El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 23 de junio de 2024

El mayorazgo de Pedro González Galindo

 Pedro González Galindo constituye mayorazgo el año 1634 por dos mil fanegas de trigo de renta del marquesado de Villena, las casas principales y accesorias de la calle Alcalá en Madrid, otras principales que hay en San Clemente (las de la calle Piquirroti) y demás bienes familiares. Dicho mayorazgo, de hecho suponía una división de los bienes entre sus dos hijos: Pedro González Galindo, casado con Aldonza Fernández de Castilla, y Antonia Galindo, casada con Francisco María Piquinoti. Cuando muere el padre Pedro González Galindo, su mujer María de Tébar había de quedar por usufructuaria de los bienes, sin embargo en la escritura de mayorazgo se incluía una cláusula por la que el otorgamiento de los bienes al hijo era supeditada al matrimonio con la referida Aldonza. En las capitulaciones matrimoniales además se incluía que hijo y nuera habían de recibir  mil ducados en concepto de alimentos hasta la muerte de los padres, pero también una cláusula que se dejaría sin efectos el mayorazgo si el matrimonio no tenía hijos, como ocurrió con la muerte de Aldonza Fernández de Castilla:

Con que sien vida de los dichos señores don Pedro Gonçález Galindo y doña María de Tébar su mujer y qualesquier dellos fallesciere sin hijos la dicha señora doña Aldonça Fernández de Castilla en tal caso puedan variar el dicho mayorazgo y fundallo en cabeça de cualesquier hijo o hijas que al presente tienen o tuvieren porque queda en su voluntad de lo revocar no tienendo hijos del dicho matrimonio el dicho don Pedro Gonçález Galindo su hijo, porque en este caso quedará por ninguna esta fundación de mayorazgo que se haze o hiciere como si no se hubiera hecho por vía de contrato de causa onerosa, porque su voluntad es que por ella sola adquiera derecho de irrevocabilidad la dicha señora Aldonça Fernández de Castilla mientras viviere y cohabitare con el dicho don Pedro Gonçález Galindo, su hijo y sus descendientes si los tuviere el matrimonio.

Esta cláusula y otra que que dejaba en manos de la viuda María de Tébar la disposición de los bienes como usufructuaria supondrían la exclusión del hijo de la posesión del mayorazgo y la apuesta por la línea sucesoria de la hija Antonia Galindo y su marido Piquinoti. La exclusión del heredero vino el año 1635, cuando la desgracia se abatió sobre la familia, primero con la muerte de Pedro González Galindo padre y luego de su nuera Aldonza Fernández de Castilla. La vía genovesa de los Piquinoti se imponía, pero sobre todo la familia se alejaba de San Clemente, vivía de sus rentas pero abandonaba el pueblo.

Por Pedro Gonzalez Galindo, marido de doña Aldonça Fernandez de Castilla. Con doña Maria de Tebar su madre, viuda de Pedro Gonçalez Galindo. Sobre el amparo de la possession que se ha dado al dicho don Pedro del mayorazgo. Porcones, Biblioteca de la Universidad de Sevilla. Madrid, imprime Andrés Parra, 1635, signatura A 110/114(21)


martes, 11 de junio de 2024

VITICULTORES VS. GANADEROS

 El año pasado de seiscientos y trece uvo en la dicha villa de San Clemente y su comarca y casi en todo el reino mucha falta de pastos por no auer llovido suficientemente y perecieron de hambre muchos ganados... el dicho ganado andaba flaco y hambriento, se yban corriendo y entrauan en las dichas viñas buscando el pasto, desmandadas sin los poder detener y recoxer los pastores.

