El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 25 de agosto de 2018

Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón, y sus herederos de San Clemente





Fortaleza de Alarcón. Que tiene previllegios y escrituras antiguas la dicha villa en una arca de piedra que tyene quatro çerraduras y está en la dicha yglesia de San Juan


La herencia del alcaide de Alarcón y la villa de San Clemente

Eran los hermanos Castillo, los nietos de Hernando del Castillo, el alcaide de Alarcón. Hernando el sabio, como también se le llamaba, era la mano de derecha de los dos primeros marqueses de Villena, don Juan Pacheco y su hijo Diego López Pacheco, en las tierras del suelo de Alarcón. Los nietos eran los sucesores de uno de los hijos de Hernando del Castillo, el segundogénito Alonso, pero no por ello el hijo menor era menos poderoso. Diego, el primogénito, había heredado la alcaidía de la fortaleza de Alarcón y el señorío de Altarejos, pero el verdadero poder, o al menos la oportunidad de tenerlo, había recaído en Alonso. Casado con María de Inestrosa, la hija del comendador Alonso de Inestrosa (un hombre muy camaleónico en sus fidelidades), tenía herramientas para lavar la negativa imagen de criado del Marqués de Villena. De su padre Hernando, Alonso heredó las propiedades de Perona y la Losa; su mujer aportó al matrimonio una ingente hacienda en tierras que se extendía por varios pueblos, a esta herencia se unió el patrimonio adquirido por la familia en su matrimonio: ademas de los mencionados señoríos de Valera de Yuso, Perona o la Losa, heredades en San Clemente, La Roda, El Cañavate, Vara de Rey y El Picazo, censos en Iniesta, Villanueva, Cañavate, San Clemente, localidad donde sabiéndose adaptar a los tiempos poseían numerosas viñas (1). La situación de Alonso era más favorable que la de Diego, pues tenía el poder de la llanura, donde se jugaba en el cambio de siglo la verdadera lucha por la hegemonía. Alarcón era cosa del pasado; el futuro se dilucidaba en las recién eximidas villas de realengo y San Clemente era la principal de ellas. Pero las mismas oportunidades que ofrecían los rasos paisajes de la llanura sanclementina fue causa de la decadencia de la familia Castillo. Nunca entendieron que tras la guerra habían triunfado las repúblicas de pecheros. Los dominios señoriales se habían acabado; Alonso incapaz de entenderlo se empecinó con ser señor de Perona. Los derechos feudales fundados en la explotación del monte cedían ante las tierras roturadas; el ager sustituía a la silva. Incluso los molinos eran un símbolo del pasado. Y no tanto porque los concejos pronto poseyeran sus propios molinos o ruedas junto a los de los señores, sino porque la auténtica riqueza nacía de los majuelos de viñas que sin discontinuidad se extendían por el horizonte.

Hacia 1545, habían quedado atrás los deseos de Alonso del Castillo y Toledo y su mujer María de Iniestrosa de levantar su propio señorío a costa de los sanclementinos. Su intento de señorialización de Perona había fracasado como fracasó su padre que vio derribar en 1480 la horca levantada en enero de 1475; el monopolio de sus molinos fue contestado con los llamados molinos del Concejo que para el municipio edificó el vizcaíno Pedro de Oma; el deseo de Alonso del Castillo de hacer del monasterio de Nuestra Señora de Gracia el espacio religioso familiar fue negado por una villa que pidió para sí el patronazgo y redujo el espacio de la familia Castillo a un ochavo.

La realidad que encontraron los hijos de Alonso Castillo y María Iniestrosa era muy diferente. El San Clemente de mediados de centuria poco o nada tenía que ver con el de comienzos de siglo. Cuando a principios de 1547 inician su pleito en defensa de su hidalguía su caso es uno más. La villa esta inmersa en multitud de pleitos. Ha encargado su defensa al licenciado Guedeja, pero éste que tiene sus miras ya en la Corte cada vez vende más caros sus servicios. San Clemente no puede pagar a su prestigioso abogado, pues los pleitos se multiplican hasta el infinito. En esta época dos son los tipos de contenciosos en los que participa la villa de San Clemente en la Chancillería de Granada: el adehesamiento de términos para impedir los viejos usos comunes del suelo de Alarcón y las aspiraciones de hidalguías de muchos principales que han dejado de ver en la nobleza un obstáculo para el acceso a los oficios concejiles, desde que en 1538 se facilitara el acceso a los oficios públicos de los hidalgos.

San Clemente y la familia Castillo: una historia de desavenencias

En septiembre de 1547, el procurador de la villa Diego de Iniesta es enviado a Granada, además de finiquitar los salarios del licenciado Guedeja, le esperan un interminable número de procesos: los pleitos con Villanueva de la Jara por el aprovechamiento del pinar de la Losa, el adehesamiento de parte de su término por La Alberca, las hidalguías de los hermanos Alonso y Francisco García, las hidalguías del platero Pedro de Mondragón, Cristóbal de Juera, Alonso de Valenzuela, los hermanos Antonio y Cristóbal de la Fuente y Hortuño de Garnica y los conflictos con la Mesta por aprehensión de reses del Honrado Concejo. Ahora se sumaba la hidalguía de los hermanos Castillo. Eran muchos los intereses encontrados en la villa de San Clemente y el abanico de los que aspiraban a controlar la vida local se había ampliado, pero el odio común contra los Castillo permanecía incólume.

El concejo de la villa de San Clemente se reunía por aquel entonces debajo de la sala del ayuntamiento, en la cámara que es en las casas del dicho ayuntamiento de la dicha villa que es en la plaça; a los cargos anuales de alcaldes, Cristóbal de los Herreros y Alonso Caballón, junto al de alguacil, Antón de Ávalos, se unían los cargos de regidores perpetuos, establecidos en 1543, que recaían por compra, hasta un total de ocho, en las personas de Francisco Pacheco (luego sustituido por su hijo Rodrigo), Alonso Pacheco, Cristóbal de Tébar, Alonso García, Sancho López de los Herreros, Francisco de Herreros, Alonso Valenzuela y Hernando del Castillo. Ese treinta de abril de 1547, Hernando del Castillo fue obligado a abandonar la sala, el tema a tratar era el de sus pretensiones hidalgas y las de sus hermanos Alonso y Francisco.




El concejo de San Clemente lo tenía claro. El abuelo Hernando del Castillo nunca fue hidalgo, sino caballero por merced enriqueña y gracia de don Juan Pacheco, siempre había vivido en lugares de señorío libres de pechos reales (Alarcón, donde también se pudo beneficiar de su fuero como caballero guisado de caballo). La verdad es que el propio Hernando del Castillo jugaba con la confusión. En Villar de Cantos, al lado de las posesiones de los Castillo en Perona, los labradores, entre los que destaba la familia de los Olivares, platicaban y discutían sobre la naturaleza caballeresca del alcaide de Alarcón
que dezían que le guardavan las libertades porque el maestre don Juan Pacheco con quien dezían que avía vivido el dicho Hernando Castillo que por serviçios que le hizo que lo avía hecho libertado que lo avía hecho cavallero pardo y otros dezían que el rrey don Juan lo avía hecho cavallero escrito e otros dezían cavallero pardo y otros solamente dezían que era un cavallero y en esto caçilavan e unos dezían lo uno y otros lo otro
No siempre las pláticas giraban en torno a la naturaleza caballeresca de Hernando del Castillo; en ocasiones, se hablaba de él groseramente como el "puto judío llegado desde Portugal". Calificativo que tal vez hayamos de entender dirigida también contra los Pacheco. Los comentarios los recogía Juan Manzano el viejo, que oía
a algunas personas tal como cavadores e otros hombres semejantes de ofiçios rraezes e viniendo de sus trabajos en vida del dicho don Alonso Castillo (segundo hijo del alcaide de Alarcón) fablando del dicho Alonsos Castillo o del dicho Hernando Castillo su padre les oía dezir es un puto judío que vino de Portugal
Claro que las conversaciones que oía contar de pequeño Juan Manzano por las calles de San Clemente no siempre buscaban los orígenes del alcaide tan lejos y apoyándose en la supuesta autoridad que daban ciertas palabras de Hernando el sabio, dictadas a modo de ejemplo para acabar con la arrogancia de sus hijos, remontaban los orígenes familiares a la vecina villa de Castillo de Garcimuñoz
que yendo el dicho Hernando del Castillo por el Castillo de Garçimuñoz con un hijo o hijos suyos que le dixo al dicho su hijo o hijos: "mira no te ensoberbezcas que aquí vendía tu agüela pescado o azeyte"
Las viejas enemistades de la guerra del Marquesado pervivían setenta años después y este hecho se vio en la probanza de testigos.  El concejo de San Clemente acusó a los Castillo de enviar a dos criados a otros pueblos para preparar testigos para la probanza de su hidalguía. La Chancillería determinó que cuatro oficiales del concejo testificaran sobre este proceder. El asunto se derivó hacia un supuesto viaje de Francisco Castillo a la Corte en Aranda del Duero, supuestamente  para buscar un pesquisidor que juzgara  el caso de un deudo familiar atacado a cuchilladas, el provenciano Luis Guzmán, hijo de Alonso Pacheco Guzmán y una hermana de los Castillo; según otros en busca de influencias para su pleito. Las acusaciones no parecen que fueran descaminadas en las gestiones de los dos criados Alonso Robredo y Pedro López del Cañavate. Francisco Rosillo y Gonzalo de Iniesta tenían pareceres diferentes pero ratificaban una hacienda para los Castillo de treinta a treinta y cinco mil ducados suficiente para comprar cualquier voluntad. Así lo ratificaba un testigo de Honrubia, donde los Castillo esperaban comprar la voluntad de Juan González de Origüela y sus deudos.

El dinero no lo podía todo. De recordarlo se encargó el concejo de San Clemente, que por medio del fiscal, pidió traslado el nueve de diciembre de 1547 de los procesos inquisitoriales sufridos por Hernando del Castillo y sus hijos Diego y Alonso. Pero los Castillo tenían influencias. Los traslados de los procesos inquisitoriales se retrasaban. Por fin llegaron a Granada el 10 de mayo. Pero el 23 de mayo de 1548, el fiscal vuelve a pedir una copia de la confesión del abuelo Hernando del Castillo en el proceso que sufrió en 1498, busca la genealogía familiar. De Hernando solo sabemos el nombre de su padrastro Alonso de Luz, pero no del padre, y la madre nadie la quería recordar. Violante González alias la Blanquilla había sido acusada de judaísmo tras su muerte, sus huesos desenterrados de la capilla de Santa Catalina del monasterio de San Agustín de Castillo de Garcimuñoz y quemados en auto de fe en la Plaza Mayor de Cuenca el 21 de diciembre de 1491 (2).

Semblanza de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón

Los traslados de los procesos inquisitoriales incluían las acusaciones de 1498 y sentencia de 1499 contra Hernando del Castillo (3) y la confesión y condena de su hijo Diego en el proceso de 1519 (4). Contra Alonso del Castillo, el hijo menor no se aportó nada. Las acusaciones, era lo que esperaba el concejo sanclementino, demostraban la profesión de fe judaica de la familia. Hernando del Castillo fue acusado el 28 de marzo de 1499 por el promotor fiscal de la Inquisición Pedro López de Zamora de apostatar de la fe católica y abrazar la ley de Moisés. Guardaba los sábados como día de descanso en un lugar secreto del que no salía hasta salida de las estrellas, guardaba la fiesta de las Cabañuelas con otros judíos, se hazía enfermo en la dicha pasqua estando hechado en una cama dentro de las dichas Cabañuelas, trabajaba y hacía trabajar a los suyos el domingo y la fiesta de Todos los Santos, iba a misa más para negociar y hacer cuentas que por devoción, no pagaba los diezmos y protegía del Santo Oficio a otros judíos. Aunque lo que no se le perdonaba a Hernando del Castillo era su arrogancia. Hoy nos rendimos ante el orgullo personal indomable de este hombre. Su soberbia no pasó inadvertida ante el promotor fiscal del Santo Oficio
y ansy enduresçido con este mal propósyto e errores que tenya e tiene como mienbro apartado de la santa fee cathólica quando hablava de las cosas de este mundo e de quanto él valía y qué avya de ser de él en el otro mundo dezía e dixo que avya de ser el mayor de los diablos e con este pensamiento dañado no teniendo amo señor Dios
Hernando del Castillo podía ser arrogante, pero era asimismo un hombre calculador y frío. Con razón se le llamaba Hernando el sabio. Cuando fue encarcelado por la Inquisición en 1498 enseguida comprendió que fue por ayudar a diversos conversos huidos de Ciudad Real de la persecución de la Inquisición. Se intentó amparar en su fidelidad al marqués de Villena, de quien obedecía órdenes y al mismo tiempo presentar su caso como una persecución política de sus enemigos en la guerra del Marquesado. Después las acusaciones se recrudecieron, esta vez se le acusaba directamente de seguir los preceptos de la ley mosaica. Un Hernando del Castillo perplejo, y conocedor que la Inquisición siempre mantenía en el anonimato a los denunciantes, que su finalidad era dejar al reo en una situación de indefensión que le llevara a inculparse, decidió plantear su defensa desde la fragilidad de unas acusaciones que se presentaban como simple libelo sin pruebas consistentes ni acusadores conocidos. El 22 de agosto de 1498, realzó las virtudes cristianas de su familia y los casamientos con hidalgos y linajes cristianos de sus hijas; su afición a la comida de buenas carnes y pescados prohibidos a los judíos; su afán por cuidar de su hacienda todos los días de la semana, incluidos los sábados, especialmente visitando sus queridos molinos de la ribera del Júcar, a los que acudía los domingos también según la acusación; pero titubeó en el asunto de la cabañuela levantada en la torre mocha de la fortaleza de Alarcón para celebrar la Pascua con el físico judío Symuel de Cuenca, el médico de Lope Barrientos, que le atendió en su enfermedad, reconociendo haber tenido ciertas pláticas no religiosas con el físico en dicha tienda, y no pudo esconder su arrogancia cuando afirmó que tal vez en un momento de ira podía haber dicho que era el mayor diablo del Infierno. Aún así se defendió sabiamente, una cosa era cometer pecados capitales por no guardar las fiestas, blasfemar y otra cometer apostasía. En cuanto, al físico judío correspondía  a los demás desvelar que las conversaciones no eran prosaicas y sí, religiosas. Su maquiavelismo le llevó a reconocer implícitamente como suya la afirmación de que en este mundo no hay sino nacer y morir, reafirmando a continuación cínicamente el dogma de la Resurrección. Aunque el veneno de su lengua lo lanzó directamente contra la acusación de quedarse con el diezmo eclesiástico, retención decía él, en un juego de intereses singulares. Al fin y al cabo, él era el primero en reconocer el derecho divino y señorío universal que nuestro señor tiene sobre la rredondez de la tierra, otra cosa era la recaudación de ese derecho y su distribución entre las partes, que ante la duda se debía litigar en los tribunales. Que Hernando del Castillo no era ajeno a estos tejemanejes con el diezmo de Alarcón lo sabemos por un testimonio de Lope de Aguado en 1548, que recordaba como siendo un zagal llevaba las carretas de trigo correspondiente a la renta de los cahíces de las iglesias de Alarcón y cómo allí para recibir tan sustanciosa renta estaba el alcaide de Alarcón esperándolos.

En septiembre se desvelan las acusaciones de los testigos, doce en total; algunos testimonios se remontan a treinta años antes. Hernando del Castillo, ésta vez ya no ve a los Granero o lo Castañeda de Iniesta, herederos de Pedro del Castillo, alcaide de Ves, como denunciantes, sino a su malogrado yerno Juan de Valencia y a Julián Velázquez de Bonilla. Conocedor al detalle de las acusaciones juega con las imágenes para rebatir: sus comidas los sábados de migas en sebo y manteca capirotadas con huevos, su mujer Juana e hija María perfumando con sus orines la cabañuela del judío Symuel aben Xuxen, los escarnios y aborrecimientos de los judíos acogidos en Alarcón por orden de Diego López Pacheco. Era buen administrador de su hacienda y por esa razón mandaba a sus trabajadores el domingo al molino de la Noguera, distante nueve leguas de Alarcón y listos a primera hora del lunes para trabajar y si se trabajaba el domingo reparando el molino era porque la crecida del río no respetaba de fiestas. Además, era conocido que los canteros vizcaínos trabajaban a destajo. Se atreve a acusar a su señor al marqués de Villena, reconocido protector de los judíos, advirtiéndole del malestar popular por la presencia de judíos. Se enfrenta abiertamente al tribunal inquisitorial y su justicia, que se vale de testigos que deponen de oydas e vanas creençias, no de rrazones, y al que acusa de ignorancia en materia de herejía: los judíos nunca entrarían en una cabañuela un hombre enfermo, tal como estaba por entonces el alcaide de Alarcón, pues no entra la tristeza en la alegría de la fiesta. Recusa a los testigos, que a pesar del secretismo inquisitorial sabe quienes son, a unos por ser sus enemigos capitales, a otros por el escaso valor del testimonio de personas pobres, raheces y jornaleras. Su mundo es diferente al de estas pobres gentes, su concepto de trabajo también, él como caballero, descansaba y trabajaba los días de la semana que quería, pues el trabajo no era para su persona la carga diaria que podía ser para el sastre, zapatero u otro oficio mecánico. Además de caballero era administrador de su hacienda, por lo que procuraba apurar bien el sábado, antes que esta pobre gente dedicará el domingo a la holganza. Bajar la cabeza ante el alzamiento de la Hostia no era apostasía sino gesto de respeto y devoción, aunque es cierto que no era extraño ver a los vecinos en misa dormidos. Simple pecado capital de pereza, aunque mayor pecado era el de aquellos indiscretos que andaban pendientes de sus paisanos antes que del Sacramento. Desprecio de los testigos inquisitoriales, perjuros y falsos, frente a la buena fama y honra de los vecinos de Alarcón,
ynfamia tal que bastase para prender a un gato ni a otra cosa que sea menos, no haga el fama en una villa donde ay dozientos vezinos mejores que el de mejores famas e conçiençias que ninguno lo dize ni lo cree e sy tal fama toviera no dexaran de dezir sus dichos por guardar e descargar sus conçiençias mejor que este las descarga el qual hera un honbre pobre que aunque yo fuera un tyrano rrobador e no toviera que comer no podía sacalle valor de un clavo
Hernando del Castillo ponía en entredicho su fama como tyrano rrobador, opinión que no debía distar de la que tenían sus enemigos y el común de los vecinos de la tierra de Alarcón, pero defendía la buena fama y conciencia de cualquier hombre, incluidos los conversos que, como Diego de Madrid o Alonso Fernández de Alfaro, había acogido en los muros de la fortaleza de Alarcón. Las personas deben responder de sus propios actos, no de la infame memoria de sus progenitores. Si Juan Sevilla, vecino de Alarcón, era hijo de un quemado por la Inquisición en Valencia, no por eso se le debía excluir de los oficios concejiles, elegidos por suertes entre hombres de calidad. El judaísmo de la difunta madre de Diego Madrid no era razón suficiente para negar a la anciana cristiana sepultura. Sin duda en el pensamiento de Hernando estaba su propia madre.

