El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

Friday, September 26, 2025

López Cantero vs. Espinosa

 Entre 1627 y 1629 se desarrolla un pleito entre Pedro Castañeda Espinosa y el doctor Pedro López Cantero, ambos vecinos de Iniesta sobre la propiedad de la Calera, en términos de El Peral e Iniesta. El primero se presenta como un pobre, cuyos bienes no llegan a tres mil maravedíes y solicita justicia gratuita.

El pleito lo que muestra es la ruina de los Espinosa en Iniesta y la usurpación de sus propiedades por el doctor Pedro López Cantero. Este era un letrado que ocupaba el cargo de alcalde mayor en Moya el año 1627. E Pedro Castañeda de Espinosa debería haber recaído la hacienda de la familia Espinosa de Iniesta, como heredero con beneficio e inventario de los bienes de su padre Jerónimo de Espinosa y de su tío Francisco de Espinosa. Esta herencia se concentraba en dos puntos: en la Calera, en los términos de El Peral e Iniesta, con una heredad de mil almudes de tierra calma de labor, con su casa, era y pozo, que llaman de Espinosa, y una viña de ocho mil vides, cercada de olivos, en el sitio llamado la Herrada (o La Rada), camino del santuario de la Consolación y en el término de Iniesta. Esta hacienda producía una renta anual de doscientos cincuenta ducados.

La forma de apropiación de las tierras por Pedro López Cantero se remontaba a cuarenta años atrás, aprovechando la muerte a finales de la década de 1580 de Jerónimo Espinosa y su hermano Francisco. Jerónimo había sido mayordomo del marqués de Moya, pero a la hora de rendir cuentas había sido alcanzado por numerosas deudas, fruto de ello fue el embargo de tierras de la Calera por impago de deudas. Pedro López Cantero, ante la posibilidad de que los Espinosa pudieran recuperar las tierras (las deudas se satisfacían anualmente con el pago de las rentas generadas hasta su liquidación), pasados 25 años, traspasó las tierras como donación a su hijo Juan López Cantero, ordenado sacerdote, pasando a tener la condición de manos muertas, aunque de disfrute familiar. Con el tiempo, los 150 almudes comprados en subasta por el doctor Pedro se ampliaron a mil (quinientos reconocía él) en clara usurpación. En cuanto a las tierras del camino de Consolación, propiedad de Francisco de Espinosa, el proceso de endeudamiento de éste le obligó a rematar sus propiedades en favor del doctor Pedro López Cantero, que pasados 25 años las cedíó como dote matrimonial a su hijo Miguel López Cantero, que se aseguraba a futuro las tierras al casar con una mujer del clan de los Espinosa, Meliana Espinosa. No lo sabemos, pero es probable que el pleito fuera inducido por la viuda, a la muerte temprana de su marido Miguel o, lo que es más probable, que esta entrará en colisión con su familiar Pedro Castañeda Espinosa.


ACHGR, C 5303-6


El primer tercio del siglo XVII es un periodo donde los vaivenes de la coyuntura nos hacen difícil ver la realidad. En los estudios pasados de un historiador económico se analizaban producciones de granos para concluir unas cifras similares al último tercio del siglo XVI. No obstante, lo que sabemos es que hubo periodos de profundas crisis de carestías alternas con años de crecimiento. Los datos poblacionales se hacen eco de estas alteraciones, proporcionando datos de difícil interpretación solo comprensibles en el marco de movimientos migratorios comarcales en busca de oportunidades.
La segunda parte constatable de estas tres primeras décadas del Seiscientos es la consolidación de una nueva oligarquía local por la concentración de la riqueza. Poco a poco, vamos conociendo cómo la ruina de unos ricos del pasado fue la fortuna de los ricos del futuro. Sabíamos del caso de los Ortega en San Clemente y su voracidad carroñera para hacerse con las propiedades de los Buedo, ahora tenemos constancia de los López Cantero y cómo fueron inmisericordes con la hacienda de los Espinosa para usurparla

Thursday, September 25, 2025

Los Villanueva, II



Cuando Andrés de Palomares llegó a Villanueva de los Escuderos, una aldea de Cuenca, en 1530 era un pueblo de apenas una treintena de vecinos. Andrés de Palomares había llegado a Villanueva de los Escuderos, viudo, y acompañado de su hermano Pedro de Villanueva. Su hijo Hernando de Espinosa se había trasladado a Alarcón, mientras que el nieto Andrés Villanueva Vizcarra se había casado en la Parrilla, trayendo su mujer a Alarcón, hasta que quedó viudo y casó por segunda vez en La Alberca de Záncara.

