Ya hemos hablado del imparable impulso roturador de tierras de Villanueva de la Jara en sus aldeas del sur, y, también, de colonos jareños en el lugar de El Picazo, desde muy temprano, pero el salto al otro lado de la ribera del Júcar por los jareños fue mucho más intenso de lo que podamos imaginar. En fechas tan tempranas como 1517, el concejo de San Clemente compra un haza a un jareño para ampliar las instalaciones de sus molinos del Concejo, junto a la ribera del Júcar, pero es en la década de 1560, amprándose en vacíos legales y el apoyo tácito de la Corona a la ocupación de tierras llecas y baldías, cuando los jareños se lanzan a un rompimiento abrupto de las tierras de Vara de Rey y sus aldeas con su labrantío y ocupación por vía de la usurpación. El paso del Júcar por los jareños fue visto por los vararreyenses como agresión. Si el conflicto se presentó como incumplimiento de las ordenanzas locales, pronto se pidió la intervención de la justicia del Marquesado y su alguacil mayor para pedir la reintegración de las tierras ocupadas. De los testimonios se desprende que eran tierras de nueva labranza, sitas y paralelas al río Júcar, y que, probablemente, el concejo de Vara de Rey temiera un conflicto con la Mesta, pues, además de tierras llecas del municipio, las usurpaciones afectaban a zonas transitadas por ganados mesteños. En el rompimiento de tierras participaron jareños, pero también vararreyenses. La actitud de la justicia de Vara de Rey fue pregonar por el pueblo las ordenanzas y las penas que incurrían los infractores, pero Vara de Rey se veía impotente para poner frenes a roturaciones de tierras que iban desde los veinte a los cuarenta almudes, y que se estaban comiendo tierras marginales y escabrosas que por la toponimia nos indican lo poco aptas que debían ser para el cultivo. En la falda del cerro de la Perra, Alonso García de Villalba, vararreyense labró diez almudes, y otros veinte almudes en la fuente de la de Tébar; Pedro de Ruipérez, morador en Quintanar estaba roturando tierras, treinta almudes, en los jarales del camino de los molinos del Concejo; Juan de Caballón, vecino de Villanueva de la Jara, treinta almudes al lado del anterior; Perálvarez, vecino de El Picazo, diez almudes; Ginés de Enguídanos, de la Jara, cincuenta almudes, y su yerno Álvaro de Morales, que vivía en El Picazo, cuarenta almudes. La lista se completaba con otros nombres: Damián Pérez, de El Picazo, Isidro Ruipérez, de Quintanar, o los jareños Daroca el de la Puente y Ginés de Madrid . Muestra de que el rompimiento, un movimiento de tenaza de los jareños, labradores de El Picazo a Quintanar dispuestos a hacerse con las tierras orientales del término de Sisante, estaba socavando la autoridad de las justicias de Vara de Rey, es que esta villa pidió la intervención directa de la justicia del Marquesado para prender a los infractores, dada su impotencia ante la generalidad del movimiento. Hasta Vara del Rey se desplazó el alcalde mayor Esteban de Molina, asentando sus estrados judiciales en la plaza del pueblo y ordenando la detención de los jareños y sus consortes de El Picazo, en un multitudinario acto, que se extendió el 15 al 20 de diciembre de 1565, al que acudió la mayor parte de la vecindad de Vara de Rey y su aldea Sisante, cuyos agricultores no debían ser ajenos al movimiento de ocupación de tierras. Es más, en sesión plenaria anterior, las grandes familias que dominaban el ayuntamiento hicieron declaración solemne con las penas que podían incurrir los que infringiesen las ordenanzas municipales y la pragmática sobre conservación de montes. La sentencia del alcalde mayor impondría penas altas de doce a quince mil maravedíes, que los jareños apelaron a la Chancillería de Granada. Pero más interesante que el proceso es la declaración de los regidores y oficiales vararreyenses, pues de la falta de tierra se desprende la confrontación de intereses en juego, intereses ganaderos incluidos.
Concejo de Villanueva de la Jara 18 de noviembre de 1565
Sebastián Navarro y Alonso de Cañavate, alcaldes ordinarios.
Agustín de Valera, Hernando de Utiel, Juan de Villena, Andrés Saiz del Pozoseco, y Antonio de Córdoba, regidores perpetuos
Pedro de Monteagudo, alguacil mayor
Concejo de Villanueva de la Jara de 27 de febrero de 1564
Juan de Cuevas, alcalde ordinario
Agustín de Valera, Juan de Caballón, Fernando de Utiel y Juan de Villena, regidores perpetuos
Concejo de Villanueva de la Jara de 5 de octubre de 1565
Alonso del Cañavate y Sebastián Navarro, alcaldes ordinarios
Llorente López de Tébar, Hernando de Utiel, Juan de Villena, Benito del Cañavate, regidores perpetuos
Pedro de Monteagudo y el bachiller Clemente, alguaciles mayores