Hernando del Castillo era un condotiero con ínfulas de gobernante. Tuvo la vida y aventuras militares de un condotiero, pero no era un mercenario sino el principal servidor de los Pacheco. Durante cincuenta años se forjó su persona en la descarnada lucha de bandos del Marquesado de Villena, a su decir, había puesto su mano en muchas muertes e males; junto al poder y riqueza, Hernando había ganado muchas enemistades entre los diversos grupos sociales. Ese odio capital se extendía a caballeros, escuderos, mercaderes, labradores, conversos y hombres de toda suerte, que nynguno quedó que no rresçibese muerte o rrobo de sus hijos e parientes. Hombre de mundo sabía que tenía que presentarse ante los demás como buen gobernante cristiano. Cumplidor de los preceptos cristianos, en especial en lo que tenían de ritos y convenciones sociales de cara a sus vecinos, era además un benefactor en su política de gobernante. Ayudó a los monasterios franciscanos de Murcia y Belmonte con su trigo en época de carestía, ... que bien recordaba el castellano que valía cada fanega enviada. Socorrió a los niños y vecinos pobres de Iniesta y ayudó a otros pueblos, como San Clemente, que le habían profesado un odio capital, prestándole mil fanegas de trigo para sembrar y para comer. Aunque procuraba ser pagado. Las fanegas prestadas decía que valían un castellano, solo recibía en pago dos reales. La tasa de granos de años después, 23 de diciembre de 1502, fue de 110 maravedíes, algo más de tres reales. Al igual que Hernando prestó mil fanegas a la villa de San Clemente, su hijo Alonso le prestaría, coincidiendo con la tasa, seiscientas fanegas. Es de temer que ambos casos importaba más la compra de voluntades que el precio de rescate del trigo.

Hoy nos rendimos ante la serenidad de este hombre ante el Santo Oficio, la seguridad de su discurso, que en extensión supera varias veces a la acusación del promotor fiscal y de su intachable argumentación a la hora de desmontar las acusaciones contra su persona. Es esa frialdad la que nos asombra, sobre todo si pensamos en el hombre que ocho años antes había visto desenterrar los huesos de su madre Violante González para ser quemados públicamente.

Hernando del Castillo era un hereje, pero asimismo un hombre del Renacimiento, que lo confiaba todo a su valía y a la fama que podía ganar en vida. Su criado Diego González de Origüela decía de él, que no le debía nada al marqués de Villena y que más bien era el marqués el que tenía menester del alcaide en aquellos tiempos de guerra. Lo definía como muy próspero y riquísimo y que no avía en toda la Mancha en su tiempo hombre tan poderoso. De su valor daba testimonio Diego de Montoya
el dicho Hernando del Castillo hera persona valerosa y que no se hazía allí donde vivía y hera alcaide ninguna cosa sy no hera por su mandado e mano
En su pensamiento, él, que era el mayor de los diablos y no admitía Dios ni amo, se deslizaba por el camino de la incredulidad, hasta llegar a negar la divinidad, declarando que no avya sino nasçer y morir. Hernando del Castillo se mantuvo firme y negó las acusaciones antes de escuchar la sentencia, olvidando el maquiavelismo del que había hecho gala en su defensa. La sentencia definitiva de la Inquisición fue más benigna de lo que se pudiera esperar: penitencia de treinta días en el monasterio de franciscanos de Belmonte, pago de cien mil maravedíes por los gastos del Santo Oficio y abjuración de la fe de Leví. La sentencia hacía especial hincapié no tanto en las proposiciones heréticas de Hernando del Castillo como en su ayuda a otros conversos perseguidos por el Santo Oficio
fallamos el dicho Hernando del Castillo averse conpurgado hen e legítimamente segund que por nos le fue mandado e que por hen conpurgado le devemos pronunçiar y pronunçiamos e que le devemos e mandar soltar e soltamos de la carçel en que está e que le devemos ... syn honrra e fama tal e tan buena como la tenía antes e al tienpo que por nuestro mandado fue preso y que mandadmos quitar y que alçamos e quitamos qualquier enbargo e secreto que en sus bienes esté puesto y le mandamos acudir con ellos por inbentario segund y por la vía y forma que le fueron secretados e le mandamos que abjure de leui en forma iuris por quanto el dicho Fernando del Castillo confesó que avía enbiado dineros a çiertas personas que los ynquisidores mandaba prender y honbre que los guiase y después fueron presas las dichas personas y que el avya escripto que los soltasen y por su rrespetto fueron sueltos y por çiertas justas cavsas que a ello nos mueven le mandamos en penitençia treynta días en el monasterio de San Françisco en la villa de Belmonte e que dé y pague para los gastos deste Santo Offiçio çiento mill mrs. ansy lo pronunçiamos y sentençiamos en estos escriptos y por ellos Juan de Loaysa Pedro de Acosta prouisor la qual dicha sentençia fue consentida por el dicho Fernando del Castillo y fecha la dicha abjuraçión

El hijo de Hernando, Diego del Castillo, que heredó la alcaidía de Alarcón y señorío de Altarejos de su padre, también sufriría los rigores del Santo Oficio, como tantos otros, al final de la década del siglo. Para entonces, los Castillo ya habían aprendido la lección y fabricado una genealogía que les apartase de cualquier relación con el mundo converso. Diego declaró el tres de diciembre de 1519 ser de edad de sesenta y un años, nacido en 1458 pues, hijo de Hernando del Castillo y Juana de Luna. Trocaba su madre Juana de Toledo por Juana de Luna para emparentar con don Álvaro de Luna, maestre de Santiago y condestable de Castilla en tiempos de Juan II, de quien Juana era hija. A decir del hidalgo Garci Zapata, Juana Toledo era procedente de Valladolid. Los datos fueron corroborados por un criado de la familia en 1548, Diego González de Origüela, de noventa años, que afirmó que doña Juana de Valladolid y Toledo era hija del doctor Franco. Éste, cuyo nombre era Diego González de Toledo o Diego González Franco, era oidor, contador mayor de cuentas y miembro del Consejo Real en el reinado de Juan II.
le vido hazer vida maridable (a Hernando del Castillo) en uno con la dicha doña Juana de Valladolid e Toledo e tratarse e tenerse como marido e mujer e tornó a desir era hija la dicha doña Juana del dotor Franco vezino de Valladolid según lo oyó desir allí en su casa del dicho Hernando del Castillo
La afirmación fue confirmada por Pedro de la Fuente, escribano de San Clemente, e hijo de un criado del alcaide de Alarcón. Aunque Cristóbal Díaz, que, junto a su padre Juan Cardoso, había coincidido casi pared con pared con el alcaide Hernando, aún dudaba si el apellido era Toledo o Luna. De las abuelas, Diego de Alarcón no quiso saber nada, especialmente de la paterna, la Blanquilla, y aportó real o ficticiamente datos del abuelo paterno. El padre de Hernando era un hermano de Diego del Castillo, comendador mayor de la orden de Calatrava. Diego del Castillo procuró poner encima de la mesa quienes eran sus hermanos (muchos a diferencia de su padre que no los había tenido). Dejaba patente al enumerarlos la compleja red de matrimonios que el alcaide de Alarcón había tejido para emparentar con la nobleza regional, casando a sus hijas con hombres significados. María casó con Diego Pacheco, alcaide de Belmonte; Violante, con Egas Sandoval, vecino de Huete; Leonor con Francisco Guzmán, hermano del señor de El Provencio; Teresa, con Luis Pacheco, vecino de Málaga; Guiomar, que recibió el señorío de Olivares, con Alonso Álvarez de Toledo, señor de Cervera; Juana de Luna, con Francisco del Castillo, alcaide del Castillo de Garcimuñoz, y el ya conocido Alonso, vecino de San Clemente,  con María de Inestrosa, hija del señor de Valera de Yuso.

Hernando del Castillo se había forjado una inmensa fortuna en vida (5). Se nos hace ver cuánto debía esa fortuna a los marqueses de Villena, pero no debemos olvidar los bienes y tierras obtenidos por derecho de guerra y rapiña (6). El caso más conocido es el de la hacienda arrebatada a Pedro del Castillo, alcaide de Ves, en Cañavate y Gascas, lo que le granjearía no solo la enemistad del alcaide de Ves sino de toda su familia Castañeda, o la hacienda arrebatada a los García de Iniesta valorada en dos millones de maravedíes. No es extraño que fuera en la villa de Iniesta, patria chica de los García y hacienda de los Castañeda, donde primero se alzaran pendones a favor de la Corona. Pero si en algún lugar tenía enemigos el alcaide de Alarcón, éste era Villanueva de la Jara. Juan García el viejo aún en 1548 deseaba ver el alma de Hernando ardiendo en el Infierno. No en vano, había despojado a su padre Pascual de una heredad de pan llevar en la Hoya del Roblecillo, término de Alarcón. Además, otro antepasado del citado Juan le acusaba de encubrir el asesinato de su nuera. Pascual de Sancho, sobrino de Juan García el viejo, nos decía al respecto
porque el padre del dicho Juan Garçía que se dezía Pascual Garçía  e otro Juan Garçía su hermano hera de la opinión del cathólico rrey don Fernando de gloriosa memoria e los dezían los almagrados e otros vezinos que vivían en la dicha villa que heran de la opinión del marqués de Villena se dezían sebosos como el dicho Hernando del Castillo a la sazón hera alcaide de la villa de Alarcón e capitán del dicho marqués de Villena e persona valerosa, todos aquellos que fueron en contraria opinión del dicho marqués tuvieron enemistad con el dicho Hernando del Castillo y en aquellos tiempos que se encontraban los unos a los otros buscándose para matar e de cabsa que los dichos Pascual Garçía e Juan Garçía son hermanos padre e tío de los dichos Juan Garçía el viejo fueron prençipales en la dicha villa porque se redujese a la dicha corona rreal como se reduxo después el dicho alcaide Hernando Castillo seyendo el dicho Pascual Garçía padre del dicho Juan Garçía el viejo e abuelo deste testigo un heredamiento en el término de la villa de Alarcón que se deze la hoya del Rroblezillo el dicho Alcaide Hernando Castillo so color y diziendo que el dicho heredamiento hera dehesa se lo quitó e tomó para sí usurpadamente syn tener título ni cabsa para ello e agora lo posehen sus herederos e ansimismo de cabsa de lo susodicho oyó dezir este testigo a su madre que se dezía Catalina Garçía que hera hija del dicho Pascual Garçía que estando el dicho Pascual Garçía en un molino ribera de Xúcar el dicho Hernando Castillo alcaide de Alarcón avya ydo al dicho molino con seys o syete de cavallo a buscar al dicho Pascual García para lo matar e que sy el dicho Pascual Garçía no se escundiera en el cárcavo del dicho molino junto donde anda el redezno se tuvo por çierto que le mataran y como no le pudieron ver se llevaron el trigo que tenía el dicho molino e las mulas reprehendiendo a la dicha madre de este testigo
El poder económico de Hernando del Castillo estaba fundado en la propiedad de los molinos que le permitía obtener una sustanciosa maquila en las moliendas. Los molinos que poseía eran los de La Noguera, La Losa y la Peña Quebrada, en el sitio de la Ruidera (estos últimos los recibiría como dote su hija Leonor). En total, más de treinta ruedas. La posesión de los molinos venía acompañada de múltiples heredades entre ellas destacaban además de señorío de Altarejos y los heredamientos de Perona, sobre cuya aldea pretendía jurisdicción, los heredamientos en la aldea de Tresjuncos, heredamientos en Gascas y en Villalgordo del Marquesado (lugar, junto a Villarejo de Fuentes, de señorío de don Luis Pacheco),  y una venta en el mismo lugar, que para 1550 era propiedad del capitán Gil González de Quesada, casado con una nieta del alcaide. Poseía asimismo la dehesa de Valhermosillo, cuyas yerbas arrendaba a los motillanos. Incluso en villas como El Peral tenía una parte de heredad y huertas y en Villanueva una buena viña, a y casas compradas a un tal Miguel Martínez de la Casa, ambas propiedades heredadas por el hijo mayor Diego, que acabó vendiendo. Alonso Ruipérez iba más allá y le adjudicaba posesiones en tierra de Soria (cierta renta en el Arrabal). Además, durante un tiempo tuvo la jurisdicción de la aldea de Hinojosa, empeñadas sus rentas reales por ser incapaz de pagarle sus deudas al alcaide. Se decía que poseía más de trescientos pares de mulas, animal de enorme valor en la época. Hernando del Castillo llegó a tener tanta hacienda, que contemporáneos suyos, como el motillano Juan García Bonilla afirmaban
que llegó a tener tanta fazienda que hera la segunda persona del marqués de Villena
Hernando del Castillo era un hijo de sus obras y no creía en fortuna que no fuera labrada por los hombres. El labrador Hernando de Olivares nos recordaba que
por su buena yndustria ganó el comer e mucha honrra
En el amasamiento de su fortuna tenía no poco que ver su carácter huraño, cual Harpagón; Alonso Martínez Motellón recordaba como siendo niño el alcaide de Alarcón iba a casa de su padre Diego, en el lugar de Perona, a cobrar él mismo los dineros de sus renteros. Prefería los contratos a corto plazo sobre los censos enfitéuticos.

Una anécdota contada por un vecino de Villanueva de la Jara, llamado Pedro Prieto, contrapone las dos figuras centrales del Marquesado de Villena en el último cuarto del siglo XV: frente a un plañidero y mozuelo suplicante Diego López Pacheco, se yergue la figura del alcaide de Alarcón Hernando del Castillo
que quando se le alçó al marqués de Villena lo reduzido del dicho Marquesado que fue el dicho marqués a Alarcón donde estava el dicho Hernando Castillo: alçádoseme la villa de Yniesta y otros lugares, e que entonçes el dicho Hernando Castillo le dixo: no le puedo faltar con diez o doze mil ducados y otras fanegas de trigo y que entonçes el  dicho marqués le hizo merçed de çiertos sytios de molinos en la rribera de Xucar
Decir que los molinos, a pesar de la contestación de los años siguientes ya los poseía por cesión del maestre don Juan Pacheco que le hizo donación de ellos por carta de merced del dieciocho de junio de 1462.

La imagen de Hernando del Castillo, por los escasos testimonios que nos quedan, sin embargo y a pesar del papel central que tuvo en la sociedad de su tiempo, se nos aleja de su persona en sus últimos años de vida; lejos de ser un hombre presente en la vida cotidiana con sus convecinos, se refugió en la soledad de sus últimos años de vida. Él que había recorrido a sangre y fuego las tierras del Marquesado, ahora estaba encerrado en la fortaleza de Alarcón, acompañado de sus fieles Hernando de Montoya y Diego Páez, inaccesible a todos. Solo en los últimos días de su vida, quizás empujado por los procesos inquisitoriales y para esquivar esa soledad acusatoria, se traslada a una casa de la villa de Alarcón. De la fortaleza salía poco; el pueblo de Altarejos, donde tenía su señorío, apenas si lo pisaba. Eran tantos sus enemigos que evitaba tener casa de morada en otros pueblos. Contaba con la hospitalidad de pocos, entre ellos su fiel escudero Juan González de Origüela en Honrubia. Su único refugio eran los aposentos y casas que se había hecho levantar en sus molinos de La Noguera y donde pasaba temporadas más largas con su mujer e hijos. De vez en cuando, acudía a visitar a sus nietos en San Clemente en burro y acompañado de criados. Si salía a alguna de los pueblos buscaba personas de confianza, como cuando posaba en casa de Alonso Sánchez Valverde en Motilla, en la casa de Mingo Navarro en El Peral o, en Villanueva de la Jara, en casa de su antiguo criado Diego de Alarcón (que pago su hospitalidad con la muerte de su hija por sus enemigos) o de los fieles Ruipérez. Los más viejos, cincuenta años después, lo creían muerto desde los años noventa, pero la realidad es que Hernando se dejaba ver poco. En la guerra del Marquesado, lo había sido todo: alcaide de las fortalezas de Alarcón, Iniesta y Requena. Y sin embargo la imagen que nos queda es la de un hombre solitario, temeroso de sus múltiples enemigos; un hombre que mira a su pasado y ve horrorizado las muertes y destrozos causados, no hallando el consuelo del hogar familiar, pues su pasado y su memoria le han sido arrebatados.

