La de 1641 es la última leva de milicias de Rodrigo Santelices que parte para su nuevo puesto de Inquisidor en Sevilla. Su labor ha mostrado a la junta de Ejecución las carencias del reclutamiento más que las fuertes resistencias locales. Las enseñanzas son dos: la poca confianza que merecen los oficiales y soldados de las antiguas milicias y la resistencia heterogénea de un patriciado concejil dividido en rencillas internas y siempre dispuesto a ocupar el vacío dejado por el oponente local.
La milicia está agotada; ha aportado todos sus hombres en dos levas continuadas. Se precisan nuevos soldados y nuevos oficiales. En agosto es reformado, es decir, cesado, el sargento mayor Diego Gutiérrez de Villegas. Este santanderino de Santa Cruz de Castañeda está demasiado integrado en la vida local y es poco amigo de aventuras militares. Para noviembre será recibido como hijodalgo y casará con Josefa Sevillano, hija de Miguel Sevillano, regidor y ganadero, dominador de la vida municipal san clementina de los años veinte y treinta. Es un matrimonio crepuscular, la vieja oligarquía de los ganaderos deja paso a los señores de tierras que medran a costa de la crisis de los labradores ricos, alejados de la villa en sus casas de campo. El nuevo sargento mayor, Francisco González de Torres, llega a finales de año (152). El vacío dejado por Rodrigo Santelices lo ocupa momentáneamente a comienzos de 1642 su hermano Juan, que intenta renovar la milicia con soldados nuevos para un nuevo servicio de seis meses, hasta que Pedro Morquecho, del Consejo de su Majestad, por delegación de su hermano Bartolomé, asume el control de las milicias de Cuenca. Desde Requena y de la mano del nuevo sargento mayor decidirá los nuevos reclutamientos hacia la ciudad de Tortosa. Con la renovación del sargento mayor llega la de los capitanes. Andrés Sanz de los Herreros pide su cese como capitán de milicia en abril; a pesar de la oposición de los regidores, que no quieren hablar de nuevos nombramientos, mientras no se solucione el llamamiento que les ha hecho el rey para su incorporación a la guerra. Pasado el peligro aceptarán el nombramiento de nuevo capitán en septiembre en la persona de Juan Santos (153) . Cuando Pedro Morquecho llega a San Clemente en abril de 1642, la milicia ya ha sido organizada por Juan Santelices quien, ausente, ha contado con la inestimable ayuda de Francisco Destudillo Villamediana, tesorero de rentas reales, encargado de financiar la milicia con los préstamos de los vecinos particulares, 2.580 reales. Pedro Morquecho autorizará al uso de los arbitrios de dehesas y pinares suspendidos por los regidores, aprovechando el vacío dejado por la marcha de Rodrigo Santelices.
En el mes de abril la situación del frente catalán se hace insostenible. Diego Obispo, presidente del Consejo de Castilla, anuncia la tan esperada jornada real para el 23 de abril, pidiendo el monarca le acompañe la nobleza al frente catalán. San Clemente que está sorteando el día tres los soldados de milicia, recibe el día nueve la orden de la aportación hidalga de cien infantes con sus 3.600 ducados de plata para el pago de seis meses y que las tres cuartas partes de los regidores salgan a seguir la real persona. El patriciado san clementino como el de otras ciudades, al que la historiografía desde los ochenta ha presentado como defensora de las comunidades locales y bastiones de la desobediencia real, en defensa de un constitucionalismo avant la lettre, parece más obsesionada por salvar su pellejo y vender su alma, en este caso al rey. Aunque han servido ya el día tres con mil ducados, no se oponen al nuevo servicio de 3.600 ducados; piden los regidores se les considere impedidos para la guerra por el corregidor, que acaba dando su consentimiento, después de reconocer no saber cómo excusarlos: “he decidido alargarme un poco más y dar por escusados los diecisiete regidores”. En esa sesión del ayuntamiento de 18 de abril le han debido adelantar el precio a pagar y que no es otro que aumentar el 25 de abril los cien infantes a ciento cincuenta, que a la postre acabarán saliendo de la población pechera (154).
