Es conocida la historia de la fundación del convento de monjas carmelitas descalzas de San Clemente. La comunidad religiosa de Valera fundada por Ana de San Agustín se acabaría mudando a San Clemente en 1617, buscando una población de mayor número de vecinos que los escasos trescientos de Valera, pues al fin y al cabo la propia supervivencia del convento dependía de las limosnas. Pero es desconocido que veinte años antes hubo un intento de fundación de un convento de monjas de carmelitas descalzas. Su benefactor era Francisco de Mendoza y así lo dejó legado en su testamento proveyendo para su sostén un juro situado sobre las alcabalas del Marquesado de Villena y sus casas principales en San Clemente. La herencia malograda acabaría agregándose en 1627, por donación de doña Elvira Cimbrón, heredera de su primo hermano don Francisco Mendoza, al convento de franciscanas clarisas de la Asunción, donde profesaban las hijas de los principales señores del pueblo. La riqueza de este convento no dejaba de ser una afrenta para las humildes carmelitas descalzas venidas de Valera, alojadas, después de estar temporalmente en una morada cedida por don Alonso de Oropesa, en las casas que en la calle de la Herroyuela les había cedido Melchor Tébar, tal vez el hermano del doctor Cristóbal Tébar y también el hermano pequeño de los Tébar, que había acudido a América a petición de su hermano Diego. Nuestra duda, que hoy no podemos contestar, es hasta qué punto en la decisión de abandonar Valera por las monjas carmelitas se pudiera esconder una rivalidad entre los Tébar y doña Elvira Cimbrón que, no hemos de olvidar, era señora de Valera. Así el éxito de los Tébar se corresponde con el fracaso de los Castillo en su intento de fundación del Carmelo en San Clemente.
Don Francisco de Mendoza, hijo de don Alonso Castillo y Juana de Mendoza y esposo de doña Juana Guedeja y Peralta, y de cuya riqueza y linaje tendremos ocasión de hablar, había legado por su testamento de 13 de octubre de 1598 entre sus obras pías su deseo y también los medios materiales para la fundación de un convento de monjas carmelitas descalzas en San Clemente:
es que mando que en la dicha villa de San Clemente se funde e ynstituya un monesterio de monjas de la orden de carmelitas descalzas, el qual ha de estar en las mismas casas principales que tengo en la dicha villa de San Clemente y quiero que de los dichos mis vienes y hazienda se fabriquen e rrepare en las dichas mis cassas lo que fuere necesario para la comunidad del dicho convento e lo demás de mi hazienda sea para que la dicha renta de ella se tenga en el dicho monesterio dos capellanes que digan cada día missa, uno de ellos por mi ánima e por mi yntenzión y se dé de limosna lo nezesario para ornamento y cossas de la sacristía y lo que restare sirua la cantidad que por dar e para sustento de las monjas que a de aver en el dicho monesterio del qual a de ser patrono el señor de Perona (en aquel momento, Juan Pacheco de Guzmán, casado con Elvira Cimbrón) que por tiempo fuere perpetuamente para siempre xamás y cometo a la dicha doña Elvira Cimbrón mi prima a quien mando el dicho mandado haga de persona y a sus suzesores y qualquiera de ellos que obre la fundazión del dicho monesterio e perpetuidad dél agan y ordenen las escrituras y cláusulas e firmezas que fueren nezessarias y ellos quien para más seguridad y perpetuydad que yo se lo remito y an de poner clausal que perpetuamente para siempre en el dicho monesterio de carmelitas descalzas an de tener reciuidas dos monjas de mi linaxe la una de parte de mi padre y la otra de mi madre y no la abiendo sus ambas sea del un linaje o del linaje que fuere el señor de Perona para de coro sin docte que siempre a de aver el dicho número de las dichas dos monjas y como fueren bacando las an de ir rezibiendo nombradas por el señor de Perona por manera que siempre continuamente an de tener en el dicho monesterio las dichas dos monxas de mi linaje de padre y madre o del linaje del señor de Perona
En el testamento se incluía una cláusula que sería determinante en el legado de Francisco Mendoza y que determinaría que doña Elvira Cimbrón en 1627, como patrona de las obras pías y memorias fundadas por su primo, decidiera dar una finalidad distinta al legado
y si la dicha orden de carmelitas descalzas no quisieran fundar el dicho monesterio para en tal caso quiero y mando que la dicha mi hazienda se dé al monesterio y convento de monjas de nuestra señora de la Absunzión de la orden de Santa Ysauel de la dicha villa de San Clemente para que sea obligado el dicho monesterio y convento a cumplir lo mismo que el dicho convento de carmelitas a de tener ... y si el dicho monesterio de nuestra señora de la Asunbzión de la orden de Santa Ysauel no quisieran pestar ni pasar por lo de suso referido quiero y mando que en los dichos mis vienes y hazienda suzeda el ospital del señor San Sebastián de la dicha villa de San Clemente para que tengan los dichos capellanes que siempre el uno dellos cada día diga missa por mi ánima e yntenzión administre sacramentos a los pobres y lo demás se gaste en camas y curar pobres naturales que se an de curar en el dicho ospital
Conocemos también donde estaban situadas las casas principales de don Francisco de Mendoza y que ahora cedía para la fundación del convento
las casas principales y acesoria que están en esta dicha villa en la calle que va desde las almenas de la torre vieja al convento de San Francisco, linde de las cassas de la viuda de Domingo López y tres calles públicas que son las mismas que fueron del dicho señor don Francisco de Mendoça
Así el primer fracaso de la fundación de las carmelitas descalzas de San Clemente iría en beneficio de las franciscanas clarisas (el tercero en discordia era el hospital de San Sebastián). Eso ocurriría ya en septiembre de 1627. Pero la agregación de los bienes de las memorias fundadas por Francisco de Mendoza al convento de clarisas, no era un acto voluntario de su patrona, la viuda Elvira Cimbrón. Durante más de veinte años, doña Elvira, en vida de su marido, había gastado en beneficio propio la hacienda legada para fines religiosos de Francisco Mendoza. Muerto su marido, Juan Pacheco y Guzmán, alférez mayor de San Clemente, la viuda se vio asediada y acosada por las denuncias, que llevarían a su excomunión. Obligada por la presión se vería forzada a entregar el legado piadoso a las monjas clarisas. Es más, quizás el traslado de las carmelitas descalzas de Valera a San Clemente en 1617 fuera una decisión motivada por la propia presión ejercida por familias rivales, como los Origüela, sobre doña Elvira Castillo e Inestrosa y Cimbrón, que era su nombre completo, y su marido entonces con vida, para cumplir con el mandato testamentario de don Francisco Mendoza. ¿Acaso no se había visto obligado unos pocos años antes el doctor Tébar a ceder su fortuna para la fundación de un Colegio de la Compañía de Jesús, tras una campaña acusatoria de sus enemigos que ponían en duda la limpieza de su sangre? De modo más claro, la donación de doña Elvira Cimbrón ante el escribano Bartolomé de Celada vino precedida de una petición ante la justicia ordinaria de las monjas clarisas que exigía el traspaso forzoso de los bienes vinculados a las memorias.
AGS. CONTADURIA DE MERCEDES (CME). 273, 47. Juro a favor de don Francisco de Mendoza
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