Hay una faceta de su personalidad que se desconoce y que hace gala a su fama y apodo de sabio. Hernando ya había participado directamente en la firma de la concordia de 1480 entre el marqués de Villena e Isabel la Católica, según aseveraba Alonso del Castillo. Al acabar la guerra del Marquesado no era extraño verle poniendo paz entre los bandos ya en Castillo de Garcimuñoz ya en Villanueva de la Jara, mediando entre las familias Ruipérez y Cañavate. Volvería en el umbral de su muerte a poner paz entre el concejo de Villanueva y el gobernador Juan de Villafuerte; ese día, los viejos enemigos, desfilaron detrás de él hacia la iglesia parroquial de la villa. Así nos presentaba el sastre Cristóbal de Torres a Hernando del Castillo, el pacificador, como si fuera la persona del marqués e mejor
e que conosçió a Hernando del Castillo agüelo de los que litigan  tiempo de quinze o veynte años poco más o menos e quando este testigo lo empeçó a ver y conosçer era en la villa de Castillo de Garçimuñoz que yva allí e venía a hazer muchas pazes entre los vezinos que todos le obedeçían como sy él fuera la persona del marqués e mejor e después e después lo fue este testigo más conosçiendo en la villa de Alarcón que hera allí alcaide e tenía la fortaleza a su cargo por el dicho marqués que allí conoçió a su mujer que se dezía doña Juana que de su sobrenombre no tiene memoria e después lo vido en Villanueva de la Xara dende a poco tiempo porque este testigo estaba allí trabajando en el dicho su ofiçio de sastre e lo vido allí venir a poner pazes entre los de Rryupérez  que heran de un bando e del otro los de Juan Sánchez del Cañavate que con él llevó a el señor de Minaya que se dezía don Juan Pacheco para hazer las dichas pazes
Hernando era hombre hábil. Al igual que tenía enemigos sabía ganarse fidelidades. En Iniesta contaba con el servicio de un hidalgo llamado Arias Maldonado, procedente de Salamanca y criado de Diego López Pacheco, pero también de otros como Juan Barbero, el bachiller Iniesta, Lope Platero o Lope de Alarcón. Pero los iniestenses veían con especial desagrado el dominio del marqués. No fue necesario que la villa se redujera a la obediencia real para que se desmochara la fortaleza, donde Hernando había tenido su residencia como alcaide, fueron ellos mismos quienes la derribaron. Al alcaide no le perdonaban la jugosa hacienda que se había hecho a costa de algunos vecinos y que fue incapaz de conservar tras la guerra, salvo las casas de la Tercia y las huertas colindantes. Dichas casas se convirtieron en estudio de gramática; allí estudió Diego de Alarcón, clérigo de El Peral. Hernando volvería seis años antes de su muerte a Iniesta, el odiado alcaide paseó por las calles de la villa, olvidando viejos temores; un grupo de mujeres, entre las que estaba una tal Catalina Origüela, le agasajó de buen grado. Sus fieles guardaban de él una imagen muy noble, a decir del bachiller Iniesta
hera uno de los sabios hombres que avía en el Rreyno
A Hernando le costó abandonar el hogar materno en Castillo de Garcimuñoz, en casa de su padrastro Alonso de Luz, donde paraba después de sus idas y venidas. No lo debió hacer hasta ser nombrado alcaide de Alarcón. Así lo recordaba el anciano Diego López Moreno
e lo empeçó a conosçer este testigo con treze años en la villa del Castillo de Garçimuñoz porque este testigo se crió allí de muchacho que su natural de una aldea de la dicha villa del Castillo de Garcimuñoz que se dize el Pinarejo en la casa de un Alonso de Luz que hera uno de los hijosdalgo que vivía en la dicha villa
Es este aspecto humano el que sorprende en el guerrero. Una imagen bienhechora del alcaide nos la dejó Alonso Sanz de la Parrilla, que acompañó al alcaide en sus aventuras militares. El testimonio nos lo presta su hijo Fabián Parrilla, futuro clérigo que aprendió a escribir y leer en Alarcón bajo el mecenazgo del alcaide y a cantar para su futuro oficio en la iglesia de San Juan de Alarcón, donde el alcaide tenía una posición de preeminencia en la misa mayor, mientras su mujer y sus hijas eran envidiadas por el pueblo llano al arrodillarse sobre alfombras y sentarse sobre almohadas. Fabián nos contaba de su padre haber
tratado con él (Hernando Castillo) en las guerras que ovo en lo del Marquesado de Villena y en lo de Rrequena y en lo de Mira y que el dicho Hernando Castillo fue alcaide de Requena que también vivió en Yniesta y que le avía tratado y andado con él en las dichas guerras y fuera dellas 
Este trato en las guerras y fuera de ellas es el que permitía a Alonso Sanz de la Parrilla definir al alcaide como
hombre noble en obras y en dichos y en hechos
De este gran hombre no sabemos apenas nada. Ni siquiera su edad. Una cosa parece segura, si damos como bueno el año de 1501 como fecha de su muerte, y por los datos de los testigos, podemos asegurar que es un hombre que murió muy viejo. Lo hacía treinta y cinco años después de su madre Violante González. La fecha de muerte del alcaide tomada por oficial es la de 1499, coincidiendo con el fin del proceso inquisitorial. No obstante, el que con más precisión nos da una fecha concreta de la muerte del alcaide de Alarcón es Gregorio González de Origüela, escribano y vecino de Honrubia, e hijo de Juan, uno de los principales escuderos de Hernando
Que puede aver que murió quarenta e syete o quarenta u ocho años poco más o menos porque cree que hera en el año pasado de quinientos e un año
A ello debemos sumar un dato concreto, que el alcaide de Alarcón medió entre el concejo de Villanueva de la Jara y el gobernador del Marquesado de Villena Juan de Villafuerte. Dicho gobernador tomó posesión de su cargo el 12 de octubre de 1501 (7). La muerte de Hernando se produjo pues posteriormente a esa fecha, en ese mismo año de 1501 o el siguiente de 1502. Su mujer Juana de Toledo no sobrevivió mucho tiempo al alcaide, según nos decía Hernán de Álvarez.

Se aseguraba que andaba en sus años finales ya muy viejo por las calles de Alarcón, de noventa o cien años. Cifra sin duda exagerada. Aunque en la cifra de cien años la ratificaba en 1550 Alonso Ruipérez, alcalde de Villanueva de la Jara, que lo conoció siendo niño y nos dejó este recuerdo
quando lo vido hera ya muy viejo, que le paresçía a este testigo que sería de hedad de çien años poco más o menos aunque no sabe este testigo qué hedad tenía más que estava muy cano e paresçía ser muy viejo e que ya casy no podía andar de muy viejo
Nosotros abogamos, después de leer a decenas de desmemoriados testigos,  por una edad de ochenta a ochenta y cinco años cuando murió, fundando nuestra aseveración en los recuerdos de la infancia de un vecino que aseguraba que el alcaide era un hombre de sesenta y cinco años a comienzos de la década de los ochenta años. Hernando del Castillo habría nacido así hacia 1420 o quizás algún año antes. Nos sorprende la fortaleza física de este hombre, pero aún más la entereza intelectual y valentía de este anciano ante el Santo Oficio. A cada detalle que se conoce, su figura histórica se engrandece.

Diego del Castillo, ¿un caballero a la española?, frente al pragmatismo de su hermano Alonso

Si Hernando del Castillo era incrédulo no lo era menos  su hijo Diego. Como hijo mayor había recibido la alcaidía de Alarcón y el señorío de Altarejos, además de extensas heredades en Valverdejo, Villanueva de la Jara, Tresjuncos y Hontanaya. La acusación que pesaba sobre él era negar la Creación del mundo por Dios, sencillamente era imposible que Dios, en cualquiera de sus tres personas, hubiera sido capaz de crear el mundo y el hombre en siete días. La negación de la omnipotencia de Dios venía seguida de la acusación de falta de misericordia divina. Este Diego, salvando las distancias, era un marqués de Sade, avant la lettre. Su razonamiento no se alejaba mucho del crápula dieciochesco cuando afirmaba que Dios ni era omnipotente ni era un ser infinitamente bueno, pues permitía la existencia del mal en el mundo. Si no acababa con el mal era porque o bien no podía o bien no quería. Reniego de Dios todo entero, concluía. La acusación contra Diego del Castillo iba en este sentido
dixo la dicha persona que este Dios no usase de piedad e misericordia con los honbres que todos yrían con mal, entonçes dixo el dicho Diego del Castillo a manera de escarnio mira no curéis en desso que ya en Dios no ay misericordia predicando la sancta yglesia de Rroma e toda la rreligión christiana lo contrario ... e habló con osadía diabólica y temeraria que la escriptura mentía e aún Dios que mentía
El promotor fiscal, Martín de Baracaldo, escandalizado, solicitó relajar al brazo secular al herético y blasfemo Diego y que todos sus bienes fueran confiscados y sus descendientes declarados incapaces para ejercer oficio público o beneficio eclesiástico, petición ésta que se añadía a las penas que anteriormente se habían pedido contra su padre. El tribunal consideró que era persona demasiado principal para un castigo ejemplarizante

atento que es alcaide de Alarcón es persona prinçipal e señor de vasallos e vsando de él de mucha caridad le penitençiamos a que dentro de nueve días primeros siguientes después de la pronunçiaçión de esta sentençia dé e pague a Christóval del Prado reçeptor deste Santo Offiçio para los gastos dél veynte mill mrs. e que rreze un mes continuo los mill psalmos penitençiales e ayune çinco viernes a honor de las çinco plagas e rreze en cada uno de los viernes el salmo de miserere mei deus
Esta incredulidad militante debe mucho a su acción militar en las guerras del Marquesado. Diego era demasiado joven, al igual que el marqués Diego López Pacheco. Con dieciocho años ya participaba en la guerra y con apenas veintidós años la acabó. Desde Alarcón , su padre dirigía sus correrías. A Diego le tocó jugar el papel, que por edad no pudo, pero que le hubiera correspondido a su padre. Sin embargo, aunque sobre el pesarán muertes como la de García Mondéjar en Villanueva, que procuró a los Castillos la enemistad de la villa, su proceder posterior en años de paz es la de un hombre receloso, que le puede la indecisión. Prefiere apartarse antes que el enfrentamiento. Con cautela actuó con los de Villanueva de la Jara en 1497, ante una mesnada de ochenta jareños armados, en ocasión del conflicto por los molinos, y ese mismo año con excesiva prudencia actuó cuando sus caballeros de sierra fueron apedreados y descabalgados en Tarazona .

Algún día nos detendremos en esta ola de incredulidad que anegaba la Mancha conquense a comienzos del siglo XVI. Eran hombres temerarios que renegaban de Dios y confiaban su destino a la valía y seguridad en sí mismos. En los procesos inquisitoriales que se desataron entre 1515 y 1520 muchos lo pagaron con su vida. Diego del Castillo, además de la arrogancia, tenía el poder y posición social que le permitía desafiar el Santo Oficio y salvar la vida.

Pero la mayoría de los hombres de aquel tiempo eran más pragmáticos y se doblegaban a las creencias de su tiempo, aunque a ello les moviera el interés particular. Era el caso de Alonso del Castillo y Toledo, el hermano de Diego, contra el que el Santo Oficio no aportó nada. Ocupado con su mujer María Inestrosa en incrementar su ya sustanciosa hacienda. Era un hombre férreo, capaz de jugar con la hambrienta villa de San Clemente, antes de cederle en 1502 seiscientas fanegas de trigo a cambio de la renuncia de su concejo a levantar molino alguno en la ribera del Júcar. Pero sabía presentarse con el rostro de buen cristiano que a su costa asumía la edificación, y patronazgo, del convento de Nuestra Señora de Gracia. Su vida fue un toma y daca con los sanclementinos, pues ni el uno ni los otros renunciaron a sus pretensiones. Los conflictos, que acabaron en la Chancillería de Granada o tribunales eclesiásticos, se desataron: por el patronazgo del convento de franciscanos, por el señorío de Perona y por la construcción del molino del Concejo. En todos ellos, con escasos compromisos, saldría triunfante la villa de San Clemente.

Los deseos de hidalguía de la familia Castillo 

El pragmatismo de Alonso del Castillo le valió a otros, una vez asentada la hacienda, ganar la hidalguía. Solo que el concejo de San Clemente se aferraba a todo para negar esas hidalguías. La voz del ayuntamiento en aquella época la llevaba Cristóbal de Tébar, que tenía a su sobrino Gonzalo de Iniesta, de treinta y siete años, como solicitador de pleitos de la villa, yendo y viniendo a Granada para negar hidalguías. Hoy no llegamos a entender esta oposición frontal del regidor Cristóbal de Tébar a los hermanos Castillo. Pero el caso es que esta rama de los Origüela se enfrentó a aquellos que tenía por aliados antaño. Los Castillo intentaron ganarse el testimonio de la madre, Ana de Tébar, una anciana de edad, discutible, de cien años, pero no lo consiguieron. Sí, se presentaron a declarar contra los Castillo un hermanastro del regidor, Alonso Sánchez de Origüela, y su sobrino Gonzalo de Iniesta. Las respuesta de los hermanos Castillo fue tan tajante como arriesgada, recusar a ambos por judíos, con la parte que le tocaba a Cristóbal de Tébar. Tanto Alonso Sánchez de Origüela como el regidor Cristóbal de Tébar, además de hermanastros eran sobrinos de Luis Sánchez de Origüela, quemado por hereje en 1517.

 Ya con los hermanos Alonso y Francisco García se alegó que no era lo mismo ser caballero que hidalgo de sangre y que las calidad de caballero no era heredada por los hijos. Algo similar ocurría con Hernando del Castillo. Tal vez la acusación de judío era demasiado arriesgada, cuando toda la nobleza regional buen cuidado había de tener por mantener en secreto la sangre hebraica en sus venas, pero la acusación de caballero, especialmente en el caso de Hernando, era tacha perjudicial; lo uno, porque le recordaba su pasado como criado del marqués y su traición a la Corona; lo otro, porque era calidad no transmisible. Pedro de la Fuente, escribano, aseguraba que Hernando del Castillo gozaba de la calidad de caballero y que en su favor se había extendido carta de tal; así se lo había asegurado García de Pallarés, alcaide de Chinchilla, y su hermano Suero de Pallarés. A testificar tal hecho fueron llamados a Granada un siete de diciembre de 1548 Alonso de Olmeda, de 56 años y vecino de Alarcón, y Diego Patiño, hidalgo de más de cincuenta años y vecino de Motilla. Alonso de Olmeda aseguraba haber oído a un clérigo llamado Garci Gómez la Mota en Altarejos

que tenía en su poder (Diego del Castillo) un blasón de armas que el dicho Hernando del Castillo, abuelo de este Alonso del Castillo e sus hermanos, que avía ganado en la Puente de Pinos que es en la vega de Granada e que el dicho clérigo le mostró a este testigo la carta donde estaban las dichas armas 
Desgraciadamente no se acordaba de las armas. Siempre nos quedará la duda por qué sobre este asunto no quiso declarar Francisco García, vecino de San Clemente, pues era hijo de Antón García, junto a Alonso Zapata, los únicos dos caballeros armados o pardos que se conocían en la villa de San Clemente. Quizás porque todavía pervivían los odios de la guerra de Iniesta, de donde procedía la familia, quizás por no perjudicar sus aspiraciones de hidalguía, por entonces en Granada.  Pedro de la Fuente, escribano del concejo de San Clemente y que conocía bien a los Castillo, nos decía que esa merced fue concedida en tiempos del rey Enrique IV por mediación del maestre don Juan Pacheco. Si es cierto, estaríamos hablando de la expedición por la vega granadina de junio de 1455.

El alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, había intentado rodearse de aquellas calidades y símbolos de hidalgos para visualizarlos ante sus convecinos. El desempeño de cargo de juez en Alarcón no era tanto por el oficio sino por estar reservado a hidalgos, y más en Alarcón donde todos sus vecinos estaban eximidos de pagar la alcabala. El oficio de juez, semejante a un alguacil mayor de la villa de Alarcón y su tierra, con jurisdicción sobre los alcaldes ordinarios en asuntos criminales; se elegía anualmente y rotatoriamente entre los hidalgos de cada una de las cinco parroquias de la villa
porque sy un honbre se ahoga en el rrío de Xúcar e muere tomándole muerte supinata que ninguna otra persona de la villa de Alarcón e su suelo no lo podía levantar ni tocar syno el dicho juez o dar liçençia para ello... y que este juez no podía ser syno hijodalgo
Los pretendidos orígenes de los Castillo en las Montañas

Quién más podrían saber sobre los Castillo eran los propios nietos del alcaide de Alarcón. Francisco del Castillo e Inestrosa, el hermano pequeño, fue llamado a declarar por el fiscal Bustamante. Francisco reconocía haber tenido otro hermano llamado Diego que murió mozo. Francisco recordaba bien los descendientes de su tío y de sus tías (8), pero obviaba pronunciarse sobre su padre y afirmaba altaneramente que su bisabuelo era de hijosdalgo notorios procedente de la Montaña, junto a Laredo. Tal origen en las Montañas no era suposición nueva, pues de ella habían oído hablar un tal Pedro González, coetáneo del alcaide Hernando y morador de la aldea de Sisante, y Bernardino Bañares, paje del alcaide de Alarcón. Patraña inventada o verdad, los Castillo ya habían hecho todo lo posible por afianzar esta ascendencia en la Montaña desde el abuelo. Los nietos solamente pusieron real o inventado, el nombre del padre de Hernando: Pedro Sánchez del Castillo. Los coetáneos del alcalde insistían en esta genealogía de las Montañas, pero tal como reconocía Diego López Moreno, nacido hacia 1464, los vecinos de Castillo de Garcimuñoz, los más viejos y antiguos del lugar no podían saber ni alcançaban a saber sy era de esas partes. Pero los Castillos seguían insistiendo, Lope de Aguado manifestaba como su abuelo Juan, nacido hacia 1420, le había confesado cierta conversación privada que había mantenido con el alcaide en su casa
e oyó desir al dicho su agüelo que le avía preguntado a el dicho Hernando del Castillo de donde hera e que le avía dicho que era e que avía venido de aquella parte de Laredo de la casa de los Castillo e que se lo avía ansí preguntado a el dicho Hernando del Castillo porque heran amigos e se avían tratado e tratavan e que su agüelo deste testigo convidó a comer a la dicha sazón al dicho Fernando del Castillo e solamente hablando en cosas de donde era cada uno
La ascendencia en las Montañas se reforzó con el relato de un tratante de Mondéjar que estaba al servicio de Diego Páez en Alarcón. Gonzálo Sánchez de Saavedra, aseguraba cómo el señor de la casa del Castillo en Trasmiera había bajado hacia 1490 a saludar a su primo Hernando en Alarcón, reprochándole  el por qué había bajado a casarse en tierras manchegas.

Esta ascendencia de las Montañas casaba mal con los pocos testimonios que sobre los orígenes de Hernando del Castillo tenemos. En una genealogía de los Castillo, existente en la colección Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia, el alcaide de Alarcón aparece como hijo de Hernando el aceitero, algo que se ha dado por bueno, quizás demasiado a la ligera, para denunciar sus bajos orígenes (9). Disponemos del testimonio de un hidalgo llamado Garci Zapata que sirvió a la familia Castillo y que, además de reconocer que la promoción del alcaide de Alarcón debe mucho a sus servicios como camarero de don Juan Pacheco, desvela los orígenes del alcaide en la villa de Castillo de Garcimuñoz
que el año pasado de noventa e syete seyendo este testigo de veynte e dos años poco más o menos e veniendo de Salamanca donde avya ido a estudiar (el mencionado Garci Zapata) vino por la villa de Castillo de Garcimuñoz que es a çinco leguas de la villa de Alarcón donde vyo en la plaça de la dicha villa al dicho Hernando del Castillo agüelo de los e con el al dicho Diego del Castillo hijo mayor e tío de los que litigan e le dezía el dicho Hernando del Castillo al dicho Diego del Castillo su hijo señalandole con el dedo "aquella casa que está allí es la casa de tus agüelos mis padres" e al desir destas palabras y señalando con el dedo a la dicha casa estavan presentes un vezino de la dicha villa que le nonbravan Castillo el del Arçobispo honbre prinçipal e Alonso González de Cavallón e Juan Alonso de Cavallón e Andrés de Villamayor vezinos de  la dicha villa del Castillo de Garçimuñoz e de otros muchos e después el dicho Hernando del Castillo dio las dicha casas  que ansy avía dicho que avían sido de sus padres en casamiento a una hija suya que se dezía doña Juana que la casó con Francisco del Castillo alcaide que hera a la sazón en la fortaleza de la dicha villa de Castillo de Garcimuñoz e hijo del dicho Castillo del Arçobispo... que al tienpo que el rrey don Felipe de gloriosa memoria vino a rreynar en Castilla quiso yr e fue el dicho su yerno a quien avían mandado e dado la dicha casa e la vendió a la sazón para yr al dicho rresçibimiento a un Martín de Peralta

De la sentencia favorable de 23 de septiembre de 1549 a la denegatoria de 20 de mayo de 1552


Firma de Francisco Castillo Ynestrosa
El testimonios de Francisco del Castillo y otros, junto a que la familia recordara que Hernando del Castillo había sido juez de Alarcón, oficio reservado a los hidalgos, que no pagara el único pecho que se pagaba en esa villa, el de dos maravedíes por el derecho del humo (gravamen que desapareció a comienzos de siglo), o que las tierras que poseían más allá de Alarcón no estaban sometidas a pecho alguno, fueron suficientes para que el tribunal granadino considerara probada la hidalguía de los hermanos Castillo y diera sentencia favorable en septiembre de 1549

Sentencia favorable a la hidalguía de los Castillo de 23 de septiembre de 1549

No cejó en su empeño el concejo de San Clemente y solicitó la revocación de la sentencia, presentando alegaciones el ocho de noviembre. Por ilusorias tenía la pretendida ascendencia en las montañas de los Castillo, cuyo origen estaba en Castillo de Garcimuñoz y Huete. De Castillo de Garcimuñoz había sacado don Juan Pacheco a Hernando del Castillo para llevárselo como paje y criado, si ocupó oficios propios de hidalgos fue por ser poderoso no por su nobleza. Además los hermanos Castillo eran descendientes de conversos declarados como se demostró en los procesos inquisitoriales de 1498 y 1519 abiertos a su abuelo y a su tío.

En San Miguel de 1549 las elecciones a alcaldes y alguacil mayor de la villa de San Clemente se salda con la derrota de los Castillo y los Pacheco al entrar en conflicto con los Herreros. El concejo de San Clemente incidió en la línea del origen del converso de los Castillo y el doce de agosto de 1550 consiguió sacar traslado de escrituras del secreto de la Inquisición incriminatorias contra los Castillo. Se trataba de la confesión de Hernando del Castillo, el alcaide de Alarcón, en su proceso de 1498. Sin embargo, la confesión poco o nada aportaba sobre la genealogía de Hernando. De sus ascendientes y el proceso de su madre, la Blanquilla, no se aportó nada.

Firma de Alonso del Castillo e Inestrosa

Los nuevos documentos inquisitoriales obligaron a una nueva probanza de testigos por todos los pueblos de la comarca, que vieron pasar a Francisco del Castillo y al receptor Montiel tomando juramento a los alcaldes ordinarios y a los testigos deponiendo sus dichos. Al llegar a Iniesta, el 20 de octubre de 1550, Francisco del Castillo denunció como enemigo del familia al alcalde ordinario licenciado Espinosa y pidió que las probanzas se hicieran ante el otro alcalde Andrés de Monteagudo. En Villanueva del Jara tales reticencias no existieron y las probanzas se tomaron ante el alcalde Martín de Monteagudo, empezando con Alonso de Ruipérez, el otro alcalde, como testigo. Para comienzos de 1551, el pleito seguía paralizado. Los Castillo peleaban por recusar a algunos testigos desfavorables. Tal era el caso de Pedro de la Fuente, intrigante de la villa de San Clemente en Granada contra los tres hermanos. Hastiados de la espera, los Castillo pidieron se concluyera el proceso. El proceso judicial había acumulado ya cinco mil seiscientas tiras. La sentencia definitiva llegó en 20 de mayo de 1552, revocando la sentencia anterior de 23 de septiembre de 1549. Los hermanos Castillos eran declarados pecheros

Sentencia de 20 de mayo de 1552, declarando pecheros a los hermanos Castillo
Los desesperados intentos de los Castillo por defender su honra de cristianos viejos

El juicio se reabría otra vez, después que el procurador de los Castillo tachara a algunos testigos de enemistad manifiesta con la familia. El cuatro de febrero de 1553 el tribunal granadino accedía a una nueva probanza de testigos. Los hermanos Castillo se retraen en El Cañavate desde donde otorgarán poderes en mayo a su procurador Alonso de Olmeda para que lleve su caso a la Chancillería de Valladolid. Ahora, los Castillo pedían hacer la probanza en las Montañas, allende los puertos, pero también en Villalgordo del Marquesado, donde residía la familia Luz, descendientes de Alonso de Luz, el padrastro de Hernando del Castillo, y un Pedro de Luz estaba pleiteando por su hidalguía. Se pedían los testimonios de otros testigos a la familia como Diego de Ortega, hidalgo de Cañavate, o miembros de la familia Olivares. Todos estas personas tenían en común una cosa: la tenencia de propiedades en la zona limítrofe de Perona, Villar de Cantos y Cañavate.

En Valladolid, cuya Chancillería ordenó probanzas de testigos el 18 de abril de 1554, se había de dilucidar si los Castillo de San Clemente tenían antepasados en la casa solar del Castillo a tres leguas de Laredo y fundamentalmente lo que era el meollo de la cuestión
si el dicho Hernando del Castillo abuelo de los que litigan alcayde que fue de la villa de Alarcón que es en el obispado de Quenca fue hijo de Pero Sánchez del Castillo el viejo pariente mayor y señor que fue de la dicha casa del Castillo y el dicho Fernando del Castillo se fue a Castilla  siendo moço
En los lugares de Ballesteros y Hoz, en las llamadas Cuatro Villas de la costa del mar y merindad de Trasmiera, se hicieron las probanzas que habría de demostrar que los Castillo eran hidalgos solariegos. El último que tenía memoria histórica de los hechos era Pedro Sánchez del Castillo, fallecido ha veinte años, y cuyos dichos todavía andaban en boca de los vecinos. Según alguno de estos, el abuelo de este Pedro, llamado Pedro Sánchez del Castillo había sido el padre de nuestro alcaide. Con seguridad lo afirmaba Gonzalo Gutiérrez de la Serna, a quien se lo había dicho Pedro Sánchez del Castillo y Solzarno, supuesto sobrino de Hernando, en el tiempo de las Comunidades. El testimonio de algún testigo como Juan Saiz de Ampuero no dejaba de ser variopinto
que pues él lo avía hecho noble estando con el el dicho marqués (el maestre don Juan Pacheco) que viniese con ella e que el dicho Hernando del Castillo le avía rrespondido que no se lo mandase su alteza que el dicho maestre don Juan Pacheco le avía dexado que comer
Las relaciones entre la Trasmiera y el obispado de Cuenca no eran extrañas. Los canteros cántabros bajaban hasta la Mancha. Es posible que Hernando del Castillo fabricara su genealogía al calor del testimonio de estos canteros de la Montaña. Entre los canteros cántabros que bajaron a la Mancha tenemos noticia de Juan de la Villa, cantero procedente de Hermosa, que con dieciocho o veinte años llegó a Las Pedroñeras (hacia 1510) y de Juan Diáz de Barcenillas, vecino de Hoz, que trabajó en San Clemente, una década antes, seguramente en la iglesia de Santiago Apóstol (11), y en Alarcón
un Juan Díaz de Varçenyllas vezino de Hoz que hera ofiçial de cantería e labraba en San Clemente y Alarcón
Más incierta es la afirmación de los hermanos Pedro Fernández de la Haya y Juan García de la Haya que bajaban a labrar (la piedra) hasta Alarcón, donde decía haberse encontrado con su paisano el alcaide. La ascendencia en la casa solar de Castillo (o Castiyo, que era como la llamaban los lugareños, según le cantero Juan de la Villa) era muy golosa como calidad incontestable para la hidalguía. La genealogía de la casa Castillo era conocida. Pedro Sánchez del Castillo el viejo había sucedido su hijo del mismo nombre, a éste, Pedro Sánchez del Castillo y Solozarno, a su vez seguido por su hijo Pedro Fernández de Solozarno.

Torre Venero, de la casa solar de los Castillo en la Trasmiera.
En aquella tierra vido vivir en la dicha casa e en una torre que está en la dicha casa ombres prinçipales  que los veya ir a caçar con lebreles e galgos, se nombraba uno de ellos que vivía en la dicha torre de la dicha casa Pero Sánchez del Castiyo que más comunmente se dize en aquella tierra castiyo que castillo (Testimonio del cantero de Belmonte Juan de la Villa, nacido en Hermosa de la Trasmiera)


Los testigos hablaban de oídas, pero introducían notas nuevas fundamentales para el expediente. Hasta el solar del Castillo en la Trasmiera se había desplazado el alcaide de Alarcón en busca de las armas para su blasón
que el dicho Fernando del Castillo que vivía en la dicha villa de Alarcón avía venido a la dicha merindad de Trasmiera a sacar el blasón de las armas de la dicha casa del Castillo e que las avía llevado que le pareçe que las ynsynias de las armas de la dicha casa de Castillo hera un pino e dos lebreles e que esto es lo que sabe

Escudo de los Castillo en Noja. Las armas de la familia a en el escudo central: a la izquiera armas de los Velasco, a la parte derecha, armas de los Castillo. El blasón originario de la familia estaba en la casa solariega del Castillo: y es casa antigua e solariega ... tiene su blasón e armas de Castillo e su çerca e torre.
En la iglesia parroquial d San Pedro única en esta villa de Noxa y esta capilla que se halla al lado del Evangelio... que es propia del marqués de Velasco... se hallan dos escudos: el uno allado derecho con veros azules y blancos sobre campo de oro que son las armas pertenecientes al apellido de Velasco y el otro allado izquierdo con un castillo de plata y un árbol de oro sobre un campo verde y a la entrada del referido castillo dos lebreles atados de color de plata y a su remate una flor de lis de oro perteneciente dicho escudo al apellido de Castillo
(Archivo Histórico Nacional, OM, CABALLEROS SANTIAGO, Exp. 2957 - 251Fernández de Isla y de Velasco, Juan Antonio)

Las probanzas fueron contestadas por el concejo de San Clemente, que en su ayuntamiento de seis de mayo de 1554 nombra como procuradores a Juan de Angulo y Tristán Calvete para hacer probanzas en la Trasmiera contra los Castillo. A la Montaña, a buscar los testigos, se mandará a Clemente de Pallarés, que a pesar del apellido, se presenta como pechero de 45 años. Los hermanos Castillo mandaban por su parte a un vecino de Pinarejo a dar por impedidos y recusados los testigos.

El irreversible enconamiento de las posturas enfrentadas

Para entonces, la composición del ayuntamiento de San Clemente, y tras los hechos violentos de julio de 1553, ha dado un vuelco. Ha desaparecido el regidor Cristóbal de Tébar (posiblemente fallecido en 1550, el mismo año que nace su nieto, el futuro doctor Tébar), pero los Origüela han puesto en el ayuntamiento como regidor, tras el breve paso de Pedro de Tébar, al bachiller Galindo, también ha desaparecido Alonso García (al igual que Cristóbal es de suponer que ha fallecido), pero su lugar lo ocupa su hermano Francisco García; Sancho López de los Herreros continua por esta familia y ahora parece tener más peso Alonso Valenzuela (deudo de los Tébar). Los Pachecos siguen ausentes de los plenos y a Hernando del Castillo, que nos aparece ya como señor de Valera, le perdemos la pista para siempre. En las alcaldías elegidas en San Miguel de 1553 hay dos enemigos de la familia Castillo: Pedro de la Fuente y Miguel Sánchez de Herrera. Hasta el escribano del concejo Juan de Robles es adversario de la familia. Nos aparece como regidor un Gregorio Castillo, pero no es familia de los litigantes, sino un viejo mercader al que localizamos en los años veinte y que, habiendo hecho fortuna, ha comprado una de las regidurías perpetuas.

El concejo de San Clemente actuaba en la Trasmiera, pero también en los pueblos de la Mancha de Montearagón, donde los agraviados por los Castillo eran legión. A los afectados por la rapiña del alcaide de Alarcón, se sumaban los perjudicados por sus sucesores. Pedro de la Fuente se quejaba que Francisco del Castillo le había quitado una hija, hecho que provocó profunda enemistad entre ambos. Hernando del Castillo Iniestrosa se había apropiado de una viña en Vara de Rey de Miguel Sánchez del Ramo, que andaba por su pueblo pidiendo limosna mientras maldecía a los Castillo como ladrones y judíos. Especial miramiento tuvo el concejo de San Clemente en buscar delatores de los Castillo en la antigua aldea de Vara de Rey, donde las acusaciones de ser conversos se multiplicaron. Unos lo hacían por convencimiento, como Rodrigo López y Gil Sánchez de Ortega,  y otros, como a Rodrigo de Moratalla, se compraba su testimonio por unas cuantas monedas a la entrada del mesón de la Fraila en Vara de Rey. Claro que este Rodrigo de Moratalla solía negar con asiduidad las hidalguías, sobre todo cuando iba a las carnicerías a comprar y le aplicaban la sisa, de la que estaban exentos los hidalgos. Especial inquina le tenía a un hidalgo de San Clemente llamado Francisco de Gabaldón y a sus hermanos los gabaldones de Vara de Rey. Entre los delatores de los Castillo se iba forjando un sentimiento común de clase, dado por su pertenencia al grupo de pecheros que se asimilaba al de labradores. Los voces más críticas de ese grupo eran las de aquellos al que las deudas habían llevado a la indigencia y a la pérdida de sus tierras. En las desavenencias con los Castillo, algunos eran sus propios renteros que habían perdido la explotación de las tierras por el impago de deudas. Estos hombres, con una vida arruinada, o bien andaban pidiendo a las puertas de las iglesias o bien se empleaban a jornal en trabajos tenidos por la sociedad de la época como vergonzantes. Tal era el caso de Juan Escribano que andaba por las viñas y panes apreciando los daños de los ganados o Martín de Gil Gómez, que trabajaba a jornal segando, podando o cavando. Ambos eran de Honrubia. Se trataba de labradores arruinados, enemigos de hidalgos los llamaban; pues de sus bocas salían las palabras más groseras contra esos hidalgos que no pechaban.

