El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

jueves, 15 de octubre de 2015

El tercio de 800 hidalgos del conde de Priego, levantado en la provincia de Cuenca en 1646 (II)

Los ochocientos hidalgos reclutados habrían de ser llevados por el conde de Priego hasta la plaza de Fraga. El reclutamiento estaría bajo el control directo de José González, de los consejos de Cámara y de Castilla, que, a su vez, coordinaría la correspondencia mantenida con el conde de Priego y otros superintendentes, para su comunicación al conde de Castrillo.
La supervisión y control de la acción del conde de Priego correspondía al Consejo de Castilla, pero la jurisdicción delegada era del Consejo de Guerra. De hecho, su secretario, Fernando Ruiz de Contreras, era quien refrendaba la cédula real de nombramiento del conde de Priego y también la instrucción secreta que le acompañaba.
En la mencionada instrucción se ampliaba el territorio de reclutamiento al resto de la Mancha, se recordaba la formación de dicho tercio por los medios más suaves y el carácter personal de la misión confiada al conde de Priego. Es decir, la misión se debía ejecutar por su persona sin delegarlo en otras, se le confería la potestad regia de nombrar capitanes para la formación de compañías, dotándole de patentes en blanco, y sobre todo una jurisdicción privativa en su misión, a la que estaban sometidos el resto de oficios públicos,
con inhibición del resto de jueces y exclusividad de las apelaciones ante la Junta de Guerra de España. Como se ha dicho, contaba además con la asistencia de José González, al qual abéis de dar noticia de todo lo que fuéredes obrando y executando y de cualesquiera dudas que se ofreçiere y de los medios que executaredes... y vos executaréis lo que por el liçençiado Joseph González se os avisare. Por último, se ordenaba a los corregidores la obligación de asistir al conde de Priego. Estaban pues presentes los tres rasgos que definen a los superintendentes: la correspondencia continua con el comitente, la supeditación del resto de autoridades a su comisión y la existencia de una jurisdicción diferenciada. A diferencia de las comisiones no había término de plazo.
En un principio, el conde de Priego intentó ejecutar su comisión desde Cuenca con el auxilio de los corregidores, exhortándoles a reunir para pasar muestra a los hidalgos incluidos en las memorias que se les acompañaba, relacionando los hidalgos reclutados. La dejadez del corregidor Bernardino de Cuéllar, obligaría a don Jerónimo Garcés a desplazarse a San Clemente el 22 de abril, donde pretendía reunir el día 24 a los hidalgos de su partido y tierras de señorío. Llegado el día 24 de abril, sabemos que algunas localidades no se habían dado por enteradas y no habían hecho ninguna gestión para el reclutamiento. Entre estas villas, en las que eran más numerosas las de señorío, estaban Madrigueras, Barchín, Gabaldón, Puebla de San Salvador, Tresjuncos, Torrubia, aldea del Castillo, Montalbanejo y Villalgordo de Villarejo.
En realidad, las ausencias de los hidalgos iba más allá de los pueblos citados e incluso los que se habían prestado a pasar revista no parecían muy dispuestos a ser reclutados. No tenemos el listado de hidalgos reclutados e inscritos en las mencionadas memorias, pero de los casos individuales conocidos se desprende que las rencillas locales estuvieron presentes en la formación de las listas. El caso es que llegado el 9 de mayo, el conde de Priego, que se ha desplazado ya a Alcázar de San Juan, sin duda en busca de los hidalgos que no ha conseguido en la provincia de Cuenca, decide elevar el tono. Jerónimo Garcés, impotente, pide amenazante al corregidor Bernardino de Cuéllar su colaboración, pero dejando bien claro su superioridad: v.md. vea la cédula en poder de Juan de Ávalos y vea cómo diçe que los correxidores y demás justiçias cumplan y guarden mis mandamientos... no sé qué puede decir más. Ese mismo día envía un exhorto al corregidor para que los hijosdalgos de Vara del Rey y Pozo Amargo sean enviados a Alcázar de San Juan sin perder tiempo y si los alcaldes hordinarios de las dichas villas no dieren ni el favor y ayuda neçessario a la persona que se ymbiare... y no dieren el uso della se me avierte dello para que castigue al ynobediente.
