Torre del Reloj, de Villanueva de la Jara erigida por el cantero vasco Pedro de Oma |
La toma de posesión, a favor de la emperatriz Isabel, de la villa de Villanueva de la Jara nos da ocasión para conocer la villa en ese trece de junio de 1526. De los presentes, los hombres más importantes de la villa presentes en la sala del ayuntamiento, se nos ha conservado el nombre de sus oficiales concejiles y de los vecinos principales. Eran alcaldes Martín García de Villanueva y Alonso Sánchez Pozoseco; alcaldes de la hermandad, Juan de Solera y Juan Pérez; alguaciles, Andrés Navarro y Clemente Pérez; regidores, Martín López el mozo y Alonso de Ruipérez; el bachiller Clemente, como letrado de la villa; diputados, Pedro López de Tébar, Juan Tabernero y Diego Martínez Remelle; junto a ellos, un grupo de vecinos señalados: Pedro García de Villanueva, Martín López el viejo, Pascual García, Juan de la Osa el mozo, Pedro de Beamud, Juan Barriga, Pedro Pardo, Sebastián de Caballón, Benito Cuartero, Miguel Mateo, Pedro de Monteagudo, Juan Simarro de Hernán Simarro, Alonso Martínez Pastor, Diego López, Juan García de Pascual García, Juan de Lerma el viejo y otros muchos. El escribano del ayuntamiento aquel año era Alonso García, y, junto a él dando fe los escribanos públicos Lope de Araque y Francisco Navarro. Todos ellos esperaban en la sala del ayuntamiento la llegada de los enviados de la emperatriz Isabel: Lorencio Garcés, caballero de la orden de Cristo, y Rodrigo Enríquez, comendador de Lopera. Los recibieron con la cabeza descubierta y sus gorras en la mano, tal como hicieron poco antes sus vecinos de San Clemente y hoy representa algún relieve del friso del ayuntamiento de esta villa. Las ceremonias se repitieron en cada una de las villas con cuyo señorío fue agraciada Isabel de Portugal. Habló el doctor Lorencio Garcés, que anunció cómo el motivo de su venida era aprehender la tenencia, posesión, propiedad y dominio real de la villa. Actuaban como testigos del evento Pascual de Sancho, Pascual Rabadán, Alonso Hortún, Hernán Mañes, Blas de Mondéjar, Gómez de Villanueva y otros vecinos.
Las capitulaciones matrimoniales entre el emperador Carlos e Isabel de Portugal salieron caras al novio: una renta anual de cuarenta y dos mil doblas de oro para la novia, asentadas sobre las rentas de varias villas cedidas con su señorío y jurisdicción civil y criminal: Albacete, Alcaraz, Aranda de Duero, Carrión, Molina, San Clemente, Sepúlveda, Soria y Villanueva de la Jara. Se leyeron delante de los asistentes las dos provisiones reales que otorgaban la posesión y señorío de la villa de Villanueva de la Jara a la emperatriz, luego fueron entregadas a los regidores y oficiales del ayuntamiento que, uno a uno, con la cabeza descubierta de sus gorras y bonetes, besaron las cartas reales y las pusieron sobre sus cabezas, según acostumbrado ritual de la época.
El formalismo de la ceremonia continuó; los regidores pidieron a los enviados reales que salieran de la sala consistorial mientras ellos platicaban sobre la conveniencia de aceptar el nuevo señorío. Fueron cortas las deliberaciones, pues pronto volvieron a entrar el comendador de Lopera y el doctor Garcés. Los jareños estaban prestos a aceptar el nuevo señorío y pedían a la emperatriz que respetara los privilegios, libertadas, exenciones y buenos usos que los reyes pasados habían concedido a Villanueva de la Jara. La jornada fue vivida como una fiesta, se conminó a los vecinos que
se pongan de vestidos festivales, e fagan todas la alegrías e fiestas que mejor pudiesen para ello e se rrepiquen las canpanas a modo de alegría, que se corran toros e toquen todos los instrumentos de plazer e alegría
Pero la fiesta tuvo que esperar, importaban más los símbolos de la toma de posesión de la villa. El escribano Lope de Araque leyó a voz viva la carta real que otorgaba la villa a la emperatriz Isabel. El doctor Garcés pidió que alcaldes ordinarios, alguaciles y alcaldes de la hermandad entregaran sus seis varas de justicia. Villanueva de la Jara que había recibido su villazgo y jurisdicción civil y criminal de los Reyes Católicos, los devolvía ahora a la mujer de su nieto Carlos. Rodrigo Enríquez recogió las varas, A continuación, el doctor Garcés, con una vara de justicia en la mano, pidió dónde estaban los privilegios y escrituras de la villa, se le indicó que la custodia y tres llaves del archivo obraban en poder de Pedro López de Tébar, diputado del común. Era algo peculiar, pues en otros cabildos las llaves se repartían entre un alcalde, un regidor y el escribano del concejo. En Villanueva de la Jara, el privilegio de villazgo se guardaba en un arca de tres llaves, pero otras escrituras se repartían por los cajones de un mueble de madera
en una arca grande e con un caxín dentro en ella e que de todo tenían llaves ansí en el arca que tenía el dicho Pero López (de Tébar) por mandado del dicho concejo como en los caxones e arcas fixas que estaban en la dicha sala con sus çerraduras
No debió parecer bien al doctor Garcés que Pedro López de Tébar tuviera todas las llaves, ordenando que las llaves obraran según costumbre en poder de un, alcalde, un regidor y un escribano. El doctor Garcés, asomado a una ventana de la sala del ayuntamiento, vio los campos cercanos a la villa. Tan simple gesto tenía mayor significado, pues se trataba de tomar posesión de todos los términos y de la tierra de la villa. La ceremonia continuaba; el doctor Garcés pidió las llaves de la sala del ayuntamiento. No debió ver con agrado que, quien se las entregara, fuera otro López de Tébar, de nombre Martín y regidor, y el acaparamiento que, de las cerraduras, tenía esta familia. Tomando las llaves, el doctor Garcés ordenó que todos los presentes salieran, cerró la puerta y en solitario se paseó por la sala como muestra de la nueva posesión a la que sojuzgaba la villa.
