El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 1 de mayo de 2021

Los Zapata conquistan el poder concejil de Iniesta (año 1546)

 

Códice de Osuna, BNE, MSS.FACS/999


Las elecciones de oficios concejiles de 1546 despertaron las rivalidades en el seno del patriciado iniestense. El gobierno del concejo de Iniesta estaba formado por dos alcaldes, dos alguaciles y, desde 1543, diez regidores perpetuos. Ese año de 1546 se hicieron dos elecciones. La primera, tal como era uso y costumbre, el día de San Miguel; la segunda, revocando la primera, unos pocos días después, por la intervención directa del alcalde mayor de marquesado de Villena, el licenciado francés. La elección de oficios elegibles, alcaldes ordinarios y alguaciles, se hacía por los oficiales del ayuntamiento anterior y los regidores perpetuos. Si la primera elección de 29 de septiembre se hizo por dos tercios de los oficiales; la segunda, a decir de uno de los bandos, se hizo por tres regidores perpetuos únicamente, acompañados por el alcalde mayor. Se denunciaba expresamente a Juan Zapata, su hermano y un primo.

Desde el año 1543, Iniesta disponía de ocho regidores perpetuos, pero tras las protestas de la familia Zapata, que acusaba de desequilibrios en el poder de la villa por estar en minoría respecto a una parcialidad de cinco regidores, se crearon dos nuevas regidurías perpetuas hasta un total de diez, que en 1546 eran: Andrés de Nuévalos, Juan Garrido de Bernal Saiz, Miguel Cabronero, Juan Ruiz de la Almarcha, Ginés de la Jara, Juan de Zapata, Benito García, Francisco de Lorca, Francisco Granero de Iniesta y Agustín Montes. Viejos apellidos como los Garrido, García o Zapata con otros advenedizos y faltando otros apellidos como los López Cantero de gran proyección futura y otros como los Espinosa, familia de tradición y que no tardaría en despuntar. La figura en alza en la década de 1540 era Juan Zapata, que había atraído hacia sus intereses a otros regidores como Francisco Granero, Francisco de Lorca o Juan Ruiz de la Almarcha o Agustín Montes o familiares por parte materna, una Castañeda. Enfrentados a los Zapata, las viejas familias pecheras de los Garrido o los García, acompañadas de otras como los Cabronero, Nuévalos o la Jara. Aparentemente era un viejo conflicto de hidalgos, representados por los Zapata, frente a los pecheros, liderados, por los Garrido y la figura tan ascendente como fugaz de Andrés Nuévalos. Quizás posiciones ambiguas como los de la familia Espinosa era causa de su exclusión del poder, aunque Pedro de Espinosa, que actuaba como alcalde de la hermandad, procuraba minar el poder desmesurado que estaban alcanzando los Zapata. Los viejos representantes del poder pechero se negaban a aceptar a los hidalgos como tales, al tiempo que les acusaban de “palabras atrevidas para revolver a la villa”.

Hidalgos se pretendían Juan Zapata, Francisco de Lorca y Francisco Granero, que el 18 de septiembre alegaron ante el Consejo Real una sentencia favorable de la Chancillería de Granada para ser admitidos en los oficios concejiles elegibles: alcaldes y alguaciles. Una pretensión que escondía la ambición de Juan Zapata por controlar el poder concejil, colocando en los oficios a él mismo, a su hermano García y a su pariente Pedro de Castañeda. La cosa iba más allá de pecheros e hidalgos, tal como reconocía el alcalde Gabriel Martínez, si habían de entrar hidalgos en el ayuntamiento, antes de entrar los Zapata y sus emparentados los Castañeda era preferible que lo hiciera el licenciado Espinosa junto al pechero Juan Garrido de Alcalá. Aunque no todos eran favorables a este dominio de la vida municipal por Zapatas o Espinosas; un conjunto de pecheros enriquecidos luchaban por acceder al poder y nuevos hombres, o viejos según lo queramos ver, se sumaban a la lucha por el poder: Juan Risueño cedía su cargo de alcalde a Benito Martínez del Peral.