El odio a los hidalgos era hábilmente dirigido por algunos notables de las villas. Eran los llamados ricos. Si la expresión labrador rico iba acompañada del reconocimiento social, desde mediados del siglo se empieza a criticar ese grupo de enriquecidos, que viven de las rentas. La palabra rico empieza a apodar algunos nombres de principales. Su poder económico era parejo al control de la política concejil. Casos ejemplares en San Clemente son Cristóbal de Tébar o Francisco García el rico, que sabrán desviar los odios y envidias que despiertan hacia los hidalgos que se eximen de las contribuciones. Sin embargo, cuando la hidalguía se convierte en aspiración de estos ricos y todos quieren lo mismo, los principales marginados del poder usan de nuevo la vieja acusación de judaísmo. Un ejemplo es Gil Sánchez de Ortega, vecino de Vara de Rey, hombre que había hecho fortuna, jugando con la necesidad ajena, vendiendo trigo y carneros. Ahora era azote de los hidalgos de su pueblo. Es llamativa la declaración contra él de Hernando de Avilés, hombre en la treintena  a mediados de siglo, y llamado a convertirse en uno de los principales de la villa de San Clemente. Era sobrino de Alonso González de Origüela y Cristóbal de Tébar. Su testimonio a favor de los Castillo nos sorprende, pero la parquedad de sus palabras delatan su único interés por denigrar al tratante vararreyense, obviando cualquier referencia de apoyo a los Castillo.

A la acuciante necesidad de encontrar testigos favorables por los hermanos Castillo se unía la de encontrar un escribano receptor que realizara las probanzas pedidas. La Chancillería nombraba receptores que difícilmente se podían ocupar de sus comisiones por la acumulación de trabajo. Los pueblos del sur del Tajo veían pasar por ellos una legión de receptores solicitados por los pretendientes a hidalgos. Los aspirantes a veces, sin esperar al nombramiento de la Chancillería, los buscaban por su cuenta. Tal fue el caso de los hermanos Castillo, que los buscaron y no encontraron en cada uno de los ocho mesones de la villa de San Clemente o de los de El Cañavate. No obstante para febrero de 1554 ya habían concluido su probanza. De la probanza se deduce la obsesión de los testigos por dejar claro que el alcaide de Alarcón era un extranjero en el Marquesado. Se trataba las acusaciones de converso vertidas contra el alcalde de Alarcón. Se echa de menos en las justificaciones de Castillo de Garcimuñoz la falta de principales de la villa. Las acusaciones contra el alcaide procedían de Juan de Gil Gómez, hombre con la lengua muy larga, cuya locuacidad le había costado quedarse manco; si es que no fue castigo por cometer fraudes en el peso de la venta de pan cocido. Los declarantes son hombres no naturales del pueblo como Juan de Buendía o que lo han abandonado, tal Julián de Zaragoza; el resto son trabajadores, fácilmente sobornables. Tan solo el alcalde de la hermandad Juan del Campo hizo una enconada defensa de la familia.

En Villanueva de la Jara, villa enemiga de hidalgos, se decía, las principales acusaciones de judaísmo contra los Castillo venían de Juan García el Viejo, Miguel de Honrubia y Martín Sánchez de Minaya. A estos dos últimos no se les conoce diferencias previas con la familia. Pero Miguel de Honrubia era un picapleitos, metido en deudas con Francisco Navarro, le acusaba de haberle apaleado en su casa a altas horas de la noche. Los Castillo supieron buscarse amigos en Villanueva, como Pascual de Sancho hombre que iba y venía a San Clemente en tratos y negocios. Martín Sánchez de Minaya era un hombre resentido con los regidores de Villanueva por no admitirlo a los oficios concejiles.

Sin embargo, el interés del pleito no estaba en Granada sino en la villa de San Clemente. Por sus calles circulaba un libelo difamatorio contra las hijas del alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, y sus maridos. El ataque iba más allá de los Castillo y salpicaba a otras familias principales como los Pacheco. Las miras de los Castillo fueron contra Pedro de la Fuente, alcalde ese año. Acusado de ser autor del libelo, que desgraciadamente desconocemos por haber sido retirado del expediente, y que andaba propagando rumores referentes a que Hernando Pacheco, alcaide de Belmonte, había presentado en su pleito de hidalguía la carta de caballería ganada por Hernando del Castillo en Pinos Puente. Entretanto, el concejo de San Clemente intentaba desarmar el supuesto origen de los Castillo en las Montañas aportando traslado de los testamentos de Pedro Sánchez del Castillo el viejo y su hijo del mismo nombre, señores de la casa solar de los Castillo en la Trasmiera. Testamentos cedidos por su sucesor Pedro Fernández del Castillo y Solozarno.

En mayo de 1554, fallece el primogénito de los Castillo, Alonso. Deja viuda a su mujer Juana de Mendoza y tres hijos huérfanos: Ginés del Castillo e Inestrosa, Elvira de Mendoza y un niño de catorce años llamado Francisco de Mondoza, que con el tiempo se convertirá en protagonista de la familia. Con la muerte de Alonso, la viuda Juana de Mendoza queda como administradora de sus hijos

Del pleito no sabemos nada durante una año, hasta que el 10 de mayo de 1555, el fiscal Navarrete pide la prisión de los testigos de la última probanza aportada por los Castillo y de uno de los hermanos, Francisco, que ha intervenido directamente en ella. Éste, se alejaba del juicio, emancipando y legando su papel a su hijo menor Hernando, que a su vez nombraba como curador al hidalgo Diego de Ortega, vecino de Cañavate, pero con intereses en Villar de Cantos y San Clemente, como curador y representante. No sabemos de la suerte de Hernando, pero sabemos que la herencia familiar quedó en doña Elvira de Cimbrón, la hija de Francisco y doña Ana Cimbrón, que con el tiempo, y tras la muerte sin hijos de Francisco Mendoza, recibirá toda la herencia de la familia Castillo. El matrimonio de Elvira Cimbrón con Juan Pacheco Guzmán, unificaría el patrimonio de ambas familias. De Hernando, el hijo de Francisco, sabemos que casó con Jerónima de Albelda. Del matrimonio nació, además de dos niñas, un hijo llamado Francisco Castillo e Inestrosa, un personaje que merece un estudio por sí mismo, que recuperó el viejo aliento de los Castillo y reivindicó su naturaleza judía ante el Santo Oficio.

El mantenimiento del pleito por los epígonos de los Castillo

Una nueva generación se hacía cargo del pleito. En el caso de los herederos de Alonso, por su muerte, pero en el caso de Hernando, el hijo de Francisco, por inhabilitación de su padre y de su tío Hernando por falsificar pruebas e intentar pasar por herederos de Pedro Sánchez del Castillo. Por fin los oidores de la Chancillería tenían conocimiento de la verdad: Hernando de Alarcón, el alcaide de Alarcón, era hijo de Violante González, la Blanquilla, desenterrada y quemados sus huesos por abrazar la fe judía (11). La defensa del procurador de la familia Castillo, Pérez de Tiarte, fue torpe, intentando negar la descendencia de Hernando de su madre Violante, para afirmar a continuación que el alcaide Alarcón podía ser dado por hijo del matrimonio Alonso de Luz con Violante, y como tal ser considerado hidalgo por ser hidalgo el mencionado Alonso de Luz. El 17 de agosto de 1555 se daba sentencia definitiva, volviendo a negar la hidalguía de los Castillo y condenándoles en las costas del juicio. Aún así los herederos de la familia volvieron a revivir el pleito en 1562, por entonces Francisco del Castillo había muerto. Del otro hermano, Hernando  ya desde 1553 se aparta del pleito, aunque aparece citado durante un año en las cartas de poder. La razón es que Hernando se ha hecho con el señorío de Valera de Yuso, por muerte de su yerno Melchor Carrillo y en nombre de su hija María, viuda del referido.

En 1566, recién cumplidos los veinticinco años y alcanzada la mayoría de edad, quien defendió la hidalguía de los Castillo fue Francisco de Mendoza, el hijo menor de Alonso, pues su hermano Ginés había abrazado la religión como fraile

Firma de Francisco de Mendoza
El pleito se mantendría otros diez años más. Pero el affaire Castillo seguía vivo; en 1598, Cristóbal Ortega pide que se le dé traslado de la parte del expediente de los Castillo, que contiene los traslados del Santo Oficio sobre las condenas de Hernando y Diego, con escasa fortuna. Cuando ese mismo año dos vecinos de San Clemente Juan y Alonso del Castillo pleitean por su hidalguía, el procurador de San Clemente pide traslado de la ejecutoria a la Chancillería de Granada, que responde que esa ejecutoria debe estar en el archivo de San Clemente. Cuando se busca esa ejecutoria en la planta alta del edificio del ayuntamiento, donde el archivo siempre ha estado hasta hace veinte años, dicha ejecutoria había desaparecido o tal vez nunca llegó, pues los intentos del procurador de obtener esa ejecutoria fueron tan repetidos como vanos en los años cincuenta.

De la difícil cabida de la hidalguía a la desestructuración de las sociedades pecheras

Hoy vemos como algo natural (y hasta cierto punto traición de clase en algunos casos, en cuanto se rechazaba el trabajo manual) la búsqueda de distinción social con una ejecutoria de hidalguía. Pero esa distinción chocaba en las sociedades manchegas del siglo XVI. A comienzos de siglo, cuando la villa de San Clemente está construyendo sus espacios públicos, pues tales eran los molinos o el convento de los frailes, se ve muy mal que los hidalgos se eximan de las centenas y otras contribuciones extraordinarias, necesarias en el esfuerzo común de la villa. La sociedad que ha salido de este inicio de siglo, empieza a ser más injusta coincidiendo con el señorío de la emperatriz Isabel. Esto se ve bien en el repartimiento de la alcabala, un impuesto universal. Se seguían nombrando repartidores separados para hidalgos y pecheros. Los hidalgos siguieron eligiendo a dos de sus miembros para hacer un reparto exclusivo, pero desde la década de los treinta los pecheros nombran seis personas, encargándose en grupos de dos para recaudar el impuesto entre los pecheros que ahora aparecen divididos en tres estados: mayor, mediano y pobre. Es ese estado mayor de ricos, en el que se controla el poder, en el que hierven las rivalidades y convierte cada caso de hidalguía en motivo de disputa.

El alcaide de Alarcón Hernando del Castillo había sabido tejer una red clientelar y dependencias que se extendían por la comarca. Como criados suyos y de su hijo vivían, percibiendo acostamientos, Pedro de Montoya, Hernando de Montoya, Bernardino de Bañares, Álvaro de Villanueva, Diego de Molina y Juan González de Origüela, al servicio del alcaide junto a sus dos hermanos Alonso y Diego; éstos últimos eran hombres pecheros y llanos, a decir de Diego González de Origüela, por malos hijos que no lo siguieron. Fue esa tela de araña de fidelidades la que debió romper el concejo de San Clemente para vencer a los Castillo. Del poder de los Castillo nos da fe la recusación de testigos por el concejo de San Clemente en julio de 1548. Enumerar la lista de testigos recusados es hacernos una idea del poder de la familia Castillo. Diego González era rentero de la familia en el lugar de Sisante, Bernardino de Bañares, Diego de Padilla, Garci Zapata y Juan de Iniesta eran criados de la familia en Alarcón. A Gregorio González de Origüela y su padre Juan, moradores de Honrubia se les tenía por paniaguados de los Castillo. Alonso de Zurita, vecino de Belmonte, era primo hermano del padre de la mujer de Alonso Castillo y Toledo, como era primo segundo el belmonteño Gregorio de Inestrosa de los hermanos litigantes. Por amigos de los Castillo en San Clemente se tenía a  Fernando de Peralta, Francisco Suárez de Figueroa o Juan de Caballón; a Diego de Montoya y su familia en Vara de Rey o a Diego de Ortega en El Cañavate. Muchos de los citados o sus padres habían acompañado en sus correrías militares al alcaide Alarcón; algunos, como los hermanos Juan y Martín de Oma estaban ligados como viejos canteros al servicio de la familia e hidalgos de nuevo cuño, pero otros eran vecinos del común, satisfechos de su condición. Así, Gonzalo Montesinos, paje de don Alonso del Castillo y Toledo hacia 1500, que nos dice mucho de los sanclementinos de comienzos de siglo; de servidor de los Castillo pasó a ejercer oficio de labrador, pero aumentaba sus ingresos como regatón, vendiendo pescado y aceite en la plaza del pueblo, y como alpargatero. O Martín Sánchez del Castillo que había pasado su vida sirviendo a los Castillo y progresado a su sombra como teniente de alguacil, o Lope de Aguado que les sirvió como jornalero y cardador. O Alonso Martínez Motellón, labrador y rentero de los Castillo en Perona.

La primera probanza a petición e los Castillo comenzó en enero de 1549. El receptor de la Chancillería de Granada iba acompañado por Francisco del Castillo, que, en un periplo perfectamente organizado, fue llevando al escribano a lugares pequeños donde sabía que las posibilidades de control de los testimonios eran mayores: de Pozoamargo, donde estaba el viejo y fiel Diego Montoya,  a Sisante, luego a Tébar, breve estancia en Alarcón para tomar declaración a caballeros arruinados, y después a Honrubia, lugar dominado por la familia González Origüela. En Castillo de Garcimuñoz, se buscó un lugar reservado, la iglesia de San Juan, allí se buscaba al clérigo Villamayor. De allí a la maás segur aldea de La Almarcha, pero enseguida se partió para El Cañavate, donde estaba garantizada la fidelidad de Diego Ortega, una de las familias más ricas de la zona con intereses y tierras también en Villar de Cantos y Santa María del Campo. Luego partida para San Clemente, hervidero de rivalidades. Tras San Clemente, se buscó las antiguas fidelidades del marqués de Villena en Belmonte, pero tan solo declaró Gregorio de Inestrosa. Si alguien se echó en falta en todo el interrogatorio fue la familia Pacheco, con ramificaciones en Minaya, San Clemente, Belmonte y el Pedernoso, mantuvo una posición absoluta neutralidad, si es que así se puede llamar su apartamiento de las probanzas y su ausencia intencionada de los plenos del ayuntamiento de San Clemente. ¿La razón? Alguno de sus miembros se habían visto involucrados en procesos inquisitoriales y los documentos guardados en el secreto del Santo Oficio eran muy comprometedores.

El ayuntamiento de San Clemente desconfiado como era de las intenciones de los  Castillo, mandó cual sombra inseparable del receptor, al bachiller Andrés López. Detrás de esta decisión estaban los regidores Cristóbal de Tébar y Francisco de los Herreros, así como el alguacil mayor Pedro de Alarcón Fajardo. El ayuntamiento sanclementino estaba roto por las rivalidades, como estaba dividido el pueblo por la lucha de bandos. Si en 1548, vemos a Cristóbal de Tébar imponiendo su voluntad, desde las elecciones de septiembre de 1549, el que domina la situación es el regidor Hernando del Castillo, uno de los litigantes. Mientras las alianzas interesadas entre regidores y familias se disuelven con la misma rapidez con la que se agrupan y la acción igual se desarrolla en debates en el ayuntamiento que a cuchilladas en la plaza del pueblo, entretanto la iglesia de Santiago se convierte en lugar de refugio de los retraídos. Ahora en 1548 la alianza que se forma contra los Castillo está dirigida por dos hombre: el mencionado regidor Cristóbal de Tébar y otro regidor, Alonso García (ambos eran consuegros),  que pronto dejara el cargo a su hermano Francisco. Los García tienen razones para su enemistad con los Castillo. Su bisabuelo Alonso García de Mingo Juan estaba considerado en Iniesta contra el marqués de Villena y su abuelo Antón García había entregado a la Corona la villa de Iniesta. Su padre fue un héroe de la guerra de Granada en 1492 y nombrado caballero el mismo día de la reconquista. Instalada la familia en San Clemente, los viejos rencores contra los herederos del alcaide de Alarcón permanecían vivos. Tanto Cristóbal de Tébar como Alonso García movían los hilos del ayuntamiento, dispuestos a pagar de su propia hacienda los costes del juicio contra los Castillo si no lo hacían los regidores. Cristóbal de Tébar, ya lo había demostrado unos años antes enviando a su sobrino a Fuente el Carnero, en Zamora, asumiendo los gastos. El objetivo era condicionar a los vecinos para que declararan contra la hidalguía de Antonio de la Fuente.

