El mes de septiembre de 1604, la villa de Villarrobledo había visto pasar con bastante ligereza las compañías de soldados del capitán Francisco de Luján y del capitán Castro; socorridas con pan, queso y vino, no habían llegado a alojarse en la villa, pues tenían orden real de llegar pronto, hemos de suponer a Cartagena, para embarcarse. A pesar de que también se proveyeron carros y bagajes para el transporte de la tropa, la villa debió respirar aliviada; el paso de soldados, aunque había costado 666 reales a la villa, 462 reales de los carros y bagajes y 204 reales de los alimentos, era una carga menor si pensamos en el coste evitado de la pernoctación de los soldados. Villarrobledo no estaba para muchos excesos, su concejo reconocía que la cosecha de ese año había sido flaca.
1604 había sido uno de esos años que se podía invocar con razón la llamada esterilidad de los tiempos, pero esta vez, los infortunios se habían sucedido de forma calamitosa: hielos, tempestades y granizo habían dejado las cosechas arruinadas. Habitualmente se pagaban las tercias en especie, pero este año la villa decidió pagarlas a sus arrendadores en dinero al precio fijado por la tasa, mandando almacenar las mil fanegas de trigo, que disponían a la sazón, en el pósito municipal para auxilio de la siembra de los agricultores locales. Por eso a comienzos de octubre se pidió al Consejo Real concediera licencia para que se pudiera destinar un tercio del trigo a la siembra de los barbechos de los labradores. El dinero de las tercias también sirvió para resarcir los gastos de los vecinos que habían aportado los carros y bagajes para las compañías de soldados. Desde finales de octubre ya se anunciaba las necesidades crecientes de pan para los vecinos, aunque el mandato del regidor que se manda a Valladolid nos diga que una vez destinado un tercio de trigo para sembrar, el pósito cuenta con suficientes reservas para sustento de vecinos y viajeros. Pero la realidad era otra, los almacenes del pósito se habían resentido, pues la mala cosecha había impedido a los agricultores saldar sus deudas con el pósito. Para proveer el trigo necesario se tuvo que recurrir a pedir licencia al cardenal de Toledo para hacer uso del trigo procedente de las rentas pontificales del diezmo. A costa de hipotecar sus rentas y propios, la villa pidió el acceso a 800 fanegas de trigo y 1000 fanegas de cebada, a sacar de los despoblados de Millares, Fuente el Espino y Sotuélamos; su destino era proveer de simiente a los agricultores necesitados.
Pero la hipoteca de los propios y rentas del concejo de Villarrobledo no eran garantía suficiente para la Iglesia de Toledo, que pedía a los regidores que respondieran con sus bienes particulares. La desesperación de los regidores del ayuntamiento iba creciendo y las medidas improvisadas también. Se propuso crear un molino en la ribera del Záncara, fijar un precio más alto en la venta de pan para los forasteros, hasta los ocho maravedíes la libra. La situación financiera de la villa se intentó aliviar con una renegociación de los censos, contraídos a razón de quince y dieciséis al millar (entre el seis y el siete por ciento de interés), negociándolos a un interés menor de veinte al millar (el cinco por ciento). Se protestó, ante la ciudad de Toledo, el pago del servicio de millones exigido por la ciudad de Alcaraz y nuevos conflictos se unían a los viejos con el tesorero de las alcabalas del partido de Alcaraz, Pedro de Belbas, por la cobranza de estas rentas. Sin embargo, para el 19 de noviembre de 1504, los labradores seguían sin tener simiente para la siembra. Llegado el 22 de noviembre, los regidores villarrobletanos agotan su paciencia y deciden embargar el pan procedente del diezmo de los despoblados de Villavachos,Villarejo y Fuentelespino. Lo embargado corresponde con la parte correspondiente a las tercias reales que caen en la recaudación que pertenece a la ciudad de Alcaraz. Al tomar la medida, los regidores villarrobletanos son conscientes de los futuros pleitos con la ciudad de Alcaraz. El trigo y cebada recogido se guarda bajo llave en el pósito. Para evitar el conflicto con Alcaraz, los canónigos de la iglesia de Toledo, de los que se toma el pan como si las rentas embargadas fueran pontificales y no de las tercias, serán