El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 5 de noviembre de 2023

LOS PACHECO CONTRA EL CONVENTO DE LA ASUNCIÓN DE SAN CLEMENTE

 A la muerte de Francisco de Mendoza y Castillo, en 1598, dejará en su testamento toda su hacienda para la fundación de un convento femenino del Carmelo Descalzo en sus casas principales de vivienda. Francisco de Mendoza había recibido gran parte de la fortuna de los Castillo sanclementinos, era hijo de Alonso de Mendoza e Inestrosa y María Mendoza y estaba casado con Juana Guedeja. Añadía una serie de condiciones:

  • Que en dicho convento hubiere dos capellanes. Uno de ellos debía decir una misa diaria por su alma, el resto de la fortuna iba a la fabrica de dicho convento, gastos de sacristía y ornamentos
  • Que dos monjas del dicho convento fueran del linaje Castillo
  • Dejaba como patrón de dicho convento a quien fuera señor de Perona, tal condición recaerá en su prima Elvira Cimbrón y Castillo, que ya era poseedora de la mitad de Perona y se hará con la otra mitad. Elvira estará casada con Juan Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa. 
  • Si las carmelitas descalzas no aceptaban esta fundación, la herencia de Francisco de Mendoza iría a las monjas del convento franciscano de la Asunción, con las condiciones anteriores
La fundación carmelita encontró, no obstante, demasiados inconvenientes. El primero de ellos que don Francisco Mendoza dejaría como usufructuaria de sus bienes a la viuda Juana de Mendoza, que enseguida entró en pleitos con los derechos que se arrogaban Elvira Cimbrón y su marido Juan Pacheco. El segundo inconveniente fue que el Carmen Descalzo desistió de fundar convento en San Clemente, quizás por las intrigas del matrimonio formado por don Juan Pacheco y Elvira Cimbrón, intentando marginar de la administración del legado testamentario a la viuda Juana Guedeja. De hecho, doña Elvira Cimbrón se quedó con la administración de la hacienda de su finado primo Francisco Mendoza, entrando en un largo pleito que solo se resolvería y temporalmente con una concordia el cinco de septiembre del año 1627, donde la mencionada Elvira impuso unas condiciones que tampoco eran nada despreciables para las franciscanas de la Tercera Orden del convento de la Asunción: el convento recibía las casas principales y accesorias de Francisco de Mendoza y un juro de dos millones y cien mil maravedíes con sus rentas anuales de 95600 maravedíes. Las condiciones eran que los frutos recibidos de la herencia de Francisco de Mendoza durante veinte años (8000 ducados) se destinasen a la fundación de los capellanías de la familia Pacheco-Cimbrón y que, además de las dos monjas impuestas por Francisco Mendoza en su testamento, se añadiera otra monja sin dote alguna, y que en señal de patronazgo se concediera a la familia una capilla al lado del Evangelio, con sitios y estrado para la familia, derecho de poner reja para cerrarla, las armas de la familia en su escudo y derecho de enterramiento para la familia en dicha capilla. Además se imponía la obligación de dos misas cantadas al año por las almas de los difuntos de la familia.

Estas condiciones fueron consideradas como impuestas por las monjas franciscanas, que dieron su poder al padre guardián del convento franciscano de Nuestra Señora de Gracia, fray Francisco de Quirós, para que hiciera valer sus derechos. La situación fue muy tensa entre doña Elvira Cimbrón y las monjas franciscanas; al parecer, el conflicto llegó a las amenazas directas contra las monjas en el invierno del año 1627 al 1628, teniendo que ceder a las pretensiones de Elvira Cimbrón. Las monjas estaban defendiendo la no intromisión de la familia Pacheco-Cimbrón (o Castillo) con el nombramiento de capellanes, pues de religiosos y confesores ya les proveía la orden masculina, pero también defendían intereses patrimoniales, pues dudaban que fueran a recibir nada de los cuatrocientos ducados de las rentas anuales de la hacienda dejada por Francisco Mendoza y disfrutada por Elvira Cimbrón y su marido durante veinte años y las mismas monjas consideraban que la pretensión de la capilla del Evangelio y su condiciones costarían mantenerla alrededor de tres mil ducados; rentas que, lógicamente, querían administrar las monjas y no dejar en manos de la familia Castillo; es decir, las monjas estaban dispuestas a conceder el privilegio de enterramiento junto al Evangelio al mejor postor y postulantes parecía que había varios.

El pleito se reavivó el año 1647, siendo abadesa del convento Ana de Hermosa y ya difunta Elvira Cimbrón


Testigos


Don Sebastián Moreno de Palacios vive de su hacienda en la calle de don Francisco de Araque. 70 años, primo hermano de la abadesa Ana de Hermosa.

Don Francisco de Alarcón Fajardo, hijodalgo, regidor perpetuo, 52 años

Martín Alfonso de Buedo, hijodalgo, viven en la placeta de Astudillo, 48 años

Pascual López de Lerín, labrador y familiar del Santo Oficio,  vive en la calle Ancha de San Cristóbal, 75 años

Baltasar de la Fuente, familiar y notario del Santo Oficio de la ciudad de Cuenca, 54 años. Tiene una hija profesando en ese convento.

Esteban de Vara de Rey, labrador, vive en la calle Ancha de San Cristóbal, 75 años

Cristóbal Ángel de Olivares, labrador, vive en la calle del cura Tébar. 75 años

Felipe Ruiz de Arce, labrador y regidor perpetuo, 80 años

Cristóbal García de Perona, vive de su hacienda en la calle del Olmo de Pallarés. 98 años

Juan Ramón Barbero, herrero antes y ahora labrador, vive en la calle de la Rambla. 60 años

Juan del Castillo Villaseñor, labrador e hijodalgo, vive en la calle de los Carrascosas, 60 años

Diego Esteban Patiño, clérigo de epístola, vive en el Arrabal, 46 años


ACHGR, PLEITOS CIVILES, SIG. ANT. C-10382-14

No hay comentarios:

Publicar un comentario