El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 2 de diciembre de 2017

Disputas entre Villanueva de la Jara y Alonso Pacheco por los molinos llamados Los Nuevos

Convento de las Petras, en el solar se levantaba el antiguo
convento, donde ingresó como monja Leonor de Guzmán
Jerónimo de Montoya era un vecino de Vara de Rey de treinta y cinco años, en 1530 recordaba cómo catorce años antes, su tío Alonso Montoya, otro paisano llamado Pedro Pintor, la madre de éste, Marina, y Alonso Pacheco, hijo segundón del señor de Minaya, se habían puesto de acuerdo para hacer llegar a doña Leonor de Guzmán y a su sobrina Catalina Carrillo hasta  La Parrilla. Leonor era hermana de Alonso Pacheco; Catalina, su hija. Por aquel entonces, La Parrilla, villa del señorío de Diego Hurtado de Mendoza, señor de Cañete, no era sino un punto intermedio que desde la Mancha de Montearagón conducía a la ciudad de Cuenca. Ese era el destino de tía y sobrina, que se disponían a ingresar como monjas en el convento de la Purificación de Nuestra Señora de la orden de San Pedro, las petras. Su vocación religiosa era nula; el ingreso en el convento tenía mucho más de coerción para ambas mujeres. Pero a los ojos de quien realmente había tomado la decisión, don Alonso Pacheco, vecino de San Clemente, tal medida era necesaria para preservar el patrimonio familiar, eso sí, en beneficio propio, evitando su disgregación. Allí fueron recibidas por el doctor Muñoz, patrón de dicho monasterio. Hombre poco fiable, pues después de recibir a las dos mujeres como novicias, no sin antes de asegurarse el compromiso de recibir la dote de setenta y seis mil maravedíes, concertó con representantes de la villa de Villanueva de la Jara la venta de tres ruedas de los molinos llamados Nuevos, propiedad de la mencionada Leonor de Guzmán. Los cien ducados, fruto de la operación, acabaron en manos del convento, que hizo una operación redonda. Por supuesto, esta última operación se hizo a espaldas de Alonso Pacheco, que al entregar al convento los setenta y seis mil maravedíes pretendía que hermana e hija renunciarán a cualquier derecho sobre los bienes familiares y cuyo único fin era desprenderse de su hermana y su hija para quedarse con el patrimonio familiar en su integridad. La dote de Leonor de Guzmán se haría efectiva, la de doña Catalina Carrillo, no, pues aparte de la cama de ropa, don Alonos Pacheco nunca aportó los treinta y ocho mil maravedíes,correspondientes a su hija.

Las dos mujeres emprendieron el camino hacia el convento de la Purificación de Cuenca con cama de ropa y una dote aportada por Alonso del Castillo de setenta y seis mil maravedíes. Leonor de Guzmán acabaría allí sus días entre rezos y maldiciones a su hermano Alonso, que se había quedado con los frutos de su patrimonio. Catalina Carrillo saldría del monasterio de Cuenca, pues su padre fue incapaz de pagar la dote conventual, aunque para acabar en el de Santo Domingo de Moya, es de suponer que más asequible. Pero si doña Leonor no pasaba del papel de monja intrigante engañada por su hermano, el concejo de Villanueva de la Jara no olvidaba los cien ducados pagados al doctor Muñoz, que le otorgaban una parte de las ruedas de los molinos llamados Nuevos de la ribera del Júcar y sobre los cuales ya se arrastraba litispendencia desde comienzos de siglo.

Pero, ¿quiénes eran estos personajes? Alonso Pacheco era el hijo segundo de don Juan Pacheco, señor de Minaya, que había dejado una prolífica descendencia en sus dos matrimonios. Del primer matrimonio con Leonor de Guzmán (la desgraciada mujer murió en su último parto), además de Alonso Pacheco, tuvo otros cinco hijos: Rodrigo Pacheco que heredó el mayorazgo y señorío de Minaya, Francisco Pacheco, Pedro Pacheco, Juan de Guzmán y Leonor Guzmán; del segundo matrimonio con doña María Ajofrín tuvo otros tres hijos y dos hijas (Luis, Gonzalo, Tristán, Juana e Isabel). Alonso de Pacheco es figura nodal para el devenir de la historia de San Clemente, casado con Juana de Toledo, la nieta del alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, por parte de su segundo hijo Alonso, daría lugar al linaje de los Pacheco en la villa de San Clemente y a sus tres ramas familares, procedentes de los tres vástagos que tuvo el segundo hijo de Alonso Pacheco, Diego, casado con Isabel de los Herreros.

