El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

miércoles, 13 de julio de 2016

Los Castillo: la integración en la política de San Clemente (II)

Alonso Castillo y María Inestrosa intentaron dejar sus bienes vinculados en la persona de su hijo primogénito Alonso. La herencia familiar era jugosa: al señorío de Perona y a los molinos de la ribera del Júcar y la dehesa de Villalgordo, se unían heredades y majuelos adquiridos en vida por el matrimonio en la villa de San Clemente,Villar de Cantos, Cañavate y Vara de Rey. María de Inestrosa había aportado el matrimonio el señorío de Valera de Yuso y diversas propiedades en el término de San Clemente. El intento de concentrar estos bienes en el primogénito a través de la carta de emancipación de 1517 se saldó en fracaso. Hemos de suponer que a las rivalidades familiares entre hermanos se sumaría las pretensiones de los señores de Minaya. Alonso de Pacheco, hermano del señor de Minaya casaría con una de las hermanas, Juana de Toledo. A largo plazo, el hijo de este matrimonio, Juan Pacheco Guzmán, sería el gran beneficiario de la herencia familiar de los Castillo.

Alonso Castillo Inestrosa mantendría el título de señor de Perona entre 1517 y 1528, pero a partir de ese año hay un reparto de la herencia familiar en la que intervienen sus hermanos Hernando y Francisco. Para entonces el poder de la familia está tan disminuido como contestado. Desde 1515 una concordia entre Alonso Castillo, padre, y el concejo de San Clemente ha permitido a esta villa construir sus molinos propios como hará Villanueva de la Jara. En 1526 el marqués de Villena sentenciará a favor del concejo de Alarcón un pleito para la recuperación de las dehesas de la Losa y Villalgordo, recuperando esta última y sometiendo la posesión de la primera a la carga de un censo.

Las política de alianzas matrimoniales de Alonso del Castillo para sus hijos fue ambiciosa. Alonso, señor de Perona y la Losa, enlazaría matrimonialmente con la casa de Mondéjar al casar con Juana de Mendoza; Hernando, señor de Valera de Abajo, con los señores de Ventosa, al casar con Elvira de Sandóval. Mientras que Francisco casaría con Ana Cimbrón, de familia nobiliaria abulense. Una de las hijas, Juana de Toledo, casaría con el hermano del señor de Minaya, Alonso Pacheco.

Entre los años veinte y cuarenta hay un vacío documental que nos impide saber el destino en esos años de los tres hermanos Castillo. Hemos de suponer que la disminución de la influencia de su poder señorial fue acompañada de su marginación de los oficios concejiles sanclementinos en manos de pecheros. El acoso inquisitorial contra la familia Castillo les conducía a su retraímiento, pero su poder económico se consolidaba. Hasta que la venta de regidurías perpetuas en 1543, acabando con la elección de oficios, posibilitó la compra de uno de los cargos de regidor de la villa de San Clemente por Hernando del Castillo.

El acceso a los oficios concejiles por compra eliminó la exclusión de los hidalgos a los mismos. Al dejar de ser la pechería un requisito, comenzaron numerosos pleitos con el concejo en la Chancillería de Granada de aquellos que querían ver reconocida su nobleza. Entre ellos, los tres hermanos Castillo, que solicitaron su reconocimiento de hidalguía en 1544. La solicitud fue respondida por el concejo de San Clemente muy severamente, no dudando en desempolvar el proceso inquisitorial por judaísmo contra Violante González, la bisabuela de los hermanos, sacando en 1555 un traslado del original que se conservaba en la cámara secreta de la Inquisición de Cuenca (en 1613, los Castillo ya habían hecho desaparecer el proceso de la bisabuela de los archivos de la Inquisición, que se vio obligada a valerse del traslado del original que todavía obraba en poder del concejo de San Clemente).

Las acusaciones de judaísmo fueron paralelas a la intervención de uno de los Castillo, Hernando, en el primer plano de la política sanclementina en los años cuarenta. Las sesiones del concejo de San Clemente de noviembre de 1548 nos presentan a Hernando, regidor perpetuo de San Clemente, como mano derecha del gobernador Godínez. Sin embargo, en la elección de alcaldes del año 1549 entra en conflicto con la familia de los Herreros, que apartarán a Castillos y Pachecos del poder municipal. La lucha por el poder local en los comienzos de los años cincuenta fue muy virulenta, teniendo su clímax en los sucesos de 1553, donde estalló la lucha de bandos entre las familias de segundo orden como Origüelas o Rosillos, pero donde no debían andar muy lejos las familias principales. Basta recordar aquellos treinta origüelas que procedentes del arrabal se presentaron en casa de algún vecino y de los Rosillo refugiados en la torre de la iglesia, dispuestos a lincharlos.

Pero los perdedores de esta crisis de mediados de siglo en los años siguientes serían Origüelas y Castillos. Sobre ambas familias se recrudecieron las persecuciones inquisitoriales, sin duda consecuencia de las denuncias de sus enemigos. El traslado del proceso judicial de Violante González encargado por el concejo de San Clemente era la muestra palmaria de la inquina de sus enemigos contra los Castillo. Los procesos inquisitoriales, al igual que contra los Origüela, se desarrollarían en la década de los sesenta. Así el proceso en 1563 contra Alonso Pacheco, marido de María Castillo, a su vez hija de Francisco del Castillo, y los procesos contra Diego del Castillo y su primo hermano Bernardino en 1568, ambos descendientes del segundo alcaide de Alarcón.

Sería un triunfo efímero de los enemigos de la familia Castillo. Pues dos nuevas figuras de la familia iban a adquirir un relieve extraordinario en el último tercio del siglo y primer tercio del siguiente. Nos referimos a Francisco de Mendoza y a Juan Pacheco y Guzmán, alférez mayor de la villa. Francisco de Mendoza era el hijo de Alonso de Castillo e Inestrosa y Juana de Mendoza. Su poder se afianzaría por su matrimonio con Juana de Guedeja y Peralta, la hija del licenciado Guedeja, relator de los Consejos. Su herencia recaería en el mencionado Juan Pacheco  y Guzmán, casada con Elvira de Cimbrón, la hija de otro de los hermanos Castillo, Francisco. En este matrimonio se unificaría una herencia que había llegado dividida. Juan Pacheco y Guzmán soñará con hacer realidad aquello en lo que habían fracasado su suegro y sus hermanos: hacerse reconocer el señorío de Perona y controlar el concejo de San Clemente eliminando sus alcaldes ordinarios y la primera instancia.

(continuará)



Parello Vincent. Une famille converse au service du marquis de Villena : les Castillo de Cuenca (XVe-XVIIe siècles). In: Bulletin Hispanique, tome 102, n°1, 2000. pp. 15-36