El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

viernes, 7 de mayo de 2021

Una reflexión sobre el quehacer histórico

 Decía el gran historiador Michelet que "casi siempre los que suben, se pierden, puesto que se transforman, se tornan híbridos, bastardos, pierden la originalidad de su clase, sin ganar la de la otra. Lo difícil no es subir sino, al hacerlo, seguir siendo uno mismo". Es dicho que siempre he aplicado a los demás más que a uno mismo, pues fiel he seguido a mi ubicación en los infiernos, más en el papel de condenado que de diablo.

Es ese rechazo a la hibridez y bastardía lo que constituye un principio de vida y un referente intelectual de mi pensamiento. El rechazo a aquellos que de la oportunidad y la fortuna hacen las atalayas para juzgar a los demás y discernir en las conductas ajenas el bien del mal.
Recuperar la Historia es para muchos el traslado de las categorías actuales al pasado y no traer la memoria olvidada al presente. Leer y releer los innumerables legajos del pasado, con el peligro de pasarlos por el filtro de los conceptos previos que anidan en nuestra mente, cuando no simplemente por el tamiz de nuestras experiencias personales, para interpretarlos. Obviando el mensaje y vivencias de aquellos hombres de hace quinientos años. Y en la medida que se divulgan, el inevitable choque con los intereses mezquinos e inmediatos del presente. Es difícil mantener el equilibrio entre la necesidad del trabajo solitario de investigación y la no menos necesaria simplificación de la divulgación. Sin embargo, andar en medio de los desiertos como Caín desterrado es la mejor seña de identidad, aunque sea grabada en la frente, de la libertad personal y condición previa de toda creación personal.
Es trasladarse a la mente de los hombres de hace quinientos años, inmersos, como todos, entre el azar y la necesidad, para intentar comprender los éxitos y fracasos de vivencias personales y experiencias colectivas. No sé si he sido capaz de trasladar el enorme impulso de los hombres del quinientos, hacedores de un nuevo mundo en las tierras del suelo de Alarcón, pero, desde luego, mis dificultades aumentan para explicar en esta nueva andadura cómo las miserias de lo espurio se impusieron una vez más.
No obstante, el camino ha de ser el mismo: el estrangulamiento del espíritu de libertad es más fuerte cuando el mérito y la creatividad triunfan y arrollan los legados hieráticos del presente. Sí, legados del presente y cadenas que intentan imponer los que habitan las vacías torres de marfil, pues el pasado es vieja herencia de hombres que ven en el horizonte no fronteras sino oportunidades de nuevos espacios y en la tierra que huellan no baluartes encastillados sino alcores desde los que nacen nuevos sueños de aprehender lo ignoto.

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