indemnizados con el valor del grano que fija a precio tasado la pragmática. El dinero quedará en depósito hasta en tanto lo cobren los canónigos, pero ni éstos están dispuestos a aceptarlo, ni el concejo dispone de la cantidad. El 26 de noviembre nuevos edictos, entre ellos, fijar un precio máximo de la venta del pan a 10 maravedíes la libra; para ello, los regidores se retrotraen a una real provisión del año 1599, que también fue muy estéril. Junto a limitación de precios, se decide el racionamiento del pan controlado por dos comisarios sin que ningún vecino pueda comprar más de lo correspondiente al consumo de un día. El 17 de diciembre se pide licencia al Consejo para la libertad absoluta y sin limitaciones de venta de pan cocido en un intento de evitar la especulación y escalada de los precios
Las cobranzas de rentas como los millones y alcabalas se veían como inoportunas en un mal año, pero las intromisiones del licenciado Tomás Cid, alcalde mayor del corregimiento de San Clemente, advocando pleitos se veía como un agravio al privilegio de primera instancia que la villa gozaba. Más cuando uno de los pleitos advocados atañía a los asuntos domésticos y desavenencias de todo un regidor de la villa con uno de sus pastores. Las intromisiones del alcalde mayor iban más lejos, obligando al concejo de Villarrobledo a admitir las posturas de uno de sus vecinos para panadear el trigo del pósito, previamente excluido por el concejo local. La necesidad de Villarrobledo le exigía el control de su propio trigo para panadear, dada las necesidad de sus vecinos. Las decisiones del concejo sobre libertad de venta de pan iban en sentido opuesto a las pretensiones del alcalde mayor. No eran los únicos conflictos; desde mediados de diciembre el alcalde entregador de La Mesta, licenciado Trillo, se ha instalado en Las Pedroñeras, acusa a Villarrobledo de romper heredades en la cañada real.
El 19 de diciembre se presenta en la villa, Juan de Coca, ejecutor enviado desde Toledo para el cobro de la parte correspondiente a la renta del subsidio y escusado del trigo embargado. Desesperadamente el concejo villarrobletano le ofrece pagarle la renta en moneda de vellón del caudal del pósito, el ejecutor no lo acepta y exige el pago en especie. Se llevará del pósito doscientas veinte fanegas de trigo. El concejo en un último intento pide un periodo dilatorio para trocar esa cantidad por el correspondiente dinero en plata. Pero qué puede ofrecer un concejo endeudado. La hacienda del concejo está arruinada, el 28 de diciembre el corregidor de San Clemente, Mudarra de Mendoza, presente en el pleno del ayuntamiento, tiene que escuchar de los regidores villarrobletanos cómo la villa no tiene dinero de los propios para pagar a los solicitadores y procuradores que la villa tiene entendiendo en diversos pleitos en la Corte y audiencias. El último día del año se celebra una nueva reunión del ayuntamiento; una más de unos regidores impotentes ante el agravamiento de la escasez que padece la villa. Ahora se reconoce que las deudas que se mantienen con la Iglesia de Toledo por el pan fiado de las rentas eclesiásticas proceden del mes de mayo. La cosecha de 1603 no debió ser tampoco muy larga. Además, en la reunión del día 31 de diciembre los regidores tienen ante sí las innumerables peticiones de salarios de oficiales, procuradores y solicitadores. Para pagar los salarios se acordará pagar los salarios del trigo de las tercias embargadas. Son decisiones que de momento ocultan los problemas de escasez que sufre la villa y sus vecinos, el año 1605, también acompañado de malas cosechas, desvelará la intensidad de la crisis. Villarrobledo, el granero de la Corte, será incapaz de superar este revés e iniciará un proceso de decadencia que ni la pequeña recuperación de la segunda década del siglo conseguirá parar.
Villarrobledo se encontraba por entonces renovando sus edificios civiles. Estaban en construcción las carnicerías públicas y en proyecto una nueva casa del ayuntamiento que de presente se quiere edificar, pero faltaba el dinero. El año de 1604 se había echado mano de las tercias para las obras; ahora, a comienzos de 1605 se acuerda contar para dicho fin con el producto de la renta de la almotacenía, calculado en doscientos ducados anuales.