El abuelo Andrés de Palomares había tenido cuatro hijos, el mencionado Hernando de Espinosa, García de Vizcarra, Andrés de Vizcarra, que habían marchado a vivir a Alarcón y el otro hermano era Pedro de Montoya, morador de la aldea de Cañada Juncosa y en Tébar. El abuelo Andrés de Palomares había casado en primer lugar en El Peral con Inés de Espinosa, quedando viudo, y volviendo a casar en Villanueva de los Escuderos con mujer apellidada Vizcarra (?) y se habían instalado en Tébar, aldea de Alarcón. Con ellos iba el hijo de la primera mujer Hernando de Espinosa, que se casó con Elvira Téllez, natural de Alarcón.

Andrés de Palomares procedía de Vara de Rey, aunque el apellido familiar hemos de considerarlo materno, pues sabemos que su padre era Hernando de Villanueva y que sus hermanos portaban el apellido Villanueva, Pedro y Álvaro, que se habían instalado en Alarcón y su aldea Tébar. Si Álvaro no tuvo descendencia, Pedro Villanueva tuvo cuatro hijos: Hernando de Palomares, casado en Tébar, Antonio de Villanueva, que vivió en Alarcón (y tuvo otros cuatro hijos: Juan y Pedro, casados en Alarcón,  otro hijo llamado Luis, casado en Alpera, aldea de Chinchilla, y uno último, Andrés de Villanueva, casado en Mohorte y luego viviendo en Vara de Rey)


Litigante: Andrés Villanueva Vizcarra

Padre: Hernando de Espinosa

Abuelo: Andrés de Palomares, llega a Villanueva de los Escuderos hacia 1530

Testigos, 

Juan de Moya, hidalgo de Villanueva de los Escuderos, lugar de la tierra de Cuenca

Hernando de Montoya, hidalgo de Villanueva de los Escuderos, 75 años 

Juan de Tébar, labrador y hombre llano de Tébar, aldea de Alarcón, 70 años


ACHGR, 301-80-16


















Sunday, September 21, 2025

Sisante, segúnTomás López (1787)

 Sisante se tiene por población moderna, fue aldea de Vara de Rey hasta el año 1635, que compró su villazgo. En 1787, se gobernaba por un corregidor y había sobrepasado en población, 900 vecinos, haciendas y bienes a su antigua villa madre de Vara de Rey. El corregimiento incluía a Sisante, Vara de Rey, Pozo Amargo, Casas Benítez y Casas de Guijarro. El ayuntamiento de Sisante se componía de diez regidores perpetuos: alférez mayor, alguacil mayor, alcalde mayor honorífico, guarda mayor de montes, dos fieles ejecutores, un procurador síndico general, un acrecentado y dos regidores llanos. La mayoría de ellos vacantes, hay, asimismo un fiscal general y dos escribanos.

Es parroquia independiente, separada de Vara de Rey en 1774, Hay un cura y tres tenientes (más otro en Pozo Amargo). La patrona del pueblo es Santa Catalina virgen y mártir. En la población también hay dos ermitas que sirven como ayuda de parroquia.

Destaca el convento de la antigua regla de Santa Clara. Se fundó en 1714, aunque desde 19 años antes existía un beaterio. Todo por dirección del padre Cristóbal Hortelano; este sacerdote con don Guillén de Moncada, marqués de Aitana, lo fundaron y dotaron dejándole aquel todos sus bienes y señalándole el marqués 800 ducados anuales, que luego serán incrementados por cantidad similar. Se refiere que en la fábrica de dicho convento se apareció una yegüecita, que, después de haber llevado todos los materiales para la obra, desapareció.

Se venera en la iglesia del convento de la regla de Santa Clara una prodigiosa imagen de Jesús Nazareno, que es sin duda una de las más insignes de España. Es obra de la célebre escultora doña Luisa Roldán, y el modo de su venida, según consta de varios instrumentos que conservan las religiosas es el siguiente: hallábase el referido padre Hortelano en Madrid sumamente deseoso de encontrar una imagen de Jesús para colocarla en su convento de Sisante, y practicando las diligencias para hallarlo le salió al encuentro una niña de ocho años, llamada Elena, quien llamándolo con su propio nombre, sin haberlo visto jamás, lo llevó a la casa de los hijos de doña Luisa Roldán, en donde vio la santa imagen. Robóle el corazón, que, al considerarse imposibilitado a pagar la cantidad de 15000 reales de vellón que le pidieron por ella, concibió tal dolor que se le saltó una costilla, durándole toda la vida el dolor. Pero el Señor consoló bien presto a su siervo, pues en menos de 24 horas juntó la limosna suficiente para completar sus deseos. Siendo digno de notarse que habiendo estado varias veces encajonada la santa imagen para Roma y otras partes por orden de las primeras personas de Madrid, siempre se desconcertó el trato y que en la misma mañana que salió para Sisante fueron en su encuentro con orden del Rey para embargarla y colocarla en el convento de San Diego de Alcalá a expensas de su majestad, lo que no hicieron habiéndola encontrado fuera de los términos de Madrid. Sabedores de todo los piadosos hijos de doña Luisa dieron de limosna a esta comunidad la bella imagen de Nuestra Señora de los Dolores, obra también de su madre, y ambas imágenes son de la estatura singular de un cuerpo humano.

