El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

Saturday, December 13, 2025

La Hacienda municipal de Quintanar del Rey en el Antiguo Régimen

 En 1748, Quintanar pide  adehesar o cerrar su corto término, expuestos como estaban sus sembrados, viñas y olivos a la entrada de los vecinos de Villanueva de la Jara y Villalgordo del Júcar. Quintanar ese año era una villa arruinada, endeudada con los censos contraídos y sin apenas bienes propios, sus salas capitulares estaban arruinadas, su cárcel "inhabitable"; había ensanchado su dehesa carnicera para el ganado de abastos con un juez de baldíos en 1741, pero de modo insuficiente para sus necesidades. A diferencia de Villanueva de la Jara que mantenía cerrado su término, Quintanar con el villazgo no había conseguido cerrar los suyos, siendo invadidos por los ganados de los pueblos limítrofes con el consiguiente daño. Ahora se pedía cerrar los términos e incrementar los terrenos de su dehesa carnicera, según lo había señalado su juez de baldíos. La reparación de las casas capitulares y, sobre todo, de la cárcel se evaluaba en 3126 reales. 

La villa todavía seguía arrastrando deudas del último tercio del siglo XVI. Así, el marqués de Cilleruelo era a la altura de 1748 de un censo de dos mil ducados, el llamado el censo del villazgo para eximir a Quintanar de Villanueva de la Jara en 1564. En 1748 se estaban debiendo siete mil reales de réditos impagados.

El convento de religiosas dominicas de Santa Catalina de Sena de la villa de Madrid había prestado en siete de junio de1578 dos mil ducados  a la villa de Quintanar a catorce el millar, es decir, un interés próximo al siete por ciento y obligándose a pagar en dos plazos anuales unos réditos de 53571 maravedíes. Con el préstamo se pretendía comprar pan para constituir un pósito para garantizar siembras y alimentar a la villa. La villa había hipotecado sus bienes propios: las casas capitulares y ayuntamiento, las casas de carnicerías, una casa de horno de pan cocer, camino de Villanueva de la Jara, otra casa de horno en la calle de los Donates, linde de Mari Tébar, otra casa de horno de pan cocer llamada del Chico, linde de casas de Isabel Cuartera y Juan Serrano, la casa de horno llamada de la Rambla, linde de casas de Juan Serrano y la calle Real, una dehesa de boyal para el abasto de carnicería en el camino del Batanejo y el monte que está allí, un pinar y una dehesa nueva que está en el camino que va a Villanueva de la Jara, la renta de la almotacenía y la renta de la correduría arrendada. Además, numerosos vecinos habían hipotecado bienes particulares para conseguir los préstamos. A la altura de 1712, aún no se habían redimido mil ducados del citado censo de 1578 y que en 1748 las monjas exigían el pago de los intereses adeudados (1986 reales).

En cuatro de julio de 1584, año calamitoso y de carestías, la villa se vio obligada a tomar otro censo de dos mil ducados para alimentar a su población y proveer de trigo a sus labradores para sembrar. Las condiciones eran no hacer esas comprar el trigo en las doce leguas alrededor de Madrid. Entonces el concejo y varios vecinos respondieron con sus bienes, valorados en alrededor de 40000 ducados, como garantía del préstamo solicitado. Era una pequeña minoría de ricos del pueblo. El dinero se pidió prestado a Isén de Torres

En 1629, y ante una Corona arruinada por las guerras de Italia, Quintanar del Rey ofreció a la Corona 1300 ducados; la villa obtendría licencia real para conseguir los 1300 ducados a censo de ese donativo. El dinero para la ocasión lo prestó el regidor Martín Parreño Roldán el 16 de diciembre y el ayuntamiento de Quintanar del Rey se comprometió a pagar quinientos cincuenta reales anuales de réditos, estos réditos irán directamente a pagar una memoria pía fundada en la iglesia por doña Lucía de Tébar. Ese año los bienes propios eran similares a los de 1578, aunque se habían incrementado un poco. Los reproducimos de nuevo, pues nos acercan a la realidad del pueblo en 1629: las casas del ayuntamiento y cárcel linde de ellas, en la plaza del pueblo, que lindaban con casas de Juan de Oñate Talaya y Pedro el Royo, las casas de carnicerías del pueblo, lindantes con el mesón de Ambrosio Bastante y casas de Diego Bastante (¿Bustamante?), el horno de la Rambla, lindante con casas de Felipe Oñate Simarro, el horno Nuevo, lindante con casas de Martín de Alarcón y dos calles públicas, el horno del camino de Villanueva, linde con casas del cura licenciado Juan de Alarcón, la dehesa como se sale de esta villa al lugar de Casimarro, molino de los Nuevos, la Losa y el Batanejo, la dehesa del Pinar que está inmediata a esta villa y cerca del camino que va a la Jara, la renta de la correduría y mojonería, la rena de la almotacenía, la renta del estanco de aceite y saladura, dos oficios de procuradores de causas y la renta de ellos. Se debían de réditos en 1748, 2178 reales