El año 1613 fue un año de esterilidad, las yerbas se marchitaron y no había pastos para los ganados. Fernando Muñoz que tenía sus ganados pastando en Vara de Rey perdió cuatrocientas ovejas. Los dueños de ganados de San Clemente, lo que antaño se llamaban los señores de ganados eran una docena de hombres muy influyentes encabezados por Bautista García Monteagudo, Miguel de Perona y Miguel Ortega Avilés. Estos eran los grandes dueños de ganados con miles de ovejas al cuidado de pastores mandados por mayorales. San Clemente siempre había tenido un problema con los pastos que se había agravado con el cierre de los términos de los pueblos vecinos en las décadas de 1530 y 1540. Como vimos en el pasado, la integración de los ganados en las rutas trashumantes fue una salida para la escasez de pasto pero hoy sabemos que no fue suficiente. Entre las cinco cosas vedadas a los ganados figuraban las viñas, pero en San Clemente, una vez vendimiada la uva (y, en ocasiones antes, si las viñas eran ajenas) los ganados entraban a las viñas o, al menos, esa era la costumbre de los que complementaban el cultivo de la vid con la posesión de ganados. Era una práctica habitual, pero era una práctica perseguida por los doce alguaciles que tenía el ayuntamiento de San Clemente y otros tantos porteros. Era un riesgo, pero en la esterilidad del año 1613 los ganaderos obtuvieron provisión real para pastar en dehesas y montes cerrados y, ante la necesidad, entraron en las viñas. Los Valenzuela, encabezados por el cabeza de familia Gómez de Valenzuela dejaron pasar sus ovejas a sus propias viñas, no era hecho nuevo pues tal hecho tenía su tradición pero, al parecer, los ganaderos hicieron de la provisión ganada la excusa para que los ganados comieran la pámpana de las vides y las pocas yerbas del suelo, destrozando y pisoteando muchas de las viñas del pueblo. El descontrol de las ovejas provocó la reacción inmediata de los dueños de majuelos que denunciaron a los ganaderos de arruinar sus vides. Una docena de ganaderos fueron denunciados por una cuarentena de vinateros ante la Chancillería de Granada. El equilibrio entre la cabaña ganadera y las viñas de San Clemente se había roto definitivamente; la nueva libertad de los ganados fue el comienzo de la ruina de las viñas sanclementinas y su hegemonía económica en la comarca. Nuevos advenedizos en la actividad pastoril como el escribano Miguel Sevillano o Francisco de la Cámara se aventuraron a comprar ovejas, un hato de quinientas ovejas respectivamente.

El problema era económico y social en un ambiente catastrófico. Los ganados se morían de hambre y rompían, llevados del hambre, todas las prohibiciones, pasando a las viñas y destrozando las cepas jóvenes y los mugrones. Todos decían respetar las ordenanzas y pastar con los ganados únicamente cuando la uva estaba vendimiada, pero la realidad era que la necesidad podía más y que los dueños se desentendían de las sanciones a sus pastores y les restaban de su soldada las multas por los daños causados por el ganado. Aunque los problemas venían de diez o doce años atrás: la costumbre de los ganaderos de pagar a los dueños de viñas por comerse las pámpanas, una vez alzado el fruto, o de meter los ganados en sus viñas propias se encontró mediada la década de 1600 con la oposición de los dueños de viñas que veían cómo el aumento de ganados y su libertad de movimiento estaba menguando su cultivo y su conservación. A los ganados menores se unían alrededor de unas quinientas bestias de labor, mulas y caballos, que destrozaban los sarmientos tiernos de las vides. El daño era más grave si los ganados hollaban la tierra estando mojada. Los daños causados por el ganado en las viñas fue tal, que en 1615, a propuesta de Miguel de Ortega (ganadero principal, pero también propietario de cuarenta aranzadas de viñas y numerosas tierras de labor) se propusieron unas nuevas ordenanzas para la guarda de viñas, incrementando las condenaciones por la entrada en las viñas.

Para conocer la importancia de la ganadería sanclementina hay que referirse a los hermanos Roales, que llegan a San Clemente como zagales con apenas quince o dieciséis años para entrar al servicio de uno  de los hombre más ricos del pueblo, el regidor Bernardo Ramírez de Oropesa. Miguel y Francisco Roales habían llegado a San Clemente en torno a 1595, tomarán asiento en el barrio del Duz. Por las noticias que nos han llegado este barrio se empieza a formar en el último cuarto del siglo XVI con pastores y trabajadores a soldada llegados a San Clemente de otros lugares, además de los hermanos Roales, sabemos de un Domingo Torrecillas, también pastor que llega hacia 1580, y de un Juan Aguirre, trabajador del Campo, que llega después de los pastores, ya pasado el año 1600. El barrio del Duz será el arrabal del Arrabal. En los inicios del siglo XVII, asistimos a una proletarización creciente, con trabajadores a jornal en los barrios marginales del pueblo: además del barrio Duz, en el barrio de San Cristóbal, camino de Cuenca, en las afueras del cuartel de Roma o en otras zonas marginales: calle Medianil o monte del Calvario, a las espaldas de la ermita de San Juan o junto a las nuevas iglesias de Santa Quiteria y San Sebastián. 

