron una merma territorial (no sin largos litigios), apenas diez años antes, Alarcón había reafirmado su jurisdicción sobre la tierras más sureñas de Villalgordo, Madrigueras y Gil García, apropiándose de parte de su núcleo urbano. Pero en torno a 1600, Villanueva de la Jara y, sobre todo, estas tres últimas aldeas se sentían fuertes frente a Alarcón. El único privilegio que se reconocía era el de 8 de septiembre, que fijaba los límites de la Jara y sus aldeas en el Júcar, Iniesta y Jorquera y se veían las sentencias del juez González Molina en 1481, como concierto con Alarcón, que, en modo alguno, era cesión de las tierras que se extendían hasta el Júcar por el sur, siendo simple cesión de Villanueva de la Jara a Alarcón por cerrar la primera su término.

Las aldeas soñaban con repetir el proceso de villazgo de Tarazona y las posteriores usurpaciones del suelo de Alarcón, era bien conocido por el escribano Juan Cuartero, que en 1611 tenía 66 años: "que después que se hiço villa la dicha villa de Taraçona en virtud de ser el término que su magestad le dio de la dicha villa de Villanueva de la Xara por vía de prevención le dio término la mitad de la distancia que ay desde la villa de Taraçona a la del Quintanar y al lugar de Gil García y Madrigueras y desde el moxón de la mitad del camino de Madrigueras al río Júcar y la ribera arriba hasta Romanexo que es cerca del dicho lugar de Villalgordo y desde allí vuelve a la tercia parte que ay desde la dicha villa de Taraçona al dicho lugar de la Casa Simarro, jurisdición todo lo susodicho de la dicha villa de Villanueva de la Xara en virtud del privilegio de su majestad sabe este testigo que la dicha villa de Taraçona ha usado en el dicho término que está referido la jurisdición dicha a prevención de la dicha villa de Alarcón conosciendo de todas la causas civiles y criminales que an sucedido desde que se hiço villa poniendo guardas en los dichos términos haciendo qualesquier autos judiciales que se an ofrecido, demás de lo qual la dicha villa de Taraçona en el dicho término que se le dio a hecho dehesas y las tiene en el presente y las arrienda a pasto con licencia de su magestad sin que la villa de Alarcón aya sido parte para acerlo estorbar aunque al principio lo contradixo la dicha villa de Alarcón en el Real Consejo". El proceso de arrebatamiento de tierras a Alarcón fue más allá del concedido en el privilegio de villazgo: primero Tarazona consideró como suyo el espacio que ocupaban las viñas de sus vecinos, ampliado con las labores anejas; espacio cedido por Villanueva de la Jara, según los tarazoneros. Luego vino la creación de una dehesa carnicera, para por fin ambicionar las ricas dehesas junto al Júcar y acabar definiendo las mojoneras citadas. De la garantía jurídica que se reservaba Alarcón para los autos judiciales, a prevención, no quedó nada.



Concejo del lugar de Madrigueras en 10 de noviembre 1611

  • Antón Clemente y Benito Ruiz, alcaldes ordinarios
  • Ginés García y Juan de Fuentes
Concejo del lugar de Gil García en 10 de noviembre de 1611
  • Miguel López Clemente y Martín Gómez Picazo, alcaldes ordinarios
  • Juan Pérez y Alonso Gómez Talaya, regidores
  • Juan Gómez, alguacil mayor
Concejo de Villalgordo, es concejo abierto de 10 de noviembre de 1611
  • Pedro Serrano, Martín López, Andrés Jiménez, Hernán González, Juan Martínez, en nombre del resto de vecinos
ACHGR, PLEITOS CIVILES, C-9475-16