La desafección de la nobleza, de la que habla Domínguez Ortiz (155), es con sus propios vecinos, antes que con el rey. El rey está esperando en Cuenca sus soldados, pero los únicos que llegan de San Clemente son los milicianos que han partido en dos grupos hacia Molina y hacia Requena, conducidos por el cabo Alonso de Arcos. El rey parte de Cuenca el 25 de junio por los tortuosos caminos de la serranía conquense, los mismos que han tenido que recorrer los soldados reclutados desde el año 1634. Todavía tendrá que aguantar el desaire de la ciudad de Zaragoza, que le obliga a acampar al otro lado del Ebro. Hasta comienzos de septiembre no saldrán los 150 infantes de San Clemente, aprovechando el nombramiento del nuevo capitán Juan Santos. El dinero para la conducción lo custodiará de nuevo el regidor Juan López de Toledo. Desde el día uno de septiembre hay un alguacil ejecutor en la villa enviado por Antonio Miranda, decidido a embargar los tres carros con sus mulas pedidos con anterioridad y cansado del regateo de los regidores intentando sacar el mejor precio por ellos (156). Los dos meses de inexplicable inacción (157) que transcurren desde la llegada del rey a Zaragoza el 27 de julio hasta enfrentamiento de Lérida del 7 de octubre, son de larga espera a las tropas que faltaban por la irresponsabilidad de una nobleza local muy larga a la hora de mandar a sus vecinos pecheros a la guerra e incapaz de asumir sus responsabilidades (158). El resultado fue el conocido desastre de Lérida y los cuatro mil castellanos muertos.
A partir del año 1643, los superintendentes de milicias, miembros del Consejo y de las Chancillerías o fiscales de Casa y Corte, se suceden en un distrito amplio que a veces va más allá del obispado de Cuenca para incluir el Reino de Murcia (Luis de Gudiel y Peralta, Francisco Antonio de Alarcón, Diego de Zapata, Vicente Bañuelos), pero permanece el sargento mayor de los partidos de Cuenca, Francisco González Torres, actuando por delegación de aquellos. Creemos que el servicio anual de seis meses en la milicia se ha sustituido por un servicio de más larga duración y que los reclutados a partir de ahora se corresponden con las necesidades de reposición de la monarquía (159). Es el sargento mayor el que va pidiendo con regularidad los hombres necesarios. Para el año 1643, se piden a la villa de San Clemente 14 soldados, de 120 infantes repartidos a su partido (160); para 1644, 16 soldados de los 700 infantes que se mandan sacar de la provincia de Cuenca (161), para 1645 otros 16 de los 800 infantes sacados de la provincia de Cuenca con destino Cataluña, en 1646 hemos de suponer otros tantos (162) .
En el año 1645, se alude a cierta regulación de los soldados de milicia del año 1642, ordenada por Bartolomé Morquecho, por las que se excluía de la milicia a aquellos casados con tres hijos o más, y se considera soldados de milicia a aquellos que estén inscritos en las listas. Se alude una y otra vez por el sargento mayor a las listas de 1635 en poder del ayuntamiento de San Clemente, para discernir el que es soldado del que no lo es. Creemos que estas listas, que el ayuntamiento siempre procuró ocultar, son semejantes a las listas conservadas de Las Mesas y El Pedernoso, elaboradas con motivo de la movilización general ante la entrada en guerra con Francia y decretada por la real cédula de 28 de abril de 1635. De hecho, las milicias se agotaron desde la primera leva de Rodrigo Santelices que movilizó a los ochenta soldados de la villa de San Clemente y exigió nuevos sorteos en la segunda leva de 1641. Se recurría pues a unas lista de hacía 10 años que recogía todos los hombres útiles para la guerra de 18 a 50 años. La regulación del reclutamiento era una condición imprescindible para su aceptación por las comunidades locales. Como contrapartida a las actuaciones punitivas contra los fugitivos se implantó una política de exenciones que evitará la dislocación de las comunidades rurales y las arbitrariedades de los poderes locales. El fallo que cometió Rodrigo Santelices no fue el rigor de su ejecución, sino dejar en manos locales las acciones de castigo de las deserciones, abriendo la puerta a los ajustes de cuentas en los pueblos. Junto con la exención de los padres con más de tres hijos, se mantienen otras medidas como que el hermano o el padre sustituyan al soldado fugitivo, y que los soldados sorteados han de ser naturales de los pueblos (163) e inscritos como soldados de milicia e incluso se establece un sistema de declaración de inutilidad por certificación de los cirujanos (164). Lo llamativo es que las medidas punitivas, prisiones y secuestros de bienes, las aplican los regidores comisarios de las villas y el restablecimiento de la justicia corresponde no al corregidor sino al sargento mayor o al superintendente, que siguen asumiendo un papel vigilante frente a las complicidades locales con los fugitivos (165).