Tal era el clima de odios en San Clemente, que cuando el receptor granadino llega desde el Cañavate, para tomar la declaración de los testigos, Francisco del Castillo le pide que se eviten tomar la declaración ante los alcaldes ordinarios de la familia. Denuncia concretamente a Pascual Valenzuela, primo hermano del regidor Alonso Valenzuela, enemigos capitales de la familia Castillo. La actitud hacia el otro alcalde, Francisco de Olivares, era más tibia, pero asimismo de desconfianza. A él le correspondió tomar las declaraciones. Muestra de lo variable que eran las fidelidades en San Clemente es que uno de los testigos presentados por los Castillo, el zamorano y escribano Pedro de la Fuente se convertiría poco después en azote de la familia.

Alonso del Castillo y Toledo, el señor que no pudo ser de la villa de San Clemente

Diego de Montoya, tenido por fundador de la aldea de Pozoamargo y cuya familia se le atribuía origen en Vizcaya, hombre viejo y ciego de 85 años de edad, era posiblemente el que más secretos guardaba de la familia Castillo. Aun recordaba como el mayor de los hermanos, Alonso, ya de edad madura, se había casado en los años veinte con la hija de Francisco Mendoza, Juana, vecinos de Valera. En casa del suegro se habían establecido, hasta que hacía dos años se habían mudado a San Clemente (quizás esta nueva vecindad era la causa de litigio por la hidalguía). Hernando se había casado en Huete poco antes de la muerte de su padre, aunque pronto se habían mudado a vivir a San Clemente. El tercer hermano, Francisco casó en Guadalajara con Ana Cimbrón. Allí vivió durante varios años hasta mudarse a San Clemente, donde tenía casas de morada; no obstante, la mayor parte del tiempo lo pasaba en la casa y heredades y molinos que la familia tenía en Perona.

El padre de los hermanos Castillo, Alonso del Castillo y Toledo, había nacido por la misma fecha que Diego de Montoya, hacia 1463, criándose con su padre Hernando y su madre en las diversas fortalezas donde su padre había sido alcaide: Requena, Iniesta y Alarcón, tal como narraba el anciano Diego González de Origüela
que lo enpeçó a conoscer en la fortaleza de la villa de Rrequena en casa de Hernando del Castillo e doña Juana de Valladolid e Toledo su padre e madre porque el dicho Hernando del Castillo hera alcaide de la dicha villa de Rrequena e allí tenía su casa poblada e después lo conosçió al dicho Alonso del Castillo en la villa de Yniesta que se pasó a vivir e morar çierto tienpo allí el dicho su padre porque tenía allí casas y eredades y después lo conosçió en la villa de Alarcón seyendo alcaide en la fortaleza della el dicho Hernando del Castillo
Diego González de Origüela que era paje del alcaide de Alarcón, fue conferido por éste a su hijo Alonso, cuando se casó, sirviéndole primero como paje, después como escudero y luego llevando su hacienda. La llegada de Alonso Castillo y Toledo a la villa de San Clemente con su mujer María de Inestrosa, hija de Alonso de Inestrosa, comendador de la orden de Santiago y señor de Valera de Yuso y Olmeda, después de casarse en Valera de Yuso, señorío de la familia de la novia, se produjo hacia 1490, después de permanecer un breve tiempo en Valera de Yuso. En San Clemente viviría hasta su muerte hacia 1527 o 1528, poco después de que falleciera su mujer María. Ya hemos mencionado como su hacienda era amplia, pero a él se le solía ver en las tierras familiares de Perona, una aldea con veinticinco casas levantadas, y en los molinos de su propiedad en La Losa, cuya reconstrucción encargó a unos vizcaínos (¿tal vez la cuadrilla de Pedro de Oma?). Alonso, además de la aldea y los molinos citados, había recibido de su padre la escribanía de la ciudad de Chinchilla y unas heredades y dehesa, anejas a los molinos de La Losa, y los heredamientos de El Cañavate
una aldea que se dize Perona y el escrivanía de la çibdad de Chinchilla y en el Cañauate otro heredamiento e dehesas e otras muchas heredades todo en vida del dicho Hernando del Castillo
El heredamiento del Cañavate estaba constituido por tierras de pan llevar y unas casas. El régimen de explotación de las mismas era en arrendamiento, cultivadas por renteros de El Cañavate. Los renteros solían vivir en las casas familiares que los Castillo poseían en esa villa ya desde el abuelo y que acabó vendiendo Alonso Castillo y Toledo a un tal Alonso de  Huerta. Su hijo Alonso Castillo e Inestrosa acabaría hacia 1534 vendiendo asimismo las tierras al concejo de El Cañavate.
que las avía avido y heredado de su padre e después las tuvo e poseyó arrendándolas como dicho tiene hasta que peude aver treze o catorze años poco más o menos que el conçejo de la dicha villa del Cañavate se las compró todas las dichas tierras y eredades susodichas por hazellas pecheras lo que no lo heran y el conçejo las tornó a vender en almoneda pública e vezinos pecheros de la dicha villa compraron parte dellas
 Una decisión que, como veremos, debió ir acompañada del cambio de domicilio de Valera a San Clemente. La explotación de las tierras familiares por renteros era la norma común. Tal sistema de explotación se remontaba a tiempos del abuelo en los heredamientos de Tresjuncos y Hontanaya, que pasarían al hijo Diego; así lo atestiguaba Alonso de Zurita, veintiuno de la villa de Belmonte. A los ingresos de las tierras, se sumaban esos otros correspondientes a múltiples préstamos a sus vecinos y, en menor medida, los acostamientos correspondientes a las escasas aventuras militares. La gestión del patrimonio la llevaba un mayordomo, tales fueron Diego González de Origüela o Martín Sanz del Castillo, que se encargaban de los cobros.

Se dedicó a sus tierras y molinos, pero a decir de los vecinos se le conocen dos aventuras militares, la primera fue su intervención en la conquista del reino nazarí de Granada y la segunda, la conquista del reino de Navarra, ocasión en la que sirvió con ciertas lanzas al duque de Escalona; de acostamientos percibió 15.500 mrs. pagados por el mayordomo del marqués en Jorquera, Alonso de Cuéllar.  La conquista de Granada en 1492, en el que muchos demostraron su valor y fueron armados caballeros, tales como el sanclementino Alonso Zapata (y quizás Diego de Andújar, del que sabemos poco), no parece que fuera el caso de Alonso del Castillo
que el dicho Alonso del Castillo padre de los que litigan e otros cavalleros con él de la Mancha de Aragón y escuderos que llevron consigno fueron a la guerra a el rreyno de Granada quando estava çercada Granada e supo este testigo que algunos escuderos que llevavan se avían armado cavalleros es espeçial Alonso Çapata vezino de San Clemeynte e otros 
La intervención militar de la conquista de Navarra en 1512 fue acompañada del llamamiento de Fernando el Católico a los nobles. Acompañando al duque de Escalona fueron tres caballeros sanclementinos, uno de ellos fue Alonso del Castillo y Toledo

que a treynta e çinco años poco más o menos quando la guerra de Navarra que fue llamado el dicho Alonso del Castillo padre de los que litygan e otros hijosdalgo que vivían con el dicho marqués que el dicho marqués los envío a llamar para yr a la dicha guerra entre los quales fueron por el dicho Alonso del Castillo el dicho don Alonso del Castillo su hijo que litiga en Pedro de Montoya vezino de Vala de Rrey e Antón Garçía vezino de la dicha villa de San Clemeynte hijosdalgo y en tal posesión tenidos que todos vivían con el dicho marqués eçebto el dicho don Alonso del Castillo que lityga que era mançebo e fue por él dicho su padre

Diego de Montoya no podía asegurar ni la ascendencia del alcaide de Alarcón ni su hidalguía, aunque recordara que la villa de Alarcón parecía más suya que del marqués de Villena. Sí, los tenía por caballeros armados. Con esa calidad y con la vecindad de Alarcón jugó la familia para mantener la ficción de la hidalguía sin despertar el debate. Alonso del Castillo y Toledo se presentó como hidalgo en San Clemente, pero jugó con su vecindad en Alarcón para evitarse problemas. En los pleitos, con la villa (molino del concejo, señorío de Perona y convento de franciscanos), no es raro que se presente como vecino de Alarcón, donde además temporalmente se había instalado, coincidiendo con la pestilencia de comienzos de siglo. Sus tres hijos casaron fuera de la villa, buscando el reconocimiento social, pero soslayaron hasta 1547 el asunto de la hidalguía, cuando el hermano menor Francisco del Castillo e Inestrosa y su mujer Ana Cimbrón se trasladaron a vivir a San Clemente, a la heredad de Perona. Para entonces, la familia ya se había hecho, de la mano de Hernando, con una de las regidurías perpetuas de la villa, mientras que Francisco, estante en Perona, garantizaba la hacienda familiar, cuya propiedad compartía con su hermano Alonso, el cual había adoptado hasta entonces un papel secundario. Alonso solo había dejado Valeria en 1535 y evitó que en su presencia en San Clemente se le diera el título de "don".

Alonso del Castillo y Toledo y la villa de San Clemente: entre el conflicto y la colaboración

Las relaciones de Alonso del Castillo y Toledo y la villa de San Clemente fueron muy tirantes. A los mencionados contenciosos por los molinos, Perona y el convento de los frailes, se sumó el litigio que los hidalgos de la villa de San Clemente tuvieron en la Chancillería de Granada desde 1512, cuando los hidalgos recurren su apartamiento de los oficios concejiles. Aunque fuera por la vía de los hechos, nadie negaba la hidalguía de la familia en ese tiempo ni osaba repartirles pechos. Es más Alonso del Castillo y Toledo fue nombrado alcalde de la hermandad por los hijosdalgo en los años inmediatamente anteriores a la época de las Comunidades (casi con seguridad el año 1519, en compañía del pechero Hernán López de Garcilópez, un año después que fuera nombrado para el cargo Martín Ruiz de Villamediana). El establecimiento de un alcalde de la Santa Hermandad por los hidalgos fue el compromiso al que se llegó después de su fracasado intento por acceder a todos los oficios concejiles. No lo sabemos, pero en esa "reacción señorial" de finales de la segunda década de siglo, quizás estén las raíces del movimiento de las Comunidades de principios de los veinte. La influencia de los Castillo en la villa continúo después del movimiento comunero. El 19 de junio de 1526, los enviados de la emperatriz Isabel de Portugal llega a la villa para tomar posesión de ella. Entre los asistentes, en primera línea Alonso del Castillo y Toledo, rodeado de otros hidalgos y principales de la villa como Alonso Pacheco, Diego de Haro o Antón García. Por entonces la villa pasaba una fase de decadencia temporal, hacía uno o dos años que la peste había asolado de nuevo San Clemente. Alrededor de 1528, quizás en 1527, fallece Alonso (¿consecuencia del mal pestífero?), su cuerpo es llevado a enterrar a la capilla familiar del convento de Nuestra Señora de Gracia. El hijo mediano Hernando ya está casado recientemente en Huete con Elvira de Sandoval (o Portocarrero), hija del señor de la Ventosa, y permanecerá en San Clemente, en las casas paternas. Pero Hernando es una sombra de su padre y mantiene una posición social secundaria hasta que en 1543 compra una regiduría perpetua. Su hermano Alonso se casará después de Hernando y Francisco casará mucho después, avanzados la década de los treinta. Lo hacen para abandonar la villa. Francisco a Guadalajara y Alonso a la cercana Valera, pero si Francisco está lejos, Alonso no se atreve a pisar San Clemente y se deshace de sus bienes. Vuelve temporalmente en la segunda mitad de los treinta, pero desaparece de la villa hasta 1545. La ausencia de Alonso y Francisco a comienzos de los treinta les evita sufrir la primera embestida de los villa contra los que se pretendían hidalgos.

Alonso del Castillo y Toledo no consiguió en su vida acabar con las reticencias de los sanclementinos, que con bastante malicia a la hora de referirse a él que era Alonso del Castillo el hidalgo y no ese otro vecino coetáneo suyo nombrado por Alonso del Castillo el tejedor. Intentó presentarse ante sus vecinos como un benefactor. Ya no hablamos de su deseo de mecenazago y patronazgo del convento de Nuestra Señora de Gracia, sino del hombre que intentaba aliviar a sus vecinos en época de carestía. Junto a leoninas decisiones para sojuzgar la férrea voluntad pechera de los sanclementinos, alternaba otras de beneficiencia pública, cuyo objetivo político de preeminencia política en la villa no sería ajeno. Aunque de los testimonios se deduce que Alonso del Castillo y Toledo asumía, con indudable interés particular, un papel similar a los futuros pósitos, actuando como prestamista en años de carestía, al tiempo que creaba redes dependencia en torno a los renteros a los que facilitaba tierras
que hera muy noble e que fazía mucho bien a pobres y les prestava trigo e cevada y dava muchas limosnas y fazía mucho bien a pobres y herfanos y les dava hartos haças en que labrasen e sembrasen algunos años e despúes tomava por ellos lo que ellos le querían dar
Los hijos de Alonso Castillo y Toledo y María de Inestrosa

Cuando muere Alonso del Castillo y Toledo, ya ha legado testamentariamente sus bienes a sus hijos. El más beneficiado es Alonso, a quien su padre otorga ya carta de emancipación el 22 de abril de 1517 (12), concediéndole la dehesa de Villalgordo, propio de Alarcón, el señorío de Perona, del que tomaría posesión el dos de junio y que estaba inmerso en un contencioso por la villa de San Clemente, y heredades en Cañavate, Atalaya y Villar de Cantos, éstas últimas como mejora de tercio y quinto, en lo que RODRÍGUEZ LLOPIS quiere ver la constitución de un pseudomayorazgo. Por testimonios posteriores sabemos que propiedad de las heredades de Perona, un total de 3.500 almudes, fueron repartidas a mitad entre Alonso y Francisco, y que los molinos de La Losa quedaron en propiedad del hermano mayor Alonso. Alonso acabaría vendiendo, poco antes de 1540, el heredamiento de El Cañavate. Hernando, el hermano menor, sabemos que recibió su parte de herencia en la aldea de Sisante, donde poseyó tierras y casas, y hacienda y censos en Tarazona de la Mancha, por entonces aldea de Vilanueva de la Jara. Hernando supo incrementar su patrimonio durante el matrimonio. Es posible, aunque no tenemos la certeza, que la presión inquisitorial llevara a Alonso Castillo Toledo a traspasar sus propiedades a su hijo mayor. Desconocemos si existe tal expediente en el Santo Oficio, pero sabemos que el ayuntamiento de San Clemente lo pidió treinta años después. Alonso del Castillo e Inestrosa evitó la villa de San Clemente, su morada era en casa de su suegro en Valera, pero sus negocios radicaban en San Clemente. En el molino de la Losa, donde se molía el trigo de San Clemente y su aldea Vara de Rey, se había hecho edificar unas casas de morada para su estancia, como también la tenía en Perona. Tardó en establecerse en San Clemente, lo hizo hacia 1535, pero no estamos seguros de la permanencia de esta residencia, pues algunos testigos le dan por vecino hacia 1546 y otros desde 1543. Quizás la fecha de su establecimiento sea más próxima a 1540, cuando intercambia bienes con su hermano Hernando. En 1546 su hermano Francisco, procedente de Guadalajara, se asentara en Perona. En su memoria estaban presentes los contenciosos que la villa de San Clemente tuvo con su padre y su resultado final. El pleito por los molinos se saldó con las nuevas casas y ruedas de molino construidas por San Clemente en el vado del Fresno; el contencioso por el señorío y jurisdicción sería abandonado por la familia, hasta que a finales de siglo lo volvió a retomar Francisco Mendoza y Elvira Cimbrón.