domingo, 23 de junio de 2024

El mayorazgo de Pedro González Galindo

 Pedro González Galindo constituye mayorazgo el año 1634 por dos mil fanegas de trigo de renta del marquesado de Villena, las casas principales y accesorias de la calle Alcalá en Madrid, otras principales que hay en San Clemente (las de la calle Piquirroti) y demás bienes familiares. Dicho mayorazgo, de hecho suponía una división de los bienes entre sus dos hijos: Pedro González Galindo, casado con Aldonza Fernández de Castilla, y Antonia Galindo, casada con Francisco María Piquinoti. Cuando muere el padre Pedro González Galindo, su mujer María de Tébar había de quedar por usufructuaria de los bienes, sin embargo en la escritura de mayorazgo se incluía una cláusula por la que el otorgamiento de los bienes al hijo era supeditada al matrimonio con la referida Aldonza. En las capitulaciones matrimoniales además se incluía que hijo y nuera habían de recibir  mil ducados en concepto de alimentos hasta la muerte de los padres, pero también una cláusula que se dejaría sin efectos el mayorazgo si el matrimonio no tenía hijos, como ocurrió con la muerte de Aldonza Fernández de Castilla:

Con que sien vida de los dichos señores don Pedro Gonçález Galindo y doña María de Tébar su mujer y qualesquier dellos fallesciere sin hijos la dicha señora doña Aldonça Fernández de Castilla en tal caso puedan variar el dicho mayorazgo y fundallo en cabeça de cualesquier hijo o hijas que al presente tienen o tuvieren porque queda en su voluntad de lo revocar no tienendo hijos del dicho matrimonio el dicho don Pedro Gonçález Galindo su hijo, porque en este caso quedará por ninguna esta fundación de mayorazgo que se haze o hiciere como si no se hubiera hecho por vía de contrato de causa onerosa, porque su voluntad es que por ella sola adquiera derecho de irrevocabilidad la dicha señora Aldonça Fernández de Castilla mientras viviere y cohabitare con el dicho don Pedro Gonçález Galindo, su hijo y sus descendientes si los tuviere el matrimonio.

Esta cláusula y otra que que dejaba en manos de la viuda María de Tébar la disposición de los bienes como usufructuaria supondrían la exclusión del hijo de la posesión del mayorazgo y la apuesta por la línea sucesoria de la hija Antonia Galindo y su marido Piquinoti. La exclusión del heredero vino el año 1635, cuando la desgracia se abatió sobre la familia, primero con la muerte de Pedro González Galindo padre y luego de su nuera Aldonza Fernández de Castilla. La vía genovesa de los Piquinoti se imponía, pero sobre todo la familia se alejaba de San Clemente, vivía de sus rentas pero abandonaba el pueblo.

Por Pedro Gonzalez Galindo, marido de doña Aldonça Fernandez de Castilla. Con doña Maria de Tebar su madre, viuda de Pedro Gonçalez Galindo. Sobre el amparo de la possession que se ha dado al dicho don Pedro del mayorazgo. Porcones, Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Madrid, imprime Andrés Parra, 1635, signatura A 110/114(21)


martes, 11 de junio de 2024

VITICULTORES VS. GANADEROS

 El año pasado de seiscientos y trece uvo en la dicha villa de San Clemente y su comarca y casi en todo el reino mucha falta de pastos por no auer llovido suficientemente y perecieron de hambre muchos ganados... el dicho ganado andaba flaco y hambriento, se yban corriendo y entrauan en las dichas viñas buscando el pasto, desmandadas sin los poder detener y recoxer los pastores.

