Los montes de Iniesta estaban agotados en 1566; el
crecimiento de sus aldeas norteñas, tal como La Puebla de San Salvador,
precisaba de madera para la construcción de casas y arados o para alimentar los
fuegos de los hogares en invierno. Iniesta jugaba con su confusa integración en
la gobernación de marquesado de Villena sin olvidar su antigua pertenencia a la
tierra de Cuenca. Era en esta tierra, y en la dehesa de Olmedilla, perteneciente
a la aldea de Enguídanos, donde se buscaba la madera faltante.
Ese año eran alcaldes de Enguídanos Simón Palomares y Quílez
Luján, que consideraban que los viejos usos comunales de la tierra de Cuenca no
eran de aplicación para la villa de Iniesta, una vez pasado el mojón Blanco que
separaba ambos pueblos. Los alcaldes aplicaron el fuero de Cuenca: la acusación
era la corta de leña sin licencia, el acusado era Pedro Rodríguez, morador en
La Puebla, y la pena, según dicho fuero, el perdimiento del par de mulas y el
carro con el que transportaba la madera sacada de los términos de Enguídanos. Y
es que la presión de los iniestenses sobre sus vecinos iba en aumento. Un
vecino de Iniesta, Juan de Almazán, había arrendado la dehesa de Olmedilla,
favoreciendo, de paso, la intromisión de sus paisanos en el pueblo vecino. Un
mes antes los de Enguídanos ya habían embargado mulas y carros a otro vecino de
la Puebla, Gil Campillo, por cortar leña en el paraje de Casa Vieja
El hecho de que los alcaldes de Enguídanos recurrieran al
fuero de Cuenca dejó desarmados jurídicamente a los iniestenses, que, olvidando
su vieja pertenencia a la tierra de Cuenca, alegaron que sus relaciones con
Cuenca respondían a nuevas relaciones contratadas de unas ordenanzas, que a
semejanza de las del suelo de Alarcón, imponían penas de seiscientos maravedíes
por sacar madera de un término a otro. Es más, Iniesta, en lo que le concernía,
daba por derogado el fuero de Cuenca, pues “por esta dispusiçión particular
está quanto a los vezinos de la villa de Iniesta derogada la generalidad del
que dizen fuero de Cuenca”.
Los alcaldes de Iniesta eran poco dados a recibir lecciones
jurídicas de sus vecinos, así que fallaron que el dicho Pedro Rodríguez pagaba
cuatro mil maravedíes o perdía sus mulas y carros, todo ello en una tasación
que valoraba bienes y penas, fundándose en el fuero, las ordenanzas y las
costumbres. La sentencia de los alcaldes ordinarios se pronunció con toda
solemnidad en los estrados de la audiencia, ante el procurador Hernán Martínez
Blasco y dando fe el escribano del pueblo en ausencia de la parte contraria, la
villa de Iniesta. Enguídanos era fiel defensor de sus costumbres. De hecho,
cuando los pueblos de Cuenca ya contaban con casas de concejo, Enguídanos, a
campana tañida, reunía su concejo donde siempre, a las espaldas de su Iglesia,
que se abría a la plaza del pueblo. El concejo de Enguídanos, conservaba
todavía la tradición de los viejos concejos abiertos, sus decisiones se tomaban
en nombre del concejo y la república de Enguídanos por unanimidad o dejando
constancia de los votos discrepantes y su composición era de dos alcaldes, dos
regidores, dos alguaciles, y siete diputados acompañados, tal vez los oficios
salientes del año anterior, y algunos vecinos, sin voto, presentes, pero, en
cualquier caso, con un dominio de la familia de los Luján. El concejo de
Enguídanos disponía además de un caballero de sierra para la defensa de sus
montes, al que solía acompañar algún regidor, cuando se trataba de apresar a
los intrusos iniestenses. No hemos de pensar, sin embargo, en Enguídanos como
una sociedad anclada en el pasado, pues el hecho de estar en el camino real
hacia Valencia le daba una posición privilegiada en las comunicaciones y, de
paso, unos pingües beneficios al mesonero Juan de Arratia.
Lo que para Enguídanos era Fuero de Cuenca era en realidad
unas ordenanzas más recientes por las que se guiaba toda la tierra de Cuenca, y
de las que el concejo de Enguídanos guardaba celosamente una copia. Los dos
capítulos referentes a la saca de madera de sus términos decían así:
“Yten que qualquier vezino de Cuenca e su tierra que tea
o leña madera e carvón sacare de Cuenca e su tierra pierda la tal tea e madera
o leña y carvón e pague de sesenta mrs. sacando qualquier cosa de las susodichas
sin tener liçençia para ello e aya informaçión e lo notifiquen a la çibdad para
que sobre ello provea como se hexecute la pena e que al tal cavallero por aver
denunçiado lleve la mitad de la pena e que los susodichos o qualquieir de ellos
ovieren yncurrido e la otra mitad la justiçia e rregidores que lo sentençiaren
Otrosy sy vezino no fuere el que la tal tea o pez o
madera o carvón o corambre sacare pierda las bestias e todo lo que ende toviere
e que esta tal pena sea moderada sy oviere traydo provisyón a la çibdad e
cayere en la dicha pena que la dicha pena sea moderada por la çibdad o por no
yr firmada la liçençia de la justiçia e regidores que rigieren así alguno de
ellos de no yr en ella se crea que es por inadvertençia e no se lleve a los que
las tales liçençias ansy llevaren cosa alguna e que los no ovieren traído
provisión a esta çibdad del camino que llevaren la dicha madera pez tea e corambre que la çibdad en el
ayuntamiento puedan moderar y moderen para que si se oviese de llevar por entero
sería estruir la hazienda de tal hombre”
Estas ordenanzas, fundadas en el Fuero de Cuenca, se
aplicaban a los extranjeros de Cuenca. Enguídanos había preservado estas
ordenanzas siendo aldea y una vez convertida en villa hacía doce años, según se
decía por testimonios de 1565 (es decir, el villazgo debió acontecer hacia
1553). La antigüedad de las ordenanzas se
remontaba a fines del siglo XV y, curiosamente, Iniesta, perteneciente a la
tierra de Cuenca no las tenía por propias y era incluida por los de Enguídanos
como extranjeros de la tierra de Cuenca. Las llamadas ordenanzas viejas databan
de 1491. Las ordenanzas estaban pensadas para favorecer los intereses ganaderos
en el aprovechamiento de pastos de las tierras comunes del suelo de Cuenca.
