Mediada
la centuria del siglo XV, un nuevo movimiento roturador puso en explotación
agraria tierras hasta entonces incultas. Se trataba de tierras llecas y
baldías, pertenecientes a los propios de Alarcón, pero que en este momento se
las apropiaban particulares. Especialmente, se citaban las tierras al sur y
este de Villanueva de la Jara
La dicha
villa de Alarcón tiene e poseye por suyas e como suyas çiertas tierras e
términos llecos e baldíos, las quales dis que algunas dellas están en el poso
de las Madrigueras e otras que están açerca de Villanueva de la Jara e parten
término con la dicha villa de Yniesta e otras que dis que están en Taraçona e
otras en el Quintanar e otras en la rribera del Xúcar desde el val de Espinar
fasta la Motilla que parte términos con Xorquera, las quales dichas tierras en
llecos e heredades disen que eran propias de la dicha villa de Alarcón e que
los moradores e vesinos de la dicha villa e de su tierra los entrauan a labrar
e los poseyan por la dicha villa e qualquier vesino que las posee por la dicha
villa non le perturba ninguno la dicha posisión pero sy las dexa anno e día dis
que bueluen dichas tierras a la dicha villa e qualquier otro vesino las puede
entrar e labrar con este uso e costunbre e agora dis que es venido a noticia
del conçejo de la dicha villa que algunos entraron a labrar las dichas tierras
no quieren guardar el dicho huso en costunbre de la dicha villa e su tierra
antes dis que por posisyón que dellas tienen que son suyas e que las pueden
vender e enagenar por suyas e como suyas por lo qual dixo que venya grand
perjuysio de la dicha villa e tierra[1]
Las
tierras llecas y baldías se consideraban como propios de la villa de Alarcón,
que se garantizaba un derecho eminente de propiedad sobre las mismas. Se
garantizaba el labrantío de este tipo de tierras siempre supeditada al
reconocimiento de la propiedad por la villa de Alarcón, que dejaba se labraran
libremente por los colonos, siempre que la tierra no fuera abandonada por más
de un año y un día. Ni que decir tiene que el viejo uso fue entendido al revés,
de modo que los colonos tendieron a considerar como de su propiedad las tierras
labradas dos años consecutivos. En cualquier caso, lo que el texto anterior
demuestra es que el labrantío en lo que luego serán aldeas jareñas como
Quintanar, Tarazona y Madrigueras, a la altura de 1462 ya hay una ocupación del
espacio agrario permanente, pues los colonos entendían el derecho de ocupación
de las tierras como título de propiedad, entendido en el sentido quiritario,
que comprende el uso de las mismas y el abuso, o derecho a su enajenación.
Las
tierras llecas y baldías de Alarcón se extendían ampliamente por el suelo de
Alarcón, pero el concejo de esta villa, por boca de su procurador Juan Sánchez
Gallego, demostraba preocupación grave por el proceso de usurpación de estas
tierras del sur y distantes de la villa. Nosotros hemos apostado por el
nacimiento de las aldeas jareñas durante la guerra del Marquesado; es evidente
que los topónimos geográficos existen ya y por sus nombres son mencionadas en
el mandamiento que el corregidor del Marquesado de Villena, Diego de Heredia,
emite el diez de octubre de 1462, aunque no podemos determinar la existencia
núcleos poblados, pues aparte de los topónimos y la cita de un pozo en Madrigueras
poco más se dice, ni siquiera se menciona la calificación de alquerías que se
citan en los amojonamientos de 1481; ahora bien, es difícil pensar que una
ocupación permanente del espacio agrario no fuera acompañado ya del
levantamiento de alguna casa o edificación de morada por aislada que fuera, por
la sencilla razón de que la misma distancia del núcleo poblado más próximo
hacía poco menos que inviable los desplazamientos para el labrantío de la
tierra (y más si pensamos que el animal de arada era el buey). Además, el
proceso roturador de tierras había llegado por el sur hasta el término del
Júcar y los límites de Jorquera, (se cita expresamente desde el Valdespinar
hasta la Motilla), aunque en este caso creemos que se trata de colonos llegados
desde Iniesta.
La
confirmación del poblamiento de la zona nos viene dada en otro documento seis
años posterior, aunque en este caso hace mención a la zona de la Ensancha de
Alarcón, limítrofe con Iniesta, y la aparición por primera vez de Casa de Gil García.
Certificación de poblamiento, pero también del escaso número de moradores. De
hecho, en otros lugares del obispado de Cuenca, tal como nos aparece en otro
documento, el arcediano de Alarcón era incapaz de cobrar los diezmos de
aquellos núcleos que se movían entre la despoblación y un escaso número de
moradores que no iba más allá de la media docena, tales eran Rus, Villar de Caballeros,
las incipientes aldeas de El Cañavate o Robredillo de Záncara[2].
