Así definía Francisco de Oviedo (que no dudaba en presentarse como hombre principal y rico de la villa de San Clemente) al joven de diecinueve años Alonso de Montoya y Salazar, estudiante de manteo y sotana en la universidad de Alcalá y pretendiente a una familiatura del Santo Oficio en la villa de San Clemente.
En San Clemente había ese año de 1626 siete familiaturas de la Santa Inquisición. Las familiaturas recaían en personas principales de la villa, que solían detentar regidurías en el ayuntamiento de la villa. Así Diego López de Iranzo de cuarenta y seis años, regidor perpetuo, Pascual Pérez de Lerín, de condición hidalga, o también Diego de Ortega (al igual que su padre Miguel). Ser familiar era en reconocimiento de limpieza de sangre. No es extraño que personajes, como Pedro González Galindo, dudoso cristiano viejo, adquiriera uno de estos títulos y, lo presentara, junto al derecho de portar armas, en el ayuntamiento de la villa en 1628.
(del expediente del AHN de Francisco de Astudillo Villamediana)