En estos comienzos de 1605, asiste a las reuniones del ayuntamiento el corregidor del partido de San Clemente, Diego Mudarra de Mendoza. De la lectura de las actas, parecen haber desaparecido del orden del día la realidad de una villa dominada por la escasez. La imagen que se intenta ofrecer al corregidor es la de una villa opulenta, que continúa con sus programas de embellecimiento público. El ayuntamiento del seis de enero acordará seguir adelante con su proyecto de ensanchamiento de las casas del ayuntamiento, construcción de la cárcel y apertura de una gran plaza pública para lo que se embargarán y derribarán varias casas particulares. Asimismo se proyecta la construcción de una lonja delante las puertas de la carmizerías (cuya construcción se encomendara al maestro de cantería Domingo de Aguirre, al que se le adelantarán 400 ducados). Pero una vez que se ha ido el corregidor, el tono de las actas cambia. En la reunión del dieciséis de enero la solidaridad de los regidores en defensa de sus intereses les lleva a mancomunarse para defender sus intereses frente a la Mesta y el alcalde entregador Trillo. Ese día acuden todos, pero cuando al día siguiente se vuelve a tratar el estado de necesidad de la villa faltan muchos. Se reconoce que las existencias del pósito se están agotando. Cuatro días antes, un canónigo de Toledo se ha presentado para cobrar el montante de noventa y seis fanegas del trigo embargado unos meses antes. Se da por imposible encontrar trigo en toda la comarca, pues la esterilidad de las cosechas ha alcanzado a todos los pueblos. Por último, se invita a los labradores que dispongan de grano excedentario a que lo vendan al pósito para sobrevenir las necesidades de los vecinos.
A pesar de ello, el desorden en el abasto de pan se ha instalado en el pueblo. La mayoría del pan cocido queda fuera de la red municipal y su fabricación y venta se hace al margen del control municipal. ¿Son los regidores villarrobletanos ajenos a estos procesos especulativos? Se ha señalado a estos regidores como los principales causantes de la crisis y decadencia de la villa al subordinar el bien público a su propio interés privado. Muestra de ello es que un análisis de las actas municipales nos demuestra la gran cantidad de pleitos que tiene que afrontar la villa; las reuniones municipales es una constante pérdida de tiempo en apoderamiento a procuradores ante las audiencias. La advocación de la primera instancia frente al corregidor de San Clemente acabaría, a partir de 1610, en un largo pleito de ocho años, que costaría entre apelaciones, vistas y revistas 20.000 ducados. Y es que la defensa de la primera instancia era la mejor salvaguarda que tenían los regidores y principales villarrobletanos para defender sus intereses, a cuyo servicio ponían una acción de gobierno donde la malversación de los propios y rentas públicas era la norma. Muestra de ello era la residencia del licenciado Santoren en el año 1600, la nueva residencia del corregidor Mudarra y el alcalde mayor Cid tres años después y la última auditoría de cuentas este mismo año de 1605 a cargo del juez real, el doctor Zarandona. En todas estas residencias quedó demostrada la nefasta e interesada administración de lo público por los regidores, obligados a restituir los alcances resultantes de las cuentas.
La declaración de los regidores de treinta y uno de enero es la prueba de cuánto había de infortunio y cuánto de malversación en el estado de necesidad de la villa. El pósito, que a pesar de la mala cosecha, contaba con 10.000 fanegas en septiembre de 1604, no tenía provisiones para aguantar hasta la cosecha de agosto. Sabemos que la presencia del corregidor en Villarrobledo, entre finales de diciembre y comienzos de enero, había tenido como finalidad descubrir el acaparamiento de trigo por los vecinos ricos, pero se había ido con las manos vacías. Los sembrados ya anunciaban una cosecha nefasta y el caudal y trigo del pósito se dilapidaba demasiado rápido:
dixeron que por el mes de septiembre próximo pasado de seyscientos quatro ubo en el pósito desta villa diez myll fanegas pocas mas o menos con las quales se entendió abía sufyciente abasto por la esperiencia que se tenía de otros años en el gasto del dicho pan y andando el tiempo se a visto que dicha cantidad no es sufyciente para fasta agosto que viene porque en los vecinos se ve en cada día mayores necesidades y están tan apretados con la mucha esterilidad que a sobrevenido, que no solo la nezesidad es presente pero yrá creciendo por la poca agua (tachado= con la mucha agua) que a sobrevenido y por estar los sembrados mal nacidos por cuya causa aún los más rricos compran el pan de que se sigue mayor carga en el dicho pósito y que con las dichas diez myll fanegas no ay sufyciente cantidad para el abasto y esto es más sin duda supuesto que aunque el señor don Diego de Mendoça corregidor deste partido a hecho grandes diligencias y cala y cata para entender quien tenya trigo no a hallado quien pueda rremediar aun asimismo y aunque los dichos señores alcaldes an fecho por su parte las dichas diligencias an hallado la misma dificultad y carestía y que si se aguardase a comprar trigo no se hallaría por ningún precio ni sería posible rremediar la necesidad que ya se be e a de apretar a esta villa y aviendo echo esperiencia del trigo que cada un día se gasta más y el día que menos se gastan sesenta fanegas y para oviar mal tan grande y nezesidad tan forzosa que se espera= dixeron que mandauan y madaron que del caudal del pósito se compren tres myll fanegas lo qual fuere más nezesario y porque en la compra a de aver dificultades y no se a de hallar a la tasa de su magestad...