El año 1613 fue un año de esterilidad, las yerbas se marchitaron y no había pastos para los ganados. Fernando Muñoz que tenía sus ganados pastando en Vara de Rey perdió cuatrocientas ovejas. Los dueños de ganados de San Clemente, lo que antaño se llamaban los señores de ganados eran una docena de hombres muy influyentes encabezados por Bautista García Monteagudo, Miguel de Perona y Miguel Ortega Avilés. Estos eran los grandes dueños de ganados con miles de ovejas al cuidado de pastores mandados por mayorales. San Clemente siempre había tenido un problema con los pastos que se había agravado con el cierre de los términos de los pueblos vecinos en las décadas de 1530 y 1540. Como vimos en el pasado, la integración de los ganados en las rutas trashumantes fue una salida para la escasez de pasto pero hoy sabemos que no fue suficiente. Entre las cinco cosas vedadas a los ganados figuraban las viñas, pero en San Clemente, una vez vendimiada la uva (y, en ocasiones antes, si las viñas eran ajenas) los ganados entraban a las viñas o, al menos, esa era la costumbre de los que complementaban el cultivo de la vid con la posesión de ganados. Era una práctica habitual, pero era una práctica perseguida por los doce alguaciles que tenía el ayuntamiento de San Clemente y otros tantos porteros. Era un riesgo, pero en la esterilidad del año 1613 los ganaderos obtuvieron provisión real para pastar en dehesas y montes cerrados y, ante la necesidad, entraron en las viñas. Los Valenzuela, encabezados por el cabeza de familia Gómez de Valenzuela dejaron pasar sus ovejas a sus propias viñas, no era hecho nuevo pues tal hecho tenía su tradición pero, al parecer, los ganaderos hicieron de la provisión ganada la excusa para que los ganados comieran la pámpana de las vides y las pocas yerbas del suelo, destrozando y pisoteando muchas de las viñas del pueblo. El descontrol de las ovejas provocó la reacción inmediata de los dueños de majuelos que denunciaron a los ganaderos de arruinar sus vides. Una docena de ganaderos fueron denunciados por una cuarentena de vinateros ante la Chancillería de Granada. El equilibrio entre la cabaña ganadera y las viñas de San Clemente se había roto definitivamente; la nueva libertad de los ganados fue el comienzo de la ruina de las viñas sanclementinas y su hegemonía económica en la comarca. Nuevos advenedizos en la actividad pastoril como el escribano Miguel Sevillano o Francisco de la Cámara se aventuraron a comprar ovejas, un hato de quinientas ovejas respectivamente.

El problema era económico y social en un ambiente catastrófico. Los ganados se morían de hambre y rompían, llevados del hambre, todas las prohibiciones, pasando a las viñas y destrozando las cepas jóvenes y los mugrones. Todos decían respetar las ordenanzas y pastar con los ganados únicamente cuando la uva estaba vendimiada, pero la realidad era que la necesidad podía más y que los dueños se desentendían de las sanciones a sus pastores y les restaban de su soldada las multas por los daños causados por el ganado. Aunque los problemas venían de diez o doce años atrás: la costumbre de los ganaderos de pagar a los dueños de viñas por comerse las pámpanas, una vez alzado el fruto, o de meter los ganados en sus viñas propias se encontró mediada la década de 1600 con la oposición de los dueños de viñas que veían cómo el aumento de ganados y su libertad de movimiento estaba menguando su cultivo y su conservación. A los ganados menores se unían alrededor de unas quinientas bestias de labor, mulas y caballos, que destrozaban los sarmientos tiernos de las vides. El daño era más grave si los ganados hollaban la tierra estando mojada. Los daños causados por el ganado en las viñas fue tal, que en 1615, a propuesta de Miguel de Ortega (ganadero principal, pero también propietario de cuarenta aranzadas de viñas y numerosas tierras de labor) se propusieron unas nuevas ordenanzas para la guarda de viñas, incrementando las condenaciones por la entrada en las viñas.

Para conocer la importancia de la ganadería sanclementina hay que referirse a los hermanos Roales, que llegan a San Clemente como zagales con apenas quince o dieciséis años para entrar al servicio de uno  de los hombre más ricos del pueblo, el regidor Bernardo Ramírez de Oropesa. Miguel y Francisco Roales habían llegado a San Clemente en torno a 1595, tomarán asiento en el barrio del Duz. Por las noticias que nos han llegado este barrio se empieza a formar en el último cuarto del siglo XVI con pastores y trabajadores a soldada llegados a San Clemente de otros lugares, además de los hermanos Roales, sabemos de un Domingo Torrecillas, también pastor que llega hacia 1580, y de un Juan Aguirre, trabajador del Campo, que llega después de los pastores, ya pasado el año 1600. El barrio del Duz será el arrabal del Arrabal. En los inicios del siglo XVII, asistimos a una proletarización creciente, con trabajadores a jornal en los barrios marginales del pueblo: además del barrio Duz, en el barrio de San Cristóbal, camino de Cuenca, en las afueras del cuartel de Roma o en otras zonas marginales: calle Medianil o monte del Calvario, a las espaldas de la ermita de San Juan o junto a las nuevas iglesias de Santa Quiteria y San Sebastián. 