Los pastores servían a diversos amos sucesivamente: sus condiciones no eran halagüeñas, pues cambiaban de amo en cuanto podían, y eran obligados a pagar las denuncias contra los ganados, cuyas cuantías eran descontadas de sus soldadas.  Es lo que nos decía el pastor Juan Martínez Chicano, que había servido a los principales ganaderos del pueblo: Bautista García Monteagudo, Francisco de Astudillo, Miguel de Ortega, Cristóbal García Monteagudo, Miguel de Perona, Bernardo Ramírez de Oropesa y Pedro Díaz Cantos. Así le ocurrió a Benito Martínez, un pastor de La Alberca al servicio de Bautista García de Monteagudo, que vio descontados de su soldada los treinta reales por dejar pasar los ganados a la dehesa boyal de San Clemente. No obstante, los pastores eran capaces de llegar a tener sus propios hatos de ganado y adquirir viñas. Estos ganados aprovechaban las rastrojeras tras la cosecha de cereal y luego las pámpanas de las viñas, para pasar luego a las dehesas de los pueblos comarcanos de El Cañavate, Santa María del Campo o La Alberca y, por último invernar en el reino de Murcia. Las dehesas de los pueblos comarcanos eran de hecho exclusivo por algunos ganaderos que podían pagar el precio de sus hierbas. Así, Francisco de Astudillo gozaba en exclusividad las hierbas de las dehesas de La Muela Tébar y la Planta en Vara de Rey o la dehesa Grande en El Cañavate. En cuanto a la inmigración a la reino de Murcia, tierras más templadas se decía, la marcha del ganado se iniciaba para Todos los Santos. Los pastores y mayorales, si eran varias las manadas, eran hombres a soldada que conocían su oficio y servían a cualesquier amos, incluidos los advenedizos en esta actividad: el doctor Fernando de Vera o Miguel Sevillano encomendaban  a estos pastores los ganados recién comprados.

Aunque los conflictos tenían su tradición de antaño, consideramos que el año 1613 marcó un punto de inflexión en los conflictos entre viticultores y ganaderos, los enfrentamientos continuarían en los años siguientes. Don Diego Torrente nos cita un pleito entre Francisco Castillo y Sebastián Moreno Palacios, al destruir los ganados del primero una viña del segundo y 250 olivos (1). Estos conflictos irían en aumento por la subida del precio de las yerbas que impidieron una secular trashumancia de los ganados sanclementinos hacia Alcaraz y Chinchilla, tal como conocemos por unas probanzas de 1530.

No hemos de pensar en secular conflicto entre viticultores y ganaderos sino en la quiebra de un modelo donde el equilibrio entre ganados y viñas se rompe. Los grandes propietarios de San Clemente compartían la propiedad de ganados y viñas. Miguel de Perona poseía siete manadas de ganado ovejuno, a quinientas y seiscientas cabezas cada una, y treinta y cinco aranzadas de viñas con treinta mil vides. Este último dato lo que demuestra es una superpoblación de las viñas con muchas cepas por aranzada y el generalizado uso de los mugrones para la generación de nuevas cepas. A diferencia de los años ochenta y noventa, ahora en 1615, Miguel de Perona, por el alto precio de las hierbas, había abandonado la trashumancia hacia los puertos de Chinchilla y Alcaraz y en el seco año de 1613 había llevado sus ganados hasta las dehesas de Santa María del Campo, La Alberca, El Cañavate o Villaescusa de Haro, si bien sus ganados habían invadido las viñas, siendo sus pastores los que habían pagado las condenaciones por las denuncias. NO obstante, Miguel de Perona todavía mandaba a herbajar sus ganados al reino de Murcia, a tierras más templadas, que las frías de San Clemente. Miguel de Perona es uno de los ricos de San Clemente sin llegar a la hacienda que poseían los grandes ricos del pueblo: Castillo, Pacheco u Ortega. Caso similar es el de Francisco de Astudillo, aunque sin tradición ganadera hasta 1613, poseerá veinte aranzadas de viñas que duplicará con la plantación de nuevas viñas. Los grandes ganaderos como Miguel de Ortega solían ocultar la cuantía de sus ganados, muy numerosos, pero debían ser parejos a otras propiedades como las cuarenta aranzadas de majuelos que poseía.

