Hacia 1560 Eugenio de Salazar es enviado en comisión judicial a un lugar de Asturias llamado Tormaleo, desde allí dirigirá una carta al licenciado Agustín Guedeja, relator del Consejo y de la Cámara de Su Majestad y ahora su fiscal en la Real Audiencia de Galicia. La carta es archiconocida por mostrar con toda su rudeza, y mucho más sarcasmo, la realidad primitiva de un pueblo atrasado de Asturias.
Aparte de recomendar la lectura de la carta, nosotros pondremos nuestra atención en el destinatario, Agustín Guedeja, o tal como era conocido en su villa natal, San Clemente, el licenciado Guedeja (3). La familia tenía sus casas principales en el pueblo en la proximidad de la plaza junto a las de Juan Jiménez y allí vivirán sus herederos en 1586, tal como nos dice el padrón de alcabalas de ese año. Sus orígenes como hemos visto estaban en la ciudad de Salamanca, ciudad desde la que, fruto de una moza desflorada por un estudiante alcaraceño, una nueva rama familiar se había instalado en la ciudad de Alcaraz y luego en la villa de San Clemente de la Mancha (4).
El licenciado Agustín Guedeja, oidor de la Audiencia de Galicia, murió en la Coruña. El cuatro de agosto de 1592 dicta un testamento, que es incapaz de firmar por hallarse postrado por la enfermedad. Este hombre, ante la muerte, estaba lejos de la tierra que le vio nacer y en tierra extraña. Dejó a voluntad de su mujer el lugar de enterramiento. En su carrera, administrativa lo había conseguido todo: miembro del Consejo Real, oidor de la Audiencia de Galicia y su alcalde mayor. De su tierra natal había dejado todo. Sus padres eran Juan Guedeja y Bernardina de Valenzuela; él de Alcaraz, hijo de un padre bastardo; ella, de familia hidalga. El camino hacia la Corte se lo había preparado su padre. Al licenciado Guedeja, su buen hacer y fama como abogado, hizo que San Clemente le fuera pequeño y buscara en la Corte la proyección a su carrera profesional. En el ayuntamiento del 9 de noviembre de 1548 ya se dice que el licenciado Guedeja se lleva de la villa un salario excesivo de 9.000 maravedíes por unos negocios que en realidad no ejercita. Su ambición se vería colmada con un salario mensual de 40.000 maravedíes en la Corte, según nos consta para el año 1554.
Del matrimonio bachiller Juan Guedeja y su mujer Bernardina Guedeja conocemos seis hijos: Juan Guedeja Valenzuela, corregidor en Alcalá la Real y diversos partidos del Reino de Granada, y posteriormente, escribano mayor de rentas; Agustín de Guedeja, relator del Consejo y oidor de la Audiencia de Galicia; Jerónimo de Guedeja, racionero de la colegiata de Belmonte, y Jerónima Guedeja. Habría que añadir dos hermanas, María que profesó como monja en el convento del Espíritu Santo de la ciudad de Alcaraz, renunció a sus legítimas de la herencia, a cambio recibe 300 ducados como dote conventual (19 de abril de 1569). Y Juana Guedeja Peralta, casada y sin sucesión con el hombre quizás más influyente de la villa de San Clemente en el último cuarto de siglo: don Francisco de Mendoza, biznieto por línea varonil de Hernando del Castillo, alcaide de la fortaleza de Alarcón.
Dote conventual de María Guedeja para ingreso en el convento del Espíritu Santo de Alcaraz (1569). ARCHIVO MUNICIPAL DE SAN CLEMENTE. ESCRIBANIAS. Leg. 28/10 |
Jerónima de Guedeja casaría con Juan Gallo de Andrade, secretario del Consejo Real. El marido de Jerónima hemos de suponerlo clave en la conexión gallega de la familia y en las futuras aspiraciones del licenciado Agustín.
El licenciado Agustín Guedeja, sustituyó a su padre en 1563 como relator del Consejo Real. Pero su carrera administrativa le llevaría a la Coruña, donde ocuparía diversos cargos en la Real Audiencia de Galicia: fiscal, oidor y alcalde mayor. Casó dos veces. La primera con doña Catalina Muñoz Iranzo. De este primer matrimonio nacerían dos hijas, Bernardina Guedeja y María Guedeja. El segundo matrimonio sería con una noble gallega, María Pardos de Andrade, del que nacerían Juan Guedeja y Micaela Guedeja.