Los pastores servían a diversos amos sucesivamente: sus condiciones no eran halagüeñas, pues cambiaban de amo en cuanto podían, y eran obligados a pagar las denuncias contra los ganados, cuyas cuantías eran descontadas de sus soldadas.  Es lo que nos decía el pastor Juan Martínez Chicano, que había servido a los principales ganaderos del pueblo: Bautista García Monteagudo, Francisco de Astudillo, Miguel de Ortega, Cristóbal García Monteagudo, Miguel de Perona, Bernardo Ramírez de Oropesa y Pedro Díaz Cantos. Así le ocurrió a Benito Martínez, un pastor de La Alberca al servicio de Bautista García de Monteagudo, que vio descontados de su soldada los treinta reales por dejar pasar los ganados a la dehesa boyal de San Clemente. No obstante, los pastores eran capaces de llegar a tener sus propios hatos de ganado y adquirir viñas. Estos ganados aprovechaban las rastrojeras tras la cosecha de cereal y luego las pámpanas de las viñas, para pasar luego a las dehesas de los pueblos comarcanos de El Cañavate, Santa María del Campo o La Alberca y, por último invernar en el reino de Murcia. Las dehesas de los pueblos comarcanos eran de hecho exclusivo por algunos ganaderos que podían pagar el precio de sus hierbas. Así, Francisco de Astudillo gozaba en exclusividad las hierbas de las dehesas de La Muela Tébar y la Planta en Vara de Rey o la dehesa Grande en El Cañavate. En cuanto a la inmigración a la reino de Murcia, tierras más templadas se decía, la marcha del ganado se iniciaba para Todos los Santos. Los pastores y mayorales, si eran varias las manadas, eran hombres a soldada que conocían su oficio y servían a cualesquier amos, incluidos los advenedizos en esta actividad: el doctor Fernando de Vera o Miguel Sevillano encomendaban  a estos pastores los ganados recién comprados.

Aunque los conflictos tenían su tradición de antaño, consideramos que el año 1613 marcó un punto de inflexión en los conflictos entre viticultores y ganaderos, los enfrentamientos continuarían en los años siguientes. Don Diego Torrente nos cita un pleito entre Francisco Castillo y Sebastián Moreno Palacios, al destruir los ganados del primero una viña del segundo y 250 olivos (1). Estos conflictos irían en aumento por la subida del precio de las yerbas que impidieron una secular trashumancia de los ganados sanclementinos hacia Alcaraz y Chinchilla, tal como conocemos por unas probanzas de 1530.

No hemos de pensar en secular conflicto entre viticultores y ganaderos sino en la quiebra de un modelo donde el equilibrio entre ganados y viñas se rompe. Los grandes propietarios de San Clemente compartían la propiedad de ganados y viñas. Miguel de Perona poseía siete manadas de ganado ovejuno, a quinientas y seiscientas cabezas cada una, y treinta y cinco aranzadas de viñas con treinta mil vides. Este último dato lo que demuestra es una superpoblación de las viñas con muchas cepas por aranzada y el generalizado uso de los mugrones para la generación de nuevas cepas. A diferencia de los años ochenta y noventa, ahora en 1615, Miguel de Perona, por el alto precio de las hierbas, había abandonado la trashumancia hacia los puertos de Chinchilla y Alcaraz y en el seco año de 1613 había llevado sus ganados hasta las dehesas de Santa María del Campo, La Alberca, El Cañavate o Villaescusa de Haro, si bien sus ganados habían invadido las viñas, siendo sus pastores los que habían pagado las condenaciones por las denuncias. NO obstante, Miguel de Perona todavía mandaba a herbajar sus ganados al reino de Murcia, a tierras más templadas, que las frías de San Clemente. Miguel de Perona es uno de los ricos de San Clemente sin llegar a la hacienda que poseían los grandes ricos del pueblo: Castillo, Pacheco u Ortega. Caso similar es el de Francisco de Astudillo, aunque sin tradición ganadera hasta 1613, poseerá veinte aranzadas de viñas que duplicará con la plantación de nuevas viñas. Los grandes ganaderos como Miguel de Ortega solían ocultar la cuantía de sus ganados, muy numerosos, pero debían ser parejos a otras propiedades como las cuarenta aranzadas de majuelos que poseía.

