El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

viernes, 27 de diciembre de 2024

Gaspar Méndez de Liébana contra el concejo jareño

 El regidor Andrés Alarcón y Rosales, ese año 1645, había pasado una grave enfermedad, una angina especie de garrotillo, decía el médico de Villanueva de la Jara. Seis veces había sido sangrado. Era buena justificación para escapar de las pesquisas del receptor enviado por la Chancillería de Granada, distante cincuenta y nueve leguas, a instancia de Gaspar Méndez de Liébana. Quien no pudo recibir al receptor granadino fue el alcalde Pedro Clemente, que ese día tenía un asunto arduo. Se trataba del ajusticiamiento de dos reos condenados a pena de muerte, sin que sepamos su delito. El pueblo vivía cierta indefinición en su gobierno, con permanencia de viejas familias: Francisco de Espinosa era el otro alcalde y Martín Cañavate ocupaba la escribanía del ayuntamiento, mientras que la tenencia del oficio de alférez mayor la detentaba Agustín de Valera por esta familia. Pedro González de Tébar, Antonio López Cardos continuaba las sagas como regidores perpetuos pero nuevos nombres aparecían en el ayuntamiento, tales Martín Cañada de Toledo y otros, nuevos ricos, se consolidaban en el gobierno de la villa, era el caso de Sebastián Donate o Diego García Donate. Viejos nombres de vecinos se repetían como Giraldo de Borgoño o Juan Sáez de Pozoseco, mientras que otros llegados de fuera, como Juan de Lerma, ejercía de sombrerero ajeno a los nubarrones que se anunciaban para los negocios.

El receptor dado lo espinoso del asunto a tratar no fue bien recibido en Villanueva de la Jara, alojado en la posada de la plaza del pueblo, no había camas disponibles para él, por lo que se le derivó a la casa del procurador síndico. Ese año de 1645, pululaban por el pueblo varios recaudadores de rentas enviados desde San Clemente para soportar el esfuerzo militar de la monarquía. El receptor granadino llamado Francisco Ramírez estaría poco en el pueblo, se daría por pagado con noventa reales y se iría. No todos pagaron, Pedro Clemente alegó no poseer bienes y que todos eran de su madre Ana de Tébar. El pueblo había cerrado filas contra el licenciado Gaspar Méndez de Liébana, administrador de propios y para los vecinos un extranjero y un castillero, que por meterse donde no le llamaban había recibido lo suyo de un matón paniaguado de las élites jareñas: el mulato Francisco Leal.

Gaspar Méndez de Liébana había presentado una querella criminal contra el mulato Francisco Leal, esclavo, y sus dueños el regidor don Andrés de Alarcón Rosales y su mujer Catalina Prieto. La querella se había hecho extensiva al regidor Juan Prieto Cuadrado, don Pedro Clemente y Gregorio García, alcaldes ordinarios, Pedro Remírez, escribano del ayuntamiento, y Juan Marcilla. A todos ellos acusaba de servirse de los bienes propios del concejo en su beneficio propio y el haber chocado con ellos por intentar una administración limpia de estos bienes. Aunque la querella venía motivada por un hecho puntual: el nueve de septiembre de 1640, el hijo de Gaspar, Sebastián Ignacio había ido a comprar a la carnicería pública, allí fue injuriado por el esclavo Francisco Leal que le arrojó dos cuernos en presencia de muchos vecinos para mayor escándalo. Es más, por la noche, el esclavo se había presentado en casa de Sebastián Ignacio, armado con una carabina y con intención de matarlo. La afrenta la había ejecutado el esclavo, pero Gaspar veía detrás a los oficiales del concejo. 

