El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 11 de junio de 2016

Los orígenes medievales de los Ortega (II): los detractores

Don Francisco de Alarcón Fajardo procuraba enemistad a la familia del pretendiente al hábito de la orden de Santiago, don Diego Ortega Guerrero. Este hidalgo de 44 años debía mantener rencillas con el padre del pretendiente don Diego. Igual que reconocía diversos actos positivos a la familia de los señores de Villar de Cantos, primos de los Diego, padre e hijo, se los negaba a estos dos y al abuelo Miguel, a los que decía nunca había visto ejercer como alcaldes ordinarios o de la hermandad por el estado noble en la villa de San Clemente y cuya familiatura del Santo Oficio se había obtenido de forma sospechosa tras tres o cuatro pruebas. Ya no solo acusó de descender a los Ortega de la línea bastarda de los Avileses Güerta sino que se atrevió a insinuar que doña María Rosillo Mendoza, natural de San Clemente y abuela paterna del pretendiente descendía de un morisco llamado Hernando de Sanclemente, condenado por el Santo Oficio y cuyo sambenito colgaba de la Iglesia de Santiago. Hablaba de oídas, pero procuraba implicar a otros testigos contra el pretendiente don Diego. Ninguno de los testigos aportados corroboró sus afirmaciones, ni don Pedro de Tébar ni Gonzalo del Pozo y tampoco don Alonso de Valenzuela. Otros dos testigos aportados en Santa María del Campo, Miguel López de Alarcón y Rodrigo de Ortega, declararían a favor del pretendiente . El último de los testigos, el que debía ser principal acusador, Don Francisco del Castillo e Inestrosa, ya hablamos de su ausencia intencionada de la villa, aunque finalmente sería hallado en Blanca, donde tenía sus ganados, no atreviéndose a ratificar la impureza de los Ortega Guerrero. Sin embargo, las mismas insinuaciones contribuyeron a un extenso interrogatorio que nos aporta una amplia numeración de los vecinos del San Clemente de 1639 y una exhaustiva infirmación sobre la familia Ortega. Especialmente, la aportada por los Pacheco.

Las acusaciones contra el pretendiente no dejaban de ser endebles. No haber sido alcalde de la hermandad poco significaba, pues los cuatro cargos de electores estaban en manos de unas pocas familias que a decir de los testigos, monopolizaban el cargo. Es más, el caso conocido de nombramiento como elector de Francisco de Astudillo Villamediana en 1640 para alcalde de la Santa Hermandad constituía un caso de intromisión en el cabildo de electores de un extraño y respondía al soborno de uno de los electores: Pedro de Tébar. Tampoco era demérito no haber sido alcalde ordinario por el estado noble, pues el cargo había estado muy devaluado (cuando no suprimido), durante el primer tercio del siglo XVII, en el contexto de la disputas por su eliminación entre el alférez mayor, Juan de Pacheco Guzmán y el resto del concejo. Ahora bien más peligrosos parecían los documentos que Francisco del Castillo e Inestrosa había sacado de casa del difunto comisario Pedro de Cuenca, conteniendo las pruebas para acceso al cargo de familiar del Santo Oficio del padre del pretendiente, Diego de Ortega. Que entre Francisco del Castillo y el dicho Diego de Ortega había un odio visceral no cabe duda. La enemistad venía por una relación recíproca de acusador y acusado. Francisco del Castillo Inestrosa había provocado con sus injurias o verdades la paralización del expediente de la familiatura del Santo Oficio de Diego de Ortega, y este no debía andar muy lejos en el proceso inquisitorial que sufrió Francisco del Castillo hacia 1613 del que salió airoso*. Algún día quizás conozcamos algo más de este singular personaje, regidor del ayuntamiento de San Clemente, estante en Roma los años previos a su proceso y con contactos peligrosos, por llamarles de algún modo, con conversos portugueses y jesuitas. Mantenía una enemistad con varias familias principales de San Clemente, entre las que se encontraban, además de los Ortega, los Pacheco. No en vano, se jactaba en público de sus ascendientes judíos y debía conocer tanto sus progenitores hebreos como los de otras familias, tal es el caso de los Pacheco, cuya reciente genealogía, originaria de los montes de Asturias pasaba por inventada en la rumorología popular. Es creíble que un hombre así tuviera pocos amigos en el pueblo, Ginés del Campillo Juera decía de él:

el qual es tenido por un gran vellaco i de poca verdad i que se iacta de ser vellaco i maldiciente