Los inicios de siglo vinieron acompañados de la compra de ganados por aquellos que habían hecho un poco de fortuna: Pedro Díaz de Cantos, un hombre humilde y honrado, había comprado  una manada de cuatrocientas ovejas a Francisco de Ávalos, como complemento a sus tres aranzadas de viñas, quizás aprovechando la necesidad de su vendedor ese año de 1613. Francisco de Astudillo aprovechará la crisis de 1613 para hacerse con la propiedad de varias manadas. No es la primera vez que tenía ganados, pero con astucia se hacía y deshacía de ellos, según viera en las ovejas ganancia o no. El doctor Fernando de Vera se hará con dos manadas de ganados en ese año también. Las compras de ganado se hacían para Sa Juan o San Pedro y San Pablo, y el hecho de que entre los vendedores estuvieran ganaderos con más solera nos lleva a pensar que ya adivinaban que venía un mal año. Pedro de Valenzuela tenía cuatro manadas de ganados y veinte aranzadas de viñas. Pedro de Valenzuela era un advenedizo en el pastoreo y había comenzado a adquirir manadas de ganado hacia mediados de la década de 1600, hasta poseer tres o cuatro manadas de quinientas o seiscientas ovejas. No solo eso, las viñas de Pedro de Valenzuela se iban rellenando, por la plantación de nuevas cepas, hasta cubrir esas veinte aranzadas con cerca de novecientas vides cada una. Pedro de Valenzuela era un ejemplo más de esa confianza que movió a los hombres, una vez pasada la peste de 1600 y la crisis de carestía de 1605. Como si volviéramos al año 1508, cuando los hombres sobrepuestos a las carestías y la peste iniciaron un proceso de desarrollo económico sin igual, pero ahora contextos y realidades habían cambiado: las nuevas viñas se plantaban sobre majuelos repletos de ellos; los ricos adquirían ganados que no encontraban el pasto en los pueblos y, en el caso de los advenedizos ganaderos, no estaban en condiciones de incorporar sus reses a la trashumancia hacia los pastos murcianos. Es cierto que en las décadas de 1610 y 1620, al igual que las tierras se superpoblaban de ganados, los pueblos se superpoblaban de hombres. La alimentación se convirtió en un problema: era necesaria más carne, más vino y más pan. En 1624, el corregidor ordena a las diecisiete villas del corregimiento de San Clemente que informen de las tierras no sembradas de cereal: las respuestas no se hacen esperar, esas tierras son marginales e improductivas o necesitarían de nuevos asentamientos poblacionales por ser los campos distantes de los pueblos.

Los ganados sanclementinos no estaban destinados a la producción de lana, sino al abastecimiento de carnes de los pueblos más inmediatos. Bautista García Monteagudo se reconocía por abastecedor de carne de los pueblos de La Alberca, Santa María del Campo, Pinarejo o El Cañavate, que ponían a su disposición las dehesas carniceras. Pero, el mercado de carnes llegaba más allá. Veinte años después Francisco de Astudillo será condenado por contrabando de ganado con el reino de Aragón. EN 1615, el abastecimiento de las carnicerías de San Clemente estaba en manos de cuatro ganaderos medianos: Cristóbal Ángel, Sebastián Cantero, Pedro de Alfaro y Cristóbal Galindo. A los abastecedores se les cedía la llamada dehesa carnicera, pero la realidad es que esa dehesa estaba muy mermada pues un tercio de su interior estaba plantada de viñas de particulares que la invadían y que, como contraprestación, estaban obligados a dejar pastar y comerse las pámpanas, una vez alzado en fruto, es decir, acabada la vendimia.