Un censo con capital de 21000 reales a favor de la capellanía fundada por Juan Baquero Peralta, tomado el ocho de octubre de 1729. Además la villa tenía otros tres censos contraídos sin licencia real, El primero de 700 ducados a favor de Alonso Jiménez de los Herreros; el segundo de mil ducados a favor de doña Josefa Espinosa y Mota, vecina de la villa de Alcázar, y el tercero de 16000 reales a favor de la capellanía que posee don Julián Picazo, vecino de Tarazona. Estos tres últimos censos, se habían dejado de pagar los réditos y habían sido tomados en épocas de carestía para alimentar a la población.

Por el Consejo de Castilla se emitiría  provisión real sobre la conveniencia de cerrar los términos de Quintanar y ampliar su dehesa el 16 de diciembre de 1748. Las villas de Tarazona y Villagarcía del Llano parecían tener pretensiones iguales a Quintanar. No obstante, y no le faltaba razón, Villalgordo denunciaba que Quintanar se había adentrado en tierras y término de Alarcón, derribando mojones, e incorporando a su propio término lo que antaño era suelo comunero para todos los pueblos. El caso de Villalgordo era un problema de escasez de término, pero en el caso de Villanueva de la Jara, que también se oponía, era un veto de sus ganados a pastar en tierras antaño comunales y condenarlos a la trashumancia en tierras de Murcia o Andalucía; era, asimismo, el reconocimiento de que Villanueva de la Jara quedaba reducida a los términos definidos en 1481, mientras que Tarazona, Alarcón y Villagarcía del Llano se repartían los términos de Alarcón y sobre los que ya no tenía jurisdicción de hecho en estos parajes. En favor de Quintanar hay que decir que Villanueva de la Jara había cerrado anteriormente sus términos para obtener ingresos para pagar el sueldo del oficio de corregidor propio obtenido, quizás ese había sido el motivo pretextado por Tarazona para cerrar sus términos también.

PROPIOS DE QUINTANAR EN 1745 (los propios importan de 3570 reales a poco más de 4000 según los años)

  • La dehesa que llaman Abanilla-Torquilla
  • Ensancha de la casa de Félix, compartida con Tarazona de la Mancha
  • Dehesa Pinar
  • El cuarto fiel de medidor, Almotacenía y Correduría
  • Tres hornos de pan cocer concejiles, en los caminos de Villanueva, Iniesta y Madrigueras
  • 48 reales que anualmente paga Quiteria Aparicio por una casa que se le dio a censo
GASTOS DEL AYUNTAMIENTO EN 1746
  • 600 reales al ministro ordinario
  • 440 reales al corregidor y al alcalde mayor de San Clemente
  • 150 reales al predicador de cuaresma
  • 60 reales al maestro de niños
  • 80 reales al  médico por alquiler de casa
  • 33 reales al mayordomo de propios
  • Una arroba de aceite a la persona que cuida el reloj
  • 60 reales al correo que lleva el correo de San Cemente a Quintanar
  • 32 reales a los tenientes de curas por las rogativas, los días tres y ocho de mayo
  • 30 reales de limosna a la casa santa de Jerusalén
  • Papel sellado, pago de veredas
  • Mojoneras y reconocimientos del término, 
  • Reparos de edificios municipales: ayuntamiento, cárcel, carnicerías, tienda
  • Derechos de escrituras de rentas
  • Alimentación de presidiarios y su conducción
  • Niños expósitos
El saldo negativo de las cuentas municipales es de 796 reales y 24 mrs.