A la pericia de Alonso Pacheco, y a los avatares de la vida, se debe que un segundón como él fuera capaz de legar uno de los mayores patrimonios de la zona a sus herederos, los futuros marqueses de Valera y los señores de Santiago de la Torre, Valdosma y Tejada. Los avatares de la vida apartaron del patrimonio familiar a los hermanos de Alonso, Pedro y Francisco, que murieron; la pericia de Alonso mandó a la vida espiritual  a su hermana Leonor, que renunció nada más pasar al convento a toda pretensión a los bienes paternos. Con su hija Catalina quizás la cosa fue más fácil, dispuesta a renunciar a la legítima con tal de evitar la entrada en cualquier convento. Los treinta y ocho mil maravedíes que hacia 1500 Alonso Pacheco ofreció de dote conventual por su hermana era una cantidad inferior a la comúnmente exigida a otras profesas, que iba de los cuarenta y cinco mil a cincuenta mil maravedíes, pero era ante todo claramente inferior al valor de los bienes renunciados por doña Leonor. La ambición de Alonso no se detuvo con sus hermanos de madre, sino que su avaricia el llevó a quedarse con la quinta parte que correspondía a los herederos de la segunda mujer de su padre, doña María de Ajofrín.

El doctor Muñoz, patrón del convento de las petras, no parecía muy dispuesto a dejarse embaucar por los tratos de Alonso Pacheco, que tildaba de engaños, ni tampoco reconocía valor alguno a la carta de renunciación de bienes de doña Leonor, simple escrito de monjas sin licencia del provisor o del propio patrón. El convento de las petras de Cuenca se había fundado en 1509 por legado testamentario del canónigo de la catedral Alfonso Ruiz. En su última voluntad, dejaba por patronos de dicho convento al maestro Martín Navarro, ya fallecido en 1530, y al doctor Eustaquio Muñoz. El doctor Muñoz de hecho era quien controlaba el convento y todas las transacciones ligadas al ingreso de las monjas, pero en el caso de Leonor de Guzmán intencionadamente se había ausentado en el momento de la firma de la carta a la renuncia de bienes y había evitado todo trato con don Alonso Pacheco, sabedor de las disputas por la herencia del señor de Minaya.

Don Juan Pacheco, señor de Minaya, al morir repartió sus bienes entre los herederos de sus dos mujeres. Para los hijos de doña Leonor quedaron las tres cuartas partes de los bienes, para los hijos de doña María el cuarto restante. o un quinto, según otros testigos. El señorío y mayorazgo de Minaya quedó en manos del primogénito, pero quedaba en disputa la herencia de los bienes que a la familia habían llegado por la falta de herencia de Hernán González del Castillo, el de la Torre Vieja de San Clemente, principalmente en esa villa de San Clemente y los molinos y dehesa de Galapagar en la ribera del Júcar. A los hijos de la segunda mujer le corresponderían un heredamiento, dehesa y molinos en Rus, término de San Clemente, un heredamiento y dos ruedas de molinos en Bolinches, en Jorquera.