Se conminaba a tres vecinos a comprar las 3.000 fanegas de trigo allí donde se pudiere, tanto entre los vecinos de Villarrobledo como forasteros. Se ponía como condición que los precios de compra fueran a precios moderados, cosa difícil de cumplir dada la especulación a que había dado lugar la escasez de grano. Pero las cuentas tomadas por el corregidor denunciaban una deuda con el pósito de 4.900 fanegas de trigo y 6.700 reales. Los deudores tenían nombre y apellidos y lejos de la imagen que se pretendía dar de pobres labradores se correspondían con vecinos principales: así, García Ortiz de Vargas, regidor, debía 300 fanegas.
El caso es que para finales de febrero ningún deudor había satisfecho sus deudas al pósito. Para entonces, el problema había trascendido el ámbito local. El Consejo Real había comisionado al corregidor Mudarra para que examinara el trigo existente en los pueblos de su partido y el estado de la futura cosecha, pues hasta la Corte había llegado la noticia que en muchos pueblos por la falta de simiente los campos estaban sin sembrar:
en el consejo se tiene noticia que a causa de la poca cosecha de pan que ubo el año pasado en esas villas y su tierra y en otras muchas provincias destos rreynos los labradores y personas que an de labrar y sembra no tienen el trigo y simiente que an menester para hazer sementera este año...
La provisión, aunque de 24 de enero, se hacía notoria al ayuntamiento de Villarrobledo el 6 de marzo, del mismo modo que también se había comunicado al resto de las dieciséis villas. El corregidor trataba de saber el trigo real existente en los pósitos, las tierras que se habían dejado de sembrar y, sobre todo, las consecuencias de cara al futuro de una anunciada escasez, a añadir a la ya sabida de la cosecha de 1604. Pero el corregidor Mudarra mostraba una total falta de voluntad y una manifiesta incapacidad para imponerse a los regidores villarrobletanos, que soslayaban hablar de la escasez de trigo en el ayuntamiento, evadiéndose con temas considerados más importantes como la conveniencia de crear un convento de carmelitas descalzas con el legado dejado por Ana Ruiz, viuda de Juan Cano Moragón.
Por más que obviaran la realidad los regidores, ésta se imponía con crudeza, en las actas de cuatro de abril, por primera vez, aunque como una posibilidad, aparece la palabra hambre. Acordándose confeccionar un padrón con las personas necesitadas en el pueblo a las que se ha de repartir pan. Entre los necesitados, el convento de San Francisco, que pide prestadas veinte fanegas de trigo a devolver para Santa María de Agosto, aunque finalmente recibirá doce. Otras dieciséis fanegas de trigo irían para limosnas con motivo de la procesión del Villarejo del primer jueves de mayo. Esta procesión era una romería que se dirigía hasta la ermita de San Nicolás y que se venía haciendo desde que la villa tenía doscientos vecinos; se trataba de una rogativa para pedir al santo por un buen tiempo que facilitara los frutos del verano y se acudía a la necesidad de los pobres con seis mil maravedíes. Ahora, cuando villa contaba con tres mil vecinos se reconocía la impotencia para acudir a las necesidades de tantos pobres como había, las necesidades se traducían en dinero por cuantía de 40.000 maravedíes. Racionamiento y limosna se presentaban como medidas complementarias y solidarias en una sociedad golpeada por intermitentes crisis de subsistencias.
Por supuesto los regidores villarrobletanos veían el panorama de escasez que se presentaba ante sus ojos, pero eran parte interesada y aprovechada. Cínicamente defendían las libertades e independencia de la villa frente a las intromisiones del corregidor. Tal era el caso del regidor Francisco de Lamo, a quien el corregidor Mudarra había encausado por especular con el trigo y venderlo a un precio superior a la tasa. Todos los regidores cerrarían filas en defensa de la primera instancia, en una causa que, sin duda, les afectaba a todos: los autos se debían sustanciar en Villarrobledo y no en San Clemente. A defender esta postura se mandó al licenciado Mérida de Minaya a la villa de San Clemente. Pendían otras causas ante el corregidor y el alcalde mayor iniciadas en Villarrobledo y llevadas a finalizar a San Clemente y algún vecino villarrobletano, Cristóbal Montoya, estaba preso en la cárcel de esta villa, pero el conflicto giraba en torno al trigo y su especulación por los regidores de Villarrobledo, que elevaron sus protestas a las ejecuciones de los alguaciles mayores del partido en la villa con la excusa de que llevaban un salario superior a los seis reales fijados. Se sumaban asimismo las protestas por apropiarse el corregidor de las penas impuestas por denuncias contra las ordenanzas y que según la costumbre debían ir al concejo. Además, el corregidor de San Clemente tenía presos en la cárcel de la villa al mayordomo del concejo de Villarrobledo, Alonso Valero, y al arrendador de la correduría, Martín Sánchez de Posadas, por deudas de los salarios de Antonio de Quevedo, alguacil del partido, por valor de 500 reales correspondientes sus desplazamientos a Granada en las diligencias sobre un pleito que sobre ordenanzas de las rastrojeras se había llevado en la Chancillería. Cuando el mencionado alguacil pide sus salarios, recibe 24 reales.
