El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 4 de abril de 2021

EL BENEFICIO CURADO DE MOTILLA DEL PALANCAR

 

El diezmo de los garbanzos de Motilla del Palancar pertenecía al pie de altar de su iglesia de San Gil y sus clérigos. Al menos hasta 1528, un año en que se habían cogido más garbanzos que nunca, pues ese año el tercero Juan de Madrid decidió otorgarlo a algunos beneficiados. Juan de Madrid, escribano de Cuenca y tercero del obispado, descendiente de familia conversa, no parecía muy convencido de que las rentas decimales de los garbanzos se quedaran en Motilla. Es más, la finalidad pretendida para los garbanzos decimales era el beneficio que en la iglesia de San Gil de Motilla poseía el cardenal de Perusa*. Gaspar Granero, Juan de Segovia y Martín Sánchez Moreno servían como clérigos en esa iglesia de San Gil, viendo impotentes como debían repartir con otros beneficiados que no pisaban la iglesia los once almudes de los diezmos de Motilla del Palancar, aunque Martín Sánchez Moreno pronto se apartó del pleito por su condición de capellán al servicio del beneficio curado del cardenal de Perusa o Perugia. El hombre o factor del cardenal de Perusa en Motilla era Estaban Saco, conocido como el genovés, que nunca había sido visto por Motilla y que amenazó por carta con retirar el beneficio a Martín Sánchez Moreno si se entrometía en el pleito. La carta debió hacer mella en el clérigo, que venía sirviendo de capellán en ese beneficio curado desde hacía dieciséis años y que declaraba que el cardenal “no quería pleyto en su hazienda”.

“que los años pasados los benefiçios que ay en la dicha yglesia an estado y están en costunbre de preçevir e llevar los garvanços que se cogen en la dicha villa y en sus términos y que ansí lo an llevado e rreçebido los años pasados e que agora ay muchedunbre dellos en los veçinos del dicho lugar los clérigos que sirven los benefiçios en el dicho lugar se an puesto en que no ge los diezmen ni les paguen las primiçias dellas llegando a onze almudes”.

Gaspar Granero y sus dos compañeros eran considerados en la época como “clérigos mercenarios”, que no disfrutaban de renta alguna en la iglesia de Motilla, sus emolumentos se reducían a los pagos de los servicios religiosos y a los recibidos de los beneficiados y curas de la dicha iglesia.

Además de Motilla, el cultivo de garbanzos estaba muy extendido por varios pueblos del arcedianazgo de Alarcón: Castillo de Garcimuñoz, Honrubia, la Almarcha, Montalbanejo, Zafra, Villalgordo del Marquesado, El Pedernoso, Belmonte, Osa de la Vega, Tresjuncos o Monreal, aunque los testigos generalizaban el cultivo prácticamente a todos los pueblos del suelo de Alarcón. El diezmo cobrado sobre los garbanzos, al igual que el de las colmenas y el del ganado estante, o que pasara las noches de más de medio año en las tinadas del lugar de origen (el ganado en “teinas”) y sus productos, lana y queso iba al llamado pie de altar, es decir, para los capellanes de las iglesias locales. El cultivo de garbanzos, aparte de necesidad nutritiva, tenía su razón de ser en la necesidad de dejar en barbecho las tierras de pan llevar y cubrir esa carencia con la plantación de garbanzos. Sobre la generalización del cultivo de esa legumbre, más allá de su cultivo secular, Juan Cortijo reconocía su cultivo desde el año 1500 y, de hecho, el diezmo se cobraba desde la década de los noventa, tal como aseveraba también Alonso de Córdoba el viejo, vecino de El Peral, que así lo recordaba desde el momento de su casamiento en 1491. Alonso de Calatayud, sacristán de El Peral recogía estos garbanzos en 1528 para dárselos a los clérigos de su iglesia. El cultivo de garbanzos se había generalizado en la década de los años veinte, tal como reconocía Benito Cabañero de sesenta y seis años.

La tercia de Motilla del Palancar estaba en una casa arrendada, propiedad de Juan Salvador. El año 1527 se había recaudado de diezmo dieciocho celemines de garbanzos, mitad para Alarcón, mitad para el tercero Juan de Madrid. El año 1528 fue famoso en toda la Mancha conquense por la copiosidad de la cosecha.