Se halla también colocado en la iglesia una imagen del Santo Cristo, intitulado de la Buena Muerte, que un pastor realizó con su navaja y regaló al padre Hortelano. Tiene esta villa en el Júcar tres molinos harineros: los del Concejo, los Nuevos, el Batanejo (antes eran de la villa de San Clemente o en poder señorial) y también están los molinos de la Losa. De los 32812 almudes de tierra que componen su término, 12511 son incultas. EL resto se cultivan, pero muchas de ellas, por ser de guijarros y areniscas son de poco rendimiento para granos, por lo que se cultiva viñas, olivares, azafranales y zumacares. Si bien las tierras estaban expuestas al los hielos que arruinaban los frutos.

De los 900 vecinos, cincuenta o sesenta son hacendados, dependiendo de estos los demás que se emplean en los plantíos como azadoneros, hasta un total de 800, que suelen tener algunas tierras pero insuficientes para su manutención. Las mujeres son muy laboriosas y diestras en la hilaza de cáñamo y estambre de rueca. El pueblo estaba pidiendo por entonces una escuela o taller de hilatura.

El termino de Sisante huye del llano manchego, es accidentado. Al Norte es el monte elevado 496 varas en la conocida dehesa de la Olivilla y cerro de la Muela, donde se abren dos barrancos muy anchos y profundos que los lugareños llaman torcas. Junto a la Olivilla, con diminio de pinos, hay un encinar, propiedad de un caballero apellidado Saavedra. Al sur está la llamada Sierra, que culmina allí donde se ha levantado el santuario de Nuestra Señora de la Cabeza. Ambos montes confluyen en Vara de Rey, formando entre ellos una cañada intitulada de Vara de Rey, plantada de viñas y olivares. Al oriente de la población y siguiendo el río Júcar se extiende otra zona de monte o bosque. Dicho monte, empezando por el mediodía esta poblado de monte bajo de encina y se llama este paraje los Matorrales, luego de pinos y se intitula el Pinar (de Azaraque antiguamente), luego de encinas, llamado los Llanos, donde se encuentra otro paraje denominado la Dehesilla. Hay canteras de piedra blanca muy buena para la edificación, fácil de labrar, tersa y durable, y en una colina cerca del pueblo se encuentran jaspes bastos, de que está hecha la pila bautismal.

El escudo del pueblo tiene por armas dos calderos con una cruz en medio con esta forma, en campo azul

La producción de granos no da para alimentar a todo el pueblo. La producción de vino, sin embargo es excelente y de calidad, gran parte se exporta a Madrid y otro tanto hasta Valdepeñas, aunque aquí se dice que los arrieros lo adulteran con agua, perdiendo calidad y fama. El producto que mejor fama tiene es el azafrán, el mejor de la Mancha, aunque sin llegar a la fama del de Albacete; los holandeses lo pagan a buen precio. El aceite no desmerece al de Andalucía, con un molino para su producción. El resto, esparto que en nada se aprovecha.

La cosecha es la siguiente:

  • Vino, 50000 arrobas
  • 1000 libras de azafrán
  • 3000 libras de aceite
  • 5000 libras de zumaque

No se conoce fábrica alguna, por eso abundan los mendigos, aunque en este momento de 1787, Sisante anda detrás de conseguir una fábrica real de hilaturas. Entretanto, la producción textil anda diseminada entre los hogares familiares que dan lo suficiente para vestir a la población. Se celebra un mercado los viernes que es comarcal, donde los vecinos se surten de algunos alimentos y ropas.

La educación se imparte en un estudio de lengua latina, dotado con cien ducados de los propios del ayuntamiento. Sin embargo no hay dotación alguna para estudio de primeras letras, algo chocante para pueblo tan numeroso en vecindad y con corregidor.

Las enfermedades más comunes son tabardillos y dolores de costado, se ha padecido de tercianas pero con menos rigor que otros pueblos. Aun así, la mortalidad es alta, 804 muertes entre párvulos y adultos

Relación dada por el cura Francisco Javier Montón.



BNE, MSS. 7298 (h. 666-669)





Saturday, September 20, 2025

Las santas no reconocidas de la Tercera Orden franciscana de San Clemente

 Entender el franciscanismo femenino en San Clemente es comprender la evolución personal de cada una de las mujeres insignes que le dieron vida. Su evolución es la que discurre desde la anarquía a la regla, puede parecer una exageración, pero si olvidamos el aspecto religioso, pues no podemos dudar de la fe de cada una de estas mujeres en el tiempo que le tocó vivir, la evolución de sus vidas viene marcada por la renuncia a sí mismas.