Mientras las existencias del pósito estaban agotadas. El dieciocho de mayo los regidores deciden reponer existencias, echando mano del caudal monetario del mismo, a sabiendas del excesivo precio del trigo en estos momentos y su coste para la villa (o quizás del beneficio que pueden alcanzar como vendedores). El treinta de mayo se reconoce que la cosecha de cebada y centeno del presente año va a ser muy escasa. No solo las personas comen, también las bestias de labor. Para pasto de mulas, jumentos y yeguas se cede el pinar de Bernagosa. Para el ocho de junio se dan por agotadas cualesquier existencias de granos o dineros en el pósito, solo queda moneda de vellón se que nadie quiere trocar en moneda de plata, única que parece aceptarse para las compras e trigo. Se vuelve a recalcar la pobreza de la cosecha que se espera y se aboga, en una decisión que marcará el futuro de la villa, por pedir a censo 20.000 ducados. Hasta Toledo se manda al regidor Diego de Bustos para implorar al cardenal que la villa pueda disponer del trigo de las rentas pontificales, el cual se promete pagar al contado. Lleva el mandato también de que los clérigos no puedan sacar trigo de la villa para venderlo fuera. Dos regidores recorrerán los campos para ver in situ la futura cosecha que se espera coger y si es tan pobre como se anuncia.
La villa está exhausta, debiendo hacer frente a los réditos de censos y a los salarios sus oficiales y, en mayor cuantía, de sus procuradores y solicitadores de pleitos. Cuando el 14 de junio, con dos meses de retraso, llega la noticia del nacimiento del futuro rey Felipe IV, Villarrobledo responde que fiestas y alegrías por tal acontecimiento se carguen sobre las rentas reales de las alcabalas y no sobre sus propios. El veinte de junio, en lo que se considera un agravio insoportable, el contador de las rentas decimales del obispado de Toledo, Gaspar Yáñez, se presenta ante el concejo exigiendo que los labradores, antes de entrar el trigo de la próxima cosecha en sus graneros, estarán expuestos a la visita de los recaudadores. Aún así, Villarrobledo protesta el mandamiento diplomáticamente: no es posible realizar tales visitas de inspección en una villa que cuenta con quinientos o seiscientos labradores, esparcidos por un término de varias leguas.
El 27 de junio, en previsión de la mala cosecha que se espera, se acuerda idear un sistema de racionamiento para todos los vecinos:
a de ser necesario dar el pan del pósito por red y de causa de no auer auido este año más de una rred se a visto por esperiencia que se a gastado mucho más pan de lo nezesario demás que se tomauan mucho trauajo el pan en la dicha rred y la gente pobre y travajadores toman el pan tarde y pierden mucho de su trauajo y para rremedio de ello combiene se pongan tres casillas donde se dé el pan del pósito y por ello se haga lista de todos los vecinos desta villa a calle hita haciendo cada parroquia de por sí para que en cada una de ellas se ponga una casilla de pan donde se dé y se haga para cada una de ellas una tabla donde se escriban los nombres de las personas que an de acudir a la dicha rred y casilla
Entretanto, hasta que se recoja la nueva cosecha, el sustento de los vecinos se intenta atajar con la última compra de trigo, decidida por los regidores el 18 de mayo: mil fanegas al precio cada una de treinta reales y medio. La libra de pan, que hasta ahora se ha vendido a los vecinos a seis maravedíes, se venderá ahora a ocho. Se pretende que el pósito tenga que soportar graves pérdidas, pero asimismo disponer de liquidez para las mil fanegas de trigo adicionales que se estiman necesarias para llegar a la próxima cosecha.