Hasta la década de los veinte, si examinamos villas como Motilla, El Peral, Villanueva o las aldeas de esta última, existía una solidaridad de los vecinos de estos pueblos con sus clérigos. Estos clérigos o capellanes de misa malvivían de sus servicios religiosos en entierros, bautismos o matrimonios; estas prácticas sacramentales y alguna que otra dádiva no llegaba para el sustento de estos clérigos, que eran naturales de los pueblos, hijos segundones de las familias, excluidos de las herencias familiares, que conformaban una casta de media a una docena en los pueblos. Tal era el caso de Cristóbal Buendía; las tierras y ganados habían quedado para su hermano primogénito, él ejercía de clérigo en la iglesia de Quintanar del Marquesasdo. La solidaridad en los pueblos llevó a reservar para su sustento una parte del diezmo, aprovechando el “vacío legal” de esta imposición: las legumbres plantadas en los barbechos de las tierras de pan llevar y los ganados que dormían en las tinadas de los pueblos y sus alrededores. Miguel García, vecino de Villanueva de la Jara, reconocía, y defendía como beneficiario, que aparte del queso y lana de estos ganados, se solían diezmar una cabeza de cada sesenta en Villanueva de la Jara, mientras que el pie de altar se reducía en los rebaños inferiores a ciento cincuenta cabezas de ovejas, cabras o ganado mayor, de las que se otorgaban a estos mal llamados clérigos mercenarios la mitad y la otra mitad al tercero o arrendador (si la cabaña era de más de 150 cabezas, el clérigo no recibía nada). Vieja herencia de una economía doméstica que hacía del ganado un complemento y resultado del fracaso de un desarrollo ganadero, abortado por la interrupción de los pastos locales, por dedicarse estas tierras a la labranza. Fue ese mismo desarrollo agrario el que se volvió contra estos clérigos menores. Ya desde 1460, las tierras llecas fueron consideradas como el obispado, y por su cesión al deán y cabildo, como propias, o más bien, sobre las que poseía un derecho eminente que les permitía exigir las partes decimales de sus frutos. Esta pretensión jurídica frente a Alarcón o el marqués de Villena fue un acicate para la colonización de estas tierras en una frontera que mal reconocía derechos superiores, pero estos mismos derechos serían recordados por la iglesia de Cuenca, cuando a su obispado llegaron los italianos y exigieron las rentas de los beneficios de las iglesias de estas antiguas aldeas de Alarcón. La rebelión de las iglesias locales contra el obispado fue generalizada, ya hemos examinado los conflictos de las iglesias de Quintanar, Tarazona o Casasimarro con el obispado. Iglesias que desde la década de los veinte empiezan a despuntar y a consolidar su autonomía, ahora se une el malestar personal de los clérigos, llamados mercenarios en el argot de la época. Mercenarios de su comunidad pero que se negaban a serlo de extranjeros, pues querían que sus rentas dependieran de la solidaridad de sus comunidades locales antes que de la cesión de unos extranjeros que se llevaban la parte gruesa de las rentas decimales… de ellos y de sus convecinos labradores.

Por supuesto no todos los clérigos eran como Diego de Guadalajara, clérigo en Casasimarro y luego en la iglesia de Villanueva que se aferraba a sus garbanzos decimales como a la vida, pero todos estos clérigos que ejercían de capellanes o tenientes de curas en los pueblos tenían en el pie de altar unos ingresos seguros para vivir y que Pedro de Montagudo, tercero de Villanueva en el periodo de 1517 a 1528 nos recordaba:

“enjambres e miel e garbanços e guertas çerradas e herrenales çerrados y ganados que estén en teyna”.

Con el desarrollo demográfico estos clérigos iban en aumento, paralelamente al surgimiento de nuevas poblaciones que entraban en las imposiciones decimales. A la altura de 1528, ya aparecen pagando diezmo, Los Rubielos o La Puebla, que luego será de San Salvador. Los clérigos de Quintanar del Marquesado disfrutaban de los dieciséis celemines de garbanzos diezmados, cifra que variaba según la cosecha, pero que, junto al queso y lana, les valía en tanto daban el salto a la iglesia de Villanueva. Eran estas comunidades nuevas, como la del Quintanar, donde los hermanos Mañes labraban sus tierras y complementaban su hacienda con un poco de ganado que daba para su sustento y para el de los capellanes de su reciente iglesia, alejados de la matemática decimal e impositiva foránea. En estas tierras las constituciones sinodiales de las rentas decimales del pie de altar eran desconocidas e incompresibles: la división de estas rentas a mitad entre aldea y ciudad eran desconocidas en estos pueblos y la argucia del cabildo conquense para llevarse la parte de la ciudad primero y la de la aldea, como beneficio del curato, después, era vista como simple intromisión y robo de una comunidad solidaria. E incluso el hecho de que los clérigos solo diezmaran a su favor la mitad de las cabañas estantes de más de ciento cincuenta cabezas era visto como costumbre ajena a toda constitución y reparto acorde con la satisfacción de las necesidades de los pocos clérigos existentes den cada lugar. De hecho, las constituciones sinodales estaban pensadas para pequeñas aldeas y unas villas con escaso potencial demográfico.