La Melchora fue la primera de ellas. Mujer ruda y de carácter, difícil de someter a regla y obediencia alguna. Lo suyo era la acción desprendida hacia los demás: atender pobres y cuidar enfermos. Se le quiso meter en vereda y para aceptarla en la Tercera Orden Regular de las "isabelas" se mandó desde Infantes a sor Ana Sánchez. Fue un gran error de la orden franciscana; posiblemente, si se hubiera mandado a la hermana de sor Ana, Catalina Ruiz, las cosas hubieran ido mejor. No fue así y el franciscanismo estuvo a punto de sucumbir. Un talante distinto, aunque las mismas ansias de independencia debieron tener Ana Pacheco, hija de los señores de Minaya, y la Remona, hija de unos labradores ricos, pero ambas fueron más circunspectas que la Melchora y de su vida hicieron un ejemplo de vida cristiana, siguiendo el ejemplo de Santa Clara e Isabel de Hungría. Ana Pacheco murió en 1553; la Remona no lo sabemos. Sus vidas fueron ajenas a conventos, por esa razón eligieron como sepulturas el hogar familiar, es decir, la capilla de la iglesia de Minaya, y la pequeña iglesia de Perona. Buscaban el alejamiento del mundo y el reposo eterno y la Iglesia convirtió sus sepulturas en santuarios para la peregrinación.
Este primer franciscanismo, que se inventaba día a día con una vida de rectitud de sus protagonistas, debía someterse a convento y a regla que lo ordenase. Tres monjas protagonizarían esta nueva etapa: Lucía Valderrama, Isabel Rodríguez y Catalina Ortiz. Son las mujeres que aprendieron la vida regular junto a los frailes en el convento dúplice de Nuestra Señora de Gracia y permitieron la transición a la clausura. Una nieta de cantero, otra de condenado por la Inquisición y una más de la que poco sabemos, la última, pero que sería quien definiría la nueva vida conventual de las "isabelas".

Lucía de Valderrama la tenemos por nieta del cantero vasco Pedro de Oma, por su hija Mari Pérez de Oma. Lucía es todavía una beata, que acompaña la oración con el cilicio, una asceta que ya busca la unión mística con Dios y que dice tener revelaciones divinas, pero su vida no es la la de la beata que busca el ejemplo del Evangelio en el hogar familiar, Lucía, al igual que otras mujeres que se han visto huérfanas de la casa dejada por Martín Ruiz de Villamediana, pues sobre su solar se edifica nuevo monasterio, busca el cobijo en el convento masculino de Nuestra Señora de Gracia, que acoge a unas hermanas franciscanas de las que tenemos dudas que hayan dado el paso del beaterio a la regla. Cuando Lucía muere a los cuarenta años, en 1570, y es enterrada a la derecha del altar mayor de Nuestra Señora de Gracia, su hagiógrafo nos dirá: "porque como aún no tenían velo monacal ni prometían clausura, tenían en aquel lugar su asiento para en vida y su entierro para en muerte, donde así ellas como otras muchas descansan y reposan en el señor". La beata Lucía descansaría así, junto a sus compañeras, en la misma iglesia que muy probablemente ayudó a edificar su abuelo, el cantero Pedro de Oma.

Isabel Rodríguez es una mujer de transición. Es treinta años más vieja que Lucía Valderrama; ha nacido con el siglo, en 1500. Decimos que es de transición pues es una conversa, que ha visto a varios familiares condenados por la Inquisición y que busca la aceptación en la iglesia con el rigor de su profesión monacal y es de transición porque recorre las diferentes etapas del franciscanismo femenino en San Clemente: del beaterio a la regla de la Tercera Orden, de la Tercera Orden Regular a la clausura. Abandona el vestido por el sayal y los zapatos por las alpargatas. En ella, hay un deseo sincero por apartarse del mundo e imitar el modelo de Cristo, a veces un poco histriónicamente, dándose bofetadas y puñadas hasta sangrar, y mortificando su cuerpo con los ayunos. Pero Isabel Rodríguez es ya una organizadora, que trata de imponer a sus compañeras unas reglas y hábitos de conducta. Hemos de imaginar la vida de estas primeras monjas un tanto desarregladas, la cama podía más que el desperezarse y las ganas de vivir más que la oración. Isabel, con su ejemplo, impondrá a sus compañeras la nueva vida: "fue de mucha oración y vigilia y no solo se contentaua con esto, más aún, como era ella la que se levantaua primero en todo el convento, yua a las camas de todas y despertándolas las dezía: 'ea señoras, levántense a loar al Señor'". Cuando muere con setenta y siete años en 1577, el mundo ha cambiado completamente y el San Clemente libertino que la vio nacer también: España ha abrazado el rigor de la reforma trentina de la Iglesia y San Clemente ha visto levantarse, ya finalizado entre 1570 y 1575, las paredes verticales y continuas del monasterio de la Asunción de la Madre de Dios, destinado al encerramiento y clausura de las monjas.