Entre los bienes legados por Juan Pacheco a los hijos del primer matrimonio figuraban los molinos harineros Nuevos de la ribera del Júcar, constituidos por dos casas, una de ellas en el término de San Clemente con seis ruedas y otra casa de tres ruedas en la margen izquierda del río, término de Alarcón. La partición hecha efectiva en 1507 de los molinos Nuevos por legado testamentario de Juan Pacheco fue salomónica, no contentando a nadie: rueda y media para cada uno de los seis hermanos, que recibieron de su padre, además, cincuenta y cuatro mil maravedíes por cabeza. La partición de bienes se hizo ante dos escribanos, Diego de Arnedo, de Minaya, y Alvar Ruiz, de San Clemente, y ante el licenciado León, de Belmonte. Pero la equidad de la distribución estaba condenada desde el momento que cuatro de los seis hermanos, salvo Rodrigo y Alonso, eran menores de edad. La más desgraciada fue la hermana, Leonor de Guzmán, cuya curaduría se arrogó Alonso, más preocupado por su patrimonio que por su bienestar. Igual suerte corrió Francisco, que fue enviado como fraile franciscano a Salamanca, mientras en un principio legaba sus bienes, con la condición de casamiento, a su hermana Leonor de Guzmán, o Leonorica como era conocida en la familia. Tal decisión provocó las envidias y disputas de los hermanos. Rodrigo y su mujer Mencía ya pensaban en un buen casamiento para la Leonorica, pero la decisión de Alonso de meterla a monja desbarató sus planes. El despechado fraile Francisco viendo tales intrigas decidió dejar sus bienes a los pobres, pero se encontró con la oposición de su hermano Alonso que le espetó a la cara aquello de ¡más pobre que yo!, a lo que el acobardado monje solo supo responder: pues tomaoslos vos. A su muerte, con apenas veintiún años, el resto de bienes pasaron a su hermana Leonor, es decir de hecho a Alonso, curador de su hermana. Los infortunios se iban sucediendo entre los hermanos, un buen día, hacia 1513 o 1514, Pedro Pacheco se fue de su tierra con dieciocho años y desapareció, se dijo que estaba cautivo en África, en manos de los moros, según unos; como soldado en Nápoles, según otros. Se le dio por muerto, y ávido, como siempre, Alonso se apoderó de los bienes del hermano desaparecido y dado por muerto. Hacia 1520 poseía gran parte de herencia paterna y, entre ella, las seis ruedas de los molinos Nuevos de la casa de San Clemente y una rueda de dichos molinos de la casa de Villanueva de la Jara, en término de Alarcón.

Alonso Pacheco había heredado de su padre una ambición desmedida. La casa de Juan Pacheco, padre de Alonso, debía parte de su fortuna al medio millón de maravedíes que aportó al matrimonio su mujer Leonor de Guzmán, pero, poco antes de su muerte por parto, a Leonor solo se le reconocían por bienes un paño francés colgado en la pared de su casa y una ropa de terciopelo que legó a la iglesia de Minaya. O eso decían interesadamente los testigos, pues la herencia familiar se había infravalorado conscientemente. Según el convento de la Purificación la fortuna heredada por Leonor, la hija, ascendía a 400.000 maravedíes, tal vez, una evaluación excesiva, pero creíble si pensamos que cada rueda de molino ascendía a 100.000 maravedíes, y Leonor por legado propio y el de su hermano Francisco poseía tres. Los Pacheco era una familia de caballeros, en el sentido medieval del término, personas que por su mismo estado no debían ejercer oficios viles o mecánicos. El caso es que el padre, Juan, se movió en su última voluntad entre el deseo de preservar el mayorazgo familiar, que acabó en manos del primogénito, y el no dejar en la indigencia al resto de los diez hijos. A los cinco hijos de la primera mujer les dejó los molinos y una renta de 54.000 maravedíes, a los otros cinco hijos de la segunda mujer sendos molinos en Jorquera y Rus. Las rentas de los 54.000 maravedíes se acabaron pronto en manos del hermano mayor y de unos desaprensivos curadores. Para los testigos de la época era gente pobre y con harta necesidad. Por eso, Francisco o Leonor escogieron el camino de la Iglesia y Pedro la senda de la guerra. Pero, el hijo segundo, Alonso ya era mayor y con buen casamiento, Juana de Toledo, la hija de Alonso de Castillo, el hombre más poderoso de la villa de San Clemente por la época. Alonso Pacheco, hombre de pocos principios éticos, jugó con la necesidad de sus hermanos, para quedarse con los derechos de su hacienda, hasta construirse con un emporio económico, centrado en los molinos de la ribera del Júcar y los heredamientos de Rus, herencia de sus hermanastros, que también acabó en su poder. Alonso Pacheco, hombre de su tiempo supo ver el despegue agrario de las villas de realengo del Marquesado de Villena, y en concreto, la revolución agraria de Villanueva y sus aldeas, para sacar sustanciosos beneficios de las carretadas de grano que los agricultores llevaban hasta los molinos de la ribera del Júcar.

