LA VIRGEN DEL REMEDIO Y "LA OTRA"
No quisiera ser iconoclasta ni ponerme en la piel de mi conocido Luis Sánchez de Origüela, cuando allá por 1516 dijo aquello sobre las imágenes: "para qué las quieren sino para colorar el mundo", pues uno corre el riesgo, al igual que él, de acabar en la hoguera, pero el estudio de las devociones marianas y de otros santos debería ser objeto de un estudio que fuera más allá de lo panegírico.
Es evidente que varios pueblos llevan el nombre de santos y santas: San Clemente, Santa María del Campo Rus o Santiago el Quebrado (y otros desparecidos como Santo Domingo el Amarguillo). La fundación de estos pueblos bajo la advocación de un santo quizás corresponda a un momento concreto de repoblación de pueblos nuevos que luego ha acabado en la leyenda, ya sea un legendario fundador como Clemente Pérez de Rus ya una ermita, la de Santa María de la Concepción, que luego da lugar a un pueblo -Santa María del Campo Rus-.
Estas devociones olvidadas nos deben avisar de que otras devociones tenidas como eternas no son tales. En el siglo XVI hay pocas noticias de la virgen de Rus, un lugar deshabitado, con iglesia sin cura o teniente que sirva su oficios ni prácticas sacramentales y dependiente de Villar de Cantos. Rus era un despoblado más, como ese otro de los Villarejos, imposible al que llegar en invierno por estar las tierras encharcadas, pero que mantenía su iglesia en pie como su castillo en ruinas. ¿Con imagen mariana en su interior? tal vez. Devociones marianas ya existían en la zona; la leyenda dice que la Virgen, luego de Trascastillo, se apareció a un pastor en 1456 que recogió esta talla desaparecida. Un embaucador, como era el converso Lope Rodríguez había tallado con sus propias manos una imagen en madera de la Virgen y con ella recorría los campos en torno a Perona y Rus, engañando a los campesinos para sacarles unas cuantas hortalizas, frutas y huevos. En el engaño participaba doña Juana de Toledo, la mujer del todopoderoso Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón.
Sin embargo, los sanclementinos vivían ajenos a devociones marianas al norte de su pueblo. En realidad, no encontraban ni acomodo ni santuario para la devoción. Es más, romerías típicas como la se dirigía a la ermita de Santa Catalina, en Majara Hollín, al norte de El Provencio, en la vieja tradición del mundo pastoril, acabaron mal, muy mal: las rivalidades con sus vecinos provencianos les llevó a destrozar la ermita en acto vandálico. Intentaron corregir su error en 1552 inventándose una nueva ermita de Santa Catalina, pero los provencianos no se lo permitieron.
Aunque los sanclementinos a falta de santa iban hasta Sisante para recrear romerías que les faltaban en el pueblo, el nombre de Santa Catalina se había convertido en motivo de trasto para lanzarse a la cabeza; como le recordarían al clérigo Tristán Pallarés en sus amores con Catalina García: "ni tú eres San Jerónimo ni ella Santa Catalina de Siena".
Así, a falta de devociones externas, los sanclementinos las tuvieron que buscar muros adentro. Es de temer que los franciscanos del pueblo les recordaran a la Virgen una y otra vez y que su mensaje calara entre las capas populares. La devoción de la que estaba falta el pueblo se encontró muy cercana: en la ermita de la virgen del Remedio. El santuario se situaba junto al puente de Chinchilla, pues el camino que iba hacia el sur lo hacía hacia esta ciudad y fortaleza, ya que, en el medievo, Villarrobledo, aparte de aldea de Alcaraz no era nada. Era tal la devoción hacia esta virgen que llegaría a ser declarada en el siglo XVI como patrona del pueblo. Creemos que por entonces serían pocos los que se atrevieran a poner huerta junto al río Rus, pero si los franciscanos lo habían hecho por qué no lo iban a hacer los del lugar, pero es cierto que los que se llaman hortelanos escasean en padrones como el de 1586. Aun así, la virgen del Remedio causaba furores, su fiesta se conmemoraba por todo lo alto el 25 de marzo; los gremios la tomaban como patrona y el pozo dulce junto a la ermita era lugar preferido de encuentro. San Clemente tenía su patrona y esa era la virgen del Remedio. Hasta que llegó la otra y esa era la virgen de Rus, de la que empezaba a decirse que tenía fama de milagrera sin que se le conociera milagro alguno.
Llegó la peste de 1600; fue atroz varios hospitales se habilitaron para recoger a los apestados, entre ellos, uno en la ermita del Remedio para los moriscos del pueblo; los muertos se sucedían cada día y la desesperación también. Los sanclementinos aterrorizados por la peste fueron hasta Rus y trajeron la imagen allí presente en contra del parecer de las autoridades y después de largas discusiones. Fue este rapto el que inició la romería de hoy; aunque la virgen pasa a la carrera hacia un convento de carmelitas, entonces inexistente, en 1600, la imagen se detuvo en ese mismo lugar o fue detenida por los regidores y los clérigos que no veían con buenos ojos el rapto. Se habló y se decidió que el lugar de llegada de la Virgen debía ser Santa Ana, donde se acumulaban los muertos por la peste y que se había convertido en lazareto con casa cedida por don Juan Pacheco Guzmán en la Celadilla. Mientras, el susodicho andaba libre de la peste en su casa de Perona... ¿Y si la llegada de la virgen de Rus hubiera sido burda manipulación de los Ortega, luego señores de Villar de Cantos, en disputas con don Juan Pacheco, para ganarse la voluntad del pueblo?
En fin, el caso es que los sanclementinos andaban huérfanos de devociones y la encontraron en Rus, pero, para olvidar o hacerles olvidar lo que era su única e inseparable compañera, la virgen del Remedio, que ha devenido injustamente en ser "la otra", la olvidada, papel que había de corresponder a la virgen de Rus