ACHGR. PROBANZA. EL FISCAL, CONTRA MIGUEL DE ORTEGA Y CONSORTES, VECINO DE SAN CLEMENTE, SOBRE LOS DAÑOS DE LOS GANADOS. C9533-001


Don Diego Torrente Pérez: Documentos...Tomo I, p. 130

sábado, 1 de junio de 2024

EL DISCURSO DE LA DESIGUALDAD

 LOS ENRIQUEZ Y EL ORIGEN DE LA DESIGUALDAD


Pero, más allá de la sangre, en esta lucha de los linajes, reforzados económicamente, por ser alguien, es decir, ser hidalgos, te encuentras con joyas. Tal este discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres:
"y por el pecado que cometió contra Él (Dios), lo echó del Paraíso, donde lo había puesto e hizo a los hombres iguales y les dio derecho y razón natural por donde se rigiesen y gobernasen y después que los hombres comenzaron a multiplicarse hubo diferencias entre ellos y quiso que hubiesen estados de hombres. Los unos que rogasen a Dios por el pueblo y fueron llamados oradores, otros que labrasen la tierra e hiciesen en ella las cosas, porque los otros habían de vivir y mantenerse, estos son dichos o llamados gobernadores, los otros escogió para defender la tierra y aquestos son llamados defensores, y los tales antiguamente fueron muchos escogidos porque en el defender hacen tres cosas: esfuerzo, honra y poder. Lo uno porque son hombres mucho honrados, lo al porque señaladamente son establecidos para defender la tierra, entre estos fueron llamado algunos caballeros y otros fijodalgos y deben ser de buen lugar y fijosdalgo, tanto quiere decir, en lenguaje de España, como bien y por eso los llamaron fijosdalgo que muestra tanto como fijos de bien y en algunos otros lugares los llamaron gentiles y tomaron este nombre de gentil que muestra tanto como nobles y de bondad, porque los generales fueron nobles hombres y buenos vivieron más ordenadamente que las otras gentes y esta nobleza viene en tres maneras: la primera por linaje, la segunda por saber, la tercera por bondad" (21 de diciembre de 1462, privilegio de hidalguía de García Martínez de Diosdado, vecino de Fuente el Maestre. Sus nietos Bernardino Diosdado y Benito Fernández intentan hacer valer su hidalguía en 1537 el Parra de las Vegas).

La petición de hidalguía de los Diosdado, en este caso Gonzalo, fue acompañada de otros hidalgos de Parra de las Vegas, entre ellos, Alonso González, natural de Salvaleón (a dos leguas de la Parra), Juan de la Parra, natural de Zafra, contador del marqués de Feria y conde de Priego, Alonso Enríquez e Inés Enríquez. Alonso tenía 32 años e Inés era menor.

domingo, 26 de mayo de 2024

1613: EL OTOÑO DE LA ESTERILIDAD

 EL AÑO MIL SEISCIENTOS TRECE, CONTADO POR UN DIEGO LÓPEZ DE HARO

Diego López de Haro tenía cuarenta años en 1615, vivía en la calle Boteros que, por primera vez, la vemos denominada así y no calle Mayor. Era dueño de ganados cabríos y poseedor de una rica hacienda de viñas. En su memoria estaba impreso el recuerdo el año 1613, un año fatídico, seco y sin lluvias a partir del otoño y muy frío en el invierno. Estas son sus palabras:
"Que sabe y es cosa notoria que el otoño pasado de seiscientos y treze ubo por todas las partes de la comarca de la Mancha y casi en todo el reino grandísima sequedad y falta de lluvias por lo que ubo grandísima esterilidad y falta de yerua para los ganados de que causó grandísima mortandad en ellos pereciendo de hambre"
La narración continúa cómo al otoño siguió un invierno muy frio y de heladas; los pastores eran incapaces de detener sus ganados que entraban en las heredades y viñas en busca de pasto y de las pámpanas y comían los mugrones de los sarmientos de las viñas, arruinando las nuevas cepas.