Los pecheros impusieron su voluntad en la elección de San Miguel de 1546, eligiendo alcaldes a Gabriel Martínez y Juan Risueño y como alguaciles a Juan de Atienza y Antón Albarrilla. En estos momentos de disputas, la presencia del alcalde mayor del marquesado, bachiller Mejía, intentaba poner una paz, que era simple claudicación a los intereses del bando más fuerte y que mostraba su impotencia remitiendo los autos de la elección del oficio concejil al gobernador Pedro Martínez de Avellaneda, por entonces en Hellín, para su posterior aprobación. La mascarada de las elecciones iba acompañada de las amenazas encubiertas. La decisión de San Miguel de 1546 no se respetó ni pasado un solo día; a caballo, por las calles de Iniesta, iba el alcalde mayor Mejía buscando oficio de escribano para nombrar nuevo alcalde que satisficiera a todos. Tal voluntad recayó en Juan Garrido de Alcalá, pero el nuevo alcalde renunciaba inmediatamente ante las amenazas de los Zapata, pues, aunque honrado y de buena conciencia, no parecía presentable en sociedad, por su poca dicción y la fealdad que le provocaban unas enormes hinchazones en la cabeza, para, a las pocas horas, volver a aceptar el cargo ante la presión del bando contrario. El asunto iniestense llegaría hasta el gobernador Avellaneda el cuatro de octubre, sin duda a instancia de los Zapata, que desde Hellín y a quince leguas de distancia decide enviar al otro alcalde mayor del marquesado, el licenciado Francés y en un intento de aliviar la guerra de bandos, mandaba desterrar a una legua de Iniesta a Juan Garrido de Bernal Saiz y Andrés de Nuévalos, por una parte, y a Juan Zapata y Juan Granero de Iniesta, por otra. Decisión aparentemente ecuánime pero que significaba el apartamiento del poder de los dos primeros regidores, Garrido y Nuévalos, que eran quienes a la sazón lo detentaban. Con razón se quejarán los dos regidores que el gobernador cedía la paz y sosiego en la buena gobernanza por intereses apasionados.

El “golpe de estado” de los Zapata para hacerse con el gobierno local de Iniesta tuvo lugar el ocho de noviembre de 1546. Previamente, Juan Zapata y su hermano García habían arrancado del alcalde mayor licenciado Francés la nulidad de las elecciones de San Miguel de 1546. Hubo ausencia de tres regidores, pero aparte de la falta de Francisco Lorca por enfermedad y el pusilánime Agustín Montes, se dejó notar la de Juan Garrido, con su ausencia y la del licenciado Espinosa (que como alcalde de la hermandad no tenía derecho a estar en los ayuntamientos) la oposición al partido de los Zapata quedó muy menguada y defendida por Andrés Nuévalos que sería incapaz de mantener la solidaridad del partido pechero frente a las ambiciones hidalgas. En los memoriales presentados por ambos bandos queda patente una desigual visión política: el bloque pechero defendió el tradicional y buen gobierno de la villa, la falta de pasión y buen celo en el ejercicio de los oficios públicos y la no entrada en los oficios de los hidalgos, pues, en sus palabras, no lo habían hecho desde que la villa era de cristianos; la familia Zapata simplemente advocó la necesidad de un equilibrio en las parcialidades de la villa reflejado en el gobierno local. Es curioso como hoy en día andamos presos de ver parcialidades y bandos en los conflictos concejiles de antaño, pero el concepto de parcialidad fue término usado y abusado por una futura oligarquía que quería acabar con el gobierno de las repúblicas pecheras de las primera cuatro décadas. De hecho, el hermetismo y control del poder concejil por una oligarquía pechera que fue cerrando día a día la base de electores, sería denunciado por las familias hidalgas que exigían ese poder para sí: se denunció primero la corrupción de ese poder pechero para a continuación disolver el mismo, consiguiendo sumar, es decir, comprar voluntades enemigas. Es lo que hicieron los Zapata en Iniesta, ganándose el favor de algunos regidores pecheros como Miguel Cabronero o Juan de la Jara o la del propio obispado para conseguir la excomunión de sus rivales, bajo excusa de haber sacado de la iglesia del Hospital a un tal Cosme Maldonado, una irrupción en lugar sagrado bastante común en las justicias ordinarias de la época. Una práctica común para eliminar enemigos como podía ser esa otra de inhabilitar para cargo público por delitos de sangre; tal era el caso de Miguel Cabronero, suspendido por dos años.