La joya de la herencia familiar era los molinos Nuevos, con nueve ruedas divididas a parte iguales entre los hermanos; pero los molinos fueron también un quebradero de cabeza para la familia después que una avenida del río Júcar por el año 1510 se llevase las dos casas de molinos. Los hermanos, encabezados por Rodrigo y Alonso, pues el resto de hermanos menores eran simples comparsas en el asunto, se concertaron con el concejo de Villanueva de la Jara para hacer frente a los costes de reedificación de las casas. Los costes fueron repartidos por mitades, pero Villanueva exigió la perpetuidad de los beneficios de la futuras moliendas a partes iguales; es decir, el monopolio del concejo jareño por la explotación de los molinos sitos en su ribera; un nuevo concierto, supondría la cesión de una de las seis ruedas a los Pacheco. La reconstrucción de los molinos fue aprovechada para sumar cuatro ruedas más, de modo, que siete ruedas quedarían del lado de San Clemente y seis del lado de Villanueva de la Jara. Un nuevo concierto, recogido en sentencia arbitral firmada en Minaya, supondría la cesión de una de las seis ruedas a los hermanos Pacheco, cuyos derechos eran tutelados por el mayor Rodrigo. Pero poco después en marzo de 1511, el concejo de Villanueva se haría con esa rueda tras haber prestado a don Rodrigo Pacheco 42.000 maravedíes a devolver en cuatro años, a cambio de hipotecar esa rueda. Lo que para Rodrigo Pacheco era empeño, se trataba de venta para el concejo de Villanueva de la Jara. Operación que no reconocería Alonso Pacheco por considerar la rueda de molino propiedad de los hermanos menores, y suya, como cesionario de los derechos de sus hermanos menores, al morir hacia mediados de la década de los veinte el primogénito Rodrigo. Claro que los derechos que se arrogaba Alonso Pacheco eran tan confusos como su supuesta ignorancia en el mencionado préstamo o robra de los 42.000 maravedíes, pues no faltaban testigos que lo vieron contado encima de un madero de la casa de los molinos Nuevos cada uno de los maravedíes recibidos, que lógicamente acabaron en su faltriquera. Este sería el origen del pleito entre Alonso Pacheco y el concejo de Villanueva de la Jara. Desde 1511, el concejo de Villanueva poseía por la vía de los hechos las seis ruedas de la casa de su ribera, gastándose ciento cincuenta mil maravedíes en su aderezo y mejora en los años catorce, diecisiete y veinte, pero a la muerte de Rodrigo Pacheco, su hermano Alonso decidió llevar en 1525 sus pretendidos derechos a la Chancillería de Granada. Estas enrevesadas operaciones entre Rodrigo Pacheco y el concejo jareño, lo que nos muestra es la falta de liquidez de los Pacheco, ejemplo de la nobleza regional, arruinada y sin liquidez a comienzos del quinientos. Realmente no era mucho mejor la situación del concejo jareño, pero jugaba con una ventaja: los ahorros de unos agricultores en plena expansión y la disposición directa de la recaudación real de las alcabalas, utilizadas temporalmente en beneficio del propio concejo para sus obligaciones (así se hizo para pagar a Rodrigo Pacheco) y cuyo anticipo era resarcido una vez recogida la cosecha. Por supuesto que una parte de esa baja nobleza vio la oportunidad de captar una parte del excedente agrario de los agricultores de la Manchuela con la maquila obtenida en las moliendas. Rodrigo Pacheco, propietario de los molinos del Batanejo, Alonso Castillo, de los de la Losa, Alonso Pacheco, de los Nuevos, o Diego Castillo, poseedor de los molinos de la Noguera, vieron en los molinos de la ribera del Júcar la oportunidad para resarcirse de la pérdida de otras rentas feudales. Los beneficios obtenidos fueron vistos por las villas de realengo como una vuelta a las extorsiones feudales, pero esas villas pronto impusieron su fuerza y participaron del excedente agrario con la construcción de sus propios molinos. El paisaje urbano de las villas de realengo vio cómo se erigían edificios religiosos, civiles y las primeras casas palacio.

