JUAN LÓPEZ ROSILLO, PADRE DE LA PATRIA SANCLEMENTINA
No sabemos nada de él o, al menos, todo lo que nos gustaría. Se llamaba Juan López Rosillo o Juan Rosillo el viejo, era un santamarieño llegado a San Clemente en año desconocido, según Enrique Fontes. Tal vez uno de tantos que llegaron a San Clemente en la década de 1450 al calor del villazgo concedido por Juan Pacheco. Era un hombre que se ganó el favor de los sanclementinos y alzó su voz cuando los demás callaban; hasta Castillo de Garcimuñoz fue en 1473 para decirle al marqués que eran los alcaldes de San Clemente los que debían juzgar los pleitos de sus vecinos. No le debieron hacer mucho caso, pero Juan López Rosillo era perseverante.
San Clemente cayó en manos de los isabelinos en 1476, quizás porque entre Alcaraz y Alarcón solo había campo abierto y don Rodrigo Manrique y su hijo Pedro tenían su campamento cerca de Villarrobledo. Pero Juan Rosillo no se contentó fue hasta Segovia el dos de septiembre de 1476 y consiguió que la villa fuera de realengo y con mercado franco, haciendo de la casualidad de su conquista una realidad de futuro. No se contentó Juan López Rosillo, que seguía su cruzada particular, preparó, o le prepararon las mujeres sanclementinas, un complot. El objetivo, matar a todos los partidarios del marqués de Villena en San Clemente, al fin y al cabo, eran un conjunto de renegados que profesaban en secreto la fe judaica. El grito de guerra fue aquel de "ni mamantes ni piantes". El complot fracasó, un tal Peñasco fue colgado de una rama a la puerta de la iglesia de Santiago Apóstol. Rosillo escapó y corrió a cobijarse en las faldas de Isabel la Católica; imploraba su perdón, pero la convenció de que San Clemente no era un lugar de eras o lugar de pocas casas y muchas rosas, que decía don Diego López Pacheco. Y no solo eso, sino que vuelto a su tierra, con Juan de la Osa, convocaron a todos los pueblos del sur de Cuenca a una asamblea para preparar la sublevación contra los Pacheco. Juan de la Osa, pagó con su vida, Rosillo, preso en Castillo de Garcimuñoz, no sabemos como consiguió salvar la suya. Libre, siguió luchando, acompañó a don Jorge Manrique en sus desafortunadas andanzas guerreras y le sobrevivió. Sin él, ni Las Pedroñeras ni El Pedernoso ni Las Mesas serían lo que hoy son; fue el quien consiguió su libertad del marqués. Cuando los demás flaquearon, Juan López Rosillo siguió luchando y recriminando a los Reyes Católicos su escaso compromiso para acabar con los Pacheco. Toda su vida fue un inconformista, un picapleitos contra todos; dicen que pasado el año 1510 era un anciano que paseaba refunfuñando por los calles de San Clemente, viejo y apoyado en su bastón. Todos sabían que Juan López Rosillo, el viejo, era el liberador de San Clemente, el reductor del marquesado de Villena, el hombre que había devuelto la libertad a los labradores de los pueblos del sur de Cuenca.
Hoy, nadie sabe quién es Juan López Rosillo, ni una placa que lo recuerde ni una calle por donde rememorar sus hazañas y qué pocos serían capaces de ubicar su capilla en la iglesia de Santiago. San Clemente es una villa desmemoriada, San Clemente no puede mirar al futuro si no se reconoce en el pasado. Su capilla pervive en la iglesia Santa Ana al lado del Evangelio, con sus armas en la clave de la bóveda; su antigua casa, con su escudo de armas (una panela y seis rosas), en la plaza del Carmen, y al igual que el convento de carmelitas descalzos, que se ubicaba enfrente, hoy está destruida.
Dicen que el lema de los Ortega sanclementinos es "malo mori quam foedari", antes morir que ser humillado, quizás esa fuera la divisa de Rosillo
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