Los ánimos se enconaron en el proceso sumario que se abrió después para averiguar los hechos. Uno de los testigos favorables a Gaspar, Francisco Pastor Garnica había sido insultado por Catalina Prieto y había sido golpeado por un criado de esta llamado Francisco Fino, que, con un puñal, lo había intentado matar. El asunto se había enredado, cuando fue preso Pedro Ramírez, escribano y tío de Catalina Prieto, por malversación en el arrendamiento de la escribanía del concejo. El escribano sería soltado de la cárcel por el alcalde Pedro Clemente, mientas Gaspar Méndez se veía obligado a abandonar el pueblo ante las amenazas, pues sus enemigos rezaban responsos delante de sus casas. Detrás de este vodevil se escondía un problema más grave: las necesidades financieras de la Corona para sostener la guerra exigía más recursos y había una élite, que trampeando con los bienes propios no estaba a ceder el aprovechamiento particular que los mismos hacía. Gaspar Méndez de Liébana acusaba a los oficiales querellados de haberse quedado con seis mil reales.

ACHGR, C 9875  8

jueves, 26 de diciembre de 2024

El Cañavate en 1602

 La elección de Francisco Lomas como alcalde ordinario de El Cañavate por el estado de los hijosdalgo provocó el rechazo en el pueblo, en especial, el de Francisco López del Cañavate y otros labradores. Los hidalgos cañavateros habían ganado ejecutoria para reservarse la mitad de los oficios concejiles, que se elegían el día de Año Nuevo, pero, ahora, las aspiraciones de Francisco Lomas y Vera, de una vieja familia de criados de los Pacheco, iban más allá, pretendiendo el primer asiento en las reuniones del concejo, la misa mayor de la iglesia y presidir las procesiones en el pueblo.

El Cañavate nunca había aceptado la intromisión de los hidalgos en los oficios públicos y mucho menos que el alcalde ordinario por los labradores, este año de 1602 Jorge Pérez, ocupara un segundo lugar frente a Francisco de Lomas. Hemos de decir, que durante este tiempo ocupaba el oficio de regidor de las diecisiete villas Antonio López de Calatayud, bajo cuyo mandato se asiste un proceso de ennoblecimiento y reconocimiento social de los hidalgos en estas sociedades rurales. Lo hemos visto con los Ortega en San Clemente y ahora lo vemos con los Lomas en El Cañavate. La familia Lomas contaba con el apoyo de la familia Ortega en El Cañavate y, en concreto, de Gabriel de Ortega y Montoya. El hecho de que el corregidor se entrometiera en estos asuntos, dando preferencia al alcalde de los hijosdalgo para sentarse el primero a la derecha en los actos públicos, en la iglesia, procesiones o que su firma fuera la primera en los documentos fue muy mal visto en una villa con tradición pechera, donde tal como se decía "sin ninguna distinción de mano derecha  ni izquierda". Si bien, la vieja república de labradores gozaba de pocas simpatías últimamente por la presión fiscal y por la decisión de su ayuntamiento de repartir doscientos ducados entre sus vecinos para pagar los pleitos en los que estaba envuelta la villa.

Tampoco es que el estado de los labradores fuera favorable a una república igualitaria, pues se decía que el temor a ruidos, altercados y otras cuestiones que se pudieran derivar vendrían de la marginación de hombres que, aun perteneciendo al estado llano, eran los más ricos del pueblo. Nada que envidiar a los hidalgos, algunos de los cuales se veían obligados a trabajar y, es más, "a cavar por su jornal". El grupo formado por Jorge Pérez, Diego Martínez Cañavate y Sebastián del Río eran los labradores ricos del pueblo que, de hecho, dominaban la vida municipal. Controlando al alguacil y escribano del ayuntamiento habían dejado sin valor los autos que pudiera dictar el alcalde de los hijodalgo, procurando su marginalidad.