y por ser como es la nezesidad y poca cosecha de pan tan general si no se acude a el rremedio con tiempo tercia mucha dificultad y esta villa estaría en peligro de perderse y despoblarse
De esta guisa rezaba la queja de los regidores villarrobletanos en el ayuntamiento celebrado el 11 de julio de 1605. La escasez se había apoderado del Reino. Hasta Villarrobledo había llegado petición de los Inquisidores del Tribunal de Murcia, pidiendo 1.500 fanegas de la próxima cosecha, pero la cosecha se esperaba nefasta, Los labradores todavía disponían de algún trigo pero se negaban a venderlo. El corregidor de San Clemente había suspendido la almoneda para panadear el trigo del pósito en el año venidero y había impuesto el control directo por el concejo del trigo panadeado. Los regidores daban cartas de poder para acudir ante el Consejo Real en Valladolid para obtener licencia para tomar a censo de 20.000 a 24.000 ducados. Por fin, el 21 de julio, quizás para emular la decisión del canónigo Yáñez, con más probabilidad para adelantarse a sus intenciones, se acuerda requisar el grano a los labradores que ya empiezan a cosechar:
mandaron que dos oficiales de este ayuntamiento juntamente con el rregidor Antonio Téllez alcalde ordinario al campo por las heredades de esta villa por su jurisdición a ver el pan que cada un labrador coje y los pegulajeros y a cada uno tomen para el dicho pósito la quantidad de trigo y centeno que les paresciere pueden dar y hagan cala y cata en las dichas heredades sin exceptar persona alguna
Se les pagará a catorce reales la fanega, cuatro reales por debajo del precio fijado por la tasa; sólo se les compensará esa diferencia de cuatros reales medio año después. El embargo se hizo extensivo a las rentas del diezmo e incluso al trigo acumulado por uno de los regidores, Francisco Martínez Bonillo. Se enviaron comisarios a Aragón y Valencia para la compra de trigo, pero previamente se intentó en Toledo cambiar por plata la moneda de vellón existente en el caudal del pósito; la plata había desaparecido de la circulación en Villarrobledo. Para obtener el pan se mezcló el escaso trigo con el candeal, pero el precio se mantuvo en diez maravedíes la libra, pues la fanega de trigo ya superaba la tasa del año 1600, fijada en 18 reales, yendo más allá de los treinta reales. Se hicieron ensayos para ver la cantidad resultante de la mezcla del trigo con el candeal, por una fanega del primero se obtenían alrededor de 110 libras de pan, por una fanega del segundo, no llegaba a noventa. Se habilitaron 53 panaderos con licencia para la venta, distribuidos en tres puntos de ventas: uno en la plaza del Pozo y dos en la plaza Mayor. En uno de estos últimos puntos se situaba la venta a forasteros, a los que se vendía la libra a doce maravedíes.
El trigo necesario para el pósito se encontró por fin a comienzos de agosto en manos de un vecino de Villar del Águila, tierra de Huete, y sobre todo, en la comarca de Molina de Aragón, donde se envío a dos frailes para tratar la compra de cerca de 10.000 fanegas. Simultáneamente cuatro regidores, cumpliendo órdenes del corregidor, acompañados de alguacil y regidor, registraban el trigo de los labradores.
Los dos frailes se encontraban en la tierra de Molina a fines de agosto, comprando el trigo para el pósito. Los precios, con la cosecha recién recogida, ascendía ya a 30 y 36 reales la fanega de trigo; el doble del fijado por la tasa. Para evitar pérdidas, el concejo villarrobletano decidió subir el precio del pan a doce maravedíes la libra; el mismo que pagaban los forasteros, que pronto, el 2 de septiembre se subiría en dos maravedíes más. Pero los informes que desde Molina mandaba el padre Serrano, uno de los frailes, avisaban de la escasez de trigo en la zona de Molina obligaría a completar las compras en Aragón y que los costes de acarreo elevarían el precio de la libra de pan cocido a 17 maravedíes. Las noticias del fraile y otras negativas, como las del alférez Sebastián de Losa que se había desplazado a Medinaceli, llevaron a desechar la opción aragonesa e intentar comprar el trigo de Cartagena, ofrecido por el Marqués de la Vélez, gracias a la mediación del corregidor. Pero de nuevo se chocaba con la falta de numerario en plata. De hecho, el único dinero aceptado. la generalidad de las transacciones y pagos se hacía con moneda de vellón. Así se volvió de nuevo a la requisa y embargo del trigo del diezmo, que obraba en poder de los fieles, procedente de la reciente cosecha. Claro que el trigo que se procuraba embargar era el correspondiente a las tercias reales, pues el concejo bien se cuidaba de incluir en este embargo la cuarta parte de las rentas decimales, que se pensaba dedicar a la sementera. Para disponer de esta parte se procuraba utilizar el camino de la mediación con la Iglesia de Toledo. En cualquier caso, la parte de trigo embargado correspondiente a las tercias para comienzos de octubre ya estaba en el pósito. Dicho trigo daría lugar a un pleito con la villa de Almagro, a quien se habían arrendado los frutos decimales. En cuanto al trigo para la sementera sería cedido a finales de octubre por la iglesia de Toledo, pero de fiado y a pagar en la cosecha de agosto de 1606, en unas condiciones tan leoninas en los intereses que se decidió pagar al contado. Aunque el problema era el dinero.