Aquel cuatro de noviembre de 1546, el ayuntamiento presidido por el licenciado Francés eligió por alcaldes ordinarios a Juan Zapata y Miguel Cabronero y por alguaciles a García Zapata y a Juan de la Jara. Los Zapata dominaban pues los cargos añales; el suspenso por delito de sangre Miguel Cabronero tenía las manos atadas por una sentencia condenatoria y Juan de la Jara, hijo de Ginés, dependía de la inconstancia de su padre. Por primera vez, y muy a pesar de Andrés Nuévalos, los hidalgos entraban en las suertes, a mejor decir cooptación, de los cargos añales por primera vez “desde que la villa era de cristianos”.

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. PLEITOS, 1199-10. PLEITO ENTRE EL CONCEJO DE LA VILLA DE INIESTA, CON GABRIEL MARTINEZ Y OTROS, SOBRE ELECCIONES DE OFICIALES

La crisis de 1540 y la forja de nuevas élites

 

Son los años de la década de 1540 el momento en que surge una élite que dominará la vida política, social y económica del sur de Cuenca. Los hombres que formarán esta élite vienen de la primera mitad del siglo y son herederos de viejas rivalidades de sus abuelos forjadas en las guerras del Marquesado. El conflicto por el poder en la década de 1540 es descarnado, devenido en violento en la década siguiente. Se nos presente como el último estertor de las repúblicas pecheras por impedir el acceso a los ayuntamientos de los hidalgos, que ahora ganan a golpe de ducados ejecutorias de la Chancillería de Granada, pero el conflicto surge en un contexto de la primera gran crisis económica que viven las sociedades del sur de Cuenca desde esa otra del quinquenio negro de 1504-1508. Si entonces el hambre y la peste se abatieron sobre unas sociedades famélicas que empezaban a levantar los pueblos y fue revulsivo superador para una sociedad en ciernes; ahora en 1540, las sociedades de realengo del antiguo suelo de Alarcón son sociedades ya maduras: el manto de sombra que las nubes de langosta proyecta por los pueblos es presagio anunciador de una década calamitosa. Ahora los hombres ya no tienen esa capacidad de regeneración; conquistado el espacio agrario, los principios malthusianos se muestran con toda claridad, pero no es solamente que no haya más tierra para conquistar, aunque la hay en espacios incultos, es que el espacio agrario creado y limitado por las capacidades de los hombres y sus técnicas es objeto de desigual reparto. Ya no se labran nuevas tierras, vistas como nuevas oportunidades para los desposeídos de ella, sino que algunos las pierden en medio de un proceso inflacionario y de crisis. La desigualdad en el reparto de la tierra tiene su corolario en el desigual reparto del poder. El emperador Carlos, siempre preso de sus necesidades financieras vende en 1543 las regidurías de los pueblos. Las villas tenían en los pueblos gobiernos dominados por oligarquías pecheras: los oficiales del año anterior elegían para San Miguel a los nuevos o, en otros casos, se elegían colegios de electores constituidos por una veintena de hombres. En la mano de los niños que sacaban las bolas de cera de los elegidos, por pocos que fueran los llamados, se quería ver unas sociedades tan dinámicas y permeables como llenas de oportunidades. Sin embargo, el establecimiento de las regidurías perpetuas lo enfanga todo; el monopolio de los puestos de regidores por unas pocas familias se define entre los años cuarenta y cincuenta. Es un proceso claro aparentemente, a golpe de cartas de pago de cuatrocientos ducados, pero manifestado violentamente en las elecciones de los pocos oficios elegibles que quedan: alcaldes ordinarios y alguaciles. Disputas en los ayuntamientos en medio de la voluntad comprada corruptamente de alcaldes mayores del marquesado de Villena, prisiones y destierros de los rivales y cuchilladas para eliminarlos en lucha mafiosa alejada de aquellas rivalidades heroicas de sesenta años antes durante la guerra del marquesado.