En
el caso de la Ensancha de Alarcón, el movimiento de roturación de tierras venía
desde Iniesta, cuyos vecinos se aprovechaban de los usos comunes de la tierra
de Alarcón por su integración en el Marquesado
Çiertos vesinos
de la villa de Yniesta e otras partes que labran e cojen pan e vino e otras
symillas e otras qualesquier cosas en los llecos que dicen de las Madrigeras e
de la casa de Gil Garçía e la casa de Albarrilla, en el villar de Domingo Peres[3]
La
zona de la Ensancha y Madrigueras era variada en la producción agraria, además
de pan y vino, se cultivaban las hortalizas, el lino y el cáñamo. El arcipreste
de Alarcón era conocedor del desarrollo agrario de la zona, pero también de la
inestabilidad de la producción; por esa razón, la recaudación del diezmo tomaba
la forma de renta fija con los colonos a pagar, expresamente se decía,
independientemente de circunstancias sobrevenidas, naturales o de guerra[4].
La cuantía del diezmo quedaba estipulada en diez fanegas de trigo y cinco
arrobas de vino.
Aparte
de la preocupación del concejo de Alarcón por la usurpación de sus tierras, con
toda probabilidad hemos de ver el deseo del marqués de Villena de controlar el
auge de este movimiento de colonización de tierras en beneficio propio. Sabemos
de sus intentos de considerar las tierras llecas como de su propiedad y la
imposición de un impuesto por su cultivo, llamado terrazgo y consistente en el
pago de un cahiz de cereal por cada quince cahíces cosechados[5].
El movimiento roturador de mediados de siglo debió ser generalizado en todo el
Marquesado de Villena. Tenemos testimonios de nuevas vecindades en las aldeas
de Castillo de Garcimuñoz, que se prolongaron hasta los momentos previos a la
guerra[6].
A la altura de 1462, podemos confirmar ese movimiento de rompimiento de tierras
que fue acompañado de un crecimiento demográfico. Sí es cierto que, por
testimonios orales posteriores, los núcleos principales como San Clemente o
Villanueva de la Jara apenas si demuestran crecimientos espectaculares de su
población. No cabe duda que la guerra actuó como elemento corrector negativo y
que la misma actividad agraria tuvo que ceder ante la ganadería, pero tal
fenómeno aparente de contracción está escondiendo en realidad cómo las
roturaciones de mediados de siglos dieron lugar a un fortalecimiento de aldeas
insignificantes, caso de Sisante, o a la aparición de formas de población
dispersas que darán lugar a casas aisladas, por ejemplo Casasimarro, o a
alquerías que serán el elemento aglutinador en torno al que crecerán las
futuras aldeas de Tarazona, Quintanar o Madrigueras.
Para
determinar el proceso de usurpación de tierras se tomó declaración jurada a
veintidós vecinos de Alarcón y su tierra, como determinadores, que incluían
además de vecinos de la villa madre, de otras aldeas y villas desde donde se
estaban llevando a cabo las roturaciones: San Clemente, Vara de Rey, La Roda,
Villanueva de la Jara, El Peral, Motilla e Iniesta. Los testimonios nos aportan
los llecos y baldíos en el horizonte de la roturación de tierras, su extensión
y los labradores que labraban esos terrenos. Aunque curiosamente hay un
silencio llamativo en lo que luego serán aldeas jareñas del sur; quizás se
intentó evitar entrar en colisión con un proceso de asentamiento muy
consolidado.
La
descripción de este grupo de peritos nos enumera una a una las roturaciones del
momento. En un vallejo de la Calera, camino del Picazo, encontraron tierras
labradas por Alonso Díaz González, que también había labrado tierras en el
vallejo de los Arenalejos. Ambas tierras estaban incluidas en la redonda que la
villa de Alarcón había cercado en torno a ella.
Los
determinadores avanzaron por la senda del Castellar hasta llegar a la cueva del
Castellar. Desde la peña del Castellar, río abajo, hasta el barranco de la Higuera,
se tenía por tierras llecas de Alarcón, pero ahora no estaban cultivadas,
aunque lo habían estado anteriormente por Juan Sánchez de Chinchilla, aunque el
concejo de Alarcón le había revocado la licencia para explotar estas tierras en
un contencioso poco amistoso
E después
que Gonçalo Sánchez de Alarcón en nonbre del dicho conçejo e otros muchos omes
ge la rreuocaron[7]
La
zona, en los límites actuales entre Gabaldón y Motilla, respondía a roturación
de tierras por los labradores motillanos.