miércoles, 22 de mayo de 2024

LA DEHESA DE CALAVERON

 Los apeadores deslindaban la propiedad de las tierras y eran partícipes de la configuración de espacios agrarios, donde las rectas se imponían a la avaricia por la propiedad. Eran labradores que conocían los campos y eran llamados por los concejos en las múltiples contiendas por definir los mojones y linderas de las hazas trigales y las viñas. Un buen apeador, se nos decía, debía ser una persona justa, para dirimir los intereses puestos de los propietarios y, también para dar carta de naturaleza a lo que en ocasiones era usurpación de las tierras aledañas a las propias bien de propiedad privada bien llecas o concejiles.

Es uso y costumbre usada y guardada en esta comarca por los dichos apeadores y dueños de las tierras que apean tomar alguna parte de lo lleco o concexil de que se a de dar alguna posesión y lo que toman de más parte baxallo del apeo o ponello de la otra parte para sacar la cordillera y quadra derecha sin hacer agravio.

El crecimiento agrario del siglo XVI parecía no tener horizonte. En las tierras al sur de la venta de Pan y Cayado no había nada o muy poco. Una venta era lugar de descanso y alojamiento de viajeros y era centro de explotación agraria a cuyo alrededor se experimentaba con grandes majuelos, tierras de cereal y algún pinar que proveyera de madera. Pero más al sur era tierra de nadie; territorio indefinido entre El Provencio, San Clemente y Villarrobledo; tierra inhóspita solo codiciada por los más aventureros. La toponimia lo decía todo, un carril se separaba hacia el sur de la vereda de los Murcianos, paralela al camino real; se trataba del carril de los Muertos. Lo desconocemos pero creemos que no faltaron descarriados que pagaron con su vida el extravío del camino a manos de salteadores y que sus cadáveres serían expuestos en las iglesias de los pueblos cercanos sin que nadie los reclamara.

A esta tierra de nadie El Provencio parecía llegar con dificultad, mientras que San Clemente tenía más afán recaudatorio que otra cosa sobre los colonos de este "lejano sur", pero Villarrobledo veía en esta tierra un nuevo horizonte de oportunidades. Villarrobledo, con ese aspecto de poblachón, es uno de los pueblos más interesantes de España para explicar el siglo de Oro. Dedicado a la producción de cereal era proveedor de la comarca y de la corte en tiempo de escasez. En 1562, pondrá por primera vez sus ojos la dehesa de Calaverón, proponiendo a la monarquía cerrar este espacio para criar yeguas que engendren caballos para la guerra. Villarrobledo, y sus principales, actuaban con cinismo, pues ya había cortado diez mil encinas y quemado los atochales. El primer interés de los villarrobletanos por la dehesa era ganadero; ahora a comienzos del siglo XVII, el interés era cerealista: Francisco Vázquez se había hecho con quinientos almudes de tierras.

Mucha cantidad de tierra pero no toda ella de provecho, pues se reconocía que la mayoría de la dehesa de Calaverón no era apta para el cultivo al estar formada por terrenos arenosos y de monte. De hecho, una parte de la dehesa era conocida como monte nuevo y ahora, en la década de 1620 se estaba aún roturando con licencias del ayuntamiento villarrobletano y arrancando las matas que dominaban su paisaje. La roturación de la dehesa de Calaverón era una aventura condenada al fracaso. Benito Martínez y Juana Fernández se habían hecho con quinientos almudes de tierra, que posteriormente habían vendido a Francisco Vázquez y este a su vez había vendido al concejo de Villarrobledo. Para poner en explotación estas tierras Benito Martínez y su mujer habían pedido dinero prestado a censo por valor de 61710 maravedíes de principal de los sanclementinos Isabel de Ortega y Alonso Muñoz de Oropesa, pero en 1620 nadie quería saber si las tierras estaban hipotecadas en los diversos traspasos y la casa que Benito había levantado en el Calaverón y que daba nombre a la hoya de la Casilla estaba perdida, aunque era conocida casa de Vázquez y aparecía con una alberca y destechada.. El terreno era en parte arenoso y en parte había tal cantidad de carrascas que era necesario arrancar nueve de cada diez que los trabajos de roturación eran muy costosos. Los intentos de roturar la dehesa de Calaverón se remontaban a la década de 1560, cuando el primer poseedor había sido un tal Julián Gómez, el sordico,