Finalmente, a partir de 1647 se intentó trocar el reclutamiento por una aportación pecuniaria, la composición de milicias. Rechazada por los pueblos en un principio por ser vista como una imposición más, se impondría en los años sucesivos. Para entonces el esfuerzo de la guerra había dejado a los pueblos despoblados y esquilmados (166) . Sabemos del coste global de las guerras para una de las villas del corregimiento, Villarrobledo. Desde el año 1634, ha aportado cuatrocientos hombres y gastado 24.792 reales de vellón y 10.433 de plata; los gastos de las requisiciones de carros y mulas le han supuesto 4.932 reales de plata y en la composición de las milicias de los años 1647- 1649 gastará otros 17.129 reales de vellón y 3.700 reales de plata (167). Todavía en 1650, la composición de milicias sigue apareciendo como un servicio alternativo a la aportación de hombres. Juan Flórez y Guzmán, alcalde de los hijosdalgo de Granada y Superintendente de milicias de los partidos del adelantamiento de Murcia pide un servicio de 20 soldados a San Clemente, permutables por una aportación de 14.400 reales, mitad en plata y mitad en vellón, a razón de 72 escudos, de a 100 reales, por soldado. El mismo mandamiento del Superintendente Flórez indica que el sistema de composición de milicias está todavía en ciernes; fechado el 28 de marzo, Flórez lamenta que elegida la aportación de dinero, no se ha puesto ni un real a uno de enero en la ciudad de Murcia, para facilitar el reclutamiento de gente voluntaria antes de la campaña de primavera, cosa que no ha ocurrido, de hecho, se reconocen deudas del servicio de milicias de años antecedentes; por lo que se plantea abiertamente el reclutamiento por sorteo de quintos y el envío de ejecutores para hacerlo efectivo o su sustitución por dinero. Con la intención de evitar el sorteo de quintas propuesto y forzar su sustitución por la composición de milicias, se incluye en los padrones para dicho sorteo a los oficiales del concejo y a los privilegiados, sin dar la opción de sustitución de los quintados (168). El endurecimiento de las condiciones se había producido dos años antes, para el caso de Cuenca, sabemos que en agosto de 1648, tras la caída de Tortosa (169), el superintendente de milicias Vicente Bañuelos intenta levantar un soldado por cada 30 vecinos. Intento fracasado pues para noviembre se vuelve al reclutamiento de un soldado por cada cien vecinos, es decir 8.000 infantes para Castilla y Andalucía, sustituido por una aportación de 720 reales por soldado (170). En septiembre, el doctor Bañuelos ha pasado de superintendente de milicias a ser superintendente de rentas reales, en un intento consciente de la Corona de racionalizar y garantizar la recaudación fiscal mediante la generalización y establecimiento de esta figura de los superintendentes de rentas reales en todos los partidos de Castilla.
152 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos de 8 de diciembre de 1641.
153 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos de 26 de abril, 22 de junio y 3 de septiembre de 1642.
154 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos del mes de abril de 1642. En Alcaraz la obligación militar de los regidores se cambia por una compañía de 40 hombres a caballo, trastocada finalmente el 22 de junio por 17 infantes montados y 50 a pie en el partido. Simultáneamente a la ciudad y su partido se le están pidiendo desde Toledo los soldados que faltan de presidios; se le han repartido 97. El 10 de julio llega Luis Gudiel a la ciudad, para establecer la milicia en es ciudad y dando patente de capitán a Francisco Aguado de Córdoba para levantar 80 soldados. En los días posteriores recibirá la visita de Antonio de Miranda para exigirle los montados prometidos (AMAL. Acuerdos de junio y julio de 1642).
155 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: “La movilización de la nobleza castellana en 1640”, Anuario de Historia del Derecho Español (1955). pp. 799-823. Es reseñable el caso de los hidalgos de Albacete que prefieren presentar como fingida su nobleza, postizos e introducidos, antes que servir en la guerra (ibídem, p. 818). De los ocho hidalgos de Las Pedroñeras, cinco alegan estar enfermos, ser viejos o pobres de solemnidad (AMSC: CORREGIMIENTO. Leg. 148/75). Una nueva petición de diciembre de 1642 pidiendo caballeros montados entre los caballeros de las órdenes o hidalgos sustitutos, a cambio de hábitos de las Órdenes, sería sustituida para mayo del año siguiente por simple aportación de jinetes sustitutos (AHN. NOBLEZA. FRIAS, C-87, D. 58-76. Cédulas reales de 31 de diciembre de 1642 y 28 de mayo de 1643)
156 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos de 1 y 3 de septiembre de 1642.
157 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Ídem, p.819.
158 La leva de los hidalgos de forma compulsoria se intentaría en 1646 por el XII conde de Priego, encargado de formar un tercio de 800 hidalgos. Su estudio lo dejamos para un trabajo posterior (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146).
159 En febrero de 1644 el superintendente de milicias Francisco Antonio de Alarcón ordena al sargento mayor Francisco González Torres, llenar las plazas de milizia (AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos 1 de marzo).
160 AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146/54. Los arbitrios utilizados en esta ocasión para pagar con 17.052 reales la conducción y el sustento de los soldados durante seis meses son los pinares y las dehesas, a los que se añade un celemín por fanega prestada del trigo del pósito. El encargado del reclutamiento es Don Luis Gudiel, Superintendente de Milicias (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 3/21).