TIERRAS QUE SE PRETENDÍAN ADEHESAR EN 1748 y CERRAR EL TÉRMINO
  • Dos cuartos de dehesa que se llaman Redonda y Lantiscar, confinando con Villagarcía, 600 reales anuales
  • Tierra que confina con Villanueva de la Jara, 200 reales
  • La Hoya del Pino, que confina con Casasimarro y Villalgordo, antigua dehesa de Quintanar, 250 reales
  • Casa Gabaldón y monte de don Juan, que lindan con Villalgordo, 300 reales
  • Casa de Teresa y Matosa, que lindan con Tarazona, 600 reales
    AHN, CONSEJOS, 35372, EXP. 1

Los montes de Barchín y su aldea de Alcohol

 En 1794, varias tierras incultas de Barchín, Piqueras y Gabaldón se hallaban sujetas y vinculadas a una capellanía de la que disfrutaba el cura de Navalón y, que hasta entonces se venían utilizando como carboneras aprovechando la leña del monte. A estas tierras se unían las correspondientes a la capellanía la había fundado don Álvaro González y que disfrutaba un clérigo de tonsura de Almodóvar del Pinar y otras tierras de varios propietarios en régimen de propiedad libre. Ahora se pretendía que estas tierras pudieran ser roturadas y laboradas para cultivar trigo, pidiendo licencia al Consejo de Castilla. Se motivaba la petición en la escasez de tierras para la labor en Barchín. Las nuevas tierras que se pretendían cultivar estaban en la aldea de Alcol y eran tierras de pinares rodenos y alguna carrasca, poco aprovechables para la madera y destinadas a carboneras; eran tierras de hábitat para lobos y otros "animales nocivos", donde apenas si había espacio para algunos claros sembrados de trigo de poca calidad, pues "no se aireaba".

A la hora de pronunciarse el Consejo de Castilla buscó la referencia de un auto anterior sobre el monte de Belmontejo, que las monjas de la Concepción francisca de Cuenca, junto a otros propietarios, quería roturar para cultivo. Entonces, el 11 de noviembre de 1786, se decidió que, a pesar del estado de abandono del monte, siguiera con su uso tradicional de carbon para proveer a la corte. Es más, se hizo extensiva esta sentencia a cuantos montes hubiera en similar situación en la provincia de Cuenca: entre ellos, el de Barchín, NO obstante, en la provincia de Cuenca había una sentencia en sentido contrario ganada por el concejo de Fresneda en 1765, en la que se apoyarán los peticionarios para que el Consejo de Castilla les diese licencia el 10 de mayo de 1797 para roturar estas tierras, licencia condicionada a no cortar aquellos pinos más medrados.


AHN. CONSEJOS, 3171, EXP. 9

Friday, December 12, 2025

El pequeño comercio en Barchín del Hoyo

 El comercio procedente del exterior en Barchín del Hoyo era comercio de trajineros, ocasional e improvisado, sin atender a la regularidad de un día fijo en la semana. Un comercio dependiente de la casualidad y voluntad de los vendedores. Un comercio de cosas comestibles, que en 1777 saltó a la palestra por realizarse la venta de productos un festivo y la oposición del cura de la villa a que se comerciara en el pueblo sin su licencia. El cura impuso multas por el no respeto de las fiesta de guardas, aunque como él mismo decía: si a mi reconvención se allana y paga la perra, no hay contravención.

Al parecer en Barchín, era costumbre que los mercaderes foráneos para vender su mercancía obtuvieran una licencia del concejo, pero al ser el domingo o festas señaladas días de máxima concurrencia se había impuesto la costumbre de que los mercaderes dieran a la iglesia una limosna de ocho maravedíes para la fábrica de la iglesia. Estas limosnas, consideradas multas por Nicolas Casimiro Padilla*, no se ajustaban a la Real Cédula de 19 de noviembre de 1771.

El consejo de Castilla le quitará la razón al cura Bartolomé Belinchón, autorizando las ventas de mercancías los domingos, siempre que se haga con recato (media puerta abierta, evitar escándalos y decencia); también recordará a Nicolás Padilla el respeto que se debe a los curas. Es decir, se podían vender los días festivos mantenimientos y comestibles de surtimiento común, aunque la práctica era que los distintos oficios artesanales seguían con su actividad si lo hacían con sigilo y recato. 


*Pereas y Padillas dominan el pueblo en estos momentos vs. la extrema pobreza de sus vecinos. Por la fundación de un patronato de San José y consejos de los visitadores se daba a los pobres tres fanegas de pan cocido para la festividad del Santo y el día de Navidad. Los vecinos solían dar un celemín para mantenimiento del pósito

18 de junio de 1773, un pedrisco arruina el pueblo.

