El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

jueves, 3 de septiembre de 2015

Rodrigo de Santelices Guevara y Arredondo (III)

(Cont.) Entretanto Juan López Toledano regresa; el 8 de abril da cuentas al ayuntamiento y, en especial al corregidor Antonio Sevillano. Esta vez faltan 17 soldados; las órdenes de Santelices son taxativas: prendellos, secuestro de bienes y condenados a muerte. Algunos de los soldados han vuelto a sus hogares, entre ellos el propio sargento de la compañía, Juan de Alarcón. También un soldado que en la expedición de septiembre de 1640 ya se había incorporado con retraso a su compañía en marcha, no sin antes garantizar para su mujer un socorro de un real diario; se trata de Juan Pontones, que se mueve en los peldaños inferiores de la administración municipal; cuando salga por segunda vez ya no volverá de la guerra. Con él irán camino de Molina dos García Iniesta, hermanos de aquel Melchor que conducía como cabo los soldados de presidios. Un año después, Francisco López Lope pide la libertad de su hijo, huido en las levas de los dos años anteriores, pues ha dejado de labrar sus barbechos y sus viñas, su hacienda se arruina y con la suya la del Rey y la de la Iglesia, es deudor de más de 500 reales de rentas, tercias y primicias. Todos ellos son vecinos con arraigo en el pueblo. Debemos pensar en aquellos hombres que habían visto en la milicia un reconocimiento social a nivel local y ahora están inmersos en una guerra distante de la que no saben si volverán. Los regidores, auxiliares del reclutamiento, se veían obligados a enviar al frente a aquellos que por redes clientelares constituían su base social. Nuevos hombres, que han comprado regidurías perpetuas se van incorporando al ayuntamiento en sustitución de la vieja oligarquía. El ayuntamiento colabora y pide a Santelices que no mande ejecutores contra la villa, se considera su coste insoportable, 150 reales del ejecutor Juan Pareja y 200 reales del escribano Juan Albiz. Se decide nombrar tres comisarios para todo lo anejo a las diligencias del corregidor, a saber, apresamiento de soldados fugitivos, presentes en la villa, y de los nuevos sorteados, entre los que hay hermanos y padres de los huidos sin paradero. El corregidor garantiza que los soldados vayan con prisiones a Molina, a cargo de cabo veterano, Alonso de Arcos, salvo que den imposible fianza de 500 ducados. Los gastos los ha de pagar el regidor Juan López Toledano, de los 4.400 reales que recibió todavía tiene en su poder 2.730 rls. Los pueblos intentan eludir sus obligaciones, pero el rigor no es menor. El 17 de marzo se presenta ante el corregidor Antonio Sevillano, el cabo Diego López Carbonel que ha conducido los 13 soldados de Vara del Rey. Han huido todos. El corregidor no se arredra y pide que los prendan y secuestren sus bienes muebles y raíces. Diego Embito de Robres, alcalde ordinario de la villa debe garantizar con su persona y bienes el cumplimiento de la orden. El corregidor Antonio Sevillano tiene fama ganada de perseguir a los soldados huidos por los campos. Acaba de mandar al alguacil ejecutor, Francisco de Salcedo, a Belmonte a apresar al soldado Juan Villarejo, vecino de San Clemente. Es un soldado huido de presidios, que se ha refugiado en tierra de señorío como también otros soldados de la conducción de Santelices. Apresado se le pone con el resto en la Roda, camino de Cartagena. No se repara en gastos: 70 reales de la comisión del alguacil que ha perseguido al soldado de presidio y 180 reales para pago de las actuaciones contra los milicianos por Pedro Nieto, verdugo de Belmonte. Los paga conjuntamente López Toledano, sin rechistar, aunque su dinero sea expresamente para milicias y no para presidios. El obrar de Rodrigo Santelices parece excesivo a la Junta de Ejecución, que por boca de su ministro José González advierte en mayo que “algunas de las cosas las dispone con mucha irregularidad y rigor; y particularmente no me puedo conformar en que quede puerta abierta a las justicias para que quede a su arbitrio la ejecución de las penas”. Junto con la arbitrariedad, se abre la puerta de las venganzas locales y lo que menos se desea es la anarquía y el enseñoramiento del particularismo. Habrá un giro en el modo de proceder. Los superintendentes se mantendrán, pero de las labores de reclutamiento se encargará el sargento mayor.

Fuentes:

  • AMSC. CORREGIMIENTO. SECCIÓN MILICIAS
  • Véase artículos en pdf

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