Catalina Ortiz, natural de San Clemente, es la última de nuestras protagonistas. Monja durante veinte años, llevó el rigor de su profesión hasta sus últimos extremos: sayal, sin camisa y con cilicio, descalza de pies, salvo un pedazo de zapato que se ponía en uno de ellos para "yr haziendo un poco de estruendo cuando andaua, especialmente quando había gente forastera que la podían ver". Sus veinte años de profesión religiosa debieron coincidir con los veinte años que tardó la construcción del monasterio de la Asunción de San Clemente, gracias al apoyo pecuniario de Isabel de Pedrola, y que se llevaría a cabo entre los primeros años de la década de 1560 y los inicios de la década de 1570. Catalina fue la guardián del convento, pues permaneció en él durante toda su construcción, soportando rigores e inclemencias del tiempo, durmiendo en el hueco de una escalera, en una concavidad, cual "pesebre de Cristo", que únicamente abandonaría para acomodarse en "pesebre" similar en el coro bajo ya finalizado, desde donde podía contemplar y velar el Santísimo Sacramento. Por cabecera de su lecho tenía una piedra, si bien pronto cambió el estar tendida por vivir y dormir de rodillas; es decir, su vida despierta era dedicación continua al rezo y la lectura, que, por deseos de imitación de los sufrimientos de Cristo, se limitaba a la Pasión. Lo suyo era dar el ejemplo más sacrificado, mientras las monjas ya llegadas al nuevo monasterio de la Asunción hacia 1575, evitaban el rigor de los fríos inviernos sanclementinos al calor de la lumbre, Catalina se aproximaba la fuego para colocarse allí donde el humo se hacía irrespirable y si abandonaba el calor del hogar era para salir a los campos nevados y andar descalza. Al parecer, en esto intentaba superar a su vecina Guiomar del Castillo, clarisa profesa en Huete, hija del fundador de Nuestra Señora de Gracia y otra de esas santas que nunca la Iglesia reconoció. Andaba con sayal roto y remendado, su alimento era pan y agua, acompañado de alguna hoja de lechuga. A pesar de que su existencia final coincide con los malos años de la década de 1580, no hemos de pensar que su frugalidad alimentaria fuera fruto de la necesidad, pues cada una de las monjas isabelas tenía asignada su ración diaria, pero la pobre Catalina, con licencia de la abadesa, la regalaba a los pobres de su pueblo. Es cierto que en el comer, penurias también pasaban las novicias, que, en lo que era costumbre instituida, no comían en mesa sino en tierra y, en gesto de humildad, besaban los pies al resto de las monjas mayores, pero Catalina Ortiz, actuando como una novicia más, se exigía las mismas obligaciones. Sin embargo, Catalina no era monja mustia ni severa, gustaba el cante con su voz ronca, aunque fuera el "Santus, santus" que oyó Isaías y se regocijaba bailando en torno al brocal del pozo del claustro del monasterio las noches despejadas y cielo abierto en alabanza de la "eterna belleza del Creador". Su hagiógrafo, inmisericorde, hablará de "espiritual sarao... ayudando a los ángeles a medianoche a celebrar los maytines" para describir las visiones, en su frenesí, de Catalina, que veía en el Cielo a los ángeles festejando a Dios. Fiesta que ella, imitándola, traía aquí a la Tierra. Catalina gozaba del Cielo en la Tierra: "Y así a mi quenta los malos tienen infierno y medio, y los buenos Gloria y media. Media gloria en esta vida y entera en la advenidera". Catalina era mujer que hacía convivir la alegría con el dolor en su cuerpo, pues del baile pasaba a coserse el pecho con aguja e hilo. Sus excentridades causaban estupor y admiración entre las monjas, que reconocían su auctoritas por encima de esa otra de la abadesa: "en ella hablaua la vida, en la abadesa el oficio". Era tal su ascendencia sobre el resto de las hermanas que le llamaron "la columna del convento". Catalina Ortiz murió el sábado siguiente a Pentecostés de 1580, había nacido en 1518. Su cuerpo será enterrado en el monasterio de la Asunción de la Madre de Dios de San Clemente, donde había profesado y velado por su construcción desde sus inicios como edificio conventual.


BNE, B 20 FRA (RESERVADO), fols. 161-166. 