El pueblo se presenta como muy devoto de la virgen del Rosario.

AHN. CONSEJOS, 31434. Exp. 6

Proceso criminal contra Andrés Ramírez de Arellano (1635)

 Don Diego Pimentel, era marqués de Gelves, de los Consejos de Estado y Guerra, capitán de las Guardas Españolas y señor de la encomienda de la orden de Santiago de Villanueva de la Fuente. Entre todos los títulos destacamos el último, aunque sea el más insignificante, pues por la administración de la encomienda de Villanueva de los Infantes era motivo de litigio con Andrés Ramírez de Arellano, que a la altura de 1634 era familiar del Santo Oficio. Esta condición de familiar suponía que en cualquier acción contra él habría de entender el Santo Oficio. 

Andrés Ramírez de Arellano tenía arrendada la encomienda de Villanueva de la Fuente por 35000 reales al marqués de Gelves. Andrés Ramírez de Arellano había administrado la encomienda durante nueve meses y disfrutado de sus frutos y rentas, llevándose de Santa María del Campo a Villanueva de la Fuente toda su casa y familia. El caso es que de la administración de la encomienda, bien por los impagos del arrendamiento bien por operaciones de pago encomendadas por el marqués y no realizadas o enajenación de tierras y bienes, Andrés tenía una deuda con el marqués de setenta mil reales, que según la habladuría popular tenía enterrados y ocultos en Santa María del Campo y, según otros más sapientes, tenía como testaferros Alonso Rosillo, hijo de su mujer y a Pedro de Mendiola. Para garantizar su persona y evitar ser apresado, Andrés Ramírez de Arellano se había retraído al interior de la iglesia de Santa María del Campo. El familiar del Santo Oficio era acusado de alzamiento de bienes: gran cantidad de bienes, muchos dineros en doblones, plata labrada y otros muchos bienes de grande valor y estimación que fue llevando y transportando con la dicha fraude y ocultación desde la encomienda a la dicha villa de Santa María del Campo, donde según se dice tiene escondido y enterrado mucha parte dello en casas particulares, donde el encubren y receptan el dicho alzamiento.

La carta de arrendamiento de la encomienda, frutos y rentas entre el marqués de Gelves y Ramírez de Arellano era por cuatro años (1631-1634) por treinta y cinco mil reales de vellón. Además el arrendatario había de pagar el subsidio y escusado, la ayuda de costa de cura, limosnas y lanzas y demás que se da cada un año al prior del convento de Uclés. EL arrendatario también estaba obligado a los reparos en las casas, torre, molinos y tierras y a poner guardas en las dehesas.

El expediente aparece inconcluso.

AHN, INQUISICIÓN, 64, Exp. 3

Thursday, December 11, 2025

FRANCISCO SÁNCHEZ, EL BÍGAMO DE EL PEDERNOSO

 Francisco Sánchez Cortecero, natural de El Pedernoso y de profesión plomero, sería castigado en 1569 por el Santo Oficio por haber casado dos veces. La primera de las veces en Carmona, Sevilla, con Catalina Rodríguez, a la que abandona en Sevilla junto a un hijo recién nacido, para irse a trabajar a Almodóvar del Campo, donde casa con Mari Gutíérrez de nuevo. Antes de casar con Catalina Rodríguez, Francisco Sánchez había casado en una aldea de Toledo, Manzanaque, con Catalina Fernández, que había fallecido. A su primer mujer la había dejado viviendo como ama con un mercader sevillano, que tenía a su servicio, además, dos esclavas. El mercader era Rodrigo Núñez, de la compañía del nombre de Jesús.

Francisco Sánchez Cortecero había nacido en El Pedernoso, en la década de 1520, el segundo apellido delataba su profesión de curtidor de cortezas de árboles. Era un hombre desarraigado, sabía de su padre Juan Sanchez Cortecero, que debía acompañar del oficio de su segundo apellido con el de labrador y de su madre Juana de Oma, pero se perdía con los abuelos paternos, aunque no con los maternos. Si bien sabía que era nieto de Martín de Oma, un cantero vasco de renombre, asentado en Belmonte, pero no sabía el nombre de la abuela materna, quizás porque su madre era hija ilegítima del cantero vasco. De hecho, las vinculaciones familiares de Francisco Sánchez en Cuenca venían por sus tíos, Tenía tres hermanos, dos labradores y uno jornalero, y cuatro hermanas casadas tres de ellas con tejedores en Las Pedroñeras, La Alberca y El Pedernoso. 