Recurrido a la Chancillería de Granada, la preeminencias de Francisco de Lomas sería restauradas

Concejo de 4 de marzo de 1602: pecheros

Jorge Pérez, alcalde ordinario

Diego García de Plaza, Sebastián del Río, Diego Martínez Cañavate, regidores


ACHGR, pleitos, C 5058-6

Más sobre los Ortega


El salto definitivo de los Ortega a la vida política de San Clemente se produce en la década de 1590, después de un impasse de medio siglo de apartamiento de facto de la vida de la villa. El regreso de los Ortega llega con el tandem de Francisco de Ortega y su hijo Rodrigo. Este último, tras casarse con Ana Rosillo Gabaldón y vivir año y medio en Vara de Rey, decide asentarse en San Clemente y participar de su vida política, apoyándose en su padre Francisco y en la hacienda familiar de Villar de Cantos.

Los Ortega es una familia que siempre había mirado más al norte, hacia El Cañavate y Villar de Cantos, que hacia San Clemente. La riqueza familiar se había consolidado con Rodrigo Ortega el viejo en el primer tercio del siglo XVI y en ello había tenido bastante que ver las yeguadas que poseía la familia. Rodrigo ya había intentado girar los intereses de la familia hacia San Clemente. Tras un primer matrimonio con una cañavatera, casará de nuevo Isabel Perona (hija de Miguel López de Perona). El matrimonio es un enlace con una de las familias pecheras más importantes de San Clemente, pero el devenir de la familia no consolidará su posición en San Clemente. La temprana muerte de su hijo Rodrigo el mozo no ayudará. Rodrigo el mozo había seguido los pasos del padre; con su matrimonio con Catalina López de Olivares (hija de otro rico pechero: Catalina López de Olivares) había acrecentado la riqueza familiar de nuevo con el productivo negocio de las yeguas echadas al garañón para la procreación de mulas. Pero la proyección de la familia parecía haber quedado fosilizada en sendos sepulcros de la iglesia franciscana de Nuestra Señora de Gracia.

Es sorprendente la irrelevancia del tercer de los Ortega en la vida política sanclementina, al que solo se conoce el oficio de fiel ejecutor y algún año de alguacil mayor, alcalde ordinario o alcalde de la hermandad. Es probable que la familia intentara comprar el oficio de fiel ejecutor, pero la realidad fue que dicho oficio sería vendido por la Corona a la villa, que lo convirtió en un bien propio más. Francisco, nacido en la década de 1520, no destacaría por tener un papel de primer orden en la política municipal y hasta cierto punto su figura viene ensombrecida por su hermano Miguel, que fue familiar del Santo Oficio. Los aciertos de Francisco fueron más matrimoniales. Su matrimonio con Jimena de Llanos Tébar fue el mayor de sus aciertos, pues en ella recaería la fortuna de las dos principales figuras de la república pechera del segundo cuarto del siglo XVI: Bartolomé Sánchez de los Llanos y el regidor Cristóbal de Tébar.


Genealogía de los Ortega

Ruy Sánchez de Ortega casa con Elvira Sánchez

Rodrigo de Ortega el viejo casa con Isabel de Perona (hija de Miguel López de Perona)

Rodrigo de Ortega casa con Catalina López Ortega, hija de Juan Olivares y María Collado

Francisco de Ortega casa con Jimena de Llanos y Tébar (Hija de Cristóbal de Tébar y Ginesa de Llanos)

Rodrigo de Ortega casa con Ana Rosillo Gabaldón


Probanza de 1598 

Lope González Díaz, pechero de 75 años

Alonso Rosillo, hidalgo, 85 años. Hermano de Fernando Rosillo, padre de Ana Rosillo Gabaldón

Bautista de Alarcón, hidalgo, 59 años

Miguel López de Lope, pechero 66 años, nieto de Juan de Lope

Francisco Rodríguez Frutuoso, 80 años

Juan Mancheño el viejo, 86 años

Francisco de la Fuente Zomeño, hidalgo, 73 años. Dice que se ausentó hace cuarenta y seis años de la villa, luego vuelve y se vuelve a ausentar, en algún caso cuatro años. Recordar que fue soldado en Flandes. Es hijo de Cristóbal de la Fuente, del que dice: "que fue vecino de la dicha villa de San Clemente que podía auer que murió más de treynta años y al tiempo que murió sería de hedad de ochenta años poco más o menos y Antonio de la Fuente su tío deste testigo que era vecino de la dicha villa de San Clemente que podía auer que murió quarenta y cinco años poco más o menos y al tiempo que murió sería de setenta años poco más o menos".