El diezmo era visto como imposición consuetudinaria, pero también como exacción, que en la mentalidad de los lugareños era desconfianza hacia donde iba ese fruto. Juan Bonilla disponía de ciento veinte cabezas de ganado lanar y cabrío; un rebaño modesto, pero una fortuna acrecentada por el esquileo anual y por las cincuenta y nueve crianzas que le procuraron el año de 1528. El motillano Juan Bonilla llegó a un arreglo con los clérigos de su pueblo, en lo que era uso, y obviando donde debía pagar el diezmo o el número de cabezas de su ganado, entrando en pleitos con el dezmero de Cuenca, Juan de Madrid. El caso de Juan Bonilla no era único, otros había procedido igual que él, así Juan García, yerno de Pedro Mondéjar, o la viuda de Alonso Leal. A Juan García, sus setenta cabezas de ganado le procuraron ese año de 1528, veintitrés crianzas y otras tantas debía tener la viuda de Alonso Leal. Era un conjunto de ganaderos pequeños y oportunista en una villa que no tenía apenas ganados, que solían dormir dos terceras partes del año en sus tinadas, y destinado a su deshuese para el abasto de la villa; abasto, por otra parte, insuficiente en una villa que se veía obligada a contratar fuera su carne, ya fuera en Buenache, Iniesta o, más lejos, en El Provencio.

La sentencia de uno de octubre de 1528 a favor del tercero Juan de Madrid y en contra de los intereses locales motillanos venía a significar la ruptura de las comunidades locales autosuficientes. Su desarrollo económico las había puesto en el ojo de mira de intereses foráneos dispuestos a sustraer en beneficio propio un excedente tan mayor como menos oculto. Los motillanos no aceptaron de buen grado el pago del diezmo o, mejor dicho, que esa recaudación fuera controlada fuera del pueblo. Para 1530, sabemos de un vecino llamado Francisco Leal, que estaba descomulgado por negarse a pagar el diezmo.

 Los clérigos de La Motilla se debían adaptar a las circunstancias y así lo hizo Gaspar Granero. En octubre de 1529 el cardenal de Perugia había perdido el beneficio curado de Motilla del Palancar a favor de don Juan de Lerma, que colocó, mandamiento mediante del obispo Ramírez, como cura beneficiado a Gaspar Granero, convertido ahora en defensor interesado de los clérigos pobres de la villa como paniaguados suyos frente a un Juan de Madrid que no renunciaba ni al beneficio curado ni a su parte de garbanzos y “teynas”, pleiteando en Toledo y llevando después el pleito, en nombre del cardenal de Perugia, a la corte romana. El conflicto por el beneficio curado de Motilla se internacionalizaba, ante los ojos impotentes de los clérigos Gaspar Granero y Juan de Segovia que imploraban la defensa de sus intereses ante el arzobispo de España Alonso de Fonseca, reconociendo su pobreza interesada y tener por únicos bienes raíces, caso del segundo, una viña con sus pocas cepas. Los clérigos motillanos conseguirían sentencia favorable del provisor de Toledo una vez más, que intentaba a su vez evitar que el pleito acabara en Roma

La resolución del conflicto en Roma ya la hemos estudiado en otra parte y sabemos del principal beneficiario, un motillano que andaba por la corte romana: Francisco de Lucas, en la década de 1530, cura de Motilla del Palancar y prior de la colegiata de Belmonte.

 

*Agustín de Spindola que había llegado con otros genoveses de la mano del cardenal San Jorge. DIAGO HERNANDO, Máximo: “El cardenal de San Jorge y los hombres de negocios genoveses en Cuenca durante el reinado de los Reyes Católicos”. el principal beneficiario de los garbanzos era un genovés, el cardenal de Perusa, Agustín de Spínola, beneficiado de la iglesia de Motilla. Los genoveses, por ejemplo, Lorenzo Bosco en Villanueva de la Jara, se hacen con los beneficios de varias iglesias de la provincia de Cuenca tras el nombramiento del Cardenal San Jorge o Riario como obispo de Cuenca en 1493 y mantendrán esos beneficios (rentas decimales) en el primer tercio del siglo XVI.

 

Diego Hernández de Parada,

Ginés de Gumiel

 

Testigos presentados por Gaspar Granero ante los alcaldes ordinarios Aparicio Martínez y Martín Gabaldón y ante Juan de Valverde, teniente de cura de Santa María de Alarcón y Diego de Alarcón, cura de El Peral.