Por otra parte, el incremento de ruedas venía a reconocer la insuficiencia de las instalaciones existentes por el fuerte desarrollo agrario de la zona. Recordemos que, en 1514, San Clemente también construirá los molinos llamados del Concejo (construcción que se prolongará todavía en 1525) a cargo del cantero vasco Pedro de Oma, que fue el autor unos años antes de la reconstrucción de los molinos Nuevos, como el mismo reconocía en su declaración:
este testigo hizo las dichas dos paradas de molinos y sabe que la una parada está a la parte de Villanueva de la Xara tiene seys rruedas
La labor constructora de Pedro de Oma fue frenética, interviniendo también en los molinos del Batanejo, propiedad de Rodrigo Pacheco
estando este testigo haziéndoles una casa (a Rodrigo Pacheco y su mujer Mencía) una casa de cantería en el Batanejo 
Claro que Pedro de Oma, analfabeto, pues no sabía firmar, sigue siendo una incógnita, y como ya adelantamos en alguna otra ocasión, su participación en la construcción de los edificios religiosos o civiles de la comarca es una apuesta segura, tal como él nos reconoce en su declaración:
dixo este testigo oyo dezir a los alcaldes y rregidores de la villa de Villanueva de la Xara estando este testigo obrando en la torre de la dicha villa que los dichos molinos rrentaban en cada un año más de seys çientas hanegas
Ayuntamiento de Villanueva de la Jara
A la izquierda, Torre del Reloj
Así, vemos  al cantero vasco edificando la Torre del Reloj que hoy flanquea por uno de sus lados al edificio renacentista del ayuntamiento. Con un basamento tal vez de una época anterior, la sobriedad de la torre quizás choca con el purismo del ayuntamiento civil, pero en la sencillez de las líneas y su tosquedad le acompaña sin desentonar. Es arriesgado adelantar el Renacimiento en estas tierras a comienzos de siglo y por supuesto erróneo intentar implicar a los vascos, muy apegados a lo antiguo, en estas nuevas formas arquitectónicas, pero que la Mancha de Montearagón vivió en los comienzos de siglo una renovación edilicia, anterior a esa otra constatada de mediados de siglo, nos es cada vez más evidente, y que los autores, aparte de autores vascos como los Oma, está por descubrir.

Alonso Pacheco contra el concejo de Villanueva
Tras la reedificación de los molinos Nuevos, a partir de 1616, las siete ruedas de la casa de la parte de San Clemente quedaron en propiedad de los pachecos; de las seis ruedas de la parte de Villanueva de la Jara, este concejo se quedó con la propiedad de cinco ruedas y la restante quedó en manos de la familia de los pachecos, aunque Alonso la consideró como suya propia en exclusividad, por la muerte de sus hermanos, la tutela sobre su hermana Leonor y la venta que en su favor había hecho el hermano menor Juan de Guzmán. Hoy este juego de reparto de ruedas de molino nos puede parecer curioso, pero no olvidemos que para los contemporáneos cada rueda de molino significaba unos derechos de maquila anuales que fácilmente pasaban de ciento cincuenta fanegas de trigo. No siempre era así, los años malos o de esterilidad reducían los derechos de maquila, que solían ser un quinto del trigo molido, a cuatrocientas o quinientas fanegas para las seis ruedas, es decir, unas noventa fanegas de trigo por rueda.Dicho de otro modo, Alonso Pacheco, que disfrutó en el período que va de 1500 a 1529 las tres ruedas de molino que correspondían a su hermana Leonor (las suyas y las heredadas de Francisco), obtuvo unas rentas de más de 10.000 fanegas de trigo. A añadir por supuesto a los frutos y ganancias mucho mayores de las ruedas que poseía en las casas del término de San Clemente. Y sin olvidar que algunos años los derechos de maquila impuestos habían sido superiores. No es extraño que el valor de una rueda de molino se hubiera duplicado en apenas un cuarto de siglo, tal es el caso de una rueda vendida en los molinos de los Carrascos, dos leguas río abajo de los molinos Nuevos: el valor de su venta hacia 1500 fue de 50.000 maravedíes, veinte años después su valor ascendía a los 100.000 maravedíes. Por esa cantidad sería por la que Rodrigo Pacheco compraría cada una de las ruedas de los molinos del Batanejo a un vecino de Villanueva de la Jara llamado Julián González.