El licenciado Diego Montoya, hijodalgo de sesenta años, abogado de la villa

Fernando de Peralta el viejo, hidalgo, 99 años. Hijo de Fernando de Peralta, muerto hacia 1535-1540 con 60 años.

Capitán Martín de Buedo, hidalgo de 79 años. Nos dice que Rodrigo de Ortega el viejo y Rodrigo de Ortega el mozo murieron con un año de diferencia.

Diego de Montoya Abengozar, hidalgo de Vara de Rey, 72 años, hijo de García de Montoya y Abengozar y nieto de Diego de Abengozar

Gil Saez, pechero de Vara de Rey, 99 años. Define a Villar de Cantos como un cortijo. Es un pastor al servicio del suegro de Rodrigo de Ortega el mozo (el padre de Catalina López de Olivares). Nos dice que Sancho López de los Herreros y Antonio de los Herreros habían sido moradores en Villar de Cantos. Ratifica que los dos Rodrigo, el viejo y el mozo, murieron con alrededor de un año de diferencia.


Sentencia de 17 de febrero de 1603 reconociendo hidalguía

Ejecutoria de 9 de junio de 1609


ACHGR, 301-100-31

domingo, 22 de diciembre de 2024

León de Arroyal Alcázar, hidalgo

 La figura de León de Arroyal es sobradamente conocida como para escribir aquí una biografía. Hijo de una vecina de Vara de Rey, intentaría, sin éxito, crear una Sociedad Económica de Amigos del País. León de Arroyal sufriría las envidias de sus paisanos, que intentaron frustrar sus deseos de ser considerado como hidalgo en Vara de Rey y ocupar por este estado los oficios concejiles.


Entre sus enemigos estaba el presbítero Juan Aquilino Fernández, que el 7 de enero de 1787, denunció a León de Arroyal Alcázar de usurpar los oficios concejiles que por derecho le correspondían a él. No resultaban fáciles estas acusaciones, pues el presbítero tuvo que aportar, para mantener su denuncia, quinientos ducados en concepto de calumnia, caso de falsedad de sus afirmaciones.

ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-168-165

Los Villalba de Barchín

 Lo que no consiguieron Benito y su hermano Bernardino en 1583, sí lo hicieron años después, cuando en 1592, veían reconocido su condición de hidalgos. Un Juan Villalba había visto denegada su hidalguía en 1580, pero la familia había luchado por esta condición desde 1548. La familia era conocida de antaño en Barchín del Hoyo, ya desde el bisabuelo Juan, el abuelo Bernardino, casado con Catalina Martínez de Cuenca, y el padre Benito y su hermano Hernando.

Los testimonios favorables venían de pocos vecinos del pueblo, algunos como un tal Aragonés sin tradición familiar en el pueblo, pero otros como Juan Piqueras el viejo eran labradores de antaño en la villa. No faltaban el apoyo en ya fallecidos como el hidalgo Sáez Parrilla, que ahora se rescataban. La realidad era que, aparte de su hacienda, a los Villalba no se les conocían hechos notorios.

Una primera sentencia de la Chancillería de Granada declararía pecheros a Benito y Bernardino de Villalba el uno de junio de 1583. Los dos hermanos apelarían la sentencia, obteniendo declaración favorable para ser reconocidos como hidalgos el 22 de julio de 1586. La ejecutoria de hidalguía es de cinco de noviembre de 1592.


ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-83-29, EJECUTORIA DE HIDALGUÍA DE BENITO VILLALBA. 5 SEP 1592

miércoles, 11 de diciembre de 2024

"Poner los cuernos" en El Pedernoso del sigloXVI

 La mayor ofensa que podía recibir una persona en el Antiguo Régimen era ver en la puerta de su casa colocados unos cuernos de carnero. Mancillar el honor y ser motivo de escarnio público no era caldo de buen gusto. A tirar cuernos, el año 1589, en las puertas de sus vecinos de El Pedernoso se dedicaba Miguel Muñoz, alguacil mayor de la villa, junto a su suegro Francisco Gómez y su cuñado Miguel Gómez. El cabecilla del grupo era Francisco Gómez, un labrador de 62 años, que complementaba las tierras con el oficio de carpintero.

Los que habían sufrido tales afrentas eran Mateo Flores, Ginés Funes, Juan de Villalgordo y Pedro López de la Amiga, que veían arrojar a sus puertas los cuernos, al tiempo que les decían: “eh, toro”, mientras simulaban lances de toreo. Entre los casos motivo de las disputas estaban los rumores que decían que Catalina de Llanos, mujer del tendero de mercería Ginés de Zafra y de la que se decía que "era mala de cuerpo", había tenido trato carnal con Francisco Gómez. Los rumores habían sido extendidos por Lucía López mujer de Miguel Muñoz, que había dado con sus huesos en la cárcel por divulgar estos hechos. La realidad era que ese año 1589, El Pedernoso era un pueblo en manos de unas pocas familias que dominaban su gobierno; por esa razón, los afrentados poco podían esperar de la justicia de su pueblo. Es más, alguno, además de ofendido, acabó con sus huesos en la cárcel. Al menos, eran personas cabales, no dejándose llevar por aquellos que aconsejaban responder las burlas a perdigonazos. Creyendo que la justicia existía en aquella Castilla manchega, imploraron la justicia del rey, ante cuya persona querían que se litigara su caso.

Eran entonces alcaldes de El Pedernoso Bartolomé de los Llanos y Andrés Fresneda, acusados de connivencia con los burladores, aunque dictaron orden de prisión contra estos: Francisco Gómez, Miguel Muñoz, alguacil, y Miguel López Cestero, si bien alguno de los burlados también acabó en prisión, tal era el caso de Mateo Flores. EL caso es que la intervención del corregidor de San Clemente Melchor Pérez de Torres como juez pesquisidor se hacía a instancias de las autoridades de El Pedernoso, pues era tal el clima de crispación en el pueblo, que se temían enfrentamientos con heridos y muertos. El propio Miguel Muñoz se había escapado en el momento de su detención y andaba en paradero desconocido.

EL grupo formado por el alguacil mayor Miguel Muñoz y los Gómez era bando odiado en el pueblo y al que se acusaba de varios altercados, además de echar cuernos en casas de varios vecinos: causar heridas a Roque de Arriba, injuriar a Julián Gómez diciéndole que vengaba sus cuernos en un perro, dar unas cuchilladas a Jerónimo Hernández. Aunque alguna de sus tropelías habían acabado en el Consejo Real, la realidad era que gozaban de la amistad y favor de los oficiales del concejo del El Pedernoso, que, amparándose en los privilegios de primera instancia de la villa, negaba cualquier intervención del corregidor Melchor Pérez de Torres en los asuntos del pueblo. El grupo dominante en El Pedernoso estaba formado a la altura de 1589 por un grupo de labradores ricos, destacando la familia Llanos con los hermanos Ginés, Bartolomé y Cristóbal, Andrés Zarco, el regidor Miguel Cuenca. Era tal la complicidad que tenían en el pueblo estos grupos, que el alcalde Bartolomé Llanos avisaba a los injuriantes para evitar ser detenidos, que, a su vez, se paseaban por el pueblo como matones, amenazando con matar a las justicias que vinieran de San Clemente para apresarlos.