Rescatar la infancia y mocedad de los tres hijos de Alonso del Castillo en San Clemente es difícil. Criados en la casa familiar, que no debía estar muy lejos del actual palacio del marqués de Valdeguerrero. Hernando del Castillo se dejaba ver en San Clemente, donde acudía a ver a su hijo y a sus nietos. Diego de Ortega, hijo de Rodrigo, aún recordaba una de las llegadas del anciano en un burro y su sentido del humor
vido este testigo entrar en la plaça cavalgando en un burro garañón e con silla e freno porque hera hombre muy viejo y ançiano e con el dos o tres hombres moços criados suyos e oyó desir al dicho Hernando del Castillo que dezía al padre deste testigo mira pues eres hijodalgo ten siempre en tu casa pan e no te verás probe e que el padre deste testigo lo metió a el dicho Hernando del Castillo en su casa e le dio a beber

Los tres hermanos y otras cuatro hermanas aprendieron a leer con el sacristán del pueblo, Lope González, hombre polifacético del que poco sabemos, más que fue sacristán de la iglesia de Santiago Apóstol durante cuarenta años. La familia gustaba de recogerse en los molinos de la ribera del Júcar para recrearse y en Belmonte, donde tal como reconocía Alonso Zurita, los niños holgaban en casa de un tío de su madre, seguramente el bachiller García Sánchez de Inestrosa. Los niños disponían de paje para su ayuda, Gonzalo de Montesino, el hijo del sacristán. La familia abandonó durante unos meses el pueblo, coincidiendo con la pestilencia a comienzos de siglo. Parece que la familia tomó el mismo camino que muchos habitantes de San Clemente: huida a Vara de Rey (por testimonio de Hernando Peralta, sabemos que allí permanecieron los sanclementinos huidos tres o cuatro meses), donde permanecieron un año, interrumpido por una breve estancia en Alarcón. En Vara de Rey los Castillo poseían unas casas y un cebadal. La fecha de esa peste, el año 1508, nos la da el teniente de cura de Vara de Rey, Juan Castillo Pintor,
e conosçió asymismo a Alonso del Castillo su padre çiertos años que vivió en la dicha villa de San Clemente y en la dicha villa de Vala de Rrey estando rretraydo de una pestilençia que hubo en el año de quinientos e ocho
Aunque lo más sorprendente es la revelación que nos hace Juan Rodríguez Pareja, criado de Pedro Ruiz de Alarcón, señor de Buenache. Según este testigo, Alonso del Castillo e Inestrosa fue paje de Fernando el Católico en su mocedad
y el dicho don Alonso que litiga vivió con el rrey católico que está en gloria que fue su paje çierto tiempo y este testigo le vido servir a su mesa estando el rey católico en Burgos y otras veçes en Medina del Campo y en Valladolid porque este testigo andava con el dicho Pero Ruiz de Alarcón en la corte
Los Castillo ya conocían la Corte. El sastre Cristóbal Torres recordaba cómo había sido llamado para vestir adecuadamente a Alonso del Castillo y Toledo cuando fue a recibir al nuevo rey de España Felipe el Hermoso. El sastre se quedaría al servicio de la familia y de sus hijos.

El deseo del padre por asegurar el patrimonio familiar en favor del hijo mayor no consiguió sino enredar más la situación. Alonso del Castillo e Inestrosa sería casado con su prima hermana Juana de Mendoza, hija de su tía Elvira Inestrosa, la menor de las hijas del comendador, y Francisco Mendoza; se trataba de asegurar los lazos de la familia con el señorío de Valera de Yuso, que había caído en manos de la hija mayor del comendador, Constanza (5). La carta de emancipación y legación de bienes de Alonso de Castillo y Toledo y su mujer Maria en favor del hijo mayor Alonso de 1517 pronto fue cambiada por los hijos. Ese trocar las propiedades heredadas, y Perona era el objeto de cambio, lo explicaba muy bien el cura de Vara de Rey Juan Pintor
don Alonso Castillo trocó lo de Perona con la parte que cupo a Hernando Castillo su hermano que fueron los çensos de Villanueva de la Xara y otras posesiones en término de Villanueva de la Xara e que después agora a diez años (hacia 1540) tornaron a destrocar y del dicho tiempo a esta parte vee este testigo poseer al dicho al dicho don Alonso Castillo la mitad del dicho heredamiento (la otra mitad era de Francisco)
Esta huida de Alonso de San Clemente coincide con el abandono del pleito sobre las pretensiones de la familia al señorío de Perona (pretensión que retomará su hijo Francisco Mendoza, decenas de años después) y cierta estabilidad del matrimonio de Alonso y Juana en su residencia de Valera de Yuso, por entonces señorío de Melchor Carrillo de Alarcón., aunque Alonso del Castillo y Toledo y su mujer Juana se pretenden señores de Valera. El matrimonio en el futuro de Melchor Carrillo con la hija de Hernando del Castillo e Inestrosa, traería el señorío de Valera a manos de Hernando. Quedando definitivamente después en manos de su sobrina Elvira Cimbrón tras pleito.

La hacienda agraria de los hermanos Castillo

La marcha de Alonso a Valera de Abajo y su abandono de las propiedades familiares en San Clemente dejó el patrimonio familiar en manos de Hernando del Castillo y su hermano Francisco. El casamiento de Francisco con Ana Cimbrón en Guadalajara  dejaría como único representante en la villa sanclementina a Hernando, que sin ejecutoria es respetado como hidalgo y accede por elección al cargo anual de alguacil mayor por los hidalgos, tras ganar estos ejecutoria favorable en 1537 para acceder a los oficios. Después compra en 1543 por 400 ducados una de las ocho regidurías perpetuas de la villa de San Clemente puestas a la venta ese año. Hernando cumplió con el papel de primogénito de la familia sin serlo. Se casó el primero, vivía en las casas principales de sus padres y administraba una sustanciosa hacienda en la villa de San Clemente (que incluía propiedades en Sisante, por entonces, junto a Vara de Rey, en  término de San Clemente),
thener e poseher en la ribera de Xúcar  dos casas de molinos e demás de los dichos molinos tiene en la dicha villa de San Clemente casas prinçipales en que él vive e otras muchas que arrienda y un buen majuelo e otras viñas en término de San Clemente
El arreglo entre Alonso y Hernando, que algo antes de 1540 volvieron a cambiar las propiedades trocadas, quizás fuera la causa de la salida de su hermano Francisco de la villa; el cual parece que recién casado tuvo que salir de San Clemente y marchar a Guadalajara por diferencias pronunciadas con su hermano Hernando. Hernán de Álvarez, hidalgo de Cervera, nos dirá que las mujeres de Hernando y Francisco riñeron, sin especificar más. El casamiento de Francisco del Castillo e Inestosaen Guadalajara en fecha próxima a 1540, debió coincidir en el tiempo con la vuelta de su hermano Alonso a San Clemente y el destrocamiento de bienes que hizo con su hermano Hernando. La hacienda de los Castillo en San Clemente ya había sido consolidada por el padre Alonso del Castillo y Toledo. Además de las rentas de censos sobre casas y heredades, el patrimonio de la casa estaba levantado sobre las heredades de pan llevar de Perona pero se supo adaptar a los nuevos tiempos con la introducción de dos nuevos cultivos en sus heredades antiguas o las nuevas adquiridas: la plantación de extensos cebadales, alimento básico de la mula y la adquisición de viñas. El modelo de explotación agraria del padre fue seguido por los hijos. A la muerte del padre, y durante la década de los treinta, tras el asentamiento de Alonso en Valera, la explotación de la hacienda familiar queda en manos de Hernando, ya casado, y Francisco, todavía soltero. Si el primero hace una apuesta por el cultivo de viñedos, el segundo se centrará en las tierras de pan llevar de Perona y los cebadales de las heredades de San Clemente. Esta complementariedad se rompe con el casamiento de Francisco en Guadalajara y presumiblemente se resuelve cuando se cierra un nuevo acuerdo entre Alonso y Hernando por el control del señorío de Valera.

Atrás quedaban las viejas formas de explotación del abuelo Hernando del Castillo, que aunque había introducido la explotación de la tierra por renteros en arrendamientos de diez años (en sustitución de los viejos censos enfitéuticos), todavía las viejas corveas, tal como era el caso de los vecinos de su señorío de Altarejos (13). Aunque no debemos olvidar que el alcaide supo hacer de estas nuevas formas de explotación, rentas a corto plazo pagadas en especie, la base de la hacienda familiar. Más si tenemos en cuenta que iban acompañadas de las exacciones de las maquilas en los molinos y, algo que no debemos olvidar, el control de la recaudación de las rentas decimales de las cinco iglesias de Alarcón, cuya gestión fue objeto de disputa con otros notables como Juan Velázquez y motivo de denuncias ante la Inquisición . Hasta allí llegaban los cahíces de las villas del antiguo suelo y allí los estaban esperando Hernando y después su hijo Diego. Uno de los que llevaba esos cahíces era el sanclementino Diego de Olivares
este testigo yva muchas vezes de la dicha villa de San Clemente a Alarcón a llevar el cahiz de diezmo que se suele llevar antiguamente que los vezinos que los vezinos de San Clemente los que no son coronados pagan de cada par de mulas con que labran un cahiz de pan por medio a la déçima de Alarcón que es cabeça de San Clemente

El trocamiento de bienes de Hernando y Alonso durante diez años benefició a ambos. Alonso, libre de presiones, se centro en sus molinos de La Losa, ahora punto de encuentro de los labradores de las pujantes aldeas de Villanueva de la Jara. Los beneficios obtenidos en las maquilas eran aprovechados para la concesión de nuevos préstamos a los labradores de Quintanar, Tarazona o Gil García. Paradójicamente, la maquila que la villa de San Clemente veía en 1514 como extorsión señorial, se convertía ahora en el capital necesario, prestado a censo, para la roturación de nuevas tierras y adquisición de inputs por las aldeas de Villanueva. El dinero prestado revertía a manos de Alonso del Castillo como plusvalía en la maquila obtenida por la molienda del grano de las cosechas o bien en los intereses pagados unas veces en dinero y otras en trigo, que se guardaba en las cámaras que los testigos tenían en Villanueva de la Jara. Alonso  del Castillo, labor ya muy desarrollada por su padre, había sabido implementar los viejos censos que, tenía la familia desde tiempos de alcaide sobre casas y heredades de la villa de Villanueva y sus aldeas, en un floreciente negocio prestamista. Hernando, por su parte, supo ver cuál era el motivo del auge de la villa de San Clemente; partiendo de las tierras de cereal de Perona, pronto supo añadir a sus propiedades extensos majuelos.

Los nietos del alcaide de Alarcón vieron como el viejo mundo medieval se venía abajo y las nuevas sociedades del quinientos se abrían al mundo. Si en el siglo XV llegaron caballeros a estas tierras, ahora venían comerciantes. Gonzalo Hernández de Saavedra, siendo un niño de doce años recorría desde finales de la década de los ochenta del cuatrocientos, junto a su padre y hermano, las comarcas del marquesado de Villena dando salido en el cercano Reino de Valencia los panes y ganados manchegos. Al servicio de Diego Páez, vecino de Alarcón, vendía los frutos de su hacienda. Las pudientes sociedades del sur de Cuenca demandaban nuevos productos. Los Hernández de Saavedra los compraban en Madrid en la feria de Mondéjar y los hacían llegar a la villa de San Clemente y a la casa de Alonso del Castillo

Los útimos Castillo: de la absorción por los Pacheco a la rebeldía del jesuita Francisco Castillo e Inestrosa

De Hernando del Castillo y su descendencia poco sabemos y su protagonismo desaparece de la vida de San Clemente después de su omnipresencia en los años que giran hacia 1550. En vida será señor de Valera de Abajo (14). Sí, podemos dar continuidad a los otros dos hermanos, que heredarán los bienes vinculados familiares y por azares matrimoniales trasladarán la herencia a los Pacheco. Alonso del Castillo e Inestrosa casó con Juana de Mendoza, de cuya unión nacerá Francisco de Mendoza, regidor perpetuo de San Clemente, y que fallecerá en 1598. Francisco Mendoza casaría con doña Juana Guedeja y Peralta, procedente de una familia que dará funcionarios del más alto rango en la Corte y los Consejos, después que el licenciado Agustín de Guedeja abandone la casa familiar en San Clemente para ocupar un bien remunerado oficio de relator en el Consejo y Cámara de su Majestad.

Francisco del Castillo e Inestrosa casará con una Cimbrón de Ávila. Supo acertadamente establecer alianzas matrimoniales de sus dos hijas con los Pacheco de San Clemente. María casó con el regidor de San Clemente, Alonso Pacheco. Pero la fortuna hará que toda la herencia familiar recaiga en Elvira. Al incremento del patrimonio de doña Elvira Cimbrón, contribuyó en gran medida el legado de su primo hermano Francisco de Mendoza y Castillo. Cuando Francisco de Mendoza muere en Madrid deja como principal beneficiaria de su testamento, escriturado en Madrid el 13 de octubre de 1598, a su prima Elvira (15). Ésta que ya poseía la mitad del término de Perona, agregará la otra mitad cedida por su primo. Con el término de Perona heredaría el pleito con la villa de San Clemente sobre la jurisdicción de este lugar

mando la mitad que tengo y poseo con los términos y casas con lo demás anejo y con la jurisdicción del dicho lugar que trato pleyto con la villa de San Clemente, con la jurisdicción de la mi prima y sus herederos lo ayan y tengan y posean juntamente con la otra mitad del dicho lugar que es de la dicha doña Elvira Zimbrén, sin que en ningún tiempo se puedan diuidir ni enajenar sino siempre suzeda en todo el dicho lugar los nombrados por la dicha señora Elvira Zimbrón en su mitad pues con el fauor de Dios serán los propios que yo nombrare por ser como somos hijos de dos hermanos

El testamento nombraba como albacea a doña Elvira, y la posesión de Perona se supeditaba a algunas cargas, entre las que figuraban la obligatoriedad de algunas misas, por el alma de Francisco Mendoza, en la capilla que los abuelos, Alonso del Castillo y María de Inestrosa, habían fundado para la familia en el Monasterio de Nuestra Señora de Gracia de San Francisco: la misa mayor del domingo, por su memoria, la misa del sábado por su madre Juana de Mendoza y una misa los viernes por su hermano mayor el licenciado don Ginés del Castillo y Mendoza. La cesión de bienes a doña Elvira tenía como reserva la condición que seguiría disponiendo de ellos, como usufructuaria y mientras viviera, la viuda de Francisco Mendoza, doña Juana de Guedeja y Peralta (su muerte debió acaecer en 1608).

Como albacea testamentaria, doña Elvira adquiría el ya citado compromiso de fundar un convento de monjas carmelitas descalzas, en la villa de San Clemente, al que cedía sus casas principales y un juro de 150.000 maravedíes de renta anual, con condición de que dos monjas profesas fueran necesariamente de la familia y se reservara una capilla para el enterramiento de su los patrones familiares de dicha fundación. En caso de que no pudiera llevarse tal fundación, los bienes se agregarían a las clarisas.

El traspaso efectivo de la memoria para la fundación conventual no se haría efectivo hasta 1627, hasta entonces, disfrutaría de ellos, casas principales de morada en el pueblo y renta de 150.000 maravedíes, doña Elvira Cimbrón y su marido el alférez mayor Juan Pacheco y Guzmán. En la persona de la mujer, se acumulaban los títulos, aunque con unos derechos jurisdiccionales negados y pleiteados por la villa de San Clemente, de señora de las villas de Valera de Abajo y de la Losa y de los heredamientos de los lugares de Perona y Sotuélamos.  Así el apellido Castillo diluido en la familia Pacheco y de la mano de don Juan Pacheco y Guzmán, alcanzará de facto el poder en la villa desde los años finales del siglo XVI hasta 1620

Además de las dos hijas mencionadas, Francisco Castillo e Inestrosa y Ana Cimbrón, tuvieron un hijo, llamado Hernando, como el abuelo, que casaría con Jerónima de Albelda. Este matrimonio tendría dos hijas, María y Catalina, monjas, y un hijo, Francisco Castillo e Inestrosa, que, aunque integrado en la carrera eclesiástica como miembro de la compañía de Jesús, llevaría una vida más mundana e integrada en la política de su tiempo. Era regidor de la villa de San Clemente y mantuvo airados pleitos con los Ortega, especialmente con Miguel, familiar del Santo Oficio. Cohabitaba con una concubina, Isabel del Amo, con la que tuvo un hijo de nombre Diego. Este Francisco del Castillo e Inestrosa era un personaje peculiar. Estuvo en Roma al servicio del duque de Escalona, allí visitaba la sinagoga. En San Clemente tenía buena relación y negocios con la colonia de conversos portugueses que se había establecido con Simón Rodriguez en la villa. Este hombre que al igual que su tatarabuelo dudaba de la Resurrección y arremetía contra los santos, aunque fuera el mismo San Francisco (en tocándole a la honra perdía la paciencia), no renegó de su ascendencia judía y la mantenía con orgullo (16)
boto a Dios que sé mui bien que soi judío de señal o descendiente de judío de señal
Ni pidió perdón ni lo aceptó de sus enemigos. Mantenía enemistad acérrima con los Ortega, a los que acusaba que para limpiar su linaje habían trocado una abuela judía por otra cristiana vieja. Cuando Miguel Ortega, el patriarca familiar que sentaría las bases de la primacía de sus sucesores en la villa de San Clemente, llamó, en su lecho de muerte,  al jesuita Francisco del Castillo e Inestrosa para reconciliarse con él e implorar su perdón, obtuvo por respuesta el ser mandado al Infierno por el jesuita.