Pero el conde de Priego, a pesar de disponer de escribano y alguaciles propios, necesitaba de la colaboración del corregidor Bernardino de Cuéllar para hacer efectiva su comisión. El auxilio del corregidor, definido por el conde de Priego como brío en el cumplimiento de sus órdenes, escondía la mutación que había sufrido el proceso de reclutamiento: la redención del servicio militar por dinero. Aunque se seguía con el envío de ejecutores a los pueblos, el conde de Priego se hacía cargo de los gastos, para lo que adelantaba el dinero de los pagos a Baltasar de Fuente, vecino de San Clemente, y que ya tenía experiencia como depositario en otras levas. El conde de Priego reconocía su fracaso para hacer pagar a los pueblos las ejecuciones de apresamiento de hidalgos y su aceptación de la alternativa de la redención por dinero:  me parece que todo lo que he podido hacer por los culpados lo he hecho. Es más en un tono desairado finalizaba la misiva enviada al corregidor con fecha de 20 de mayo con un va pagado el correo.
 La colaboración de los pueblos en el reclutamiento, libres del pago de los ejecutores, se tradujo en los llamados indultos de los nobles reclutados. En San Clemente, fueron varios los hidalgos indultados, es decir, que pagaron librarse de su reclutamiento forzoso: Manuel Piñán, Andrés de los Herreros y Francisco de Ávalos. La cantidad pagada debió acercarse a los 220 reales que pagó un hidalgo de Honrubia por eximirse del servicio de armas.
No obstante, mientras que el conde de Priego continuaba su misión reclutadora en la actual provincia de Ciudad Real, no se excluyeron las ejecuciones para la leva obligatoria de nobles. Unas veces, como en el caso de Pedro del Castillo Villaseñor, hidalgo de San Clemente, pagaba con sus huesos en la cárcel las rencillas existentes en la villa, teniendo que mediar el alcalde mayor para soltar a este hidalgo, al que poco había servido el indulto expedido por el escribano de la comisión del conde de Priego, Juan Romero de Ágreda.
Otras veces, era el corregidor quien se desplazaba a los pueblos para prender a los hidalgos prófugos. Así ocurrió con la leva de un hidalgo de Mota del Cuervo. Benito de la Peña Izquierdo, se había comprometido a sustituir a su hermano Martín Izquierdo, en una de las compañías del tercio de hidalgos, la de Diego de Jaraba; pero llegado el momento de partida no acude. El corregidor de San Clemente se desplazará a Mota, junto al alcalde mayor, para prender a los dos hermanos y a su padre, Juan de la Peña; pero lo único que puede hacer es constatar la complicidad de algunos regidores de la villa en la huida.
En el caso de Vara del Rey y su aldea Pozo Amargo, quien acude es José de Segovia, un alguacil de la comisión del conde de Priego, que recibirá su salario a razón de 500 maravedíes al día, sacados del dinero de los indultos en poder de Baltasar de la Fuente. Conocemos los hidalgos que debían ser apresados y creemos que hubo inhibición intencionada por la justicia de San Clemente. Estos hidalgos, aunque avecindados en Vara del Rey, eran miembros de familias que participaban en la vida política sanclementina. Se trataba de Martín  Montoya, Diego de Montoya Abengozar, Pedro López de Garcilópez y Antonio de la Torre. Llegado el alguacil a Vara de Rey a fines de junio, recibe largas de las justicias ordinarias que lo llevan de casa en casa de los parientes de los hidalgos nombrados para unas infructuosas averiguaciones sobre el paradero de quienes ha tiempo han decidido ausentarse temporalmente del pueblo. Después de dos días,  el alguacil abandona el pueblo, lamentando no haber acabado su comisión, pero sin olvidar exigir al alcalde mayor, a su regreso a San Clemente, el pago de 1.000 maravedíes de su comisión.
Indultados o huidos, el caso es que la desafección de la pequeña nobleza fue lo común una vez más. Desconocemos el resultado del reclutamiento del conde de Priego en tierras de Ciudad Real, donde suponemos que completó el número de ochocientos hidalgos con voluntarios pecheros; ahora bien, ésta vez la desafección de la nobleza tuvo un precio caro, 220 reales, que no todos pudieron o quisieron pagar.

FUENTES:
AHN.NOBLEZA. PRIEGO, C-3, D. 34-35
AMSC. CORREGIMIENTO. Legs. 146/28-31, 146/60-61 y 148/26-29

No hay comentarios:

Publicar un comentario