Los inicios de siglo vinieron acompañados de la compra de ganados por aquellos que habían hecho un poco de fortuna: Pedro Díaz de Cantos, un hombre humilde y honrado, había comprado  una manada de cuatrocientas ovejas a Francisco de Ávalos, como complemento a sus tres aranzadas de viñas, quizás aprovechando la necesidad de su vendedor ese año de 1613. Francisco de Astudillo aprovechará la crisis de 1613 para hacerse con la propiedad de varias manadas. No es la primera vez que tenía ganados, pero con astucia se hacía y deshacía de ellos, según viera en las ovejas ganancia o no. El doctor Fernando de Vera se hará con dos manadas de ganados en ese año también. Las compras de ganado se hacían para Sa Juan o San Pedro y San Pablo, y el hecho de que entre los vendedores estuvieran ganaderos con más solera nos lleva a pensar que ya adivinaban que venía un mal año. Pedro de Valenzuela tenía cuatro manadas de ganados y veinte aranzadas de viñas. Pedro de Valenzuela era un advenedizo en el pastoreo y había comenzado a adquirir manadas de ganado hacia mediados de la década de 1600, hasta poseer tres o cuatro manadas de quinientas o seiscientas ovejas. No solo eso, las viñas de Pedro de Valenzuela se iban rellenando, por la plantación de nuevas cepas, hasta cubrir esas veinte aranzadas con cerca de novecientas vides cada una. Pedro de Valenzuela era un ejemplo más de esa confianza que movió a los hombres, una vez pasada la peste de 1600 y la crisis de carestía de 1605. Como si volviéramos al año 1508, cuando los hombres sobrepuestos a las carestías y la peste iniciaron un proceso de desarrollo económico sin igual, pero ahora contextos y realidades habían cambiado: las nuevas viñas se plantaban sobre majuelos repletos de ellos; los ricos adquirían ganados que no encontraban el pasto en los pueblos y, en el caso de los advenedizos ganaderos, no estaban en condiciones de incorporar sus reses a la trashumancia hacia los pastos murcianos. Es cierto que en las décadas de 1610 y 1620, al igual que las tierras se superpoblaban de ganados, los pueblos se superpoblaban de hombres. La alimentación se convirtió en un problema: era necesaria más carne, más vino y más pan. En 1624, el corregidor ordena a las diecisiete villas del corregimiento de San Clemente que informen de las tierras no sembradas de cereal: las respuestas no se hacen esperar, esas tierras son marginales e improductivas o necesitarían de nuevos asentamientos poblacionales por ser los campos distantes de los pueblos.

Los ganados sanclementinos no estaban destinados a la producción de lana, sino al abastecimiento de carnes de los pueblos más inmediatos. Bautista García Monteagudo se reconocía por abastecedor de carne de los pueblos de La Alberca, Santa María del Campo, Pinarejo o El Cañavate, que ponían a su disposición las dehesas carniceras. Pero, el mercado de carnes llegaba más allá. Veinte años después Francisco de Astudillo será condenado por contrabando de ganado con el reino de Aragón. EN 1615, el abastecimiento de las carnicerías de San Clemente estaba en manos de cuatro ganaderos medianos: Cristóbal Ángel, Sebastián Cantero, Pedro de Alfaro y Cristóbal Galindo. A los abastecedores se les cedía la llamada dehesa carnicera, pero la realidad es que esa dehesa estaba muy mermada pues un tercio de su interior estaba plantada de viñas de particulares que la invadían y que, como contraprestación, estaban obligados a dejar pastar y comerse las pámpanas, una vez alzado en fruto, es decir, acabada la vendimia.

ACHGR. PROBANZA. EL FISCAL, CONTRA MIGUEL DE ORTEGA Y CONSORTES, VECINO DE SAN CLEMENTE, SOBRE LOS DAÑOS DE LOS GANADOS. C9533-001


Don Diego Torrente Pérez: Documentos...Tomo I, p. 130

sábado, 1 de junio de 2024

EL DISCURSO DE LA DESIGUALDAD

 LOS ENRIQUEZ Y EL ORIGEN DE LA DESIGUALDAD


Pero, más allá de la sangre, en esta lucha de los linajes, reforzados económicamente, por ser alguien, es decir, ser hidalgos, te encuentras con joyas. Tal este discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres:
"y por el pecado que cometió contra Él (Dios), lo echó del Paraíso, donde lo había puesto e hizo a los hombres iguales y les dio derecho y razón natural por donde se rigiesen y gobernasen y después que los hombres comenzaron a multiplicarse hubo diferencias entre ellos y quiso que hubiesen estados de hombres. Los unos que rogasen a Dios por el pueblo y fueron llamados oradores, otros que labrasen la tierra e hiciesen en ella las cosas, porque los otros habían de vivir y mantenerse, estos son dichos o llamados gobernadores, los otros escogió para defender la tierra y aquestos son llamados defensores, y los tales antiguamente fueron muchos escogidos porque en el defender hacen tres cosas: esfuerzo, honra y poder. Lo uno porque son hombres mucho honrados, lo al porque señaladamente son establecidos para defender la tierra, entre estos fueron llamado algunos caballeros y otros fijodalgos y deben ser de buen lugar y fijosdalgo, tanto quiere decir, en lenguaje de España, como bien y por eso los llamaron fijosdalgo que muestra tanto como fijos de bien y en algunos otros lugares los llamaron gentiles y tomaron este nombre de gentil que muestra tanto como nobles y de bondad, porque los generales fueron nobles hombres y buenos vivieron más ordenadamente que las otras gentes y esta nobleza viene en tres maneras: la primera por linaje, la segunda por saber, la tercera por bondad" (21 de diciembre de 1462, privilegio de hidalguía de García Martínez de Diosdado, vecino de Fuente el Maestre. Sus nietos Bernardino Diosdado y Benito Fernández intentan hacer valer su hidalguía en 1537 el Parra de las Vegas).