Francisco Sánchez ocultó su bigamia ante la Inquisición, cuando fue conminado a declarar sus pecados, para inculparse por blasfemias proferidas en cierta ocasión en Almodóvar del Campo, siendo porquero. La indefensión de un reo en la cárcel de la Inquisición era total. Este hombre, con su silencio por no reconocer su bigamia, tuvo que esperar dos meses a que el fiscal del Santo Oficio le acusara del delito. Francisco Sánchez era un desgraciado en busca de oficio de aquí para allá, obligado a salir de su pueblo por la necesidad de una familia numerosa y desestructurada, en gran parte por culpa de su abuelo, un cantero rico, Martín de Oma, que daba rienda suelta a sus desenfrenos sexuales con mujeres desamparadas. Había ejercido de cortecero, plomero, porquero o segador. Un pobre hombre, al que posiblemente un primo suyo, un clérigo llamada Alonso Martínez Cortecero le había preparado un buen matrimonio con la vecina de Almodóvar, María Gutiérrez, cuya madre se hacía llamar "la duquesa", Allí donde no llegaba Francisco, sí que lo hacía su primo el clérigo Alonso Martínez Cortecero, que sabedor del pecado de la bigamia había convencido a su primo para que obtuviera la probanza falsificada de tres testigos de cómo su primera mujer era muerta (en realidad la segunda, pues la primera lo era realmente y Francisco ya sabía lo que era el valor de la probanza de los tres testigos). Muerta o no, probablemente, Francisco Sánchez es cómo deseaba ver a su esposa de Carmona,  pues seguramente tenía dudas sobre si el primer hijo de su esposa era suyo o del mercader sevillano y tenía la certeza que un segundo hijo lo era del mercader.

¿Cómo fue sentenciado Francisco Sánchez? debía salir al auto de fe con una vela de cera en la mano y con una coroza en la cabeza con insignias de dos veces casado y con una soga a la garanta, abjurar de Levi, sea traído a la vergüenza por las calles de Sevilla y llevado a las galeras a servir cuatro años como galeote.

AHN. INQUISICIÓN, 29, EXP. 21

Un pedroñero en la expedición dominica a Filipinas.

 Benito de Tébar era un joven pedroñero, estudiante que pretendía ordenarse de corona y grados. Hijo de Juan de Tébar y Catalina López. Su ascendencia familiar de cristianos viejos quedó probada el 26 de octubre de 1602 y avalada por el teniente de cura de Las Pedroñeras que consideró al joven como " hombre recogido y de buenas costumbres y a tratado muchos años y trata de ordenar para ser al estado sacerdotal y trae hábito de estudiante y a oydo decir que en la ciudad de Granada a estudiado y en otras partes y en ellas aber dado buen exemplo y así digo que merece las órdenes que pretende".

Benito de Tébar había sido bautizado el 19 de febrero de 1579 en la iglesia de Las Pedroñeras, tenía, pues, veintitrés años cuando pasó a Las Filipinas y había sido confirmado en diciembre de 1586 por don Gómez Zapata, obispo de Cuenca. Pasaría como uno de los seis criados que acompañaran al padre en su viaje a Filipinas, al quedar vacante dos de las plazas por enfermedad de dos aspirantes. Benito era moreno de rostro, con una señal de herida en la frente, donde nacía el cabello, y otras dos pequeñas a los lados y otras dos heridas en la mano derecha.

Benito de Tébar iba en una expedición de dominicos comandada por su vicario fray Gabriel de San Antonio. En total pasaron treinta religiosos y seis criados. La salida para Filipinas se retrasaría hasta finales de 1607. Se decía que, entonces, Benito de Tébar, tenía 24 años, pero sabemos que su edad real era ya de 28.