El licenciado Agustín Guedeja invirtió sus ganancias en rentas y juros en su tierra de procedencia. Disponía de un censo de 750.250 maravedíes sobre los propios del concejo de Campillo de Altobuey, un juro de 1.078.650 maravedíes sobre las salinas de Iniesta (sitas en la recién emancipada villa de la Minglanilla), un juro de dos cuentos cien mil maravedíes de principal y una renta anual de 150.000 maravedíes, a catorce al millar, situado sobre las alcabalas de Utiel, cedido el 29 de abril de 1573 por Francisca Sanvítores, viuda de Luis Falaguer, vecino de Valladolid.; otro juro de un 1.312.500 maravedíes sobre las alcabalas del Marquesado de Villena, más de 870.000 maravedíes adeudados por los herederos del Alonso de Valenzuela, regidor de San Clemente; 1.130.520 maravedíes invertidos en el banco y compañía de Pedro Villamor; un censo sobre los propios de Ayna de 300.000 maravedíes; además de 266.552 maravedíes de tres juros situados sobre las rentas de las alcabalas de Alcaraz y Alcalá de Henares..
La fortuna amasada por el licenciado Agustín Guedeja era inmensa. A su muerte la debió dividir entre los herederos de sus dos matrimonios, teniendo en cuenta que el hijo varón Juan fue mejorado con el quinto y tercio. Las herederas del primer matrimonio, Bernardina y María recibieron 7.446.652 maravedíes y el juro de 2.100.000 maravedíes sobre las alcabalas del Marquesado de Villena.
Agustín de Guedeja nunca olvidó su tierra natal. La hija mayor, Bernardina Guedeja Iranzo, casó con el sanclementino Gregorio de Valenzuela, regidor perpetuo de la villa de San Clemente. Ambos fundarían capilla en la Iglesia parroquial de Santiago. Así, parte de los bienes ( cerca de 3.800.000 maravedíes y 787.500 maravedíes del juro de las alcabalas de Utiel), volverían de nuevo a unos Valenzuela. Posteriormente por testamento de Bernardina Guedeja de nueve de octubre de 1597, ésta dejaba a sus cuñados Pedro de Valenzuela y Diego de Valenzuela, hermanos de Gregorio, dos mil y mil ducados respectivamente. Pedro Valenzuela y su hermano Diego recibirían el valor de esos tres mil ducados en bienes raíces y rentas por ejecución judicial del años 1604. Gracias a la cual conocemos los bienes poseídos por la difunta en la villa de San Clemente:
- Una era de despajar pan alinde de las beatas Alarcón y Fajardo en las eras de la Cruz
- Una haza cebadal bajo del cerro de las Torcas, alinde de hazas de doña Catalina MUñoz, viuda del capitán Oropesa.
- Un juro de 2.100 ducados sobre las alcabalas de Utiel y el censo sobre los propios de Campillo de Altobuey
El juro de los dos mil cien ducados serían vendidos por los hermanos Valenzuela a don Rodrigo Ortega nada más ejecutados. Don Rodrigo pagaría al contado 1.400 ducados a Pedro de Valenzuela y su mujer Juana Manuel y 700 ducados a Diego y su mujer María Muñoz.
La herencia de los Guedeja se deshacía. Juan Guedeja, hermano de Agustín Guedeja, vio finalizada su carrera administrativa en 1610. Había llegado a ser escribano mayor de rentas, encontrando la muerte un 23 de febrero de 1610; poco después, el 23 de diciembre, le siguió su mujer doña Catalina de Peñalosa. Sus cuerpos fueron enterrados en la bóveda de su capilla de la Santísima Trinidad de la villa de Madrid.
Diecisiete años antes le había precedido en la muerte su sobrina María, que dejó su testamento en Alcalá la Real (donde su tío Juan era corregidor) un 13 de julio de 1593. Su testamento se abriría el 15 de octubre, fecha sin duda posterior a la de su muerte. Dejó como heredero de todos sus bienes a su tío Juan de Guedeja Valenzuela, escribano mayor de rentas y corregidor de Alcalá la Real. entre ellos dos mil ducados para hacer frente a las mandas testamentarias. Pero no se olvidó de la villa originaria de la familia, San Clemente, dejando una renta de cincuenta mil maravedíes para casar doncellas parientes de su linaje
El interés de los Guedeja por la villa de San Clemente era propio de toda la familia. Aunque con fines menos altruistas. Los tíos de María, Juan, el escribano mayor de rentas, y Juana, la viuda de Francisco de Mendoza, acudieron en socorro de la villa tras la debacle provocada por la crisis de 1600. Un concejo acuciado en 1601 por la necesidad de pagar el privilegio de la escribanía pública concedida a la villa tres años antes, empeñaba sus dehesa de Villalpardillo y los Pinares, como garantía de los 1.300 ducados prestados por Juana Guedeja de Peralta, viuda del regidor Francisco de Mendoza; previamente, había prestado otros 2.050 ducados para compra de trigo. Su hermano Juan de Guedeja, por entonces escribano mayor de rentas en Valladolid, prestará en 1605 la suma 4.000 ducados con el mismo fin, pero las garantías ahora serán desorbitadas. Prácticamente la totalidad de los propios de la villa, excluidos aquéllos ya hipotecados a su hermana, además del caudal del pósito. Diego Torrente Pérez ha calculado en cerca de 10.000 ducados la garantía; aunque podamos dudar del cálculo, tomamos como buena una cifra que marcará dos años después el umbral deficitario de la villa.