La petición de hidalguía de los Diosdado, en este caso Gonzalo, fue acompañada de otros hidalgos de Parra de las Vegas, entre ellos, Alonso González, natural de Salvaleón (a dos leguas de la Parra), Juan de la Parra, natural de Zafra, contador del marqués de Feria y conde de Priego, Alonso Enríquez e Inés Enríquez. Alonso tenía 32 años e Inés era menor.

domingo, 26 de mayo de 2024

1613: EL OTOÑO DE LA ESTERILIDAD

 EL AÑO MIL SEISCIENTOS TRECE, CONTADO POR UN DIEGO LÓPEZ DE HARO

Diego López de Haro tenía cuarenta años en 1615, vivía en la calle Boteros que, por primera vez, la vemos denominada así y no calle Mayor. Era dueño de ganados cabríos y poseedor de una rica hacienda de viñas. En su memoria estaba impreso el recuerdo el año 1613, un año fatídico, seco y sin lluvias a partir del otoño y muy frío en el invierno. Estas son sus palabras:
"Que sabe y es cosa notoria que el otoño pasado de seiscientos y treze ubo por todas las partes de la comarca de la Mancha y casi en todo el reino grandísima sequedad y falta de lluvias por lo que ubo grandísima esterilidad y falta de yerua para los ganados de que causó grandísima mortandad en ellos pereciendo de hambre"
La narración continúa cómo al otoño siguió un invierno muy frio y de heladas; los pastores eran incapaces de detener sus ganados que entraban en las heredades y viñas en busca de pasto y de las pámpanas y comían los mugrones de los sarmientos de las viñas, arruinando las nuevas cepas.

miércoles, 22 de mayo de 2024

LA DEHESA DE CALAVERON

 Los apeadores deslindaban la propiedad de las tierras y eran partícipes de la configuración de espacios agrarios, donde las rectas se imponían a la avaricia por la propiedad. Eran labradores que conocían los campos y eran llamados por los concejos en las múltiples contiendas por definir los mojones y linderas de las hazas trigales y las viñas. Un buen apeador, se nos decía, debía ser una persona justa, para dirimir los intereses puestos de los propietarios y, también para dar carta de naturaleza a lo que en ocasiones era usurpación de las tierras aledañas a las propias bien de propiedad privada bien llecas o concejiles.

Es uso y costumbre usada y guardada en esta comarca por los dichos apeadores y dueños de las tierras que apean tomar alguna parte de lo lleco o concexil de que se a de dar alguna posesión y lo que toman de más parte baxallo del apeo o ponello de la otra parte para sacar la cordillera y quadra derecha sin hacer agravio.

El crecimiento agrario del siglo XVI parecía no tener horizonte. En las tierras al sur de la venta de Pan y Cayado no había nada o muy poco. Una venta era lugar de descanso y alojamiento de viajeros y era centro de explotación agraria a cuyo alrededor se experimentaba con grandes majuelos, tierras de cereal y algún pinar que proveyera de madera. Pero más al sur era tierra de nadie; territorio indefinido entre El Provencio, San Clemente y Villarrobledo; tierra inhóspita solo codiciada por los más aventureros. La toponimia lo decía todo, un carril se separaba hacia el sur de la vereda de los Murcianos, paralela al camino real; se trataba del carril de los Muertos. Lo desconocemos pero creemos que no faltaron descarriados que pagaron con su vida el extravío del camino a manos de salteadores y que sus cadáveres serían expuestos en las iglesias de los pueblos cercanos sin que nadie los reclamara.

A esta tierra de nadie El Provencio parecía llegar con dificultad, mientras que San Clemente tenía más afán recaudatorio que otra cosa sobre los colonos de este "lejano sur", pero Villarrobledo veía en esta tierra un nuevo horizonte de oportunidades. Villarrobledo, con ese aspecto de poblachón, es uno de los pueblos más interesantes de España para explicar el siglo de Oro. Dedicado a la producción de cereal era proveedor de la comarca y de la corte en tiempo de escasez. En 1562, pondrá por primera vez sus ojos la dehesa de Calaverón, proponiendo a la monarquía cerrar este espacio para criar yeguas que engendren caballos para la guerra. Villarrobledo, y sus principales, actuaban con cinismo, pues ya había cortado diez mil encinas y quemado los atochales. El primer interés de los villarrobletanos por la dehesa era ganadero; ahora a comienzos del siglo XVII, el interés era cerealista: Francisco Vázquez se había hecho con quinientos almudes de tierras.