AGI, CONTRATACIÓN, 5300, N. 18


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La Casa de Contratación de Sevilla para dejar pasar a Indias, a la provincia de Popayán,  a la persona que designe Catalina López, a aceptar la hacienda dejada por su marido por Marcos Martínez, ya difunto. Las condiciones es que deposite 300000 mrs. de fianza y no esté allá más de tres años. 9 de febrero de 1574

    AGI, CONTADURÍA, 240, N. 1, R. 307

Pasajeros a Indias de El Provencio

 La fortuna heredada por Pedro García de la Alberca, vecino de El Provencio, de su padre Juan Martínez de la Alberca fue de 82781 mrs., pagados el 26 de enero de 1600. Juan Martínez había fallecido en Mérida, Tierra Firme. Juan Martínez de la Alberca había marchado a Indias tras la muerte de su esposa Quiteria Honrubia, sería el año 1585.

AGI, CONTRATACIÓN, 256A, N. 1, R. 12.

El 17 de marzo de 1589, el hermano Fernando Carrasco se embarca junto a otros ocho hermanos con destino a la ciudad de México para servir en el Hospital de San Hipólito, a las órdenes del hermano Esteban de Herrera. Su labor sería cuidar enfermos, por la falta de hermanos para esta ocupación

Se definía a sí mismo como cristiano viejo con ascendencia conocida. Hijo de Hernán Sánchez Carrasco y Mari López Pellejera, nieto, por línea paterna, de Martín Carrasco y Francisca Bonilla, y, por línea materna, de Francisco Pellejero y Catalina de Haro. Era un mozo de veintitrés años, huérfano de padres, al que comenzaba a crecerle la barba.

AGI, CONTRATACIÓN, 5232, N. 38.

Wednesday, December 10, 2025

Testamento de Alonso de Calatayud, señor de El Provencio

 Otorgado en Toledo, el 4 de julio de 1525, ante el escribano Fernando Rodríguez.

Manda ser enterrado en la capilla de enterramiento familiar, donde están sus padres enterrados, en la iglesia de su pueblo El Provencio (antigua iglesia de la Magdalena). Hasta en sus últimos momentos se mostró como una persona recelosa, sabedor que podía morir en Toledo, dispusó su enterramiento temporal en iglesia o convento de la capital hasta que sus restos fueran llevados a la capilla familiar de El Provencio, según dispusieran sus albaceas.

El día de su entierro y de su depósito en la capilla familiar se harían honras y exequias tal como ordenare su mujer Leonor de Toledo y Guzmán.

Manda las cinco mandas acostumbradas: para la obra de la Santa Iglesia de Toledo, para la Santa Trinidad y para Santa Olalla de Barcelona, para Santa María de Guadalupe, para Santa María de la Merced y para ayuda a sacar cristianos cautivos de tierra de moros. A cada una de las mandas medio real.

Manda que arda una lámpara de aceite delante del Santísimo Sacramento, durante el primer año de su enterramiento, en la iglesia o monasterio donde estuviera sepultado.

Se paguen deudas y descargos indicadas en el memorial que ha de acompañar el enterramiento. Asimismo se pague a aquellos que juren deudas por un valor de menos a quinientos euros, sin otro documento probatorio.

Confiesa tener en el término de El Provencio una casa, un molino, una huerta y ciertas tierras que son fuera del mayorazgo familiar y que ahora  con ellos se quiere dotar una capellanía con la obligación de una misa diaria. La ordenación de esta capellánía y nombramiento de capellanes queda en manos de su mujer Leonor de Guzmán.

Para evitar la enajenación de su villa de El Provencio, por las deudas que se mantienen con los acreedores, manda que se siga pagando de las rentas de la villa y no se haga uso de la dote de su mujer y se ordena que Leonor de Toledo y Guzmán sea pagada por lo adeudado de lo sacado de su dote.

Deja a sus hijos: a Marquesa de Guzmán, para sostenimiento del recogimiento que ha elegido, 300000mrs.; a Teresa de Guzmán, para ayuda de su casamiento, 500000 mrs.; a sus hijos Diego de Guzmán y Cristóbal Calatayud, 200000 mrs. a cada uno. Para estos pagos, se acudirá a los rentas y frutos de la villa de El Provencio, incluidas en el mayorazgo familiar; para hacer uso de estas rentas vinculadas al mayorazgo se hace necesario licencia del emperador.

El heredero del mayorazgo sería don Luis de Calatayud.

Se nombran albaceas: Leonor de Toledo y Guzmán, su mujer, Vasco de Guzmán, fiscal mayor de la justicia eclesiástica de la ciudad de Toledo; Pedro Sánchez Carnicero el mozo.

