El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

miércoles, 9 de marzo de 2016

El Peral y Juan Simarro hacia 1630 (III)

La sumaria del proceso contra Juan Simarro estaba concluida el 24 de septiembre de 1630, dos días después, dada su incomparecencia ante el Santo Oficio, era declarado en rebeldía y ordenada su prisión. El 28 de octubre, Juan Simarro se encontraba preso en la cárcel de familiares del Santo Oficio. Contaba entonces con 36 años, era el prototipo de labrador rico con tierras e intereses en varios pueblos de la comarca, aunque el núcleo de su hacienda estaba en el lugar llamado Casas de María Simarro. Consciente de la enemistad que le creaba su posición económica intentó defenderse con aquellos que mantenían una relación de dependencia de él. Buscó la exclusión de sus enemigos, recusando al comisario del Santo Oficio de Motilla, licenciado Mateo de Bobadilla, que había hecho las diligencias previas, y limitando el número de acusadores a los que el fiscal Alonso de Vallejo podía echar mano, reducido a los antiguos enemigos.

Las nuevas declaraciones de testigos durante el mes de noviembre corrieron a cargo del comisario del Santo Oficio de Iniesta, el licenciado José de Tórtola. Los contrarios a Juan Simarro ratificaron su anterior declaración. Fueron escasos los nuevos testimonios acusatorios, entre ellos el herrero Francisco de Villora y el labrador Benito Jiménez, que culparon al acusado de haberlos engañado para falsificar papeles en la causa contra Francisco Valverde. En la falsificación también había participado un hermano de Juan Simarro, llamado Ginés Cabronero.

La información de testigos presentada por Juan Simarro, al que se le había permitido asistir a los interrogatorios, contaría con el apoyo del común de los labradores de El Peral: Alonso de Beleña, Francisco Leal, los hermanos Andrés y Martín García Lázaro, Gil de Alarcón, Juan de la Jara o Juan Leal, y algunos de los regidores que le debían su oficio como Juan García; otros desempeñaba oficios de zapateros como Juan de Agraz. Los acusadores pasaban a ser acusados: se servían de los oficios añales para su provecho propio, la deuda impagada por Francisco Valverde se había cargado sobre los vecinos, los más de ocho mil ducados de deuda de la villa, lejos de redimirse, eran excusa para que algunos principales adehesaran en provecho propio las tierras del concejo, Juan Simarro había sido humillado y encarcelado unos meses antes por Pedro López de Espinosa, librándose de su prisión sólo gracias a la intervención del corregidor de San Clemente

que lleuó a la cárcel preso al dicho juan simarro asido y le echó una cadena y le asió al cepo y saue que el dicho alcalde no le quiso soltar aunque traxo mandamiento de san clemente para que lo soltaran asta que vino un alguacil de san clemente para soltarlo

La elección de oficios por suertes escondía el monopolio de seis o siete vecinos en el disfrute de los cargos de forma rotatoria; el interés privado en el uso de los oficios se manifestaba en la pesada carga del censo que soportaba la villa, en el aniquilamiento de los propios y rentas de la villa y en la desaparición del pósito.

Las pasiones enfrentadas de los testigos mostraban una sociedad rural muy desigual, donde Juan Simarro, sin duda tan codicioso como los demás, había sabido ganarse el favor del común. Este hombre, al que los testigos definían como de cuerpo pequeño, había sabido sacar provecho personal del odio que generaban los seis o siete vecinos principales del pueblo. Además, las posiciones estaban especialmente enconadas ese año, después de un verano que había sido muy estéril en la cosecha de frutos. Juan Simarro, en su papel de víctima, reconocía  no disponer de numerario para pagar las costas del proceso; mientras desde el inicio del proceso, su mujer. Bárbara García, y su hermano, el presbítero Tomás, se habían hecho cargo de las labores de vendimia y sementera en las tierras familiares de Casas de María Simarro.

Para julio de 1631, la sentencia de los Inquisidores de Cuenca ya estaba preparada, pero Juan Simarro no tenía, ocupado como estaba en la cosecha, intención de presentarse; pedía dos meses de plazo para recomponer una hacienda quebrada por la mala cosecha del año anterior. Después de hacer oídos sordos a un nuevo requerimiento y desafiar la excomunión a que se le condenaba, se ordenó su prisión el 8 de octubre. Para detenerle, se desplazará hasta El Peral de nuevo el alguacil inquisitorial Blas Sánchez, pero Juan Simarro está sobre aviso. El alguacil iniciará un periplo que, de El Peral, le llevará a San Clemente, a la entrada del pueblo, a la altura de la ermita de San Cristóbal, encuentra al huido que escapa después de amenazarle con una escopeta; en su persecución llega a Sisante, los molinos del Júcar y Villanueva de la Jara, donde el prófugo tiene amigos y parientes. Vuelta a El Peral, donde el alguacil auxiliado por el licenciado Tresjuncos y Pedro López de Espinosa, logra reunir treinta hombres para apresar al fugitivo, que previamente ha vuelto a amenazar con su escopeta al licenciado Tresjuncos y a Gabriel de Luján, pero no lo encuentran en su casa. Se secuestran diversos bienes que poseen en el pueblo, cien fanegas de trigo y objetos personales de su ajuar, así como un carro y un par de mulas. Se procede a la subasta de lo bienes por orden de Blas Sánchez que se ha alojado en el mesón del pueblo. El alguacil se volverá de vacío a la ciudad de Cuenca, pero poco después Juan Simarro es detenido en las viñas de su propiedad, cerca de la ermita de San Cosme y San Damián, tras un rifirrafe con el licenciado Tresjuncos y Gabriel Luján, alcaldes ordinario y de la hermandad en ese momento. Será conducido por cuatro hombres a Cuenca, pero en el lugar de Gabaldón, con ayuda de su hermano Ginés y su cuñado, intentará sin éxito librarse de sus captores a pedradas. Finalmente se ordenará que sea conducido a Cuenca por el alguacil mayor del Santo Oficio Gonzalo Guerra de la Vega. Allí se le tomará de nuevo declaración el 29 de octubre; desafiante negará los cargos. A su natural rebeldía, se une la confianza de que está suficientemente protegido. El arresto que se determina es simple obligación de no abandonar la ciudad de Cuenca. Juan Simarro, de hecho, ha llegado por su propio pie a Cuenca, pues en el mismo lugar de Gabaldón ha contado con la colaboración del Alonso de Zamora, familiar del Santo Oficio en ese pueblo. Incluso su hermano Ginés Cabronero, que por el incidente de las pedradas ha sido conducido a la cárcel de Motilla, cuenta con la complicidad del alcalde Lucas Navarro para quedar libre.


                                                                                       (continuará)


AHN. INQUISICION. 1925, Exp. 7. Proceso Criminal contra Juan Simarro, familiar de la Inquisición de El Peral, 1630-1634

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