Mucha cantidad de tierra pero no toda ella de provecho, pues se reconocía que la mayoría de la dehesa de Calaverón no era apta para el cultivo al estar formada por terrenos arenosos y de monte. De hecho, una parte de la dehesa era conocida como monte nuevo y ahora, en la década de 1620 se estaba aún roturando con licencias del ayuntamiento villarrobletano y arrancando las matas que dominaban su paisaje. La roturación de la dehesa de Calaverón era una aventura condenada al fracaso. Benito Martínez y Juana Fernández se habían hecho con quinientos almudes de tierra, que posteriormente habían vendido a Francisco Vázquez y este a su vez había vendido al concejo de Villarrobledo. Para poner en explotación estas tierras Benito Martínez y su mujer habían pedido dinero prestado a censo por valor de 61710 maravedíes de principal de los sanclementinos Isabel de Ortega y Alonso Muñoz de Oropesa, pero en 1620 nadie quería saber si las tierras estaban hipotecadas en los diversos traspasos y la casa que Benito había levantado en el Calaverón y que daba nombre a la hoya de la Casilla estaba perdida, aunque era conocida casa de Vázquez y aparecía con una alberca y destechada.. El terreno era en parte arenoso y en parte había tal cantidad de carrascas que era necesario arrancar nueve de cada diez que los trabajos de roturación eran muy costosos. Los intentos de roturar la dehesa de Calaverón se remontaban a la década de 1560, cuando el primer poseedor había sido un tal Julián Gómez, el sordico,

ACHGR, C-9598-18


sábado, 18 de mayo de 2024

FELIPE II EN SAN CLEMENTE

 CUANDO SAN CLEMENTE FUE NO SOLO LA PEQUEÑA CORTE MANCHEGA, SINO LA CORTE DE ESPAÑA y DEL REY FELIPE II

Era el año 1586, un ocho de marzo y desde San Clemente se gobernó España. En San Clemente residía el último gobernador del marquesado de Villena, pues debía recibir ese día al rey de España, que desde el reino de Valencia volvía a El Escorial. El rey que había llegado a San Clemente era el rey Felipe II y durante su estancia se dedicó, junto a su secretario Juan Vázquez al papeleo pendiente. Este año de 1586, el rey había descansado en Valencia tras asistir a las cortes de Monzón, donde se juró como heredero a Felipe III, que llegaría a San Clemente junto a su padre.
Don Diego Torrente rescató algunas actas del concejo de un mes antes que anunciaban la llegada del rey Felipe II y los preparativos asociados (limpieza del lugar y avituallamiento necesario), determinó el camino seguido (desde La Roda por Minaya, cuyo camino se aderezó), pero nos dejaba la duda sobre la permanencia del Rey Prudente en la villa. Antes de entrar en la villa, un cinco de marzo ya se disponía que en la casa de Andrés Luis (no olvidemos la existencia de una aldea llamada Casas de los Luises) el rey y su séquito descansarían y comerían antes de entrar en San Clemente. Para ello se preparó una enramada y tiendas para dar cobijo a las mesas de los comensales con viandas rociadas con vino clarete de Villanueva de Alcardete (el vino de San Clemente era por entonces peleón) y agua del pozo de doña Elvira, en Vara del Rey, y del que ya habían bebido agua sus bisabuelos los Reyes Católicos en 1488.

Don Diego Torrente aventuraba la estancia en la villa entre el ocho de marzo y el catorce de marzo de 1586 y no falló, nos han quedado una docena de cédulas reales firmadas por el rey Felipe II en San Clemente el día 8 de marzo y refrendadas por su secretario Juan Vázquez, sobre asuntos menores de provisión de oficios en toda España y una de ellas sobre asunto más grave de rentas reales. San Clemente se convirtió por unos días en la Corte de España, pues el rey Prudente aprovechó para desatascar un papeleo inactivo desde su presencia en Gandía el 22 de febrero y la escritura de la próxima cédula real, dada en Aranjuez el 20 de marzo.
La visita costó a la villa algo más de tres mil reales entre fiestas, toros, música, aderezo de comidas y calles y comidas, amén de aportaciones voluntarias y agasajos de aprovechadores de la oportunidad.
¿Qué nos queda de aquella visita? Nada de su constancia en los registros documentales de la villa, una docena de reales cédulas en Simancas, redactadas en San Clemente y con la firma del rey (registro de copias posteriores), el escudo de armas del rey sobre una leyenda epigráfica en el pósito de la villa inaugurado un año antes y la propia imagen del rey en el friso corrido de bajorrelieves del ayuntamiento, que se incorporaría con motivo de la erección de la torre. El Rey había pasado unos días antes por Albacete, pero prefirió establecer en San Clemente su provisional sede de Gobierno.