Como un agravio en la villa, se debió ver el requerimiento del corregidor de San Clemente, que, con cargo de la parte del diezmo correspondiente a las tercias, decidió asignarse la dotación que, de los cereales villarrobletanos, hacía uso anualmente para su casa y para la casa del alcalde mayor (doscientas fanegas de trigo y ciento cincuenta fanegas de cebada para el corregidor y cien fanegas de trigo y cincuenta de cebada para el alcalde mayor).
El problema de la escasez afecta a todo el corregimiento. El corregidor decide convocar, en la vieja tradición de las juntas del Marquesado, una junta de las diecisiete villas del corregimiento. Se celebrará el domingo 16 de octubre de 1605 en Iniesta y acudirá un regidor o alcalde por villa. Deben acudir con las necesidades de trigo de cada uno de los pósitos locales. Por primera vez, se intenta dar una solución general a las malas cosechas. Se ha concedido licencia real para sacar 300.000 fanegas de trigo del Reino de Aragón para provisión del Reino de Toledo y otras tierras, entre ellas el corregimiento. La junta acordó que el corregidor escribiese al Consejo Real sobre la necesidad de trigo en el corregimiento. La petición sería defendida por Pedro Durango, estante en la Corte, que recibiría un salario de 50 ducados a repartir entre las villas. Las desavenencias vinieron cuando San Clemente y otras villas pidieron socorro económico al resto de villas por la plaga de langosta que estaba azotando sus frutos; Villarrobledo se negó a dárselo con la justificación de que ellos no padecían de esta plaga.
Villarrobledo disponía de otro pósito, el llamado pósito de los pobres, fundado por el doctor Uceda y Torres, cura de la villa. El caudal del dicho pósito, diecisiete mil reales, que obraban en poder del regidor Pedro de Montoya Vizcarra, sería requisado y agregado al caudal del pósito municipal, a cargo de su mayordomo Juan Rosillo. A marchas forzadas, se intentaba acumular suficiente dinero para la compra de trigo para la siembra a la Iglesia de Toledo. Así se conseguía recuperar más de 2.000 reales de algún deudor atrasado del pósito y la villa debió respirar aliviada cuando se conoció la rebaja en un millón de maravedíes del encabezamiento de las rentas reales del suelo de Alcaraz, tierra a la que fiscalmente pertenecía Villarrobledo. Pero a fecha de 13 de noviembre todavía había labradores sin simiente. De nuevo, se intentó obtener la cuarta parte de las rentas decimales de sus tenedores a precio de la tasa.
Durante el invierno, la escasez que vive la villa apenas si se trata las reuniones del cabildo, hasta que el 13 de febrero de 1606 se recibe mandamiento del corregidor de San Clemente tasando el precio de la venta del pan, a petición del procurador sindico que se queja de que la libra de pan se está vendiendo a un precio superior a doce maravedíes la libra. Pero la situación que se vivía debía ser desoladora. En la vecina San Clemente, sin duda con menos provisiones de trigo que Villarrobledo, el panorama que se nos presenta el 21 de febrero, cuando se decide el reparto de dos mil ducados entre los pobres, es de hambruna:
y este presente año avía sido el más estéril en essa dicha villa y su tierra, que xamás se avía visto, y la gente pobre passava grandísima necesidad y se cayan muertos de anvre: y aunque algunos andavan clamando por las calles, no avía quien tuviesse posibilidad para socorrerlos, ni los que tenían heredades las cultivaban; y se temía que avría de suceder, por la dicha ocasión de aver tanta anvre, alguna enfermedad de peste como la que avía sucedido en essa dicha villa el año de 600 (1)
Las quejas de la villa de Villarrobledo se reavivan el 23 de febrero, cuando llega la noticia de que Villarrobledo debe aportar 30 carros y 90 mulas para la mudanza de la Corte de Valladolid a Madrid.