A enconar los ánimos del pueblo favoreció la prisión de Francisco Gómez, llevado a la cárcel de San Clemente para el día de San Ildefonso; esa misma noche del 23 de enero, la ventana de Ginés Zafra en su tienda de mercería aparecía con seis cuernos, en manifiesta injuria contra su mujer, la cual, según los rumores, copulaba y tenía trato carnal con el arrestado. Algunas casas de los afrentados veían las puertas de sus casas llenas de inmundicias y embadurnadas de mierda. El pueblo harto de los Muñoz y los Gómez estaba a punto de la revuelta. Ginés Zafra se enfrentaba a espadazos con Juan Gómez, hijo del detenido Francisco, un vecino de Monreal salía herido en una pelea con Miguel Gómez al igual que Miguel García de la Morena, que se había enfrentado con este último en las calles de El Pedernoso. Hasta don Juan Laso de Haro, regidor y alférez de la villa se veía envuelto en un pleito por querellas con el alguacil mayor Miguel Muñoz, pues este le había depositado un cuerno en su ventana por las buenas obras que le había hecho la mujer de aquel. Sería el agraviado alférez el que escribiría al corregidor de San Clemente, rogando su intervención en el pueblo para evitar males mayores ante la pasividad y complicidad de la justicia del pueblo, en manos de la familia Llanos, con los delincuentes.

La tensión aumentó en El Pedernoso, cuando la justicia de San Clemente, cuyo corregidor había recibido comisión para entender en el caso del Consejo Real, decidió llevarse a la cárcel de esta villa a varios acusados: Francisco Gómez, y sus criados Alonso Nieva, de 22 años, y Ginés Muñoz, de 14 años. El apresamiento de de Alonso Nieva era digno de contarse; huido junto a Miguel Gómez en las eras del pueblo, había sido detenido por la justicia, esta vez si colaborativa, de El Pedernoso, tras un enfrentamiento con las espadas desenvainadas. Su compañero de fuga, Miguel Gómez, se le había visto perderse por las viñas del Hardal para no vérsele más hasta el día siguiente, que, desafiante, se había paseado por el pueblo. Miguel, de nuevo ante el acoso de la justicia había huido hasta la ermita de Santa Ana (donde hemos de suponer que había recibido la ayuda del ermitaño Juan de Laguna), de la que había salido en dirección al pozo Duz, a media legua de El Pedernoso. Presionados por la justicia sanclementina, la justicia de El Pedernoso puso todo el empeño en la detención del huido, ordenando a Benito García y a Juan Laso de Haro que salieran a caballo y provistos de lanzas y acompañados de cuatro hombres más. El nuevo intento de apresar al huido fracasó, pero las amenazas de Miguel Muñoz para matar a varios de sus vecinos llegaban a El Pedernoso.

El corregidor se limitó a hacer la información encomendada y apresar a Francisco Gómez el viejo y dos de sus criados, pero los afrentados consideraron insuficientes las medidas y suplicaron la intervención de un alcalde de corte para castigar los delitos. Un juez de corte acudiría a El Pedernoso, pero no nos ha quedado el testimonio escrito de sus actuaciones.

Bienes embargados a Francisco Gómez el viejo
  • Un arca nueva sin cerradura
  • una cama de cordeles con una delantera de red y dos mantas, una negra y otra blanca listada
  • Una mesa de cuatro pies
  • Un banco
  • Una capa negra de paño de la tierra
  • Unos greguescos pardos
  • Una mesa redonda y una sartén de hierro
Bienes embargados a Miguel Muñoz
  • Una cama de madera sin ropa
  • Un arca vacía
  • Una azuela
  • Dos barrenas y un martillo
  • Dos sartenillas y tres asadores
  • Tres cucharas de hierro
  • Tres madejas de cáñamo y estopa de lino
  • Una silla de costillas
  • cuatro platos blancos y cuatro escudillas
  • Cinco camones doblados
  • doce camas de arados
  • dos ruedas nuevas de carrasca, la una acabada y la otra echados los rayos
  • Una casa de morada alinde del horno del concejo
AGS, CRC, 704-10

domingo, 24 de noviembre de 2024

Las armas de los Inestrosa

 La iglesia de Nuestra Señora







de Gracia de San Clemente es rica en heráldica a pesar de las continuas reformas y destrozos que le han hecho perder su aspecto primigenio.