Archivo General de Simancas, CCA,CED,157

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sábado, 11 de mayo de 2024

UN FRACASO MÁS PARA LA FUNDACIÓN DEL CARMELO DESCALZO EN SAN CLEMENTE

 Los hechos narrados creemos situarlos en el tercer cuarto del siglo XVII. Sor Gertrudis María de la Corona vivió entre 1615 y 1678.

En la villa de San Clemente vivía don Diego López Vascuñán, era presbítero y muy conocido de la Venerable Madre sor Gertrudis María de la Corona, con quien se correspondía con cartas. Había en San Clemente un sacerdote, amigo de don Diego, y este le asistió a la hora de su muerte. Comunicó le el tal sacerdote antes a don Diego cómo tenía intento de fundar en su hacienda una capellanía con la condición de que había de vivir los capellanes en unas casas que tenía y había fabricado junto a la ermita de Nuestra Señora de los Remedios. Oída la propuesta por don Diego le respondió que le parecía muy difícil que los capellanes quisieran vivir allí por ser el sitio muy húmedo. Yo le aconsejé, dice don Diego, que ofreciera su hacienda a los padres carmelitas descalzos para que hicieran una fundación y que si lo aceptaban era su interés más admirable y honroso, pues lograba unos capellanes santos y perpetuos, convino en ello el sacerdote y para proceder con acierto en tan grave negocio, le dijo Don Diego que escribiría a una religiosa conocida por cartas, la que estaba en grande opinión para que lo encomendase a Dios y que lo que correspondiese se había de ejecutar. Convenidos en esto, escribió don Diego a la sierva de Dios, Gertrudis, y entre otras cosas, le decía que la hacienda no podía alcanzar con muchos tantos para fabricar el convento; pero que con todo esto a él se le había propuesto aconsejarle lo dicho al amigo. Respondió le la Venerable que era del agrado del Señor, que se pusieran los medios para la fundación, que esperaba en su Majestad que llegaría tiempo en que se hiciese. Escribieron don Diego y el tal sacerdote al R. P. del Carmen, sobre el asunto y en el primer Definitorio aceptaron fundar en San Clemente, dejando otras fundaciones de grande empeño para las que estaban llamados . Enviaron dos religiosos a escriturar y por siniestros consejos desmayó el sacerdote y retractó lo ofrecido. No les pesó a los padres por ser el pie de la hacienda tan corto y que el empeño había de subir mucho. No obstante, lo tomó la religión por su cuenta y a expensas suyas consiguieron, aunque no faltaron oposiciones las licencias que se efectuó el año de 1673 y está dedicada a la Gloriosa Doctora Santa Teresa, se camina, dice don Diego, con todo acierto, gravedad y aseo.


FRAY JUAN DE SANTA BÁRBARA: "Vida de la Venerable Madres sor Gertrudis María de la Corona, mercenaria descalza, y fundadora de su convento en la ciudad de Toro". Madrid, 1752

martes, 7 de mayo de 2024

CLEMENTE Y TÉBAR DE VILLANUEVA DE LA JARA

 LOS CLEMENTE DE VILLANUEVA DE LA JARA Y SU CAPILLA FAMILIAR EN EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO

Tomás Clemente era alférez mayor de la villa de La Roda, aunque era natural de Villanueva de la Jara y regidor de esta última villa. En 27 de septiembre escribirá su testamento ante el escribano de La Roda Juan de Dueñas, entre otras cosas dejará una cláusula para comprar una capilla en el convento de San Francisco de Villanueva de la Jara. Esta capilla era la colateral de la parte de la epístola, enfrente de otra de Julián de Alcocer, donde sería sepultado definitivamente tras ser enterrado temporalmente en la iglesia mayor junto a su madre. Dejará como bienes vinculados a esa capilla, las casas principales de la Jara en la calle Mayor y otras tierras. Dicha capilla estará bajo la advocación del apóstol Tomás. Pide se edifique en la capilla un altar, reja y cajón para los ornamentos, cáliz y misal.

Deja como albaceas de su testamento a su mujer Ana de Tébar, al doctor Hervías y a Pedro de Arostegui.

La familia Tébar tenía su capilla de enterramiento en la iglesia mayor. Era la capilla de San Ildefonso. La mandó hacer Lorente de Tébar en el año 1582. Asimismo, las familias de los Cañavates, Ortegas y Moragones tienen sepulturas propias en la misma iglesia, junto a las gradas del altar mayor.