Hystoria de las personas illustres y notables en santidad, de la santa Prouincia de Carthagena, de la orden de nuestro Seraphico Padre San Francisco, que hasta ahora no estan puestas en escriptura alguna desde el año de mil y quinientos, hasta el presente de seyscientos y diez y siete [Texto impreso] / compuesta y ordenada por fray Melchior de Huelamo... de la mesma Orden... ; recopilada por mandado del Reuerrendissimo señor Don fray Francisco de Sossa Obispo de Osma... ; escriuese la vida y muerte santa del sieruo de Dios fray Martin de Carrascosa, sepultado en san Francisco de Cuenca


PD.: creemos que Catalina Ortiz tiene relación con los Ortiz de Villarrobledo 

Thursday, September 18, 2025

Sor Ana Sánchez

 De Sor Ana Sánchez, la monja que de Villanueva de los Infantes vino a San Clemente para poner orden y consolidar el nacimiento de la Tercera Orden franciscana en San Clemente, apenas si se sabe nada, más allá de la colisión de intereses, y de carácter, con la Melchora, que le obligó a dejar la villa y volver a Infantes.

Sor Ana Sánchez procedía del convento de Villanueva de los Infantes, perteneciente a la Tercera Orden, "dicho con título y vocación vulgar la Concepción". Su hermana, Catalina Ruiz había sido fundadora del convento; una mujer que antes que priora fue una mujer dedicada en cuerpo y alma al cuidado de enfermos durante cuarenta años. De su hermana el cronista franciscano Melchor Huélamo apenas si nos dice nada o muy poco: 

"Ana Sánchez fue hermana de la pasada (Catalina Ruiz), y religiosa deste mesmo convento, fue muy exemplar y santa. Murió y vivió con opinión de tal. Y después de muerta, vieron algunas religiosas, en su aposento y cama una grande claridad: indicio claro y manifiesto de la accesible gloria que su alma posee (I Tim. 6)


BNE, B 20 FRA (RESERVADO), fols. 158

CONVENTO DE SANTA CLARA DE VILLANUEVA DE LA JARA

 El convento de clarisas de Villanueva de la Jara fue fundado en 1578. Se fundó a solicitud y con la hacienda de los hermanos Pedro Monteagudo y María Sánchez. Como eran viudos, el primero tomó el hábito de San Francisco y la segunda el de Santa Clara. María junto a dos sobrinas e hijas de Pedro serían las primeras monjas profesas del nuevo convento de la Jara. De las dos hermanas destacó por su virtud Teresa de Monteagudo, "religiosa de sencillez columbina y de muy singular paciencia". Celosa en el ejercicio de la religión, cuando el resto de monjas decían prima rezada en el coro alto, ella se separaba sola en el coro bajo para decir prima con mayor solemnidad. Tenía el don de derramar abundantes lágrimas en recuerdo de la Pasión y muerte de Cristo. Nos recordaba la monja que "en las monjas aya diversidad de color en el hábito, como en las de Santa Clara pardo, en las de San Benito negro, en las de San Bernardo blanco, en las de la Concepción blanco y azul, pero, llegado el velo, en todas es negro", en señal de luto por la muerte de Cristo.

Otra hermana destacable por su virtud fue Catalina Evangelista, monja de "grande abstinencia, disciplina y cilicio". Su corta vida se desarrolló entre dolores de estómago y gota artética durante ocho años: "era como un vivo retrato de Job". Murió a los treinta años, rodeada de sus compañeras, mientras cantaban el salmo "In te Domine speravi".

Por último destacar la corta vida de Catalina de Sena. Entró en el convento con diez años, para morir a los dieciocho. "Esta religiosa niña fue llevada y vendimiada en agraz". Sentada en la cama y con la mano en una mejilla, una religiosa le dijo: "niña, creo que te mueres". A lo que respondió. "pues si me muero cántenme el credo".

El convento de monjas de Santa Clara tenía fama por su obediencia, pero esta fama se la había ganado tras una insubordinación previa de sus monjas. Al parecer, su petición fue dirigida al Sumo Pontífice, sin que sepamos si la causa fue la búsqueda de una reformación hacia mayor espiritualidad o simple deseo de libertad, pues el cronista nos dice que ha de ser Dios quien lo juzgue. La rebelión fue dirigida por dos monjas cuyo nombre no se dice, y que platicando una tarde comunicaron su decisión de abandonar la regla al resto de sus compañeras, conminándolas a hacer lo mismo y amenazándolas de ahogar a aquellas que no las siguieran. Fuera la sinceridad de la amenaza tal o no lo fuera, el caso es que las monjas padecieron el castigo divino y murieron en los siete días siguientes de la enfermedad del garrotillo, un mal que afectaba al tracto respiratorio y provocaba la muerte por ahogamiento, "tomando en ellas Dios castigo y venganza". La primera no fue consciente de su muerte, pero la segunda sí, después de que aquella ya difunta se le apareciera para comunicarle un lacónico "Dios quiere que mueras". En su agonía, recomendó obediencia a sus prelados y superiores y reconoció la inobediencia como causa de su muerte. Desde ese momento, el convento de Vilanueva de la Jara fue modelo de obediencia a sus superiores



BNE, B 20 FRA (RESERVADO), fols. 128-130

Hystoria de las personas illustres y notables en santidad, de la santa Prouincia de Carthagena, de la orden de nuestro Seraphico Padre San Francisco, que hasta ahora no estan puestas en escriptura alguna desde el año de mil y quinientos, hasta el presente de seyscientos y diez y siete [Texto impreso] / compuesta y ordenada por fray Melchior de Huelamo... de la mesma Orden... ; recopilada por mandado del Reuerrendissimo señor Don fray Francisco de Sossa Obispo de Osma... ; escriuese la vida y muerte santa del sieruo de Dios fray Martin de Carrascosa, sepultado en san Francisco de Cuenca

Autor

Huélamo, Melchor de (O.F.M.)