Es ahora cuando se forjan los patriciados definitivos de las villas de realengo del sur de Cuenca, mutados en nueva nobleza de proyección regional. La lucha es despiadada: la sangre de cristiano viejo, comprada en ejecutorias de la Chancillería de Granada, es carta de naturaleza de esta nueva élite; no todos las consiguen, no tanto por ser incapaces de superar la infecta sangre conversa, sino por ser incapaces de superar los odios generados por la aversión a la riqueza ajena. El caso más claro de los que fracasan es el de los Castillo de la villa de San Clemente, que camaleónicamente sabrán esconder su sangre en la no más pura de los Pacheco. Aunque los nombres que nos quedan en los papeles son los de los triunfadores: Pacheco y Herreros en San Clemente, López de Tébar y Clemente en Villanueva de la Jara o Espinosa y Zapata en Iniesta. Los citados es una muestra simplificada de estas nuevas élites (novedosas en el encumbramiento y viejas con su presencia en los pueblos), pues la lista de apellidos es más amplia, tan amplia como la nueva sangre pechera que portan, reflejo de alianzas matrimoniales y recomposición de haciendas). Es ahora, cuando aparecen citados apellidos de gran proyección futura, en la marginalidad de los papeles, por citar uno: Martínez del Peral. Y es ahora cuando de forma definitiva se rompe el falso equilibrio de poder nacido tras el movimiento comunero; equilibrio tortuosamente recompuesto y roto en los años treinta. Es a partir de la década de los años cuarenta cuando se asiste al gran proceso urbanizador de las villas de realengo del sur de Cuenca, extendido durante medio siglo y que hemos heredado, y a su vez heredero de comienzos de siglo, con sus espacios públicos, sus edificios religiosos o sus casas palacio. Las villas manchegas, pueblos de labradores, juegan con ser pequeñas ciudades en una implosión de mercaderes y pequeños artesanos, a medio camino entre el verlag system y unas mal formadas ordenanzas. Pero la realidad es que les falta el impulso creador de comienzos de siglo, tal que a sus nuevas élites.

domingo, 25 de abril de 2021

Los símbolos del poder concejil de la villa de San Clemente

 






La iconografía del edificio renacentista del ayuntamiento de San Clemente quiere verse como representación de aquellas virtudes del buen gobierno. Sin embargo, que nadie busque ese carácter religioso de las siete virtudes, bien teologales bien cardinales, que han de ser la guía de todo buen gobernante frente a sus parejos pecados capitales´

Visitando hace poco el ayuntamiento de Uncastillo en el norte de la provincia de Zaragoza vi representado ese buen gobierno en la representación de los relieves que mostraban la fe, esperanza, caridad y templanza. Presidiendo la fachada del ayuntamiento de Uncastillo, la Justicia, y a su lado dos medallones en los que se quiere ver los relieves del emperador Carlos y su mujer Isabel de Portugal, que para otros son sendas imágenes de la sabiduría y la belleza, algo más en consonancia con la cronología del edificio.

No ahondaremos en la discusión sobre la época de construcción del edificio renacentista de San Clemente, aunque siempre hemos dudado que la leyenda que nos habla del gobernador Zapata Cisneros y el año 1558 sea la fecha de edificación y corresponda más a una reforma y afianzamiento del edificio. Fechas posteriores aparecen en el reloj solar o esa otra del reinado de Carlos II. 

Sí creemos que no hemos de ver en los relieves de la fachada plateresca del edificio imágenes alegóricas del buen gobierno. Imágenes de gobierno, pero no moralizantes. Imágenes de orgullo del poder pechero sanclementino y símbolos incontestable del poder de unas familias pecheras que dominan la vida del pueblo y libres del poder señorial del marqués de Villena y sus criados. El único límite a su poder es la obediencia debida a la Corona.

De las imágenes detalladas que me pasó hace tiempo Jesús Pinedo me detendré en dos: la del hombre que sujeta con fuerza unas cuerdas y la de ese otro con un libro en la mano. Creí ver en el primero, un hombre barbudo, y sujetando en su mano una soga, y con ella el símbolo de la independencia jurisdiccional de la horca, pero lo que tiene el hombre es un manojo de tres llaves. Las llaves eran el símbolo del poder jurisdiccional; con las llaves se abría el ayuntamiento y sus salas y con las llaves, en número de tres, se abrían las cerraduras del arca donde se guardaban los privilegios de la villa. Cuando los enviados de la emperatriz Isabel toman la posesión de la villa en acto lleno de simbolismo, tomarán para sí las siete varas de justicia de los oficiales del concejo y a continuación las llaves del ayuntamiento y su archivo, expulsando del interior del edificio a los oficiales sanclementinos para tomar posesión de su justicia y su villa en nombre de la nueva señora. Un edificio, que en su estructura es similar al que hoy se nos conserva. Otro detalle, el hombre barbudo, es un pechero, ataviado con la gorra o bonete común a estos patricios urbanos y esa gorra pende de su mano izquierda. El hecho de descubrirse la cabeza era algo común entre los oficiales concejiles  a la hora de aceptar las órdenes reales: después de quitarse sus bonetes, los oficiales ponían las cartas reales sobre sus cabezas y las besaban en gesto de acatamiento. Creemos que nuestro protagonista es representación del poder pechero, únicamente supeditado a la Corona, más que sujeción a cualquier señorío por muy regio e imperial que fuera.