ACHGR, C-9598-18


sábado, 18 de mayo de 2024

FELIPE II EN SAN CLEMENTE

 CUANDO SAN CLEMENTE FUE NO SOLO LA PEQUEÑA CORTE MANCHEGA, SINO LA CORTE DE ESPAÑA y DEL REY FELIPE II

Era el año 1586, un ocho de marzo y desde San Clemente se gobernó España. En San Clemente residía el último gobernador del marquesado de Villena, pues debía recibir ese día al rey de España, que desde el reino de Valencia volvía a El Escorial. El rey que había llegado a San Clemente era el rey Felipe II y durante su estancia se dedicó, junto a su secretario Juan Vázquez al papeleo pendiente. Este año de 1586, el rey había descansado en Valencia tras asistir a las cortes de Monzón, donde se juró como heredero a Felipe III, que llegaría a San Clemente junto a su padre.
Don Diego Torrente rescató algunas actas del concejo de un mes antes que anunciaban la llegada del rey Felipe II y los preparativos asociados (limpieza del lugar y avituallamiento necesario), determinó el camino seguido (desde La Roda por Minaya, cuyo camino se aderezó), pero nos dejaba la duda sobre la permanencia del Rey Prudente en la villa. Antes de entrar en la villa, un cinco de marzo ya se disponía que en la casa de Andrés Luis (no olvidemos la existencia de una aldea llamada Casas de los Luises) el rey y su séquito descansarían y comerían antes de entrar en San Clemente. Para ello se preparó una enramada y tiendas para dar cobijo a las mesas de los comensales con viandas rociadas con vino clarete de Villanueva de Alcardete (el vino de San Clemente era por entonces peleón) y agua del pozo de doña Elvira, en Vara del Rey, y del que ya habían bebido agua sus bisabuelos los Reyes Católicos en 1488.

Don Diego Torrente aventuraba la estancia en la villa entre el ocho de marzo y el catorce de marzo de 1586 y no falló, nos han quedado una docena de cédulas reales firmadas por el rey Felipe II en San Clemente el día 8 de marzo y refrendadas por su secretario Juan Vázquez, sobre asuntos menores de provisión de oficios en toda España y una de ellas sobre asunto más grave de rentas reales. San Clemente se convirtió por unos días en la Corte de España, pues el rey Prudente aprovechó para desatascar un papeleo inactivo desde su presencia en Gandía el 22 de febrero y la escritura de la próxima cédula real, dada en Aranjuez el 20 de marzo.
La visita costó a la villa algo más de tres mil reales entre fiestas, toros, música, aderezo de comidas y calles y comidas, amén de aportaciones voluntarias y agasajos de aprovechadores de la oportunidad.
¿Qué nos queda de aquella visita? Nada de su constancia en los registros documentales de la villa, una docena de reales cédulas en Simancas, redactadas en San Clemente y con la firma del rey (registro de copias posteriores), el escudo de armas del rey sobre una leyenda epigráfica en el pósito de la villa inaugurado un año antes y la propia imagen del rey en el friso corrido de bajorrelieves del ayuntamiento, que se incorporaría con motivo de la erección de la torre. El Rey había pasado unos días antes por Albacete, pero prefirió establecer en San Clemente su provisional sede de Gobierno.


Archivo General de Simancas, CCA,CED,157

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