Como iglesia franciscana era iglesia con innumerables frescos pictóricos. Restos nos han quedado en una Pasión y en algún hecho relacionado con fray Junípero, el compañero guasón de San Francisco. No obstante, destacan los restos pictóricos de altares mayores y los escudos heráldicos. Completas están las armas de los Herreros y los Buedo y probablemente la parte del borde inferior del escudo de los Villamediana. Aunque lo que destacan son los escudos esculpidos. Hoy, destacamos dos, que son los sitos en las ménsulas de las que arrancan los nervios de la bóveda del altar mayor.


El primero de ellos, es una flor de lis y bajo ella dos lobos superpuestos. El segundo es un motivo vegetal, que, creemos, puede hacer referencia a la hiniesta o retama en flor. Estaríamos ante dos referentes del apellido Inestrosa, que aportará a la familia María de Inestrosa, mujer del fundador del convento, Alonso del Castillo, e hija del comendador Alonso Sánchez de Inestrosa.


Las fotografías 5 y 6 recogen las armas más tardías de la familia Inestrosa (en el cuartel superior derecho y bordeado con una rama de Hiniesta), que ya incorporan las armas de los Pacheco de San Clemente. Los escudos están ubicados en la calle Boteros 24 y detrás de las Cruz del retablo

domingo, 27 de octubre de 2024

El Pedernoso contra Santa María de los Llanos

 Los derechos que el año 1687 vindicaba la villa de El Pedernoso sobre el campo del Aljibe, el Dehesón y el Monte Viejo se remontaban a trescientos años más atrás, cuando el pueblo había comprado estos lugares a Martín Ramírez y sus herederos. Ahora, en el siglo XVII estos sitios se tenían por propios de El Pedernoso y como tales los arrendaba para uso de dehesa carnicera. Estos sitios, tradicionalmente eta arrendados al mejor postor, entre vecinos de Santa María de los Llanos (así, Diego Ramírez), El Provencio o El Pedernoso. Los arrendadores solían parcelar las dehesas y revender su aprovechamiento a diversos vecinos de El Pedernoso y Santa María de los Llanos para pasto de los ganados. En los últimos treinta años el beneficiario de ese arrendamiento había sido el cura licenciado Juan Becerra, principal poseedor de ganados de El Pedernoso, junto a otros ganaderos como Inés de la Plaza, Francisco García de la Moraleja, Andrés de Fresneda, don Ginés de los Llanos o Juan de Oropesa. Otros ganaderos de la zona eran el belmonteño Diego Muñoz, los Gabaldones de Las Pedroñeras, Juan Falero de Pedro Muñoz, Juan Romero y Sebastián Simón, vecinos de Villarrobledo, y Juan Martínez Redondo de Santa María de los Llanos. Desde Mota del Cuervo varios zagales se desplazaban como pastores para el cuidado de los ganados de estos dueños.