En las casas de los Cañavates están puestas sus armas, que son un escudo de alto abajo, en la parte derecha un campo de oro con un águila negra con cabeza y corona de oro, volante, desplegadas las alas con el pico abierto, inclinado hacia abajo, y en la siniestra campo azul con estrellas de oro, todo cercado con una orla roja, con ocho castillos y sobre dicho escudo un yelmo o morrión de una faja retorcida, sale de él una águila con su corona.

En la villa de Tarazona y en su iglesia de San Bartolomé, la familia de los Garridos tiene capilla propia con la advocación de Nuestra Señora del Rosario, que la fundaron don Alonso Garrido y doña Catalina Clemente Arostegui.

Por otro lado, destacar que el apellido Valero en Villanueva de la Jara no es tal, sino Valera. Agustín de Valera será alférez mayor de la villa, en la década de 1570-1580, y será hijo de Agustín de Valera el mayor.

Archivo Histórico Nacional, ESTADO-CARLOS_III,Exp. 2

lunes, 6 de mayo de 2024

El privilegio de correduría, mojonería y almotacén de Minglanilla (1618)

 El Consejo de la Mesta se quejaba en 1768 del derecho de paso que la villa Minglanilla cobraba a los ganados que pasaban por su término. El conflicto ya se remontaba a 1738, cuando los ganaderos de Almodóvar de Pinar, encabezados por Matías Briz, protestaron los dos, tres o cuatro reales que les cobraban los de Minglanilla por pastar con sus ganados.

La villa de Minglanilla se remontaba a un privilegio del rey Felipe III que el 9 de abril de 1618 le concedía los oficios de correduría, mojonería y almotacén a perpetuidad como bienes propios del concejo con facultad de nombrar personas que los sirviesen por arrendamiento, administración u otra forma para llevar los derechos. La villa se comprometía al pago de 170000 maravedíes. Era en virtud del privilegio de mojonería, que Minglanilla se creía en el derecho de cobrar un tributo a los ganados foráneos que entraban en su término.

Minglanilla se consideraba además heredera, como aldea, de los privilegios que gozaba la villa de dependencia antes del villazgo, Iniesta. Entre esos privilegios, el derecho que disfrutaba Iniesta a cobrar un maravedí por cada cabeza de ganado merchaniego, que pasase o se vendiese en su término. Es más, el derecho de mojonería se intentaba asimilar al derecho de portazgo que se cobraba en la zona por los arrendadores de la villa de alcabalas, tercias y portazgo de tierra y río. De hecho, se recordaba cómo en 1622 se había actuado contra un vecino de Játiva por no querer pagar el portazgo de una maderada que conducía por el río Cabriel; al parecer ese derecho se había extendido a los ganados, confundiéndose con el de mojonería.



Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA,128,N.10

domingo, 5 de mayo de 2024

Un puente sobre el Záncara

 Corría el año 1604 y Pedro Romero Calvo había ocupado la cañada real de ganados que iba hasta el puerto real de Socuéllamos en la ribera del Záncara. Pedro Romero Calvo no era un cualquiera, pues era regidor perpetuo de Villarrobledo y uno de sus vecinos principales. Pedro Romero Calvo había construido un molino harinero junto al río Záncara y había destruido el puente sobre el río, que dichos ganados usaban para pasar el río, así como los vecinos con sus carros y animales de labor, en especial los vecinos de Las Mesas. 

Junto al molino harinero Pedro Romero había construido un nuevo puente, cuyas características nos son descritas así: este testigo vido una puente que el dicho Pedro Romero tenía fecho en el río Záncara zerca de un molino harinero, que tenía en el dicho río, la qual estaba fecha con unos pilares de piedra con dos ojos por donde pasaba el agua y unas vigas gruesas enzima de tres pilares de piedra y sobre estas vigas por sus tramos muchos tirantes de madera espesos y tierra enzima por donde pasaban los carros que venían de la villa de las Mesas y los demás pasajeros que iban de unos lugares a otros.

El antiguo puente derribado estaba ocupado por la obra del nuevo molino. El carpintero Pedro Barriga fue encomendado a visitar y describir el lugar que ocupaba el viejo puente y las obras necesarias para su reconstrucción: y el sitio del dicho molino por donde estaba fecha la dicha puente es la tierra aplanado con tierra y piedra y para que pueda pasar un carro como solía pasar en aquella parte hay necesidad de terrar y aplanar el anchura que es menester para pasar un carro o poner una viga gruesa de veintiocho pies de largo y desde la dicha viga a el terraplén echar unos tirantes los que fueren necesarios para que sobre ellos pueda pasar un carro y en el caz nuevo que ha fecho el dicho Pedro Romero son menester otras dos vigas gruesas de a veintidós pies cada una y dende una viga a otras sus tirantes.


Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA,229,N.10