Hubo una primera confirmación en el Real de la Vega de Granada el 17 de
diciembre de 1491, aunque su confirmación definitiva y es de pensar que
aclarando interpretaciones por el Consejo Real data de 1523. Las ordenanzas
viejas de 1491 para guarda de montes y pinares se había redactado ante el
escribano Diego de Valera y en presencia de la justicia y sexmeros de la tierra
de Cuenca.
Iniesta no se consideraba obligada por
estas ordenanzas y sacaba a relucir cierto acuerdo con la ciudad de Cuenca del
año 1460. Se decía que tanto Iniesta como Enguídanos eran aldeas de Cuenca,
aunque, en nuestro caso tenemos noticias de que a Iniesta le fueron concedidos
términos jurisdiccionalmente diferenciados por don Juan Manuel. El acuerdo
incluyó el amojonamiento entre ambos pueblos y se puso orden y concordia en el
pacer de los ganados entre uno y otro pueblo, como en sacar leña de un término
a otro sin licencia; las penas serían de 300 mrs. por cada carga de leña y
seiscientos por cada carretada. Lo que fue un acuerdo entre partes, se aprobó
posteriormente en la ciudad de Cuenca ante el escribano Benito Martínez de la
Parra.
El caso es que al morador de la Puebla
Pedro Rodríguez se le aplicó el fuero de Cuenca, sus ordenanzas, que suponían
el perdimiento de bienes, salvo que entregara una cantidad de 4000 maravedíes,
en sentencia de los alcaldes ordinarios de Enguídanos de 21 de marzo de 1566.
Pedro Rodríguez intentó salvar la situación entregando una taza de plata y dos
rosarios de oro con cuentas de cristal. Iniesta daba por derogado el fuero de
Cuenca en su villa y tierra. Una nueva generación de hombres estaba tomando el
poder municipal iniestense, a la consolidación de los Espinosa y Zapata, se
unía ahora el bachiller Juan López Cantero, una familia de gran proyección
futura.
Es en estos tiempos de mediado el siglo,
cuando las aldeas al norte de Iniesta alcanzan una gran proyección, ya sea La
Puebla u otras como La Pesquera. Las necesidades de los moradores iban en
aumento y el incidente de Pedro Rodríguez lo confirma. Cuando es sorprendido en
la dehesa de Olmedilla a las tres de la madrugada, le acompañan dos criados y
en el lugar están presentes también cuatro franceses. Mientras unas aldeas
crecían, caso de la Puebla de San Salvador, otras más antiguas habían
conseguido el villazgo en la década de los cincuenta. Esos años, la tierra de
Cuenca había visto como se desgajaban varias aldeas consiguiendo la condición
de villa y cerrando sus términos a las colindantes, negando los viejos usos
comunales. En 1559, el regidor de la ciudad de Cuenca Juan de Ayora protesto
ante el Consejo Real contra la actitud de las nuevas villas que impedían el
aprovechamiento de los pastos y la comunidad en las rozas, cortas de madera o
aprovechamientos comunes de bellotas. Enguídanos era una de estas nuevas
villas, presentándose como adalid de la foralidad conquense, ahora era, sin
embargo, reconvenida por la ciudad de Cuenca que veía como las nuevas villas
adehesaban los antiguos espacios comunes y vedaban los aprovechamientos. La
ciudad de Cuenca recibió el apoyo de la Corona el 8 de octubre de 1559,
ordenando no se hiciera novedad alguna y se respetaran tanto los viejos
derechos forales como las ordenanzas de finales del siglo XV. La provisión real
pronto sería recogida por Iniesta en su conflicto con Enguídanos.
Concejo de
Iniesta de 5 de marzo de 1566
Juan Mateo de Contreras, alcalde ordinario
Francisco de Lorca, Antón García, Francisco de las Casas, el
bachiller Zapata, el bachiller Alonso Cabronero. Regidores
Concejo de Enguídanos de 8 de octubre de 1564
Alcaldes: Juan de Luján de Lope de Luján y Juan de la Plaza
Regidores: Andrés Álvarez y Pedro Cristóbal, regidores
Juan de Luján el viejo, Juan de Luján el mozo, Martín Luján,
Juan Navarro, Pedro Rabadán, Martín Moracho, Pedro Murciano el mozo, diputados
Concejo de Iniesta de 4 de enero de 1566
Juan Mateo Contreras, alcalde ordinario
Bachiller Agustín Montes, Francisco de Lorca, Antón Granero,
el licenciado Espinosa, el bachiller Zapata, regidores
Bachiller Juan López Cantero, alguacil mayor
Concejo de Enguídanos de 5 de marzo de 1566
Alcaldes: Quiles de Luján y Simón Palomares
Regidores: Diego de Barajas y Miguel Ramos
Juan de Iniesta el mozo, diputado y acompañado del concejo
Alguaciles: Martín de Berlanga y Juan Ballestero,
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