Wednesday, September 17, 2025

Fray Juan Ortiz, el fraile santo de Las Pedroñeras

 Hizo el noviciado en el convento franciscano de Cuenca, donde posteriormente profesaría hasta su muerte en 1599 con 32 años. Había nacido en Las Pedroñeras. Se encargaba del trabajo duro en el convento, trayendo madera con dos bueyes para cierta obra que se hizo en el edificio. Aun así, ayunaba todos los días con pan, agua y algunas yerbas; todo lo demás se lo daba a los pobres. Hombre de grandes virtudes, sería enterrado en el convento franciscano de Cuenca, donde hoy se levanta la iglesia de San Esteban. El padre Huélamo recogerá brevemente su vida en los franciscanos insignes de la provincia de Cartagena

Las Pedroñeras, según Tomás López (1787)

 En las informaciones recogidas en Las Pedroñeras por Tomás López en 1787, se evaluaban en 522 los fallecidos los años 1785 y 1786, casi 300 niños de ese montante. Las tercianas y el tabardillo debió causar estragos en el obispado de Cuenca esos años, aunque los infantes, se nos dice, que murieron de viruelas. Era Las Pedroñeras un pueblo en expansión que había duplicado los vecinos de dos siglos antes y contaba con seiscientos cincuenta vecinos, alrededor de 2500 habitantes. En el desarrollo de la villa actuaba favorablemente el nuevo camino real que se construía y que iba hasta Alicante, Cartagena y Murcia.

No se sabía de su fundación o fundador, pero según el cura Juan Gabaldón y Cárcel era pueblo antiguo. Lo ubicaba, con razón, como aldea de Alarcón en 1280, para pasar a depender del marqués de Villena en 1445 como aldea de Belmonte, aunque erraba la cita cuando decía que el 24 de septiembre de 1479 don Jorge Manrique la recibió como villa de realengo a favor de los Reyes Católicos. Es evidente de que la fecha es errada, pues don Jorge Manrique llevaba cinco meses muerto. Entonces, ¿por qué el error? Las Pedroñeras, realmente, fue visitada por don Jorge Manrique el 28 o 29 de enero para someterla a la corona real. La fecha de 24 de septiembre quizás tenga su razón de ser en la tregua de octubre de 1479 entre el marqués de Villena y los Reyes Católicos y la necesidad de justificar que la villa estaba sometida antes de esa tregua de cara a justificar su separación del marquesado de Villena en el pleito posterior y las ambigüedades creadas por el acuerdo de uno de marzo de 1480.

El término de Las Pedroñeras se extendía por tres leguas de oriente a poniente y cinco leguas de norte a sur. En la geografía urbana de Las Pedroñeras destacaba la iglesia de la Asunción. No se conocía patrón en la villa, pero había gran devoción por Nuestra Señora del Rosario, "sita en su altar tan antiguo que en tiempos de Pío Quinto ya estaba instituido". Dentro de la población había cuatro ermitas: el Santísimo Cristo de la Humildad, Santa Ana, Santa Lucía y San Sebastián. Además había una capilla a la orilla de la villa y hacia el norte para colocar los pasos de Semana Santa y, doscientos pasos hacia el poniente, la ermita de Santa Catalina mártir.

Las Pedroñeras englobaba en su término dos antiguos despoblados: Robredillo de Záncara y Martín Vieco. Robredillo se mantenía como parroquia con su cura propio para la iglesia bajo la advocación de María Magdalena, si bien residía en Valladolid, era perceptor del beneficio curado de la misma. En Robredillo, además había una ermita de Santo Domingo de la Calzada.

El paisaje rural de Las Pedroñeras estaba dominado por la laguna de Taray, con abundancia de peces y pencas. El término de Las Pedroñeras es recorrido por el río Záncara, que nace en Villarejo de las Peñuelas y desemboca en el Guadiana. En el camino de La Alberca hay puente de piedra y yeso sobre dicho río. En el término del Robredillo y hasta llegar desde Santiago de la Torre muelen siete molinos y un batán; cerca del segundo molino y al pie de un cerro hay una fuente de agua dulce, que sale de dos piedras y derrama en dicho río. Al norte de la villa, y no más allá de ciento cincuenta pasos, hay tres molinos de viento. Hay un monte de mata parda lindante con los términos de Villarrobledo, Las Mesas y El Provencio.