 

Gonzalo Tendero

Bachiller Diego Rodríguez, físico

Juan de Torralba

Alonso Cortijo, 70 años

Pascual Cano. 60 años

Pedro Moreno, 55 años

Alonso Cortijo de Nuestra Señora, 44 años

Gil Bermejo, 50 años

Pedro Navarro, 35 años

Martín Moreno, 55 años, hijo de Mateo López

Juan García, 35 años

Elvira Martínez, 55 años

Mateo López, 35 años

Fabián de la Parrilla, 38 años

Juan López de Almodóvar, 50 años, morador de Gabaldón

Teresa Martínez, mujer de Gil Navarro, 60 años

Juan Temprado, 60 años

 

Probanza de 1529, a cargo del vicario de Toledo

 

Juan Garrido, morador en Madrigueras, 48 años

Gaspar García, cuarenta años, teniente de cura en Villanueva de la Jara

Pascual García, setenta y cinco años, vecino de Villanueva de la Jara

Pedro Monteagudo, 40 años, vecino de Villanueva de la Jara

Diego de Guadalajara, 45 años, clérigo y tercero en Casasimarro.

Benito Cabañero, sesenta y seis años, tercero de El Peral.

Diego de Alarcón. Cuarenta años, clérigo y teniente de cura en El Peral.

Juan Rico, más de sesenta años, vecino de El Peral.

Gil Bermejo, vecino de La Motilla, cincuenta años

Blasco García, vecino de La Motilla, 55 años.

Francisco Carrasco, 30 años, vecino de La Motilla

Pedro Moreno, 60 años, vecino de La Motilla

Pedro Martínez, vecino de Alarcón, 45 años. Dispone de un ganado de menos de sesenta cabezas en Peñaquebrada

Martín Sánchez Moreno, 40 años, clérigo de La Motilla

Hernán García, apoderado de Juan Madrid como tercero de La Motilla, 25 años

Mateo López, 36 años

Martín Gabaldón, morador de Valhermoso, 55 años

Álvaro de Hontecillas, 69 años, morador de Valhermoso

 

Otros testigos en probanzas de 1528

 

El Peral

 

Martín González, clérigo de El Peral y tercero en La Puebla

Alonso de Córdoba, el viejo, vecino de El Peral, 60 años.

Mar García, mujer de Alonso Mateo, sesenta años

Alonso de Calatayud, 30 años

Juan Simarro, 50 años

 

Villanueva

 

Martín Gómez, 48 años, clérigo

Miguel García, 50 años, clérigo

Ferrán Mañes, 52 años, tercero

Cristóbal de Buendía, 50 años

Diego de Guadalajara, 50,años clérigo de Casasimarro

 

Alarcón

Melián Trejuncos, clérigo de Valhermoso, 27 años

Andrés López, clérigo de Alarcón, 30 años

Pedro Luis, el viejo, 60 años

Cristóbal de la Fuente, 44 años

Juan de Oros, 50 años, morador del Olmedilla

Pascual Rentero, morador en Gascas, 47 años

Juan de Blasco, 58 años, morador del Olmedilla

Antón Navarro, 45 años, morador del Olmedilla

 

Constituciones sinodales sobre el ganado de Teynas

“establesco e mando que ganado de teyna sea dicho fasta sesenta cabeças de ovejas e cabras e que cada noche vengan a dormir a casa e que dende arriba huere el diezmo destas tales vaya a la terzia e si huere vezino de la çibdad e toviere el tal veçino çiento e çinquenta cabeças e viniere a dormir cada noche a casa partase por medio la meytad a la parrochia de la çibdad o villa donde el tal vezino fuere vezino e la otra meytad a la parrochia del aldea donde viviere e sy el tal ganado del vezino en el dicho número no vinieren a dormir a casa cada noche parte según las otras vezindades de las çibdades e villas e logares e como se suelen rrepartir las tres partes a la parrochia del tal vesino e la quarta parte a la parrochia del aldea no viniendo a dormir a casa de noche según dicho es no enbargante qualquier costunbre que en contrario sea”

“estableçemos que ganado de teyna sea dicho fasta sesenta cabeças de ovejas e de cabras que la noche viniere a estar en casa o açerca de la aldea e dende ayuso el diezmo destas dichas sesenta cabeças que se diezme en la aldea e desde sesenta cabeças arriba hasta çiento e çinquenta sy huere vezino el señor dello de la çibdad o villa que se parta por medio a la parrochia de la dicha çibdad o villa e a la parrochia del aldea”


Juan de Madrid con Gaspar Granero y Juan de Segovia vecinos de Motilla de Cuenca sobre cumplimiento de un testamento. Cuenca

Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS,28210,Exp.14

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