Juan Guedeja Pardo, el hijo del licenciado Agustín moriría años después de sus hermanas María y Bernardina, creemos que en 1608. Sería sepultado en una capilla del convento franciscano de la villa de Vivero.Ninguno de ellos dejó sucesión. La heredera de los bienes era pues la hermana pequeña, Micaela Guedeja, casada con Jusepe Camaño y Mendoza. En ella recaería la herencia de los Guedeja, descontados los tres mil ducados, ya mencionados, que volvieron fugazmente a los Valenzuela para acabar definitivamente en manos de don Rodrigo Ortega.
Así, los bienes de los Guedeja, en su mayoría, acabaron en manos de Jusepe Camaño y Micaela Guedeja, que los vincularon a la casa y mayorazgo de Rubiañez en el Reino de Galicia.
La herencia de los Guedeja se deshacía. Juan Guedeja, hermano de Agustín Guedeja, vio finalizada su carrera administrativa en 1610. Había llegado a ser escribano mayor de rentas, encontrando la muerte un 23 de febrero de 1610; poco después, el 23 de diciembre, le siguió su mujer doña Catalina de Peñalosa. Sus cuerpos fueron enterrados en la bóveda de su capilla de la Santísima Trinidad de la villa de Madrid.
Diecisiete años antes le había precedido en la muerte su sobrina María, que dejó su testamento en Alcalá la Real (donde su tío Juan era corregidor) un 13 de julio de 1593. Su testamento se abriría el 15 de octubre, fecha sin duda posterior a la de su muerte. Dejó como heredero de todos sus bienes a su tío Juan de Guedeja Valenzuela, escribano mayor de rentas y corregidor de Alcalá la Real. entre ellos dos mil ducados para hacer frente a las mandas testamentarias. Pero no se olvidó de la villa originaria de la familia, San Clemente, dejando una renta de cincuenta mil maravedíes para casar doncellas parientes de su linaje
quiero y mando que de la dicha mi hazienda e mexor parado en ella se conpren en la dicha villa de San Clemente cinquenta mill maravedíes de rrenta en cada un año a rrazón de catorze mill mrs. el millar en juros e zensos que estén bien ynpuestos y seguros a voluntad del corregidor o su theniente o del guardián deon conuento del señor Sant Francisco de la dicha villa e rregidores della más antiguos
AGS, CME, 0134, 016, 0048. Testamento de María Guedeja |
Juan Guedeja Pardo, el hijo del licenciado Agustín moriría años después de sus hermanas María y Bernardina, creemos que en 1608. Sería sepultado en una capilla del convento franciscano de la villa de Vivero.Ninguno de ellos dejó sucesión. La heredera de los bienes era pues la hermana pequeña, Micaela Guedeja, casada con Jusepe Camaño y Mendoza. En ella recaería la herencia de los Guedeja, descontados los tres mil ducados, ya mencionados, que volvieron fugazmente a los Valenzuela para acabar definitivamente en manos de don Rodrigo Ortega.
Así, los bienes de los Guedeja, en su mayoría, acabaron en manos de Jusepe Camaño y Micaela Guedeja, que los vincularon a la casa y mayorazgo de Rubiañez en el Reino de Galicia.
(3) SALAZAR, Eugenio: Cartas a muy particulares amigos suyos. Ribadeneyra. Madrid. 1866, pp. 81 y ss.
(4) RAH. Colección Salazar y Castro. Tabla genealógica de la familia Guedeja, vecina de Salamanca. [33, fº 103 v.]
AGS. CME, 134, 16, Juro a favor del licenciado Agustín Guedeja. (Mi agradecimiento a Valentín Casco Fernández por haberme facilitado el conocimiento de este expediente)
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