El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 24 de mayo de 2020

Pedro Cañavate, negador de la transubstanciación

La casa de Ávila era una alquería situada al norte de Casasimarro, junto a la ribera del río Júcar. Era propiedad de la familia Castillo, los herederos de Hernando, el alcaide de Castillo. Por el año 1547, el propietario era su nieto Hernando del Castillo y Toledo, que ostentaba el título de señor de Valera, en nombre de su hija.

En esta casa de campo, moraban algunos renteros que labraban las tierras del señor de Valera: eran los hermanos Diego del Cañavate y Alonso Martínez Cañavate, junto a su hija Catalina, y otro matrimonio formado por Francisco Gibel y su mujer Elvira Sánchez. Allí, poco antes de la Pascua de Navidad, en una velada nocturna, Diego del Cañavate disertó sobre cuestiones religiosas, obviando las implicaciones heréticas de su conversación. Con total naturalidad hablaba que no creía en la presencia de Cristo en la Hostia consagrada ni en cuerpo ni en alma, más allá de la semejanza y figura que dicha Hostia representaba. La afirmación era delicada por doble motivo: primero, por negar el dogma de la transubstanciación en la Eucaristía, por el que media Europa andaba dividida y a palos en la época; el segundo motivo, era proclamar tal herejía en casa de los Castillo, una familia conversa que ya se las había visto con varios miembros encausados en el tribunal del Santo Oficio. Sus compañeros de velada repararon en seguida en el peligro de las afirmaciones, le pidieron que se callase, pues el caso era Inquisición. Su propio hermano Alonso le amenazó con denunciarle.

dixo que no cree que en la Hostia que consagraba el sacerdote estaba el cuerpo de nuestro señor Ihesu Christo, sino que era su figura pintada y que esto era como una ymagen que traían los que pedían limosna que la podían tambien alçar

Diego del Cañavate había nacido hacia 1510 en la Ribera del Júcar, detrás de tal denominación se escondía un conjunto de casas aisladas o alquerías que no llegaron a formar un núcleo con entidad suficiente para formar una aldea y que acabaron girando en torno a otra alquería que nacida en el último tercio del siglo anterior tendría mayor fortuna: el lugar de Casasimarro. Diego del Cañavate, había nacido en una de estas casas aisladas, quizás en la de Ávila, propiedad de la familia y luego de los Castillo, y se había criado en Casasimarro, donde vivía con su padre en una casa alquilada. Hombre desclasado, había ejercido el oficio de carbonero, aprovechando los recursos del cercano pinar de La Losa, complementando este oficio con el de bracero al servicio de otros propietarios de tierras. Con veinte años se había empleado como labrador al servicio de Juan de Enguídanos, con cuya hija casó, viendo la oportunidad de labrar sus propias tierras, pero la mujer falleció tempranamente, y los sueños de este segundón se desvanecieron. Su segundo matrimonio fue más desdichado, por la poca aportación de bienes de su suegro; enlazando con María Navarra, hija de un alpargatero, Miguel Gómez y su mujer la Navarra. Con ella permaneció casado catorce años viviendo de trabajos esporádicos en el pinar,  en los campos ajenos de labranza y de las pocas ganancias del oficio de su suegro. Hasta que la mujer falleció y Diego se hallaba al servicio de Hernando del Castillo y Toledo.

Diego trabajaba a jornal las tierras de su amo. El trabajar a soldada era una deshonra para la época, y en el caso de Diego más todavía, pues las tierras que labraba habían sido propiedad de su abuelo y de su padre. En la persona de Diego se plasmaba el fracaso de toda una sociedad y los sueños de crear una república de labradores en la Mancha de Montearagón. Diego era nieto de labradores, Bartolomé Sáez Romo, por parte paterna, y Juan Cañavate, por parte materna. Los abuelos, habiendo vivido en el cambio de siglo, les tocó roturar las tierras del la ribera del Júcar, como muchos otros, en la ambición por conseguir el derecho a la propiedad, habían levantando, caso del abuelo materno, una casa propia, la de Ávila, más abajo del puente de San Benito y un poco más arriba de la que había levantado Fernán Simarro junto a la levantada por los Barriga de Vara de Rey. El padre de Diego, Bartolomé Sáez Romo, consiguió mantener la hacienda familiar, pero el nieto Bartolomé Sánchez Cañavate, y hermano de Diego, fue incapaz de mantener las tierras y casa heredada. No lo sabemos, pero presuponemos la situación. Los Castillo, y en este caso, Hernando que había heredado los censos familiares de su hermano Alonso, se había hecho con las propiedades de los Cañavate, por impago de los réditos de los censos. Aun así, creemos que se buscó una solución amistosa, pues el hermano mayor Bartolomé Sánchez Cañavate vendió las tierras a Hernando del Castillo, mientras que encontraba cobijo y seguridad personal como mayordomo de los señores de Minaya. La fortuna del hermano mayor fue la desgracia de los dos hermanos menores: Diego se empleaba como bracero en las propias tierras familiares; Alonso, aprovechando sus habilidades, marchó a Las Mesas a ejercer de herrero. Algún día sabremos de lo que pasó en los años veinte, mediada la década, pero la crisis y la peste quebrantaron las sociedades de Montearagón y lo que fue un episodio circunstancial, dio origen a una gran migración de hombres, camino de las tierras de Ciudad Real en busca de oportunidades. Alonso seguramente fue uno de esos hombres, que sin llegar a su destino final se quedó en Las Mesas.  