AHNOBLEZA, PASTRANA, C. 11, D. 1

Tuesday, December 9, 2025

El provenciano que se fue a Indias a comerciar con cacao

 Miguel Fernández, hija de Alonso Hernández Quintanilla y Teresa Olivares, era provenciano que había muerto en 1612 en Nueva España. No sabemos cuándo había salido de su pueblo para Indias, pero sí que su fortuna, acumulada en el entorno de la ciudad de Puebla (o Puebla de los Ángeles) se había forjado en torno al cacao. Once cargas de cacao había dejado en el momento de su muerte en la villa de Carrión en el valle de Atrisco, pero no consigo sino en el puerto de Acapulco. Miguel había muerto tras sentirse enfermo viniendo de Sonsonate (actual El Salvador), Es probable que Miguel Fernández no pudiera acudir a recoger estas cargas, pues hospedado en una posada estaba recibiendo atención médica. Su muerte llegó a su viuda Lucía López en 1619, en El Provencio. Por entonces, únicamente vivía su hija Catalina de Olivares, pues otro hijo llamado Miguel había muerto. En las informaciones de testigos de 1619 se dice que Miguel Fernandez había abandonado su pueblo hacía 17 o 18 años (hacia 1601-1602), aunque su pase a Indias se produjo un año después de abandonar el pueblo en busca de fortuna.

Miguel Fernández había conseguido una posición económica favorable en las Indias, contaba con una sirvienta en su casa y cuando muere encomienda a seis clérigos su entierro, con una misa cantada y 264 misas rezadas por él, sus padres y otras personas en Carrión, ciudad de México y conventos de carmelitas y franciscanos. Dedicado al comercio, cuando muere, se ha adelantado a un arriero a su servicio que trae once cargas de cacao para entregarle en Puebla de los Ángeles. El cacao se había recogido en Sonsonate, trasladado en barco a Acapulco y sería transportado por el recuero Bartolomé Martín hasta Puebla.

Las once cargas de cacao, y algunas ropas viejas, eran las única propiedades de Miguel en el momento de su muerte. Miguel no tenía deudas, creemos qu  era una persona avispada en busca de negocios y lo había visto en el comercio de cacao. El caso es que en el momento de casarse, Miguel Fernández no era pobre, había aportado al matrimonio 500 ducados y su mujer 30000 maravedíes en concepto de dote. ¿Entonces? Probablemente, Miguel y su hacienda se habían arruinado y se había visto forzado a buscar fortuna fuera de su pueblo


Hasta 1624, la viuda y su hija no recibirán la herencia del difunto, un total de14569 mrs. Es lo que quedaba después de pagar al recuero del cacao, al mesonero que atendió al moribundo, que no se olvidó de echar al alza los servicios como la esclava que atendió al moribundo o las sábanas y colchón orinadas en su agonía de cinco días, luego venían sueldos de escribanos, pagar el macho prestado con el que había llegado al mesón, los clérigos de su entierro, las misas y los impuestos exigidos por la Casa de Contratación (costas, flete y avería).


AGI, CONTRATACIÓN, 357, N. 7.


La peste del año 1600, que llegó a la Mancha conquense en dos oleadas, las crisis inmediatamente previas y la carestía en torno al año 1604 obligaron a los hombres a dejar sus pueblos y buscar nuevas oportunidades. Tal fue el caso del provenciano Miguel Fernández, que, abandonando El Provencio y su familia, anduvo errante por Andalucía antes de obtener el permiso para pasar a Indias.
El abandono de los maridos del hogar familiar, empujados por las ruinas de sus haciendas y a la búsqueda de fortuna, fue algo que se repitió en el tiempo. Las familias eran más extensas y los parientes, ya fueran tíos o yernos suplían en la medida que podían la falta del cabeza familiar. Miguel anduvo en busca de su oportunidad por Nueva España; debía ser una persona arriesgada, que buscó la oportunidad en los nuevos negocios. El lo intentó en el comercio del cacao, cultivado en Guatemala, este producto llegaba al puerto de Acapulco desde donde se distribuía no solo a Europa. Recuas de mulas ayudaban en la distribución. Miguel Fernández hizo lo propio contratando un recuero que llevara sus once costales de cacao hasta la ciudad mejicana de la Puebla de los Ángeles. El cacao llegó, pero él, no. Montado en un macho y enfermo llegó hasta un mesón en la villa de Carrión, para desplomarse de su cabalgadura y ser recogido por el mesonero, que lo atendió sus últimos cinco días. Poco antes, a ocho leguas de Acapulco había ordenado su conciencia y su hacienda, sabedor de su destino. Su fortuna se esfumó entre misas por su memoria, pago del recuero y del mesonero, que no le perdonó haber estropeado con su orina sus sábanas y colchón y las gestiones post mortem de sus albaceas. Su hija, en El Provencio recibió de su herencia tan solo 14500 maravedíes, cuando la hacienda del finado había gozado de tiempos mejores en el cultivo de la tierra de su pueblo natal: 500 ducados de patrimonio y 30000 maravedíes de dote matrimonial.