en esta villa no ay ni se podrán hallar mulas para que puedan servir en la dicha jornada por estar todas hellas muy flacas y decaydas de causa de la gran falta de zebada
Lógicamente el Rey no podía recibir una simple negativa. Así que a la ritual exposición de motivos, bastante cierta, sobre la esterilidad de los tiempos y la pobreza de los vecinos, se añadía la petición de concesión de arbitrios para sufragar los costes de los carros y mulas, en una decisión que para nada beneficiaba a aquéllos en cuyo nombre se solicitaban los mencionados arbitrios. La dehesa carnicera se roturaba para tierras de labor por tiempo de ocho años y se arrendaba por el mismo tiempo para pasto la dehesa de Calaverón. A corto plazo, la decisión tomada fue más tajante, para el uno de abril se decidió el embargo de 25 carros a varios vecinos con una compensación de 400 reales a pagar en agosto o septiembre del dinero obtenido con la próxima cosecha. En las actas del doce de abril aparecen los 25 carros finalmente embargados y el nombre de los vecinos afectados con todo detalle. Finalmente en mayo la aportación quedaría en quince carros.
Mientras los problemas de aprovisionamiento de pan se agudizan, viéndose obligada la villa a establecer el 13 de marzo un estricto racionamiento del trigo. Se fija un único punto de entrega del pan a los vecinos, las casas dejadas por el doctor Uceda, antiguo cura de la villa, con asistencia continua de dos regidores para evitar el descontrol en la distribución. A los problemas de distribución se unían los de malversación de fondos. Tal como se reconocía en la sesión de 13 de abril de 1606, varios vecinos encargados de la compra de trigo para el pósito se habían quedado con parte del dinero, tan necesario ahora para la realización de nuevas compras.
Para el 26 de abril la gravedad de la crisis ya nos aparece en toda su crudeza, reconociéndose la labor desinteresada de los médicos por atender el número creciente de los pobres de la villa:
dixeron que de causa de la nezesidad que padezen los vecinos pobres desta villa a avido y ay muchos enfermos y los médicos desta villa an tenido cuydado y lo tienen de presente de visitarlos sin ynterés alguno
Las condiciones de distribución de pan para los forasteros se endurecen, aumentándose el precio a 16 maravedíes la libra. Se intenta restituir la falta de trigo en el pósito con nuevas compras; esta vez en Alcázar de San Juan, que por entonces se llamaba Alcázar de Consuegra. Como el año anterior, aprovechando la procesión de San Nicolás de los Villarejos para el once de mayo, se repartirá pan cocido a los vecino pobres, panadeado del trigo veinte fanegas existentes en el pósito, correspondientes al beneficio curado de la villa, y que cedidas en un contexto de necesidad ahora el párroco pretende cobrar a precio tasado de 18 reales, aunque eso sí, en plata.
Pero ya se sabe que la cosecha del mes de agosto va a ser muy buena. La escasez presente con la abundancia futura desata los procesos especulativos. Desde villas como San Clemente o Belmonte se disparan las ofertas de compra por el grano de la venidera cosecha villlarrobletana. Son los propios vecinos ricos de Villarrobledo, que dando la espalda a la necesidad de sus convecinos, los que se desplazan a las villas comarcanas ofreciendo su futura cosecha al mejor postor. En saco roto caen las peticiones que las ventas se hagan primero entre compradores de la villa. El concejo solo puede ofrecer 22.000 reales para las compras de agosto para proveer el pósito con sus caudales. Se aportarán tres mil ducados más (¿del dinero obtenido a censo?), que se prestarán a vecinos de la villa para que compren trigo a partir del quince de agosto y se comprará más trigo para el pósito para abastecimiento de la villa para el periodo de junio a agosto. Mientras la necesidad y el hambre continúa, el cinco de junio de 1606, Villarrobledo, el granero de España, acuerda que para remediar el hambre se provea a sus vecinos de pan de cebada, se compren cuatro mil fanegas para el pósito, pero esta vez de centeno, y, en una medida sin precedentes en la villa se manda la expulsión de todos los forasteros en un plazo de tres días. La expulsión sería más gesto propagandístico que otra cosa, pues difícilmente podía prescindir Villarrobledo de los peones para la siega. No es de extrañar que pocos días después en otro ayuntamiento se volviera a decisiones anteriores de mantener el precio de pan a los forasteros a 16 maravedíes pero bajando la libra de 16 a 14 onzas.
El desabastecimiento iba acompañado de la especulación, el hambre presente de los vecinos era parejo a unos campos que ese verano mostraban una cosecha abundante como no se recordaba desde hacía tiempo.
Archivo Municipal de Villarrobledo (AMVi), Actas municipales del 22 de septiembre de 160 hasta el 29 de junio de 1606
(1) TORRENTE PÉREZ, Diego: Documentos para la Historia de San Clemente. Tomo II. Madrid, 1975. pp. 164