Paraje de los molinos Nuevos en la actualidad


El pleito entre Alonso Pacheco y el concejo de Villanueva de la Jara era un juego de intereses, donde las necesidades de una villa agraria en expansión chocaban con las propias ambiciones del sanclementino, al fin y al cabo, un segundón de la familia de los señores de Minaya, pero que con la corta herencia recibida de sus padres, una rueda de molino y 54.000 maravedíes, y una certera alianza matrimonial con Juana de Toledo, nieta del alcaide de Alarcón, había sabido maniobrar para construirse una fortuna que rivalizaba con la de su suegro, Alonso del Castillo. Así, Alonso de Pacheco y Alonso del Castillo se habían convertido en los dos sanclementinos más ricos y también, por sus ínfulas señoriales, más odiados. Muestra del poder de Alonso de Pacheco son los testigos que presentó en su pleito contra Vilanueva, a los que el concejo tildaba de simples criados de baja condición molineros y trabajadores a su servicio, o, caso de Lope de Mendoza, simples familiares con intereses comunes. No obstante, Alonso Pacheco se había ganado enemistades entre sus vecino de San Clemente. Alguno era un viejo aliado en las pretensiones nobiliarias como Antón García, otros miembros de viejas familias, como los López de Perona, y el resto eran recién llegados al poder local como la familia Simón. Por ellos sabemos las redes clientelares que Alonso Pacheco, y su suegro Alonso Castillo, se habían creado en la sociedad sanclementina. Pedro Molinero, con apellido del mismo oficio, o el también molinero Pedro Cardoso se hacían cargo de las moliendas; ganancias que eran exacciones del quinto del trigo aportado por los labradores, pero que en alguna ocasión superaba esa proporción, por los conciertos, en sus molinos de la Losa y los Nuevos, a los que llegaron los dos Alonsos, suegro y yerno. Otras veces, las alianzas eran familiares, casos de Lope de Mendoza, hermano de Mencía, cuñada de Alonso, o Diego de Alarcón, primo hermano de la susodicha. Para Alonso Pacheco era de tanto valor la palabra de sus familiares caballeros como de sus criados molineros. Sabemos ya por el padre del Lazarillo de Tormes de la poca confianza que en aquella época merecían los molineros: viva imagen de los robos que para los labradores escondía la maquila. Pero la figura más que el personaje rahez, cretino o borracho que se nos quiere hacer ver en el expediente que estudiamos era el símbolo del juego de intereses de una época despiadada: el pobre molinero era poco lo que obtenía de las moliendas pero ante sus ojos pasaban los tratos más sucios y engaños más execrables a costa de los agricultores que con su grano llegaban a la ribera del Júcar.

Vista del paraje molinero de Los Nuevos
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El concejo de Villanueva obtuvo ejecutoria favorable en un primer momento del pleito, obligando a Alonso Pacheco a devolver la rueda de molino que poseía en la parte del río de Villanueva de la Jara y las rentas obtenidas con el disfrute de dicha rueda. Pero la ejecutoria obtenida en un primer momento no fue aceptada por Alonso Pacheco que prosiguió el pleito. Para 1530, el litigio se había complicado sobremanera, pues el concejo jareño había buscado la complicidad del convento de la Purificación de Cuenca, donde había profesado hasta su muerte como monja la hermana de Alonso, Leonor de Guzmán, y en cuyo nombre el convento invocaba su participación en la herencia de los molinos Nuevos. A decir del patrón del convento, el doctor Muñoz, la carta de renuncia de bienes de doña Leonor a favor de su hermano Alonso era nula y fraudulenta, por hacerse engañosamente y sin licencia de los superiores y patrones del convento. Para esa fecha de 1530, las partes dejaban entrever cierto cansancio, en especial, en lo que atañe a Alonso Pacheco, que veía consumida su hacienda en un pleito interminable. Para que lo represente en el litigio había dado poder el año anterior a su mayordomo, Martín López de Perona, vecino de la Roda. La carta de poder es significativa por las amplias atribuciones concedidas al mayordomo para disponer de los diversos negocios del señor con sus censatarios, renteros, molineros y pastores y para la compra, venta o cualquier transacción de bienes. Ahora, Alonso Pacheco busca entre sus viejos rivales sus testigos de apoyo, tal como Pedro Monteagudo, hermano de un regidor jareño, o el rico sanclementino Antón García, a quien cinco años tenía por enemigo. Pero las ansias de conciliación de Alonso Pacheco no eran correspondidas por la villa de Villanueva de la Jara, que no olvidaba una larga lista de pleitos perdidos con su contendiente. El concejo jareño intrigaba ahora con el doctor Muñoz y las petras, buscando una victoria plena en la posesión de las ruedas sitas en la parte de su término