El segundo relieves es el de un hombre con un libro. Por el hecho de llevar en su cintura una espada, se ha querido ver como un antecedente del discurso cervantino de las letras y de las armas. Pero no, nuestro personaje lo que nos muestra es la fuente del poder concejil de la villa, nacida de sus privilegios, representados en el libro que sujeta en su mano. Uno y otro, con sus llaves y con su libro, son hombres armados con espadas, pues el poder otorgado en privilegios no es concesión señorial sino que se ha ganado en la guerra. No lo olvidemos, hasta que el emperador Carlos decidió acabar con esa fuerza militar, tras la destrucción de El Provencio en 1524, San Clemente era capaz de levantar cuatrocientos hombres armados, a caballo y a pie, auxiliados con piezas de artillería.


Imágenes de Jesús Pinedo Saiz

sábado, 24 de abril de 2021

LA GUERRA DEL MARQUESADO EN CUENCA SEGÚN EL MEMORIAL DE PEDRO BAEZA

 Y ansí se partió vuestra señoría y se fue a Alarcón e yo me fui luego tras vuestra señoría y luego vuestra señoría mandó bastecer Alarcón y yo me fui a abastecer Alcalá (quiere decir Alarcón) y de allí nos veninos a el Castillo y Diego Pacheco avisó a vuestra señoría cómo avía trato en Belmonte e que no se podía escusar de no se perder Belmonte si vuestra señoría si vuestra señoría no yba en persona allá e vuestra señoría se determinó de yr a Belmonte e quisiérades que yo fuera con vos y don Martín Guzmán se quedaría en el Castillo, lo qual nunca se pudo acauar con don Martín yo quedé allí cinco meses y en este tiempo nunca me desarmé las armas porque la xente que el rrey y la rreyna auían enviado estauan en Santa María del Campo donde estauan quinientas lanças entretanto que vuestra señoría estaba en Belmonte me vino a correr Pedro Ruiz de Alarcón muchas veces y quando me dexastes en el Castillo me dexastes solas treynta lanças e yo tuve tal manera que quando volvistes señor al Castillo ya tenía ciento y veinte lanças e ducientos e cinquenta peones e con ellos desuaraté a Pedro Rruiz de Alarcón en el Alberca e le despoxe ciento e ochenta escuderos y me hallé en lo de Almodóvar y me ui en muchas afrentas y peleé muchas veces y derramé mucha sangre de mi cuerpo y estando herido en el braço de la adarga de una saciada me sacastes a pelear diciendo que no teniades capitán y yba a ser capitán estando yo herido y peleaba ansí y traía otras heridas de nuevo de allá que por no ser prolixo y por que vuestra señoría lo saue no lo quiero repetir más de decir a vuestra señoría que nunca os hallastes señor en cossas de afrenta en que no me hallase yo y muchas veces me hallé sin vos en lo del Cañavate donde pelee con don Xorxe Manrrique y le desuaraté e tomé la caualgada que lleuaua de la Motilla y entré en Almodouar del Campo (quiere decir Santa María del Campo) por fuerça e hiçe coxer el pan que estaua sembrado en tierra de Alarcón estando las capitanías de la rreyna tan cerca donde me vi con ellos en muchas afrentas y peleé muchas veces tantas que yo ternía mala memoria de ellas porque me parece que pocos días passaron después que me dexastes señor en el Castillo donde no oviese menester las manos y a la postre la noche que vuestra señoría saue que peleé con don Xorxe como vuestro capitán él salió herido de una herida que murió e yo saque otra de un enquentro por la uoca en que me derrocaron algunas muelas e me pasaron la quixada en fue tan peligrossa la herida que vuestro ciruxano aquella misma noche me dixo que me confessase y ordenase mi alma y otro día estando herido de esta manera salí al campo a cogerle y lo hiçe ansí y sobre cogelle torné otra uez a pelear



"Carta de Pedro de Baeza al Marqués de Villena,(Juan Pacheco), sobre que pidió un memorial de lo que por él había fecho".