161 AMSC. AYUNTAMIENTO. Acuerdos de 6 de abril y 20 y 31 de mayo de 1644. JIMENEZ MONTESERIN, calcula el número de soldados aportados por la provincia en 819 para 1644. op. cit. p. 126. El encargado del reclutamiento es Don Francisco Antonio de Alarcón, caballero del Hábito de Santiago, del Consejo Real y de Cámara, Presidente del de Hacienda y Superintendente de Milicias del Reino de Murcia
162 En 1645, Francisco González requiere a San Clemente para que remita los soldados de milicia, pues la villa de Requena, con la mitad de población, ya ha entregado 25 milicianos (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146/57). Para 1646, es Diego Zapata, superintendente y oidor de la Chancillería de Granada, el que desde Albacete solicita los milicianos (AMSC. CORREGIMIENTO, 146/58). Tal vez , en este año 1646, San Clemente ha caído de nuevo en la órbita del Adelantamiento de Murcia, que aporta un total de 700 soldados para la guerra de Cataluña, enviados vía terrestre por Valencia RAH, Colección Salazar y Castro, A-53, fol. 33. Carta de Felipe IV a Luis Méndez de Haro, VI marqués del Carpio, III conde-duque de Olivares, comunicándole que ha recibido carta y que está conforme con lo dispuesto sobre lo que se debe hacer con las gentes de guerra de Andalucía y de Murcia para la campaña de Cataluña. 19 de enero de 1646
163 Juan López Solera, vecino de la Roda y de oficio peinador, alega el carácter accidental de su estancia en San Clemente, y pide al superintendente Diego Zapata se le exima y suelte de la cárcel como soldado de milicia por no ser natural de la villa (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 148/23)
164 Isabel García acude a Requena ante el sargento mayor Francisco González Torres para pedir la exención de su hijo Diego López, con una certificación de manquedad (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 148/17)
165 El 18 de mayo de 1645 San Clemente debe enviar testimonio del “estado de las diligencias, prisiones y secuestros de bienes” contra 40 soldados fugitivos y como los regidores comisarios Jusepe de Garcisánchez y Juan de Ortega han estado “tratando de prender día y noche a los soldados alistados (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146/56 y 148/14) y el 9 de junio son amonestados por el sargento mayor por proteger al desertor Sebastián Alcocer, fugitivo cinco veces, “y si en esa villa no tubiera quien los apadrinara no le costara tanto a sus mds. el conducirlo ni el atrebimiento para bolberse; ay le tienen, v. mds. sirbanse de prenderle” (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 146/57)
166 Barchín manifestará su oposición a la composición de milicias con las siguientes palabras: “y forçados los vecinos de no pagar los dichos pechos reales por las causas dichas se ausentan muchos de sus casas y familias a el Reino de Valencia” (AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 148/76)
167 CAVALLERÍA Y PORTILLO, F. de la: op. cit. p. 74. Sobre la aportación militar de Villarrobledo también se puede ver LÓPEZ SALAZAR-PÉREZ, J.: Estructuras agrarias y sociedad rural en la Mancha (s. XVI-XVII). Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real, 1986, pp. 86-89
168 AMSC. CORREGIMENTO. Leg. 148/40. Carta del superintendente general del Reino de Murcia sobre servicio de milicias
169 Consideramos que agosto de 1648 fue un mes capital para la toma de decisiones, que supondrían de forma inmediata un cambio en la administración territorial y la generalización en asuntos fiscales de los superintendentes en septiembre. Es en este mes cuando se intenta un nuevo esfuerzo reclutador y se constata su fracaso, por la negativa no sólo de las tierras de realengo exhaustas, sino por las reiteradas negativas de los nobles. Como ejemplo, baste decir que a comienzos de ese mes se comunica a los nobles la necesaria aportación de soldados para el sitio de Tortosa, recordando la obligatoria sustitución del servicio de lanzas por la dotación de presidios establecida en 1631. AHN. NOBLEZA. FRIAS. C-87, D. 58-76. Cédula Real de 3 de agosto de 1648, dirigida al marqués de Fuensalida, conminándole a aportar 5 soldados, pagados con 6 escudos al mes, en sustitución de la obligación de 20 lanzas
170 JIMENEZ MONTESERIN, M.: op. cit. pp. 126-127. En este momento, los superintendentes de milicias que han agregado el título de superintendentes de rentas reales desde septiembre de 1648, toman como distritos par la base de su acción los obispados: Don Vicente Bañuelos será nombrado Superintendente de Rentas Reales del Obispado de Cuenca (aunque incluya villas como las de Villarrobledo, por estar incluida en el corregimiento de las 17 villas) y Don Sancho de Torres y Muñetones es nombrado superintendente general de milicias y rentas reales del Reino de Murcia