ANEXOS

Relación de testigos presentados por Alonso Pacheco (1530):

Alonso de Montoya, 60 años, vecino de la Parrilla, tío de Jerónimo Montoya
Pedro de Monteagudo, 43 años, vecino de Villanueva de la Jara
Jerónimo de Montoya, 35 años, vecino de Vara de Rey
Sebastián Navarro, 55 años
Pedro Martínez Pintor, 65 años, vecino de Vara de Rey
Marina Martínez, su madre, 80 años, mujer de Juan Alcocer, vecina de Vara de Rey
Benito Cuartero, 48 años, vecino de Villanueva de la Jara
Pedro García el Viejo, 52 años, morador de Quintanar del Marquesado
Hernán Martínez Rubio, 73 años,vecino de la Roda
Juan Bonillo, 70 años, vecino de Minaya
Juan García Aljofín, 70 años, vecino de Minaya
Alonso Roldán, 70 años, vecino de Minaya
Andrés Martínez Bonillo, 60 años, vecino de Minaya
Antón García,vecino de San Clemente, 60 años

Relación de testigos presentados por Villanueva de la Jara (1530)

El doctor Muñoz, 50 años, patrón del convento de la Purificación de Cuenca
Juan de la Osa, vecino de Villanueva y procurador de la villa
Don García de Villarreal, chantre y canónigo de la catedral de Cuenca, 60 años.
Estefanía de Villarreal, mujer de Luis Carrillo Hurtado de Mendoza, 22 o 23 años
Pedro de Madrid, clérigo de 60 años de Cuenca
Juana Ruiz, abadesa de 60 años del convento de la Purificación de Cuenca
Marina Ruiz, vicaria de 50 años del convento de la Purificación de Cuenca
Juana de Lizama, monja de 30 años del convento de la Purificación de Cuenca, provisora
Pedro del Castillo, 63 años, capellán del convento de la Purificación de Cuenca
Juan del Pozo, canónigo de Cuenca, 70 años
María López, mujer de Juan Gasco, 60 años, vecina de Villanueva de la Jara
Alvar Ruiz, 75 años, vecino de Villanueva de la Jara
Juan López de Vicen López, 60 años, vecino de Villanueva de la Jara
Miguel Sánchez de Tresjuncos, 70 años, vecino de Minaya
Andrés Bonillo, 60 años, vecino de Minaya
Pedro de Medrano, vecino de Minaya, setenta años
Juan Sánchez de Jábaga, 60 años, vecino de Minaya
Diego de Alarcón, vecino de Minaya, 50 años
Miguel González, vecino de Minaya, 65 años
Pedro Chamocho (o Chamodio), vecino de la villa de San Clemente, 60 años
Juan González, alcalde ordinario. Tío de los Ruipérez, propietario de ruedas de molino en el Batanejo, que vende a los Pacheco
Pedro López de Tébar, alcalde ordinario
Juan de Monteagudo, Pascual García y Ruipérez, regidores de Villanueva de la Jara
Pascual Sánchez de Pozoseco, regidor de Villanueva de la Jara
Juan Tabernero, regidor de Villanueva de la Jara
Juan de la Osa, procurador de Villanueva de la Jara

Otros testigos

Hernán González Reillo, 50 años
Esteban de la Casa, molinero en los molinos Nuevos, 33 años
Hernán Rosillo, escribano de San Clemente en 1530
Francisco Hernández, escribano del número de San Clemente

Testigos en las probanzas de julio 1525, presentados por Alonso Pacheco

Declaraciones tomadas en las casas del término de San Clemente de los molinos Nuevos

  • Pedro Molinero
  • Pedro de Oma, cantero, vecino de San Clemente, 57 años antes más que menos
  • Pedro Camacho, vecino de Vara de Rey
  • Juan Cardoso, vecino de Alarcón