Tan comprometedor o más eran las dudas sobre el origen del apellido Avilés y la presencia del apellido Sanclemente entre los de la abuela del pretendiente, María Rosillo, pues en la Iglesia mayor de Santiago colgaba el sambenito de un Hernando de Sanclemente. Un hombre de 69 años llamado Esteban Vara de Rey salió en favor del pretendiente alegando que ninguno de los dos hermanos Avileses Güertas existentes a la sazón, Jerónimo de Avilés Güerta y Juan González Güerta, tenían parentesco alguno con los Ortega; añadía además que el expediente de la familiatura de Diego de Ortega y Rosillo, había estado detenido por la grande maldad i vellaquería de algunos, sin decir quiénes. También declaró a favor de los Ortega, el escribano y regidor Miguel Sevillano, a pesar de la enemistad que reconocía tenerles un hermano suyo. Debió pesar el testimonio favorable de Francisco de Ávalos Redondo por asentar su testimonio en la tradición oral de dos fallecidos, su padre Diego de Ávalos y Hernán Vázquez de Haro, hombres nacidos hacia la década de 1530. Hasta Diego del Castillo, hijo de Francisco, testificó a favor y dio pistas sobre su padre que estaba en Blanca, cuidando de su hacienda. Otros testimonios de peso fueron el regidor Diego López Iranzo o el capitán de la milicia don Andrés de los Herreros, que contaba 32 años. Especialmente fue significativo su declaración por acusar con nombres a los enemigos del pretendiente y plantear desde su pretendida defensa los argumentos de los detractores:

sabe que el padre y el abuelo del pretendiente fueron familiares del Santo Oficio; que sin envargo de lo dicho que tiene por cierto i verdadero i a oido decir a don Francisco del Castillo (a quien tiene este testigo por su enemigo y hombre temerario i arrojado) de los padres i abuelos del pretendiente que la familiatura de don Diego de Ortega padre del pretendiente que salía de gracia porque de iusticia no podía porque él le auía puesto impedimento verdadero por donde no saliese i asimesmo a oído decir a don Francisco de Montoya Caballón vecino de esta villa que el licenciado Diego de Montoya i Pedro de Montoya padre del dicho don Francisco le pusieron i trocaron una abuela, las cuales palabras a dicho muchas i diuersas veces i asimismo tiene al dicho don Francisco de Montoya por enemigo de los dichos padre i abuelo del pretendiente: i lo que oió decir a don Francisco del Castillo fue decir que le tenía por auilés güerta i que se trataba don Miguel por pariente de Pedro de Güerta vecino de esta villa (folio 46 vº)

Tanto don Miguel de Ortega, abuelo del pretendiente, como Rodrigo de Ortega, I señor de Villar de Cantos, tenían fama de jactarse de estar emparentados con los Pacheco de Minaya, compartir sus linajes el mismo apellido Avilés desde hacía más de doscientos años y despreciar públicamente en la villa de San Clemente a esos otros Avileses Güertas con fama poco limpia. Los Pachecos eran claves en su declaración apoyando o negando esta aseveración. El primero que declaró fue Fernando Pacheco, vecino de San Clemente y primo del señor de Minaya. En ese sentido parecía que debía ir el testimonio de los Pacheco, hasta que llegó el testimonio de Juan Pacheco y Guzmán, de treinta y seis años, señor de Valdosma y Tejada y también de la villa de Santiago de la Torre,que cuatro años antes había obtenido el hábito de Alcántara. Sus palabras, mezclando nombres, lugares y genealogías fue devastador; hasta se atrevió a acusar a los Ortega de inventarse una ascendencia originaria del fundador de San Clemente, Clemén Pérez de Rus, del que se reconocía una descendiente en el pueblo de apellido Calcerrada. Es curiosa la presentación que nos hace de la plaza mayor de San Clemente como un hervidero de rumores y polémicas; allí se presentaban los diferentes bandos con sus libelos que leían en voz alta para acusar públicamente a sus enemigos con el objeto declarado de destruirlos:

... i dixo que en quanto a la limpieza de los dichos no sabe más que lo que a oído decir a diferentes personas que una de ellas es don Francisco de Montoya  Cauallón familiar del Santo Oficio i don Andrés de los Herreros capitán de la milicia de esta villa que para que saliese la familiatura que tubo detenida don Diego de Ortega padre del pretendiente tubo necesidad de trocarse una abuela o bisabuela que no a entendido que apellido tenía la que se quitó pero a entendido que la que se puso se llamaba fulana de la Calcerrada que era descendiente de Fernán (sic) Pérez de Rus, fundador de este lugar, i la que se supuso era limpia= y que para que se halle más claridad de la verdad me remito a un papel que el comisario del Santo Oficio de esta villa Pedro de Cuenca dexó hecho de la descendencia de los dichos por quien es preguntado i se le dexó a don Francisco del Castillo i sabe esya verdad i lo cita i a don Pablo de Cuenca hermano del dicho comisario vecino de esta uilla:i asimismo cito a don Andrés de los Herreros, a don Miguel de Perona, a don Diego de Alarcón Faxardo vecinos de ella i a don Francisco, i al licenciado Miguel López de Alarcón notario del Santo Oficio, i repreguntado que no obstante lo que dice que a oído a los dichos que qué crédito les a dado i que concepto a hecho el dicho testigo de la calidad de los dichos por quien es preguntado y si a oído a otros hablar en abono o tiene otras raçones o fundamento en pro u en contra de la calidad i limpieza del pretendiente padre o abuelo paterno= dixo que a lo que tiene dicho tiene dado crédito por ser personas principales a quien lo ha oído decir= i que asimismo oi martes veintidós de este mismo mes (noviembre), estando con don Francisco Montoya Cavallón me dixo que él auía aiudado al pretendiente en lo que auía podido i que si él quisiera decir o dixera lo que sabía podía destruirlos i asimismo me a dicho esta mañana el licenciado don Miguel de Perona, abogado de esta villa, como vio un papel que sacó don Francisco de Alarcón Faxardo a la plaça i lo leyó en presencia de ocho o diez personas, que don Miguel de Perona dirá quien si que el dicho papel contenía algunas faltas en la calidad en la limpieza y tócale una descendencia de un moro Macacho al pretendiente i a su familia que se remite a quien lo oyó porque no tiene más fundamento de lo que dice pero a entendido ser cierto por decírselo quien se lo dixo que el dicho papel i el que este testigo a citado en poder de don Francisco del Castillo es todo uno= i asimismo dixo que ablando con el comisario Juan de Villanueva en casa misma del pretendiente i sus abuelos me dixo tiene entendido en quanto a la limpieza no auía en que topar a lo que él entendía i lo tengo por hombre de verdad i que si supiera otra cosa lo dixera: i asimismo me dixo el comisario en esta conversación que en quanto a la nobleça no sabía que la tubiesen antes tenía entendido eran hidalgos de huida que en empadronándolos en un sitio se iban a otro i que de esta manera se andubieron sin litigar en ninguno= i dixo más que a entendido de diferentes personas que el padre Christóval de Ortega tío del pretendiente anda mostrando en la plaça una carta que don Gaspar Pacheco señor de Minaya a escrito a don Rodrigo de Ortega diciéndole en ella que si fueren allá dirá que los auilés que tiene el dicho Miguel de Ortega i el de su casa es todo uno i que el dirá esto i que este testigo sabe esto es a fin de hacerle buena obra al pretendiente por no tocar el dicho auilés de la casa de Minaya i que si les tocase ninguno lo podía saber mexor que este testigo por ser el descendiente de Rodrigo Rodríguez de Auilés i por ser su hacienda i tener todos los papeles de la descendencia i por saber este testigo asimismo que Rodrigo Rodríguez de Auilés casó con doña Beatriz Pacheco hija de Joan Fernández Pacheco señor de Belmonte los quales tubieron por hijos a Joan  Ortega de Auilés lo mataron en la guerra moço de diez i ocho años sin auer dexado sucesión por lo qual se casó Rodrigo Pacheco su hermano menor de quien descendemos todos los Pachecos de la Mancha i que asimismo e oído siempre ser auileses los Ortegas del pretendiente de los Güertas Villamayores de este lugar i que Alonso Güerta iba i benía a las colmenas i hacienda de don Diego de Ortega i se trataba i comunicaba con él por pariente al qual se remite i a Diego de Aualos Güerta su hermano i a los de este apellido i que no sabe por donde le toca el apellido Áuiles que lo dirán ellos a quien se remite i que no a oído no entendido ni sabe más de las calidades del pretendiente padre i abuelo (fols. 52 y 53)