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ANEXOS

Testigos en 1547

Francisco de Rosillo, 56 años
Diego de Iniesta, 34 años, sobrino de Cristóbal de Tébar, regidor
Alonso Martínez Motellón, 57 años


Testigos presentados por la familia Castillo en enero y febrero de 1548

Diego de Montoya, morador en Pozoamargo, 85 años
Diego González, morador en Sisante, 77 años
Bernardino Bañares, morador en Tébar, aldea de Alarcón, 68 años, paje de Hernando de Castillo, alcaide de Alarcón, escudero de su hijo Alonso y servidor en Málaga de Luis Pacheco y su mujer
Diego de Padilla, vecino de Alarcón
Garci Zapata, vecino de Alarcón, hidalgo arruinado, 75 años
Juan de Iniesta el viejo, vecino de Alarcón, 68 años 
Gregorio González de Origüela, escribano y vecino de Honrubia,  65 años. Hijo de Juan González de Origüela, criado de Hernando del Castillo
Juan González de Origïela, vecino de Honrubia, 60 años. Hijo de Alonso González de Origüela, criado de Hernando del Castillo
Diego González de Origüela, vecino de Honrubia, 90 años
Martín López, vecino de El Cañavate, 60 años
Hernando de Peralta, vecino de San Clemente, 59 años; hijo de Ramiro de Peralta y nieto de Hernando de Peralta, todos hijosdalgo
Pedro de Albelda, vecino de San Clemente, 74 años
Francisco Gómez, clérigo de misa, vecino de San Clemente, 75 años, hijo de Gil Gómez
Juan Rodríguez de Pareja, vecino de San Clemente, 72 años
Pedro de la Fuente, escribano de la villa de San Clemente, 65 años o más (creemos que tiene sobre los setenta). Hijo de un criado de Hernando del Castillo y María López Román, Su suegro es Suero de Pallarés
Gonzalo Montesino, hijo de Lope González, 61 años
Francisco Suárez de Figueroa, vecino de San Clemente, 47 años. Se tiene por hijodalgo, aunque empadronado con los pecheros
Martín Sanz del Castillo, vecino de San Clemente. 70 años. Cobraba a los renteros de Alonso del Castillo y Toledo.
Pedro Juárez, vecino de San Clemente, sirve a Fernando el católico en Perpiñán y luego ocho años en la Alhambra de Granada, con 28 años se casa en Cuenca, donde vive 10 años, antes de volver a San Clemente. Hombre llano y pechero, primo hermano del regidor Cristóbal Tébar. 70 años
Lope Aguado, vecino de San Clemente, 65 años.
Juan de Caballón, vecino de San Clemente, 73 años, pechero y primo hermano del regidor Cristóbal Tébar
Cristóbal de Torres, vecino de San Clemente y sastre, 80 años
Diego López Moreno, vecino de San Clemente, 83 años
Juan de San Bartolomé, vecino de San Clemente, 70 años
Alonso de Zurita, vecino de Bemonte, 80 años, primo hermano del comendador Alonso de Inestrosa. Veintiuno de Belmonte de 1507 a 1515
Gregorio de Inestrosa, vecino de Belmonte, 63 años, hidalgo. Su padre era primo hermano del comendador Alonso de Inestrosa
Pedro López de Santiago, vecino de Cañavate, 62 años
Diego de Ortega, vecino de El Cañavate, 60 años, hidalgo, hijo de Rodrigo Ortega, vecino de San Clemente. La familia tiene tierras en San Clemente y El Cañavate.

Probanza de testigos a petición de los hermanos Castillo en octubre y noviembre de 1550

Juan Pintor, teniente de cura de la iglesia de Vara de Rey, hijo de Pero Martínez Pintor, escribano de Vara de Rey
Alonso Martínez Montellón, labrador de Honrubia, 63 años,que acoge en su casa carreteros, hijo de Diego Martínez Motellón, morador en Perona, donde fallece en 1502 con 75 años
Diego González de Origüela, vecino de Honrubia, más de 90 años
Juan de la Villa, cantero, vecino de Belmonte, hijodalgo, cerca de 60 años, natural de Hermosa
Hernán de Álvarez, vecino de Cervera, hidalgo de 75 años
Alonso de Barrientos, vecino de Hinojosa, hidalgo, 70 años
Pedro del Campo, vecino de Castillo de Garcimuñoz, pechero, 70 años
Martín de Montellano albañil, vecino de Villaescusa de Haro, hombre hijodalgo, 56 años, natural de las Encartaciones de Vizcaya, en el valle de Sacedo. Con 18 años viene a la Mancha
Bernardino de Villaba, vecino de Barchín, 80 años
Cristóbal Díaz, vecino del lugar de Valhermoso, trabajador en el campo. Iba hasta San Clemente con otro vecino de Tébar a llevar madera a una casa que labraba Alonso de Castillo y Toledo. Es hijo de Juan Cardoso, vecino de Alarcón, que vivía al lado del alcaide Alarcón (una casa por medio), 80 años
Alonso Navarro, vecino de Motilla, hombre pechero, 70 años
Juan López de San Clemente, vecino de La Motilla del Palancar, 75 años, natural de San Clemente
Antón García Bonilla, vecino de La Motilla, hombre llano, 74 años hijo de Juan García de Bonilla
Fabián de la Parrilla, clérigo de Gabaldón, 64 años
Pedro López Montañes, albañil, habitante de Iniesta, 50 años, vecino que dijo ser del Valle a tres leguas de Laredo, hidalgo
Cristóbal Barbero, vecino de Iniesta, hombre pechero, 60 años
Alonso de Alcaraz, vecino de Iniesta de 76 años. Su suegro es Juan López de la Plazuela
Juan Gutiérrez Montañés, carpintero y albañil. vecino de Ruesga en las Montañas y habitante en Iniesta
Pedro Ruiz, labrador, vecino de Iniesta y natural de Alarcón, 70 años
Diego López de Olivares, vecino del lugar de Gil García, labrador, 75 años. Se desplaza a vivir en Gil García desde Sisante; su familia es de San Clemente, su abuelo era Juan López de Piedrabuena
Juan Sánchez del Pozo, labrador de Gil García, 81 años
Gaspar de Mondéjar, vecino de Tarazona, trabajador, 62 años
Alonso Martínez Pastor, vecino de Quintanar, 80 años
Pedro de Ruipérez, vecino de Quintanar, 60 años
Diego de Alarcón, clérigo, vecino de El Peral, 67 años, hijo de Miguel de Alarcón, vecino de Alarcón
Alonso Ruipérez, vecino y alcalde ordinario de Villanueva de la Jara. 60 años, hijo de Alonso Ruipérez, nacido hacia 1450
Martín López sacristán, vecino de Villanueva de la Jara, 75 años
Pedro Prieto, vecino de Villanueva de la Jara, 85 años
Pedro García de Alcañavate, vecino de Vara de Rey, cien años o poco menos, natural de Cañavate
Hernán Sánchez Gabaldón, vecino de Vara de Rey labrador e hijodalgo, 70 años
Ginés de Moya el viejo, portero del ayuntamiento de San Clemente. 66 años
Juan  Ruiz de la Casablanca, vecino de San Clemente, 73 años, hijo de Alvar Ruiz, vecino de Cañavate
Hernando de Olivares, vecino de la villa de San Clemente. Labrador y hombre llano, 65 años
Francisco de Perona, hombre llano, vecino de San Clemente, 76 años, hijo de Mateo Sánchez de Perona (de los antiguos hombres que había en esta tierra)
Diego de Olivares, vecino de San Clemente, labrador, 59 años
Juan Manzano el viejo, vecino de San Clemente, 70 años arriba
Gonzalo Hernández Saavedra, vecino de Mondéjar, hombre hijodalgo, que tiene una posada donde acoge gente, 74 años

Concejo de 18 de julio de 1548, en las casas de la audiençia de la dicha villa de San Clemente

Concejo de 7 de febrero de 1548, fuy a una cámara que es en las casas del ayuntamiento de la dicha villa en la plaça pública donde halle ayuntados y asyntados al bachiller Horozco alcalde mayor e a Pascual de Valenzuela, alcalde ordinario e a don Françisco Pacheco, e Hernando del Castillo, e don Alonso Garçía, e don Christóval de Tévar, e a Sancho López de los Herreros, e a Françisco de los Herreros, e a Alonso de Valençuela rregidores

Vecinos significados de San Clemente

Pedro de la Fuente, 70 años
Sancho López de los Herreros, 70 años
Francisco Suárez de Figueroa, 50 años
Diego de Montoya, vecino de Vara de Rey, de 85 años
Ana de Tébar, mujer de Pedro Sánchez de Origüela, 70 años
Antonio Rosillo, 80 años
Andrés Macacho, 75 años
Garci Martínez Ángel, más de 20 años,

Genealogía de la familia Castillo-Inestrosa de San Clemente

Alonso Saiz del Inestrosa, caballero de la orden de Santiago, señor de la villa de Valera, casó con doña Inés. Padres de


Doña María de Inestrosa
Doña Constanza de Inestrosa
Doña Juana de Inestrosa casó con el señor de la Olmeda
Doña Elvira de Inestrosa, señora de Valera, que la dejó a Melchor Carrillo, su sobrino
Los Castillo de San Clemente


1.- Alonso del Castillo, señor de Perona, hijo 3º de Hernando del Castillo ( alcaide de Alarcón y señor de Altarejos casado con Juana de Toledo), casó con María de Inestrosa. Padres de:


2.- Hernando del Castillo, casó con doña Elvira Portocarrero, fue señor de Valera de Yuso.
3.- Doña María del Castillo, hija única, 3ª mujer de Melchor Carrillo, su tío, señor de Valera


2.- Alonso del Castillo (hijo 2º) con doña Juana de Mendoza
3.- Don Francisco de Mendoza, murió sin sucesión


2.- Francisco del Castillo (hijo 3º), señor de Perona, casó con doña Ana Cimbrón de Ávila
3.- Doña Elvira Cimbrón o del Castillo, casó con don Juan Pacheco Guzmán, señora de Perona, litigó la villa de Valera y la sacó y la Losa. Padres de Rodrigo Pacheco
4.- Hernando del Castillo casó con doña Jerónima de Albelda. Padres de
5.- Francisco del Castillo Inestrosa, regidor de San Clemente, miembro de la compañía de Jesús, de la relación con una concubina llamada Isabel Amo tuvo a Diego del Castillo.


Los sucesores de doña Elvira Cimbrón y Juan Pacheco


1.- Don Rodrigo Pacheco, señor de Perona, Valera y la Losa, casó con doña María de Mendoza, hija de don Rodrigo, conde de Saldaña. Padres de


2.- Don Iñigo, teniente general en las galeras de España, fue primer marido de doña María de Mendoza, su prima segunda, señora del Fresno de Torote
2.- Doña María Josefa de Pacheco de Mendoza (sigue la línea), casó con don Juan Inestrosa, señor de Valera, Olmeda y Villar del Saz


Los sucesores de doña Constanza de Inestrosa


1.- Constanza de Inestrosa casó con Martín Ruiz de Alarcón. Padres de


2.- Melchor Ruiz de Alarcón, señor de Valera, casó tres veces con doña Francisca de Parada, doña Isabel de Zuñiga, y con doña María del Castillo


3.- Ana Carrillo (hija de la 1ª mujer) casó con el licenciado Juan Melgarejo
4.- Don Diego Melgarejo de Inestrosa, señor de Valera, caballero del hábito de Santiago
3.- Fernán Ruiz de Alarcón de Inestrosa, señor de Valera, murió sin hijos






Real Academia de la Historia — Signatura: 25, fº 75 (2ª foliación). — Signatura antigua: D-25, fº 75 (2ª foliación).

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NOTAS


(1) RODRÍGUEZ LLOPIS, Miguel: "Procesos de movilidad social en la nobleza conquense: la Tierra de Alarcón en la Baja Edad Media" en Tierra y familia en la España meridional, siglos XIII-XIX (Francisco García González ed.). Universidad de Murcia. 1998, pp. 70-75
(2) PARELLO, Vincent: "Une famille converse au service du marquis de Villena : les Castillo de Cuenca (XVe-XVIIe siècles)". Bulletin Hispanique. 2000, 102-1, pp 15-36
(3) El proceso inquisitorial contra Hernando del Castillo ha sido estudiado por GARCIA MORATALLA , Pedro Joaquín: La tierra de Alarcón en el señorío de Villena (siglos XIII-XV). IEA "Don Juan Manuel". Albacete. 2003. En las páginas 188 a 292, se puede ver una relación de enemigos del alcaide; en las páginas 299-314, se estudian las acusaciones herética contra Hernando del Castillo. Nuestra valoración del alcaide esta fundada en la copia incompleta de su proceso inquisitorial conservada en la Chancillería de Granada, con motivo del pleito de hidalguía de sus nietos
(4) PÉREZ RAMÍREZ, Dimas: "Don Diego del Castillo, alcaide de Alarcón, un caballero a la española" Cuenca, nº 11, 1977
(5) La herencia legada por su madre y su padrastro Alonso de Luz era insignificante. Le creó nuevas enemistadas con la hermana de su padrastro María de Luz, que había sido desheredada. Vid, PARELLO, Vincent. op. cit. p. 17, nota 4
(6) Entre las concesiones hechas por el maestre don Juan Pacheco estaban: las dehesas de Villalgordo y La Losa en 1452, las dehesas de la Torre y Gascas en 1458, y los molinos de la ribera de Júcar, que nosotros hemos datado en 18 de enero de 1462 y el heredamiento y señorío de Perona, que también hemos datado en 22 de octubre de 1465. RODRÍGUEZ LLOPIS, Miguel: "Procesos de movilidad social en la nobleza conquense: la Tierra de Alarcón en la Baja Edad Media" en Tierra y familia en la España meridional, siglos XIII-XIX (Francisco García González ed.). Universidad de Murcia. 1998, pp. 70-75. También en ROSA FERRER, Ignacio de la:
Documentos sobre Perona, aldea de San Clemente: Hernando del Castillo toma posesión del lugar (1475) en https://historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com/2016/10/documentos-sobre-perona-aldea-de-san.html
Donación de molinos de la ribera del Júcar a Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón, en https://historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com/2017/02/donacion-de-molinos-de-la-ribera-del.html(7) AGS, RGS, 12- X-1501, A los concejos de Chinchilla y demás lugares del marquesado de Villena comunicándole el nombramiento de Juan de Villafuerte como gobernador del marquesado durante un año
(8) y que el dicho Diego del Castillo tuvo por hijos a Francisco del Castillo alcaide que fue de la villa de Alarcón y señor de Altarejos y Hernando del Castillo de Guzmán que vive en la villa de Alarcón y la dicha doña María tuvo por hijos a Rrodrigo Pacheco difunto que vivió en Alcañavate y a Hernando Pacheco alcaide de la villa de Belmonte y a Gerónimo Pacheco vecino de Alarcón avitante en Tévar  a Christóval Pacheco y que sy más hijos tuvo la susodicha este confesante no se acuerda y que la dicha doña Leonor tuvo a mosén Luis de Guzmán que vivió en Alarcón y en San Clemente y a Hernando del Castillo que murió mançebo en la guerra sirviendo en la dicha guerra y que la dicha doña Juana tuvo por hijos a Alonos del Castillo que murió mançebo en serviçio de su magestad e que cree este confesante tuvo otro hijo que murió mançebo y que la dicha doña Violante tuvo dos hijas que la unoa murióse e la otra vive en Huete e tuvo por marido a Juan de Sandoval e que la dicha doña Teresa tuvo dos hijas que vivieron en Málaga que la una murió sin hijos e la otra está casada en Málaga e que la otra hermana que fue casada con Álvares de Toledo tuvo por hijos a Juan Álvarez de Toledo señor de Cervera y Alonso Carrillo difunto y a Hernando del Castillo que fue frayle y a ? de Guzmán y a Luys Carrillo que vive en Cervera
(9) Real Academia de la Historia, Signatura: 33, fº 25.  Signatura antigua: D-33, fº 25.
(10) PRETEL MARÍN, Aurelio, RODRÍGUEZ LLOPIS, Miguel: El señorío de Villena en el siglo XIV. IEA "Don Juan Manuel". Albacete, 1998. p. 269, nota 77 sin embargo el expediente no nos da datos concretos sobre esta intervención de Barcenillas en la iglesia de Santiago Apóstol de San Clemente. Es posible que Juan Díaz Barcenillas contribuyera a comienzos de siglo a la edificación de las casas del Ayuntamiento, ya existentes desde comienzos de siglo y reformadas a partir de 1558, o tal vez interviniera en el convento de Nuestra Señora de Gracia, construido desde inicios de siglo.
(11) El testamento de Violante González ha sido transcrito en PRETEL MARIN, Aurelio y SALAS PARRILA, Miguel: Garcimuñoz medieval, el castillo y la villa del siglo XIII al XV. Ayuntamiento de Castillo de Garcimuñoz. 2016. pp. 386-388
(12) RODRÍGUEZ LLOPIS, Miguel: op. cit. pp. 74-75
(13) GARCÍA MORATALLA, Pedro Joaquín: op. cit. pp. 210-211
(14) Los datos nos vienen así dados por la genealogía de los señores de Valera, de la RAH, aunque en las informaciones de testigos se tiene por señora de Valera de Yuso a Elvira, la madre de Juana de Mendoza, esposa de Alonso del Castillo. Real Academia de la Historia, Signatura: 9/300, h. 75 (2ª foliación). Signatura antigua: D-25, fº 74 v. [i.e. 75] (2ª foliación).


(15) AGS. CONTADURIA DE MERCEDES (CME). 273, 47. Juro a favor de don Francisco de Mendoza
(16) PARELLO, Vincent. op. cit.  pp. 21-22

FUENTES

ARCHIVO DE LA CHANCILLERIA DE GRANADA. Hidalguías. 301-118-1. Alonso del Castillo e Inestrosa y hermanos. 1547-1652. Contiene el desarrollo del pleito e inserta traslados de procesos inquisitoriales
ARCHIVO DE LA CHANCILLERIA DE GRANADA. Hidalguías. 301-180-233. Alonso del Castillo e Inestrosa y hermanos. 1547-1549. Impedimento de testigos
ARCHIVO DE LA CHANCILLERIA DE GRANADA. Hidalguías. 302-184-1. Alonso del Castillo e Inestrosa y hermanos. 1547-1549. Probanzas de testigos de 1548, 1550 y 1554









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