RAH, Colección Salazar y Castro, N-43, fol.150 a 161

viernes, 23 de abril de 2021

Rentas reales de 1520 en el Marquesado de Villena

 


*Rentas encabezadas

Repartimiento de las rentas de las alcabalas, pechos y derechos del marquesado de Villena para el año 1520.
AGS, EH, leg. 12

martes, 20 de abril de 2021

Las deudas de la langosta

 Actas de Cortes de Valladolid, sobre la devolución del dinero prestado a los pueblos del marquesado de Villena, para matar la langosta. Año 1555

PTR,LEG,71,DOC.110



"Que los diputados sygan el pleyto de la langosta y procuren que se cobren con toda brevedad los vi (mil) ducados para la matar se prestaron a los pueblos de mi marquesado de Villena"


(Véase el perdón de alcabalas años anteriores a los pueblos)

Servicio y montazgo en los puertos del marquesado de Villena

 1.- Jorquera

El marqués de Villena cobra el servicio y montazgo de los ganados que herbajan en el término de Jorquera y sus aldeas y de tránsito

Derecho de montazgo por pasar por sus términos, cinco reses de cada millar, y el llamado servicio por herbajar e invernar en los pastos de los baldíos de Jorquera, seis reses por cada millar

2.- Alcalá del Río

El marqués cobra el montazgo a los ganados que pasan al Reino de Valencia

3.- Requena

El recaudador de los puertos secos cobra el servicio y montazgo de los ganados que se quedan a herbajar en el término de Requena
Se cobra asimismo el derecho de servicio y montazgo a los ganados que pasan al reino de Valencia y el montazgo a los ganados que pasan en dirección a Castilla y Reino de Murcia. Se denuncian abusos.

4.- Chinchilla

La ciudad de Chinchilla tiene encabezado el servicio y montazgo. El derecho que se debería aplicar sobre los ganados que herbajan en sus términos se aplican abusivamente a aquellos otros que herbajan en el resto del Marquesado. Se denuncian abusos de los arrendadores del impuesto, que suelen ser grandes ganaderos que no pagan y los acuerdos e igualas con otros ganaderos al margen del cobro de las rentas

5.- Montalegre

Lugar de Juan Fajardo; a pesar de su jurisdicción apartada de Chinchilla, sus recaudadores cobran  el servicio y montazgo de esta ciudad.




Archivo General de Simancas, CCA,DIV,47,14
Capítulos de avisos dados por Baltasar de Torralba, juez que fue del servicio y montazgo por comisión de SM en el Reino de Murcia y Marquesado de Villena y Reino de Granada.

sábado, 17 de abril de 2021

Iniesta: ganados mostrencos

8 de junio de 1577. Sentencia favorable a la Mesta, para que no se hagan mestas en Iniesta sin la presencia de alcalde entregador, perteneciendo al Honrado Concejo las reses mesteñas  y mostrencas, llamadas rehuseñas, 

El nombramiento de alcaldes de mestas propios en Iniesta era costumbre antigua, al igual que en otras villas. En Iniesta se nombraban dos alcaldes de mestas: uno ganadero y otro labrador, que cada año elegían otros sendos alcaldes. El fruto de reses mesteñas iban a los propios de la villa y a la reparación de los abrevaderos, pozos y balsas. La sentencia de 1577 sería recurrida por Iniesta en Granada, ganando sentencia y ejecutoria favorable diez años después, recogiendo dicha sentencia de diez de septiembre de 1586. La realidad era que Iniesta seguía haciendo mestas con los llamados alcaldes de corral. Tal ocurría en 1621 ante las quejas de la Mesta, que entabló nuevo pleito.


Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA,102,N.1

Conflicto de intereses entre Jorquera e Iniesta

 

El pleito entre Jorquera e Iniesta mostraba la comunión de intereses entre dos poblaciones de vecinas y como no podía ser menos la rivalidad. Pero mostraba más que nada la existencia de dos villas con historia diferenciada de sus orígenes, que la incorporación de Iniesta al marquesado de Villena con don Juan Pacheco había sido incapaz de borrar.