Declaraciones tomadas en las casas del término de San Clemente de los molinos del Batanejo

  • Andrés de Cuéllar, morador en Tarazona
  • Juan Camacho, vecino de Minaya
Declaraciones tomadas en Villanueva de la Jara
  • Juan González
  • Martín López el Viejo
  • Diego López
Otros testigos
  • Lope de Mendoza, 63 años, caballero, vecino de San Clemente, hermano de Mencía de Mendoza, mujer de Rodrigo Pacheco, señor de Minaya
  • Diego de Alarcón, vecino de Minaya, 45 años, primo hermano de Mencía de Mendoza
  • Simón Visiedo, 60 años
  • Hernán Martínez Rubio, 65 años
  • Pedro Chamodio, 55 años, molinero
  • Juan Cardoso, vecino de Alarcón, 55 años, molinero
  • Andrés Cuéllar, 50 años
  • Juan Chamodio, 
Testigos en la probanza de 1525, presentados por Alonso García, en nombre del concejo de Villanueva de la Jara

Antón García, vecino de San Clemente, más de 60 años
Alonso López de Perona, vecino de San Clemente, 60 años
Pedro de Albelda, vecino de San Clemente, 50 años
Martín del Campo, vecino de San Clemente, 60 años
Diego Simón, vecino de San Clemente, 60 años
Juan del Castillo, 55 años
Vasco Saiz Carretero, vecino de San Clemente, 55 años
Pedro de Alarcón, vecino de San Clemente, 37 años
Miguel Sánchez de Tresjuncos, vecino de Minaya, 60 años
Juan Catalán, vecino de Minaya, 60 años
Alejo Martínez, 50 años
Julián González, vecino de la Roda, 38 años
Simón Visiedo, vecino de la Roda, 60 años
Esteban de la Casa, vecino de Villanueva, 33 años
Pedro Chamocho, vecino de San Clemente
Hernán de la Peña


Concejo de Villanueva de la Jara de 4 de octubre de 1525

Martín García de Villanueva, alcalde; Martín López, Aparcio Talaya, Alonso Ruipérez, regidores, Juan de Monteagudo, diputado; Andrés Navarro, alguacil; y Francisco Navarro, escribano.

Concejo de Villanueva de la Jara de 17 de febrero de 1525

Pedro López de Tébar y Juan de la Osa, alcaldes ordinarios; Juan Tabernero, Pedro López Peinado, regidores; Diego Martínez Remielle, alguacil; Diego López y Juan Sanz de la Talaya, diputados.

Concejo de Villanueva de la Jara de 12 de noviembre de 1530

Pedro López de Tébar, alcalde ordinario; Pascual García y Juan de Monteagudo, regidores; Pascual Rabadán, alguacil; Hernán Martínez y Francisco García, diputados; Juan de la Osa, procurador de la villa. Otros: bachiller Clemente.

Testigos de la villa de San Clemente en las cartas de poder de Alonso Pacheco y probanzas de testigos de 1525

Juancho Vizcaíno, Juan Sánchez de Laredo, Miguel García, Francisco Hernández, escribano, Sancho Rodríguez, escribano, y su hijo Francisco Rodríguez, Baltasar Cabeza de Vaca, Hernán Rosillo, escribano, Gonzalo de Origüela, Estudillo, Francisco de Ávila, Juan de Oma, Pedro Gallego, Alonso Yubero,  Hernán González Pacheco, Juan Fraile, Pedro Barriga, escribano, Diego de Sandóval, Pedro Rosillo, Gonzalo Chacón, Martín de Tébar, Miguel López de Perona, Juan de Alarcón, Hernando de Origüela,

Testigos de la villa de Villanueva de la Jara en las probanzas de 1525

Juan de Mondéjar, morador Tarazona, Pedro Simarro, morador Tarazona, Antón Monedero, Pedro Armero, Alonso Simarro, Lope de Araque, Aparicio, Saiz del Atalaya, regidor, Alonso de Ruipérez, regidor



ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 5390, PIEZA 5. Pleito entre Alonso Pacheco y la villa de Villanueva de la Jara por la propiedad de la rueda de un molino en los Nuevos. 1525-1530

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