La producción agraria de Las Pedroñeras es la siguiente:

  • 20000 fanegas de trigo
  • 8000 fanegas de cebada
  • 7000 fanegas de centeno
  • 7500 fanegas de avena
  • 120 fanegas de garbanzos
  • 130 fanegas de guijas
  • 20000 arrobas de vino
  • 1500 libras de azafrán tostado
  • 200 arrobas de aceite
BNE, mss. 7298 (h. 564-567)

Tuesday, September 16, 2025

El Pedernoso, según Tomás López (1787)

 El Pedernoso es pueblo del que se ignora su fundación, fue en lo antiguo aldea de Belmonte, tras desgajarse de Alarcón en 1445, hasta que se incorporó a la corona real, recibiéndola don Jorge Manrique, capitán general de la Hermandad de Toledo, el 28 de enero de 1479. Por privilegio de 16 de julio de 1491 se le conceden jurisdicción propia, civil y criminal, como villa de realengo. El pueblo estaba dominado por su iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y había gran devoción en torno a la ermita de Santa Ana, la patrona, a ochocientos pasos del pueblo.

En 1787, El Pedernoso se mostraba, sobre todo, orgulloso de su producción de azafrán, 420 libras. Destacaba asimismo su real fábrica de salitre, administrada por la Real Hacienda, y con una producción de 800 arrobas de salitre afinado al año. También se producen tejas en cuatro hornos, hasta un total de 50000 tejas al año. El Pedernoso era un pueblo 320 vecinos, unos 1200 o 1300 de habitantes, que vivía un período de esplendor. Mostraba su orgullo por el camino real empedrado que, pasando a dos cuartos de legua, se acababa de construir. Era pueblo sin grandes caudales de aguas, tan sólo el río Caude, que, procedente de Santa María de los Llanos, desembocaba en el río Záncara, en el paraje deominado los prados de Toconcillo. En la confluencia de estos ríos se había construido un puente de piedra, a dos cuartos de legua de la villa. Tan escaso cauce daba para seis molinos y es que la poca escorrentía se aprovechaba al máximo, así el molino de la Fuente aprovechaba los borbotones de agua que saltaban en el centro de aquel terreno

BNE, MSS. 7298 (h. 560-563)

Hay una diferenciación en el concepto de legua, que puede ser de 8000 pasos o 20000 pasos.

Monday, September 8, 2025

BARCHÍN DEL HOYO EN 1786, SEGÚN TOMÁS LÓPEZ

 La villa de Barchín del Hoyo se llama así por estar en un hoyo o barranco, rodeada por todas partes de cerros. No hay memoria de cuando se fundó, pero acredita su antigüedad las ruinas de un castillo que permanecen a distancia de un cuarto de legua del pueblo (Fuente de la Mota), dos piedras de bastante magnitud se trajeron a casa de un vecino del pueblo, para que sirvieran de poyo o asiento. En una de las piedras estaba grabado el dios Priamo, conocida esta deidad por su disforme miembro viril. Asimismo un testero de la iglesia parroquial es de fábrica muy antigua, "que manifiesta haber sido iglesia o castillo de la gentilidad", como también los cimientos y paredones contiguos a la dicha iglesia, "fabricados de aquella mampostería de argamasa, que se encuentra en muchos sitios de España".

Si población es de 218 vecinos, la mayoría labradores y cuadrilleros de cabañas reales, Hay dos casas nobiliarias: los Perea y los Padilla. Hay en esta villa muchas fábricas de vidriado de barro tan singular para cocer al fuego que se vende con mucha facilidad en la ciudad de Cuenca, a pesar de tener muchas alfarerías, y la mayoría es llevado a Talavera de la Reina y otras ciudades del Reino.

Su iglesia está bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción y extramuros hay cuatro ermitas: Arcángel San Miguel, San Roque, Virgen del Espino y San Roque.

Integrado en el corregimiento de San Clemente, tiene treinta vecinos bajo su jurisdicción en el lugar de Valverdejo, los otros cuarenta vecinos están bajo jurisdicción del marqués de Villena., si bien eclesiásticamente todos dependen de Barchín.

Destaca en Barchín, la abundancia de aguas, apenas hay casa en la que no haya un pozo manantial potable y a la superficie de la tierra, siendo habitual que cada casa tenga un huerto, Si bien el agua mejor es la que baja encañada desde la sierra y llega al pueblo, saliendo por un caño de bronce. La agricultura es variada, aunque el cura Julián Nohales Montoya exagera sus excelencias, pues sabemos que el terreno de cultivo está muy limitado por lo accidentado.


BNE, 2798, 109-112