Abandonada la sala del ayuntamiento, el doctor Garcés, con la va de justicia en la mano y una muchedumbre tras de sí, se dirigió a la cárcel pública, donde fue recibido por el alcaide Pascual Rabadán. En la cárcel no había presos; no era extraño, por testimonios posteriores sabemos que era cárcel poco fácil de guardar y que ya se alzaban voces pidiendo una prisión nueva. Era igual, de nuevo importaban los actos ceremoniales. Al igual que en la sala del ayuntamiento, el doctor Garcés se encerró y paseó en el interior de la cárcel.
Junto a la justicia, el otro símbolo del poder o dominio era la fiscalidad. Las rentas reales de las villas cedidas a la Emperatriz Isabel formaron parte de su dote. En aquellos momentos, Pedro Gascón, vecino de Chinchilla, era el recaudador en régimen de arrendamiento de las alcabalas y tercias del Marquesado de Villena en una cantidad de seis cuentos, es decir, seis millones de maravedíes; de esa cantidad, Villanueva de la Jara correspondían 510.000 maravedíes. Como cobrador de las rentas reales, en nombre del citado Gascón, figuraba Pascual de Sancho. No se olvidó el doctor Garcés de tomar posesión de la llamada alcabala de la grana, administrada en régimen de fieldad y que por entonces suponía unos fuertes ingresos. Como curiosidad, por entonces no había casa de la tercia en Villanueva de la Jara; cumpliendo la misión de almacenamiento de los dos novenos de los frutos decimales la casa de aquel vecino que, directamente o como cobrador del arrendador de las mismas, asumiera tal función recaudadora.
A continuación se devolvieron las varas de justicia a sus antiguos titulares, pero con advertencia de que los oficios concejiles debían ser presentados ante el Consejo Real de la Emperatriz y aprobados y confirmados ante el mismo. Después el doctor Garcés preguntó si la villa era cerrada y tenía puertas para que le diesen las llaves, pero Villanueva de la Jara era villas sin murallas ni puertas que las cerraran.
El doctor Garcés se quedaría en Villanueva de la Jara hasta el día 17 de junio de 1526. La razón era que esperó la llegada del licenciado Alonso Pérez de Vargas, alcalde mayor del Marquesado de Villena, para que le entregara su vara de justicia. La vara no fue devuelta, el acto además del simbolismo, suponía eximir a Villanueva de la Jara de cualquier dependencia judicial de la gobernación del Marquesado de Villena y la creación de una nueva entidad separada de la misma: el corregimiento de las tres villas, formado por San Clemente, Albacete y Villanueva de la Jara, y tras conseguir el villazgo en 1537, Vara de Rey. El corregimiento se mantuvo hasta 1539, año en que la muerte de Isabel de Portugal, dejó sin efecto las concesiones vitalicias de las capitulaciones acordadas con su marido, el emperador Carlos trece años antes.
La Villanueva de la Jara de comienzos del siglo XVI distaba mucho de la actual. Unas casas consistoriales previas se levantaban donde hoy se erigen las actuales renacentistas; sus conventos no existían; su iglesia todavía era la vieja parroquia de Santa María, aún no se alzaba el imponente edificio de la iglesia de la Asunción. Sí destacaba una tosca e imponente torre rectangular, es lo que hoy conocemos la torre de Reloj; apenas si hacía diez o quince años que la había construido un cantero vasco llamado Pedro de Oma.
Archivo General de Simancas, PTR, LEG, 30, DOC. 9 Diligencia y autos de la posesión tomada por los apoderados de la Emperatriz Isabel. 1526
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