 

La villa de Iniesta fue detallando los momentos históricos que le daban identidad propia: aldea de Cuenca tras su conquista por Alfonso VIII, su integración en el obispado de Cuenca (a diferencia de su vecina Jorquera, perteneciente al obispado de Cartagena), aldea perteneciente a Cuenca con privilegio de donación de Alfonso X de 1255 y villa con jurisdicción propia por sí y para sí, de señorío cuando fue otorgada por Juan II a Ruy Díaz de Mendoza en 1439, que la trocó con Juan Pacheco en 1452 y emancipada de los Pacheco en 1476.

De su integración en el marquesado de Villena quedó la costumbre de aprovecharse de los suelos de tierras como la de Alarcón o la de Jorquera. Aunque la rivalidad con la villa sureña de Jorquera fue notoria comenzado el siglo XVI, negando a los ganados iniestenses el acceso a sus pastos y exigiendo el derecho de montazgo por pasar por sus términos, cinco reses de cada millar, y el llamado servicio por herbajar e invernar en los pastos de los baldíos de Jorquera, seis reses por cada millar. Era el conocido servicio y montazgo, que se aplicaba conjuntamente; asimismo, los ganados iniestenses que pasarán a términos de Jorquera estaban obligados a su registro y a obtener licencia, siendo quintados caso de no hacerlo.

Las miras de Iniesta hacia el sur también intentaban evitar el puerto seco de Requena, donde sus mercaderes habían de pagar los derechos impositivos. Con Juan Pacheco, Iniesta consigue beneficiarse de la exención y franqueza que disfrutaban las once villas de la parte baja del marquesado por sus mercancías en el puerto seco de Almansa. Usos favorables que obligaban a los iniestenses a pasar el Júcar por Jorquera y cuya pérdida obligarán a pagar una veintena del valor de las transacciones.

“que las honze villas del marquesado que conuiene a saber Villena e Almansa e Sax e Hellín e Touarra e Yecla e Chinchilla e Albaçete e la dicha villa de Xorquera e Alcalá del Rrío e Ves touieron e oy día tienen muchos términos e libertades especialmente que son e han seydo francos de diezmo de todas las cosas que pasan e han pasado de Aragón para Castilla e de Aragón para Castilla por el dicho puerto de Almansa e no pagan veyntena de lo que compran e venden ni seruiçio montadgo…. E que la dicha villa de Yniesta sienpre pagó el dicho diezmo por el dicho puerto de Almansa hasta que el señor maestre don Juan Pacheco la ovo del dicho Rruy Diaz de Mendoça que la franqueó del dicho diezmo e que pagan los dichos veçinos de la dicha villa de todo lo que conpran en todo el dicho marquesado veyntena como los otros lugares que no son del dicho marquesado”


Archivo Histórico de la Nobleza, FRIAS,C.100,D.10

Los Ruiz de Alarcón y la iglesia de San Juan Bautista de la villa de Alarcón

 Los Ruiz de Alarcón y la iglesia de San Juan Bautista de la villa de Alarcón

Floreció Hernán Martínez Ceballos en tiempo del Rey don Alfonso que venció la batalla de las Navas de Tolosa; hallóse en la toma de Cuenca que se hizo en 1176, cuando se ganó Alarcón donde según memorias antiguas se señaló y mostró más que otro ninguno, de cuya carta tomó el apellido de Alarcón, por se haber hallado en la empresa, poniendo sobre sus armas una cruz de oro de campo de sangre con orlas de ocho aspas de oro en campo azul por se haber ganado en día de San Andrés; fue este caballero alcaide de Alarcón, está sepultado en esta villa en la iglesia antigua de San Juan, donde hay algunas antigüedades por este linaje, especialmente, un escudo antiguo de guerra con armas de los de Alarcón y una bandera, que se tiene por ser cosa cierta la que ganó Hernán Martínez Ceballos de los moros; está su sepultura dentro de una reja de hierro en medio de la capilla mayor, junto a las gradas del altar mayor hay coro en él que denota ser ilustre y en otras dos tumbas altas dentro de la misma reja hay las mismas armas y lo mismo en los lados de la capilla a unas partes y otras. Proveen los señores de Valverde una capellanía en esta iglesia dotada de sus antecesores. Son todas estas comprobaciones para la antigüedad de este generoso linaje procedieron de Hernán Martínez Ceballos los caballeros de Talayuelas, de los que les hace mención la donación que hizo la villa de Alarcón año 1257
Real Academia de la Historia, Signatura: 9/336