Las necesidades militares marcaban la política municipal de Villarrobledo en los comienzos de 1641. Gutiérrez Villegas como sargento mayor del corregimiento de San Clemente ordena el 4 de marzo tener listas las cuatro compañías militares en lo que se anuncia para una nueva campaña militar en Cataluña. Tener lista la milicia era financiarla y para ellos se sacaban y vendían setenta fanegas de trigo del pósito que se restaban de la finalidad original de estos almacenes de grano.
Dos días después, el seis de marzo, llega la orden de Rodrigo Santelices y Guevara, superintendente para la leva y conducción de milicias y capitán de honor del Rey, de tener preparada las compañías para ser conducidas a Molina de Aragón. Se llamaba a los soldados de la campaña anterior, pero se introducía un matiz, evitar los mayores de cincuenta años y los que tuvieran más de cuatro hijos, y, en cualquier caso, favorecer para el reclutamiento los mozos solteros o casados sin hijos. Los soldados, organizados en escuadras al mando de un cabo, debían encaminarse armados hacia Molina y los concejos debían aportar sesenta reales por cada soldado. Protestas en Villarrobledo hubo de nuevo en esta ocasión, que venían de las resistencias al nuevo reclutamiento, pero las condiciones de la leva fueron más duras. Los comisarios nombrados para tal efecto estuvieron de día y de noche en el campo y en la villa, prendiendo, eligiendo y sorteando los soldados y secuestrando sus bienes, hasta completar los cien soldados de la compañía. Los gastos totales de levantar la compañía, armamento de soldados, vestimenta y conducción se valoraban en 1400 ducados. Se tuvo que echar mano de empréstitos de particulares, como los mil reales prestados por Pedro Pellejero.
Rodrigo Santelices no daba tregua, primero aseguró la leva, luego cabos para la conducción y ahora el 13 de marzo mandó que en una hora a partir de la llegada de su orden se propusieran tres personas para capitán de la compañía, entre cuya terna él elegiría el candidato. La terna resultante fueron Francisco de Montoya Blázquez, Jerónimo Pacheco y Juan de Villanueva. El 14 de mayo, Rodrigo Santelices, presente en Villarrobledo, consigue levantar una compañía de sesenta soldados al mando del capitán Francisco de Montoya, además la compañía contara de oficiales, un paje de gineta, un alférez, un abanderado, un sargento, dos tambores y un capellán. El reclutamiento se ha hecho en un tiempo record. A estos soldados se sumarán los del ejercicio anterior de 1640, aún en activo. Se hecho se reconocería un mes después que Villarrobledo ha aportado 110 soldados para la guerra de Cataluña en esta nueva campaña de Cataluña, más los forzados se añadirá, quizás indicando que se ha vaciado la cárcel. Pero las necesidades no acaban, las exacciones impositivas son continuas y para el veinte de abril se piden 16 soldados más. La fórmula exigida es la practicada en la década de 1630, la dotación de presidios. Villarrobledo protestará. Para entender el sacrificio de las diecisiete villas del corregimiento hay que pensar en cifras: en los años 1640 y 1641, se sacaron de los pueblos del corregimiento de San Clemente un millar largo de soldados. Villarrobledo aportaría entre 200 y 250; San Clemente, entre 160 y 200; una cifra en torno a 150 la villa de Iniesta, algo más de cien soldados en pueblos como Tarazona, Quintanar o Villanueva de la Jara, mientras los pueblos pequeños se moverían entre 30 y 50 soldados. Esta cifra, que en conjunto excedía del millar de soldados, es cierto que debemos rebajarla en un tercio por los soldados que sirvieron dos campañas seguidas, pero también es cierto que se se siguió con las levas de dotación de presidios que venían de la década anterior e iban de cuatro a dieciséis soldados anuales por pueblo (desde Alcaraz para Villarrobledo y desde Cuenca para el resto de pueblos del corregimiento), que nuevas levas ad hoc se anunciaban, o que el desbarajuste en los pueblos fue total al perder a su población joven y en edad de trabajar: muertos, heridos o prófugos. De los soldados reclutados en marzo, algunos de ellos habían desertado y el seis de junio llegaban ordenes de Santelices para volver a sus compañías. A comienzos de agosto se ordena reponer diez soldados, ocho de ellos para suplir a otros tantos que han huido, los cuales deben ser conducidos a la plaza de Fraga. Para octubre se pide la prisión de los regidores, pues los soldados faltantes, esta vez de presidios, no han llegado a Alcaraz.
San Clemente, como cabeza del corregimiento, se estaba convirtiendo en el centro de la política militar de los austrias. Este mes de marzo había llegado a esta villa Antonio Miranda, como superintendente de órdenes y despachos reales, y que llamará a representantes de las diecisiete villas ante su presencia para el 30 de marzo. La intromisión directa de miembros comisionados por los Consejos, viene acompañada por la intromisión del corregidor a través de su alcalde mayor, licenciado Salazar en un asunto de heridas recibidas por un cobrador de la media anata. Nuevos repartimientos de tributos, como el uno por ciento, se sumaban y se requisaba trigo para los ejércitos, de tal modo, que se pide sacar el trigo para pan que falta en la villa de las prestameras y beneficio eclesiásticos. Villarrobledo pide que se quiten los ejecutores presentes para pagar sus deudas, por el estado de esterilidad de la villa, y porque tiene sentencia ganada para que solo haya un ejecutor en la villa para el cobro de los diversos impuestos. Se dice que las tres partidas de servicios de millones que se han impuesto a la villa han gravado a ésta con 12000 ducados. La villa padece necesidad y su vecindad es poca para afrontar cualquier nuevo repartimiento: como tiene al presente solamente mil quatrocientos vecinos y la mayor parte de ellos probres de solemnidad... y que se van muchos vecinos a otros lugares por no poder pagar los dichos repartimientos. A la necesidad se sumaba la desigualdad, el año 1629 algunos hacendados villarrobletanos habían recibido privilegios de fijodalgos y, por ende, de exención del impuesto ordinario y extraordinario. La villa calculaba que esas exenciones suponían siete mil reales menos.
La necesidad la padecía también la agricultura. La esterilidad reinaba en los campos y la cosecha de cereales del verano había sido escasa, de tal modo que solo se había podido sembrar la cuarta parte de los barbechos.
Actas municipales de Villarrobledo del año 1641
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