Bartolomé Belinchón era cura de la parroquia de Barchín del Hoyo, durante dos años sufrirá prisión por la delación de un feligrés. Las acusaciones eran graves; unas, de incumplimiento de sus obligaciones; otras, llevadas por el chisme. No cantar la salve, no decir maitines el día de Navidad, asistir con manteos en una procesión, pasear con su ama... y no tener confesionario para los sordos.
El acusador era Félix de Padilla, que era cuñado de Cristóbal de Perea, un principal del pueblo. Los hechos acontecieron en 1785. Es probable que al dicho Padilla no le gustará que no se guardará el secreto de confesión por su sordera, pero lo que es evidente es que el cura pasó su martirio particular de cárcel en cárcel por la inquina que le profesó el ordinario eclesiástico que llevó el caso.
AHN. CONSEJOS,31317,Exp.8
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