Fueron de
aquí adelante por la senda del Castellar e llegaron a la cueva del Castellar,
cerca del rrío e dixeron los desterminadores que desde la peña del Castellar
fasta el barranco de la Figuera que es el rrío abaxo que es de Alarcón e lleco
del conçejo[8]
Quizás
no se perdonaba la intrusión de un forastero en un territorio que los
motillanos consideraban propio. En el momento de la visita de los
determinadores estaba cultivando esta tierra Diego Sánchez Sastre, vecino de
Alarcón; el terreno cultivado era de ciento cincuenta almudadas. Más abajo del
barranco de la Figuera hasta la rambla Honda, varios colonos cultivaban una
superficie menor de cincuenta almudadas, aunque a la hora de citar a los
colonos se repite el nombre de Diego Sánchez junto al de Juan Sánchez Gallego.
De allí camino a unas salegas en el llamado asómate[9]
de la casa del Picazo, población que nos aparece en este momento como simple
casa. El total de tierras llecas pertenecientes a Alarcón en este paraje era de
doscientas almudadas.
Desde
las salegas hasta el camino de Tébar, por uno y otro lado del río, quinientas
almudadas, labradas de nuevo por Juan Sánchez Chinchilla y Juan Sánchez
Ballestero. Desde allí, dos mil almudadas más
Como va
el dicho camino de la dicha Téuar e entra en la cañada que va el camino que
labra Gil López morador en Villanueva fasta la choça que labraua Martín Sánchez
del Picaço de la senda abaxo e agora labra Juan Sánchez Ballestero e derecho al
vallejo de la fuente Arenosa de un cabo del río e del otro[10]
Los
llecos de Alarcón se extendían desde la Choza, (¿Las Chozas, granja de
Alarcón?) de Martín Sánchez del Picazo hasta el carril que sale del vado del
Fresno y va hasta Sisante. Un total de mil quinientas fanegas que caían en la
órbita de una aldea de gran porvenir, Sisante, y que partían del vado del
Fresno, donde San Clemente construirá cincuenta años después los molinos del
Concejo. Más abajo del carril que iba del vado del Fresno y hasta los molinos
de la Losa, posesión por entonces de Hernando del Castillo, el futuro alcaide
de Alarcón; en total mil setecientas almudadas más. Sobre estas almudadas había
puesto sus ojos Hernando del Castillo, provocando bastante recelo de los
vecinos de los lugares comarcanos. Los propios determinadores para negarle
cualquier derecho al futuro alcaide de Alarcón añadieron, apoyados en el
juramento de tres testigos, que
nunca vieron
que los dichos molinos touieran exido ninguno de yerua nin de lauor, saluo de
un año a esta parte que oyeron desçir que Fernando del Castillo auía puesto
unos molinos en el canpo susodicho pero que nunca lo conosçieron por suyo
El
siguiente espacio llegaba hasta el molino de los Nuevos, pero las tierras
llecas se extendían por la margen derecha del Júcar, el llamado rincón de
Alonso García, labrado en otro tiempo, pero que a la altura de 1462 había sido
convertido en dehesa, unas setecientas almudadas, que se unían a otras
quinientas almudadas incultas entre rincones y vallejos. Más al este, y
siguiendo la cañada de la Losa en dirección a Casasimarro, entonces casa de
Simarro a secas, los pinos “gordos” daban paso a tierras de labrantío, llecos
propios de Alarcón. Al sur camino del molino de la Foz (¿del Batanejo?),
trescientos almudes más, de los que no se conoce colonos. Bajando hasta el
término de La Roda por la margen derecha del río Júcar y hasta la dehesa de
Galapagar, mil setecientas almudadas más de tierras llecas. Al sur de la dehesa
de Galapagar hasta limitar con el río Júcar se extendían dehesas de yerba y
caza hasta la Motilla, actual Motilleja, límite con los términos de Jorquera.
Eran
los mismos términos que Alarcón defenderá como propios al finalizar la guerra
del Marquesado en 1480. Pero, en este momento, Alarcón en virtud de la
sentencia de fijación de términos con San Clemente en 1455 pretende la margen
derecha del Júcar hasta llegar al vado del Fresno, y más allá, intenta reducir
los derechos de Hernando del Castillo sobre los molinos de la Losa a la casa y
piedras levantadas por el río, mientras recuerda su posesión sobre los
territorios al sur de Villanueva de la Jara y los lindantes con Iniesta, que
después de 1480 ambicionará la aldea la Jara, pero que ahora es simple
pretensión de particulares. Aun así, los terrenos próximos al Júcar muestran
una incipiente roturación hasta llegar a El Picazo o los impulsos que llegan
desde la aldea de Sisante hasta el vado del Fresno; hasta llegar a la casa de
Simarro dominan todavía los pinos “gordos”. Desde Galapagar, al sur de la
actual Villalgordo del Júcar, hasta los límites de Jorquera todo es dehesas de
yerba y caza.