Algunos vecinos iban más allá, como el labrador Andrés García, que basándose en la autoridad de otros ancianos ya fallecidos, negaba cualquier derecho de sus vecinos de Santa María de los Llanos sobre estas tierras, es más negaba al pueblo vecino términos, pues decía que los términos y jurisdicción de El Pedernoso llegaba hasta las paredes de las casas de Santa María de los Llanos




Testigos

Pedro Campaio, vecino de los Hinojosos y pastor del cura de El Pedernoso Juan de Becerra. 50 años

Cristóbal Rodríguez, vecino de los Hinojosos y pastor del cura mencionado. 38 años

Antón Fernández Benito, pastor de Las Pedroñeras y pastor del mencionado cura. 50 años

Diego de Ávila, pastor de Las Pedroñeras y pastor del mencionado cura. 40 años

Andrés García, labrador de El Pedernoso, 68 años

Benito Rodado, desde Mota del Cuervo se va a vivir a El Pedernoso el año 1645. 60 años

Francisco López Medrano, 55 años

Ambrosio Fresneda, trabajador del campo en El Pedernoso

Gil Gallego, hortelano, 74 años, vecino de EL Pedernoso

Francisco Sánchez de Algaba, 60 años, vecino de EL Pedernoso

Juan Vaquero, pastor de La Mota, 45 años

Miguel López Villaescusa, pastor de La Mota, 56 años

Cristóbal García, trabajador del campo y pastor de La Mota, 48 años

Alonso de Fresneda, labrador y alcalde de El Pedernoso, 50 años, es hijo de Pascual de Fresneda, que también fue alcalde.

Sebastián Castellano, pastor de La Mota, 48 años

Juan López de Amiga. vecino de El Pedernoso, 60 años

Bartolomé López de Ortega, vecino de los Hinojosos, pastor, 59 años


ACHGR, PLEITOS CIVILES, C 10272-10

sábado, 26 de octubre de 2024

EL APELLIDO DE LA TORRE

 

Uno de los apellidos que comienzan a tener notoriedad en San Clemente en las primeras décadas del siglo XVII es el apellido de la Torre. Sabemos de un Antonio de la Torre que en 1643 es inscrito en el padrón de hidalgos. Este Antonio, hijo de otro de la Torre llamado Juan, será rechazado como hidalgo. Sin embargo el apellido de la Torre va ligado también al de Alarcón y será familia que se mueva entre La Roda y San Clemente.

El apellido de la Torre aparece ligado a la figura del escribano Antonio de la Torre, que probablemente sea el mismo que luego pretende hidalguía.

El reconocimiento de la hidalguía de los de la Torre en La Roda ya viene por la elección de oficios de alcalde de la hermandad por los hidalgos en la década de 1710: Miguel de la Torre y Ortega será elegido como alcalde de la hermandad el 31 de diciembre de 1714. Curiosamente los de la Torre ya nos aparecen como regidores de La Roda en la década de 1620 y con intereses en San Clemente, donde arriendan la dehesa de Villalpardillo, aunque los testimonios que nos han quedado de su hidalguía en La Roda son muy tardíos, inmediatamente posteriores a la guerra de Sucesión y fundados en la elección de alcaldes de la hermandad entre un grupo reducido de notables y su inscripción en los padrones municipales para su exención de impuestos o repartimiento junto a los hidalgos en esa época.


NO creemos que los de la Torre y Alarcón de La Roda tengan relación con esos de la Torre sanclementinos que en 1643, pretenden hidalguía y que por las noticias que nos llegan es familia acomodada y que poseía una posada o mesón en la villa de San Clemente.


ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 281-15

ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 313-18

domingo, 20 de octubre de 2024

Los carreteros de San Clemente y el tráfico de armas

 Se nos conservan de abril de 1598 sendas cartas de obligación por las que dos carreteros de San Clemente se comprometen a llevar desde Cartagena a la ciudad de Sevilla varias cajas de armas

  • La primera obligación es de 14 de abril de 1598. Diego de Garnica, carretero,  recibe de Nicolás Gari de Cáceres, regidor de Cartagena, 37 cajas de madera numeradas, conteniendo corseletes y arcabuces
  • La segunda obligación es de 16 de abril de 1598. Miguel López de Ávalos, carretero, recibe del mismo regidor 19 cajas de armas con el mismo destino
AHPMU, NOT. 5167, fols. 148-149 y 155-156