Miguel de Perona, abogado de 36 años, corroboraría las acusaciones de Juan Pacheco. Contrasta el respeto que mantenía hacia don Rodrigo de Ortega, I señor de Villar de Cantos, con el desprecio que manifestaba por la rama Ortega Guerrero del pretendiente. Según él, la familiatura del Santo Oficio de Diego, padre del pretendiente, había estado suspendida cuatro años por haber falsificado los papeles trocando su abuela natural por la mencionada descendiente del primer fundador de San Clemente. Además establecía relación parental directa entre los Ortega y los Güerta. Un tal Pedro de Güerta el viejo, que había sido alcalde ordinario pechero y alguacil mayor, era primo del abuelo Miguel de Ortega, quien le había ayudado a obtener esos oficios. El hijo de Pedro, Alonso Güerta Villamayor seguía manteniendo un trato de primo con el padre de Diego de Ortega Guerrero. Nos presentaba, por último, a Juan Pacheco y Guzmán aislado y enemistado con la familia Pacheco, en especial el señor de Minaya, y con todos los Ortega.

que el dicho señor de Minaya si dice esta conformidad (estar emparentado con los Ortega) será por acer bien i por un disgusto que tubo con don Juan Pacheco, señor de la villa de Santiago y cavallero del  háuito de Alcántara con quien los dichos Ortegas tienen enemistad grande y el dicho don Juan con los dichos Ortegas (fol. 55 rº)

Pero el resto de testigos se echaron atrás en las acusaciones. La polémica ahora andaba en torno a los papeles acusatorios contra los Ortega, existentes a la muerte del comisario Pedro de Cuenca en su oficio. Estos papeles trataban de genealogías y ascendencias y eran bastantes comprometedores para algunas familias del pueblo. Según Francisco Alarcón Fajardo, dichos papeles habían sido sacados del oficio del comisario por el regidor Pedro González de Tébar, un Origüela, que los había destruido. Éste último negaba la destrucción, pero implicaba a don Rodrigo de Ortega, señor de Villar de Cantos, denunciando su presencia en el momento de sacar los papeles del difunto Pedro de Cuenca, y de nuevo salía a colación el nombre de don Francisco del Castillo de Inestrosa. Por supuesto don Rodrigo de Ortega, al que se tomó declaración un veinticuatro de noviembre de 1639, no aportó nada nuevo, salvo su ejecutoria de hidalguía, de la que desgraciadamente no se sacó traslado, y mencionar una ascendencia común con el pretendiente que llegaba vía paterna a los bisabuelos Diego y Francisco.

Tres miembros de la familia Güerta, en declaraciones calcadas una de otra, no reconocieron parentesco con la familia Ortega y un tal Jerónimo de Avilés, que mantenía dicho apellido, reconoció no tener ningún parentesco con los Ortega a los que reconocía lazos con el Señor de Minaya y el marqués de los Vélez de Murcia, que según decía se había alojado en casa de los Ortega en sus visitas a San Clemente. Los comisarios del Consejo de Órdenes habían concluido sus interrogatorios en San Clemente sin pruebas concluyentes contra el pretendiente, así que decidieron ir a Blanca en busca del que todos decían que podía ser el testigo clave: Don Francisco del Castillo e Inestrosa. Antes se pasaron por Alcaraz y Caravaca para hacer informaciones de la ascendencia materna del pretendiente. Sería en esta última localidad donde toparían con un testimonio no buscado, pero de enorme valor, el padre de la Compañía de Jesús Francisco Romero.

El padre Francisco Romero, jesuita y rector del Colegio de Caravaca, había residido años antes en el Colegio de la Compañía de Jesús de San Clemente. Había asistido en el momento de su muerte, hacia 1625, a don Miguel de Ortega, abuelo del pretendiente, y a petición de éste había intentado una reconciliación de última hora, en aras de favorecer la salvación de su alma, con sus enemigos, concretamente con uno de ellos, don Francisco del Castillo e Inestrosa, que había despreciado la reconciliación. Del testimonio del jesuita se refleja el odio entre ambos personajes, presentándonos a un Francisco del Castillo, que además era clérigo, obstinado en incumplir con su obligación cristiana de aceptar el perdón de su enemigo moribundo:

dicho día el padre Francisco Romero de la Compañía de Jesús retor que a sido de este Collegio de Carauaca juró de que lo que diría era la verdad= y fue el caso al dicho padre Francisco Romero que vivía en el Collegio de San Clemente le llamaron para disponer i andar a bien morir a don Miguel de Ortega el dicho padre lo hiço i saliendo de confesarle varias personas le admitieron que dicho don Miguel tenía algunos enemigos en la dicha villa en especial don Francisco del Castillo con el qual auía tenido grandes pesadumbres i que sería bien traerlos i en especial al dicho Francisco para reconciliarlos i acerlos amigos i quitar la nota i escándalo grande que auía en la dicha villa de San Clemente el padre Francisco Romero lo hiço i buscó a don Francisco del Castillo i le dio el siguiente recado de parte de don Miguel de Ortega= como se estaba muriendo i deseaba asegurar su salvación de todas maneras i perdonar a sus enemigos i que bien sabía que auía tenido enemistades capitales que hiciese merced de venirle a uer para perdonarle y pedirle perdón i el dicho don Francisco del Castillo nunca se quiso dexar persuadir con las raçones diuinas y humanas que el dicho padre le alegó para irle a uer como de hecho no quiso ir i el dicho padre le respondió= señor don Miguel de Ortega a cumplido con la obligación de cristiano i io con la de mi oficio como no quiere cumplir con la suia a Dios dará la cuenta i con eso lo dexo (folio 94 rº y vº)


Pero la obstinación de Francisco del Castillo de unos años antes había desaparecido cuando los comisarios del Consejo de Órdenes le encuentran en Blanca un doce de diciembre. Ahora es un anciano de 65 años, refugiado en el cuidado de sus ganados, y que, aunque se presenta a sí mismo como el mayor enemigo que an tenido padre y abuelo del pretendiente, quiere olvidar las afrentas pasadas. Reconocía que la familiatura de Diego de Ortega había estado empatada varios años tras la denuncia de un tal Juan de Gemio ante el comisario del Santo Oficio Pedro de Cuenca, que emparentaba a los Ortega con los Avileses Güertas, conocidos en el pueblo como judíos notorios, pero lo atribuía a una invención de los enemigos de los Ortega sin darle veracidad a este papel como tampoco se la daba a lo que el llamaba el truco de la abuela. Su declaración dejaba el camino libre para la obtención del hábito de Santiago a don Diego de Ortega y Guerrero. A continuación todos los Pachecos de la comarca saldrían en su apoyo, recordando el glorioso pasado común de la familia de asentadas raíces en los años de la Reconquista.


*La información de dicho proceso nos la da el profesor Vincent Parelló. Según su estudio de los Castillo y, en concreto, el expediente 5416 del legajo 381 del Archivo Diocesano de Cuenca, nos refiere a don Francisco del Castillo e Inestrosa como descendiente de Violante González, cuyos huesos fueron quemados en la plaza Mayor de Cuenca en 1497. En 1613 Francisco del Castillo que era regidor de San Clemente y miembro de la compañía de Jesús sufrió un proceso inquisitorial por criptojudaísmo y blasfemia. Ya entonces considerado como notorio descendiente de judíos (de lo cual él no se arrepentía: boto a Dios que sé mui bien que soi judío de señal o descendiente de judíos de señal) y hombre desvergonzado y bellaco, cuyas opiniones heréticas eran propias de un arriero. Sus blasfemias iban contra Dios, la Virgen o los Evangelios, negando por ejemplo la resurrección de Lázaro. De San francisco decía que tocándole a la honra perdía la paciencia. Aunque más peligrosas eran sus amistades: mantenía relaciones con Simón Rodríguez y la comunidad portuguesa, que ya hemos estudiado, y había estado en Roma al servicio del marqués de Villena, lo que al parecer había aprovechado para visitar la sinagoga de esta ciudad.



La información sobre Francisco del Castillo y la persecución inquisitorial que sufrió la familia se puede ver en el magnífico trabajo del profesor Vincent Parelló:


Vincent Parello, «Los Castillos ante el tribunal de la Inquisición de Cuenca (siglos xv-xvii)», Les Cahiers de Framespa [En ligne], 18 | 2015, mis en ligne le 26 juin 2015, consulté le 11 juin 2016. URL: http://framespa.revues.org/3220 ; DOI : 10.4000/framespa.3220


Anexo: fe de bautismo de don Diego de Ortega Guerrero

En la villa de San Clemente a veinte i siete días del mes de mayo de mil i seiscientos i veinte i tres años yo don Juan de Cavallón teniente mayor del beneficiado bapticé a Diego hijo de don Diego de Ortega y de doña Beatriz Guerrero su legítima muger nació a primero de mes de abril de dicho año fue su compadre de pila el moço declarósele la obligación i parentescofueron testigos Esteban Sánchez y Bartolomé López y lo firmé Juan de Caballón i a la margen de la dicha partida dice don Diego Ortega i Guerrero (fol. 57 vº)



AHN. ÓRDENES MILITARES. CABALLEROS DE SANTIAGO. Exp. 6009. Don Diego de Ortega Guerrero, 1639, folio 21 rº y vº.

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