Significativo
es que las tierras llecas de Alarcón son explotadas, cedidas tal vez en arrendamiento,
por unos pocos labradores de los que nos han quedado los nombres que las labraban
de forma monopolística: Alonso Díaz. Juan Sánchez de Chinchilla, Juan Sánchez
Ballestero. Estas cesiones del concejo de Alarcón a favor de particulares
debieron chocar con los moradores de las aldeas más próximas a estos llecos y
baldíos que ambicionaban la explotación de estas tierras y que se remitían al
fuero de Alarcón para defender el libre uso de unas tierras que consideraban
comunales y de libre aprovechamiento. Hemos señalado el conflicto con Juan
Sánchez de Chinchilla en la senda del Castellar, pero los conflictos debieron
ser más graves en Quintanar, Tarazona, Madrigueras o la llamada luego Ensancha
de Alarcón, en los límites de Iniesta, donde un movimiento de rompimiento de
tierras más intenso era visto por el concejo de Alarcón como simple usurpación
de sus términos.
A
los viejos conflictos de las aldeas con la villa de Alarcón, se unía uno de
mayor calado: la intromisión señorial, no solo del marqués, sino también de sus
criados. Nos aparece la figura de Hernando del Castillo, por entonces camarero
del maestre de Santiago[11],
que se arrogará el monopolio de los molinos en la ribera del Júcar entre la Noguera
y la Losa, por concesión de don Juan Pacheco. Aunque la concesión es de 18 de
junio de 1462, del propio texto se deduce que la apropiación de los molinos es
de un año anterior; algo que fue mal digerido tanto por los particulares como
por los vecinos de Alarcón, que intentan cortar de raíz cualquier derecho
añadido de apropiación de la tierra que vaya más allá de los molinos. Es más,
la donación de los molinos habría de ser ratificada tres años después. A las
apetencias señoriales de Hernando del Castillo, se sumaban otras como el legado
del doctor Pedro González del Castillo, que poseía las de Galapagar y Olivilla.
Un
tercer conflicto era con el estado eclesiástico, que veía cómo la usurpación por
los vecinos de estas tierras le restaba los ingresos procedentes de los diezmos.
El cobro de los cahíces de Tarazona o Quintanar se haría integrando estas
nuevas poblaciones en Villanueva de la Jara y en el caso de la Ensancha de Alarcón,
como hemos visto, a través de una cantidad fija determinada de antemano.
El
presente inventario de tierras llecas y baldíos del concejo de Alarcón, bajo
juramento de veintidós vecinos y moradores del suelo común y ante dos de sus
alcaldes ordinarios, muestra el interés y persistencia de la villa por mantener
sus propios frente a las usurpaciones señoriales, pero también frente a
aquellas otras de particulares. El inventario de llecos a ambos márgenes del
Júcar sería el apoyo de la villa de Alarcón para mantener sus propios tras la
derrota de la guerra del Marquesado, infructuosamente, caso de la disputa con
San Clemente, y con más éxito, caso de la disputa con Villanueva de la Jara.
Alarcón conservaría íntegros los llecos de la margen izquierda del Júcar.
ARCHIVO
DE LA CATEDRAL DE CUENCA (ACC), I, caja 41, nº 3, Inventario de las tierras
llecas de Alarcón realizada por mandato de Diego de Heredia, corregidor del
Marquesado de Villena.