Genealogía de Diego del Cañavate

Padres: 

Bartolomé Sáez Romo, labrador, vecino de Villanueva de la Jara
Quiteria López, 

Abuelos por parte del padre

Bartolomé Sáez Romo, labrador, vecino de Villanueva de la Jara
Quiteria o Catalina Martínez, 

Abuelos por parte de madre

Juan del Cañavate, labrador, vecino de Villanueva de la Jara
Su mujer, no aparece nombre

Tíos, hermano de padre

Alonso Martínez Romo, pastor

Tíos hermano de madre

Juan del Cañavate, labrador y carretero, que vive en Caravaca
Antón López del Cañavate, trabajador
Lucía López, vecina de Caravaca

Hermanos de Diego

Bartolomé Sáez del Cañavate, mayordomo de don Francisco Pacheco, señor de Minaya
Alonso del Cañavate, herrero y hortelano en Las Mesas

Hijos con su segunda mujer

Quiteria López, diez años
Ana Sáez, siete años
Lucía López, cinco años


TORMENTO Y SENTENCIA

AUTO DE LOS INQUISIDORES

Fallamos atentos los actos y méritos deste dicho parte que debemos mandar y mandamos poner a quistión de tormento al dicho Diego del Cañabate para que en él diga la verdad de las cosas de que ha seydo amonestado, el qual dicho tormento mandamos le sea dado por tanto tiempo y espacio quanto a nos bien visto fuere y con protestaçión que le hazemos que sy en él muriere o se trujiere efusión de sangre o detruncación de miembro sea a su cargo y culpa e no a la nuestrea y por esta nuestra sentencia juzgando asi lo pronunciamos y mandamos en estos escritos y por ellos (firma de los dos inquisidores y del fiscal, con presencia de los testigos)


CONTESTACIÓN DEL REO


El dicho Diego del Cañavate dixo que no tiene más que dezir de lo que tiene dicho


INTERROGATORIO BAJO TORMENTO




Inquisidores:


Y ansí les mandaron sus reverencias a la cámara del tormento donde sus reverencias también baxaron con él y estando en él, sus reverencias le dixeron que mire lo que se la ha dicho y se ponga en su libertad y con toda verdad declare la crehencia e intención que tuvo diziendo las dichas palabras de la proposición que se la ha referido dado no que le mandan desnudar


Reo:


Dixo que está a merced de us reverencias, que no tiene más que dezir de lo que tiene dicho


Inquisidores:


Y ansí fue desnudo hasta quedar en camisa y ansi desnudo le mandaron que diga la verdad, dado no que le mandar atar los braços por las muñecas con cordeles de cañamo flojamente 


Reo:


Dixo que no tiene más que dezir, syno que se encomienda en  Dios y su madre para que le dé esfuerço que en ello pueda sufrir


Inquisidores:


Sus reverencias mandaron al ministro le apriete los dichos cordeles por las muñecas


Reo:


Y estándole apretando dezía: Oh justo señor en vuestras manos me encomiendo y que es más pecador que otro alguno y que dicha tiene  la verdad


Inquisidores:


Sus reverencias, que sea cuerdo y no se querrá dexar maltractar, pues solamente se le demanda declare la verdad y dexándolo de hazer demás de querer perseverar en el pecado aún permite que su persona sea maltratada, que es cosa ajena de los hombres racionales 


Reo:


Dixo que él tiene confesada la verdad y que es pecador y que no tiene más que dezir de lo dicho y ansí mandaron al dicho ministro que continuase en el dicho tormento


Inquisidores: 


Sus reverencias dixeron que a ellos les parece que el tesón que tiene dexando de dezir la verdad sobre la intención que se le demanda debe ser más con la zozobra de apretarale con el dicho cordel que debe tener porque otra razón alguna y porque que confían que puesto en su libertad terná mejor cuidado de lo que hasta aquí para descargar su consciencia, hogaban de se la dar en lo que les es posible, con apercibimiento que le hazían e hizieron que no satisfaziendo a la dicha su esperança y dexando de hazer lo que es obligado le tornarán a mandar continuar el dicho tormento por quanto no le han por suficientemente fecho no conforme a lo que se debe


Reo: 
Dixo que ya tiene dicho a sus reverencias y a Dios y que hagan lo que mandaren y que no tiene más que dezir ni que hablar y ansí fue desatado y mandado a la cárcel 


Por ante mí, Juan de Ibañeta, notario.


Diego del Cañavate, el veintisiete de julio, volvió a negar las acusaciones por dos veces. El día 24 de agosto  de 1547 era condenado por los Inquisidores: 

que el dicho Diego del Cañavate salga al cadahalso con los otros penitentes el día del auto, donde le sea leyda la sentencia estando en cuerpo y sin cinto e sin bonete e descalço y con una mordaza a la lengua y abjure de vehementi y sea açotado públicamente en esta cibdad y si toviere algunos v bienes pague la costa... y fecho el dicho auto que subido a un asno y atados los pies y las manos e una soga a la garganta y desnudo fasta la cinta le sean dados cient açotes públicamente trayendo vergüença por las calles acostumbradas  de esta cibdad a voz de pregonero 

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