Una herencia de Indias

 Aunque ya hemos hecho múltiples referencias, las repatriaciones de capitales desde Indias, los llamados bienes de difuntos, vinieron a dinamizar la economía de los pueblos de La Mancha conquense en forma de fortunas sobrevenidas para sus destinatarios. Un caso es la herencia del provenciano Juan García, fallecido en Nueva España y cuya muerte debió acaecer hacia 1608 y que dejó una herencia de 134356 maravedíes. 

Juan García de Perona el viejo había marchado a Indias y se había instalado en la ciudad de Veracruz, dejando atrás a su mujer Mari Sánchez , un hijo, Juan y una hija, María, en El Provencio. Juan había rehecho su vida en México donde se había amancebado con una mujer llamada Catalina Martínez, que recibiría la cuarta parte de su herencia. Juan García había muerto en 1602, pero como suele pasar en estos casos una persona de confianza se había hecho con su herencia a falta de descendientes en México y solamente cedió la herencia cuando fue conminado por la justicia cinco años después. La afloración de estas herencias era posible por el envío desde la Península de jueces visitadores para reclamar las herencias no declaradas. Tal fue el caso del juez Juan Frías de Salazar que fue enviado a Veracruz en 1607; allí, en el puerto de San Juan de Ulúa, y con las voces de un mulato, acompañado de los redobles de una caja, se advirtió a los vecinos que dieran a conocer las herencias de que fueran depositarios.

Estas fortunas quedaban en depósito en la Casa de Contratación en Sevilla, desde donde se manaban requisitorias a los pueblos originarios de los difuntos para que sus herederos reclamaran la herencia. En los pregones de los pueblos se anunciaba la noticia y los vecinos eran reclamados para la misa mayor del domingo en la iglesia del pueblo para que, leída la requisitoria de Sevilla, los herederos pudieran tener conocimiento de la herencia legada y ejercer sus derechos.

El Provencio había estrenado iglesia y una plaza nueva delante de ella, en lo que había sido una constante en los pueblos de la Mancha conquense de crear espacios nuevos y públicos desde el siglo anterior. Era en esta nueva plaza, forjada en torno a la iglesia de la Asunción, que los alcaldes ordinarios de la villa hacían justicia y se pregonaban las órdenes ante numerosos vecinos. Ante el alcalde ordinario, el doctor Peláez Grimaldo y su acompañado, sentados en los poyos de la plaza, se presentaría Juan García Perona el mozo para exigir la herencia de su padre muerto en Indias, junto a varios testigos que ante el alcalde y escribano dieran fe de su descendencia directa de Juan García Perona el viejo y María Díaz o Sánchez. Examinados los testigos al pretendiente a la herencia se le exigía una escritura de obligación o fianza qnte el escribano Juan Merchante en el que varios vecinos respondieran con su patrimonio de la veracidad del parentesco para el entrego de los 134356 maravedíes en Sevilla. 

Gracias a una nueva información de testigos podemos saber de estos labradores ricos de El Provencio que aseguraron reunir entre cuatro de ellos mil quinientos ducados: eran  Diego García Ortega, Juan Zarco, Pedro Zarco y Francisco Zarco.

El 3 de junio de 1609 se iniciaría el proceso de pago por la Casa de Contratación, aunque Juan García Perona no recibiría hastael día cinco en Sevilla su herencia


Testigos; 16 de mayo de 1609

Fernando de Jerez, 70 años

Juan García, 44 años

Bartolomé Pulido, 49 años

Francisco Bonillo, 48 años

Eugenio García, 48 años

Marcos Provencio, 40 años


AGI, CONTRATACIÓN, 288B, N. 1 R. 3