*********************
Relación
de personas que aparecen (14 de octubre de 1462)
- Diego de Heredia, corregidor del Marquesado de
Villena por don Juan Pacheco
- Juan Sánchez Gallego, procurador de la villa de
Alarcón
- Juan de Iniesta, escribano público de la villa de
Alarcón
- Gil de Olmedilla, alcalde ordinario de Alarcón
- Diego de Almansa, alcalde ordinario de Alarcón
Determinadores
de las tierras llecas y baldíos:
- Martín Sánchez de Tébar, vecino de San Clemente
- Antón López de Fuentelespino, vecino de San
Clemente
- Martín Sánchez Barriga, vecino de Vara de Rey
- Pedro Sánchez Fraile, vecino de Vara de Rey
- Gonzalo Sánchez vecino de Vara de Rey
- Alfonso Fernández Notario, vecino de La Roda
- Jaime Martínez de la Mota, vecino de La Roda
- Benito Sánchez Pescador, vecino de Alarcón
- Juan Sánchez Ballestero, vecino de Alarcón
- Juan Sánchez Rubio, vecino de Alarcón
- Juan Martínez de la Casa, morador en Villanueva
de la Jara
- Juan Martínez Prieto, morador en Villanueva de la
Jara
- Gómez Pérez, morador en Villanueva de la Jara
- Bartolomé Sánchez Fajardo, morador en Villanueva
de la Jara
- Juan Sánchez del Pozoseco, morador en Villanueva
de la Jara
- Juan Martínez de Sancho Martínez, morador en EL
Peral
- Martín Sánchez Lázaro, morador en El Peral
- Gonzalo Sánchez de Arnedo, vecino de La Motilla
- Juan Martínez Guerrero, vecino de la Motilla
- Juan Garrido, vecino de Iniesta
- Alonso García de Ibáñez Gil, vecino de Iniesta
- Pedro Jiménez, vecino de Iniesta
Otros
vecinos:
- García Arévalo, vecino de Alarcón
- Juan Catalán, vecino de Alarcón
- Alonso López, pregonero, vecino de Alarcón
- Juan García de la Casa, vecino de Alarcón
- Mateo, hijo de Alonso López, cardador, vecino de
Alarcón
- Martin Sánchez de Medina, vecino de Alarcón
- Martín Fajardo, vecino de Vara de Rey
- Martín de Vala de Rey, vecino de Vara de Rey
- Juan de Vala de Rey, padre del anterior, vecino
de Vara de Rey
- Gil de Francia, vecino de Iniesta
- Juan de los Heras, morador de Villanueva de la
Jara
- Juan del Provencio, molinero de la Losa
[1]
ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE CUENCA (ACC), I, caja 41, nº 3, Inventario de las
tierras llecas de Alarcón realizada por mandato de Diego de Heredia, corregidor
del Marquesado de Villena. Alarcón, 1462, octubre, 14. Hay copia
posterior, aunque con errores de transcripción (ACC, I, caja 41, nº 2)
[2]
ACC, I, caja 41, nº 1. Pedro de Escamillo, clérigo cura de Algarra,
Fernando de Fuenterabia, clérigo cura del Robladillo de Zancara, y Fernando de
Aguerlo, cura de Pajarón, otorgan poder a Alfonso de Pinarejo para obligarse a
pagar los marevedís a los refitores de Zafra, Alcañavate, Santa María del Campo
Rus, Villar de Ceballos y Villanueva de Alcorón. Castillo de Garcimuñoz,
1466, julio, 1
[3]
ACC, I, caja 41, nº 17 (Olim Cajón 5, Legajo 19, Nº 264). Compromiso y
arrendamiento de los diezmos de los llecos entre el Cabildo de Cuenca y Diego
de Iniesta, Arcipreste de Alarcón. Cuenca, catedral Sala Somera, 1468,
julio, 6
[4]
Poco o mucho lo que Dios diere e a todo caso fortuito e ynopinado de piedra
e nibla seca langosta yelo quema e a toda guerra de rrey a rrey o de ynfante
heredero o de hermandad o de otro qualquier señor o señora poderoso o non
poderoso e a otra qualquier que sea et a todo rrobo fuerça toma pestilençia
(Ibídem)
[5]
ORTUÑO MOLINA, Jorge: Realengo y señorío en el Marquesado de Villena. Real
Academia Alfonso X el Sabio. Murcia, 2005. pág. 257
[6]
AHN. CONSEJOS, 31760, 44 y 33: Junto
a los que desempeñan oficios vinculados a los paños hay numerosos vecinos que
se asientan en las aldeas dependientes de Pinarejo, La Almarcha o Torrubia,
favorecidos por las ventajas fiscales que se otorgan: los cinco primeros años
se pagan tributos por la mitad de los bienes dejados en el lugar de origen y
los siguientes cinco por los bienes poseídos.
[7]
ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE CUENCA (ACC), I, caja 41, nº 3, Inventario de las
tierras llecas de Alarcón realizada por mandato de Diego de Heredia, corregidor
del Marquesado de Villena. Hay copia posterior, aunque con errores de
transcripción (ACC, I, caja 41, nº 2)
[8]
Ibídem
[9]
“Asomadero” en la copia posterior del documento
[10]
Ibídem
[11]
ARCHIVO DE LA
CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 1628, PIEZA 15. Pleito entre Alonso del
Castillo y la villa de San Clemente por la edificación de un molino en el vado
del Fresno. 1515, folios 25 y 26 vº
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